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Authors: Megan McDonald

Tags: #Infantil y juvenil

Felices Fiestas (3 page)

—Qué bonita ha resultado la fiesta de este año, chicos —comentó papá.

—Y por una vez no he tenido que hacer de ratón —dijo Stink.

—La señora Dempster se llevó una buena sorpresa —dijo mamá.

—Sí, ella seguía diciendo «ratón, ratón» y Stink no aparecía.

—¡Mi copo de nieve se había enganchado en la entrada del escenario! —explicó Stink.

¡Ding, dong!

—¿Será otra vez el hombre de la pizza? —preguntó papá.

—¡Yo abro! —exclamó Stink y salió disparado hacia la puerta. Cuando la abrió, no podía creer lo que veían sus ojos: ¡Era el mismísimo Jack Frost en persona!

—Otro paquete para los Moody que venía en la parte de atrás de mi camioneta —dijo Jack—. He pensado que podría ser importante.

—¡Guau! —exclamó Stink, recogiendo el paquete—. Nunca antes había venido el cartero de noche.

Jack Frost dijo sonriendo:

—En esta época del año hacemos jornadas de trabajo muy largas.

—¡Gracias! —agradeció Stink—. ¿Cree usted que nevará esta noche?

—Puede que sí y puede que no —dijo Jack Frost—. Quizá no se puedan hacer aún muñecos de nieve ni guerras de bolas. Bueno, tengo que irme. Me queda todavía un montón de trabajo.

—¡Adiós, Jack Frost, que tengas un buen día! ¡Una estupenda y feliz Navidad!

—¿Habéis oído? —preguntó Stink a su familia cuando volvió a la cocina.

—Te hemos oído desear a alguien una feliz Navidad —dijo Judy—. ¿Quién era?

—Jack Frost.

—¡Venga, no fastidies! ¿Otra vez? —dijo Judy en son de burla.

—¿Quién es Jack Frost? —preguntaron mamá y papá al mismo tiempo.

—¿No sabéis quién es Jack Frost? —se asombró Stink.

—Es el nuevo cartero —dijo Judy.

—Y trae nieve —añadió Stink—. Esta noche nos ha traído un paquete. ¿Podemos abrirlo? ¿Podemos, podemos… porfa?

—Uumm. No vienen las señas del remitente —dijo papá—. Debe de ser de la abuela Lou.

—Ya nos ha mandado un pastel de fruta —dijo mamá.

—Quizá es un Tronco de Navidad —dijo Judy.

—¿Qué es un Tronco de Navidad? —preguntó Stink.

—¿No lo sabes, tronco? —se rió Judy celebrando su propio juego de palabras—. ¡Venga, abre el paquete!

Stink rasgó el papel que envolvía la caja. Dentro había dos paquetitos planos. En uno ponía «Judy» en el otro «Stink». Rompieron los envoltorios de los paquetitos.

—¡Manoplas! —exclamó Stink. Un par verde para él y un par rojo para Judy.

—Vaya, pues sí. —Comentó desilusionada Judy—. Yo hubiera preferido más pastel de frutas.

—Esto es muy extraño —dijo Stink—. No sabemos quién nos los manda. Sólo hay una nota que dice: «Los necesitaréis cuando empiece a caer la nieve».

—¡Vaya un misterio! —dijo Judy.

—A lo mejor son del mismo Jack Frost.

—¿Ahora resulta que Jack Frost sabe también hacer punto? —se burló Judy—. Stink, ¿por qué iba el cartero a hacemos un regalo?

—¡No es sólo el cartero! —dijo Stink.

* * *

Cuando acabaron la pizza, Judy y Stink se fueron al cuarto de jugar. Stink miró un buen rato por la ventana. Judy esparció por el suelo los adornos de Navidad hawaianos. Decoró la palmera hinchable que habían usado en la función con pequeños objetos hechos con papel plegado: tablas de surf, barcos y caballitos de mar. Colgó una tira de lucecitas de color rosa flamenco. Hasta Mouse tuvo que lucir una faldita de paja y un lei de flores de papel.

Stink señaló hacia el oscuro cielo.

—Creo que veo algunas nubes.

—Yo creo que lo que ves no son más que estrellas, K-I-M-O —le dijo Judy.

—Me gustaría que cada una de esas estrellas fuera un copo de nieve —dijo Stink. Y suspiró—. Espero que nieve hacia media noche. Jack Frost dijo…

—Stink —interrumpió Judy, forzando el cuello para mirar al cielo—, más vale que lo olvides. No va a nevar esta noche.

—¿Te apuestas algo? —le retó Stink.

—Pues claro —dijo Judy—. Si gano, tendrás que comerte un trozo del pastel de frutas.

—Vale, pero si gano yo, tú tendrás que ayudarme a hacer un muñeco de nieve.

—¡Trato hecho!

—¡Oye, espera un momento! —puntualizó Stink—. ¿Cómo vas a saber si nieva a media noche? A esa hora estarás en la cama dormida.

—No, voy a quedarme levantada —afirmó Judy.

—Estupendo, yo también —dijo Stink.

Noche sin paz

20:12 horas

—¡Yo no me bebo eso! —Stink olisqueó el oscuro líquido aromático que había en su taza decorada con la cara de Papá Noel.

—Es café —dijo Judy—. Te ayudará a quedarte despierto.

—¡Café! ¡Aggg! Antes me bebería una taza se barro —afirmó Stink.

—Bueno, sólo pruébalo —propuso Judy a su hermano.

—Papá, ¿podemos beberlo? —preguntó Stink.

—Adelante. Pruébalo —asintió papá—. Esta es una ocasión especial.

—Venga, K-I-M-O —dijo Judy—, tú primero.

Stink miró receloso el oscuro líquido. Bebió un sorbo. ¡Aggg! Lo escupió en el fregadero. Su sabor era tan amargo que no pudo tragárselo.

—Sabe a corteza de árbol —exclamó Stink.

Papá sonrió.

—¿Corteza de árbol? —preguntó Judy—. Debe de haber otros métodos para quedarse despierto además de beber café.

20:43 horas

Judy y Stink pusieron todos los CD navideños que encontraron. Papá y mamá cantaron con ellos Esta noche es Nochebuena, Campana sobre campana y El tamborilero. Stink y Judy cantaron a grito pelado una canción inventada por los chicos del colegio:

Esta noche el señor Lucios

lleva los calzones sucios

para que los lave, el tío,

habrá que tirarle al río.

Ande, ande, ande…

21:15 horas

Leyeron en voz alta por turnos todos los libros que hablaban de nieve.
La reina de las nieves, El búho blanco, Un día de nevada y Perdido en la nieve
. Papá incluso recitó un poema que hablaba de alguien que atravesó de noche un bosque nevado.

—Todos estos libros sobre nieve me están dando sueño —dijo Stink.

—Y a mí todos estos libros sobre la nieve me están dando frío —dijo Judy—. ¡Brrr!

21:23 horas

Papá y mamá continuaron envolviendo regalos. Judy y Stink se pusieron a jugar a las cartas, pero para variar, acabaron discutiendo.

—¿Por qué yo tengo que robar todo el tiempo y tú te descartas siempre? —protestó Stink.

21:36 horas

—Te voy a enseñar un juego, Stink. Yo te hago una pregunta y tú contestas «Fenómeno natural» ¿Preparado?

—Preparado y «listo» —respondió Stink riéndose de su propia gracia.

—¿Qué otro nombre se daría en Virginia a una nevada?

—Fenómeno natural.

—¿Cómo llamarías a un elefante con dos trompas?

—Fenómeno natural.

—¿Cómo llamarías a alguien que en Navidad sólo quiere nieve?

—Fenómeno natural. ¡Oye, ese soy yo!

—¡Has picado!

21:44 horas

—Sigue sin nevar —informó Stink tras asomarse a la ventana. Y señaló el termómetro que estaba colgado fuera.

—Mira. Buenas noticias. La temperatura está bajando. Marcaba 8 grados hace un momento.

—Vale, pero mi temperatura sube cada vez que vas a la ventana para mirar el termómetro.

21:52 horas

—Niños —dijo papá, asomando la cabeza por la puerta del cuarto de jugar—, hace mucho que ha pasado vuestra hora de acostaros.

Mamá llevaba una cinta dorada alrededor del cuello y una pegatina con unas campanitas en la chaqueta.

—Y la mía también —dijo bostezando.

—¡Pero es Nochebuena! —protestó Stink.

—Estamos intentando aguantar despiertos hasta las 12 —dijo Judy—. Queremos ver si nieva. ¿Podemos quedamos aquí y acostamos esta noche en los sacos de dormir?

Mamá y papá se miraron.

—Bueno —dijo papá—. Mamá y yo nos vamos a la cama. ¡Nada de guerra de almohadas, eh!

—Y nada de bailar más hula-hula. Es hora de estar tranquilos y arropados —dijo mamá.

—¡Bah, bobadas! —murmuro bajito Judy.

Se puso su pijama de mono. Stink se metió en su saco de dormir con un dibujo de copos de nieve. Mamá y papá les dieron el beso de buenas noches y apagaron las luces. Stink no pudo evitar que se le cerraran los ojos.

—¡No irás a dormirte ahora!, ¿verdad? —dijo Judy enchufando la tira de luces color rosa flamenco. La palmera relucía con todos los colores de una puesta de sol en Hawai.

—No. Sólo estoy descansando los ojos —dijo Stink bostezando.

22:12 horas

Judy fue a lavarse los dientes. Cuando volvió, Stink estaba ya profundamente dormido. Hasta Mouse estaba durmiendo sobre un blando y calentito gorro de Papá Noel.

—¡Oye, dormilón! —llamó Judy a su hermano, pero Stink no se despertó. Ella intentó hacer ruidos raros y poner caras divertidas. Trató de abrirle los párpados. Trató de despertarle haciéndole cosquillas con una borla del gorro de Papá Noel.

Por fin, se cansó y lo dejó. A Stink le iba a fastidiar tanto haberse dormido. Y le iba a fastidiar el doble darse cuenta de que no había nevado.

22:27 horas

Judy contó ovejitas.

22:28 horas

Judy contó renos… De repente, en la noche sin paz, Judy oyó una especie de golpeteo en el tejado. «¿Renos?» Oyó algo más, unos golpecitos en la ventana. «¿Jack Frost?» Miró por la ventana. Y lo qué vieron sus ansiosos ojos era…

¡Lluvia!

Sólo había una cosa peor que no tener nieve en Navidad. ¡Que lloviera! Judy echó una mirada al dormido Stink. Iba a estar doble-triple-cuádruplemente decepcionado.

¿Y qué pasó entonces? Bueno, en la familia Moody se suele decir que el corazón de Judy Moody creció tres tallas aquella noche.

Judy fue a buscar unas tijeras, papel blanco y pegamento. Y
tris, tris, tris…
Mientras Stink dormía tranquilamente en su saco, Judy recortó millones de copos de nieve de papel y los pegó por las paredes, las ventanas, los muebles y las puertas. Esparció los blancos papelillos por el alféizar de la ventana y por el suelo y hasta por encima de Stink mientras él seguía dormido. A la luz de la luna el blanco confeti parecía nieve recién caída.

¡Perfecto! Una buena idea, bien realizada, podía ser casi tan buena como una nevada de verdad. De esta manera Stink podría ver, por fin, cumplido su deseo en vez de sentirse decepcionado en el día de Navidad.

Judy se moría de ganas de ver la cara de Stink cuando abriera los ojos y viera nieve por todas partes, aunque fuera de mentira.

Sería mil veces mejor que verle comer pastel de frutas.

Judy se sentía como el mismísimo Padre Invierno. Se sentía como la Reina de las Nieves. Se sentía como Papá Noel en el Polo Norte.

Se sentía como el auténtico y verdadero, y no cartero, Jack Frost.

23:57 horas

Un segundo antes de que en el reloj de la cocina la aguja larga y la corta coincidieran en las 12, la lluvia dejó de sonar
tap, tap, tap
. Judy se metió en su confortable y abrigado saco de dormir. Por fin, había llegado el momento de poder sumergirse en un largo, largo, largo sueño invernal.

¡Que nieve, que nieve!

Cuando Stink se despertó temprano aquella luminosa mañana de Navidad creyó estar soñando.

—¡Judy, despierta! ¡Nieve! ¡Tendremos unas verdaderas Navidades blancas!

Judy se dio media vuelta.

—Sí, ya lo sé Stink. No es nieve de verdad. No quería que te llevaras el chasco de no tener nieve en Navidad. Y mucho menos una Navidad llena de barro.

—¡No es eso, Jack Frost está aquí! De verdad de la buena. No te miento.

—Ya. Y nos trajo las manoplas —dijo Judy, hundiéndose más en su saco de dormir—. ¡Hace frío! —añadió.

—¡Venga, perezosa! —Stink la zarandeó a través del saco de dormir—. Levántate y mira por la ventana.

Todavía metida en su saco, Judy se levantó, y saltando como un canguro llegó hasta la ventana. Stink había abierto un pequeño agujero en la escarcha del cristal. Stink y Judy acercaron sus narices al cristal y miraron hada fuera. Mouse también corrió hacia la ventana y sus cascabeles tintinearon con fuerza todo el camino.

Nieve. Nieve de verdad. No de papel. En las casas, en los árboles, sobre las piedras, en las hojas, en las farolas. Por dondequiera que miraran, la blanca alfombra lo cubría todo. Un maravilloso mundo de merengue. Un estupendo paisaje navideño de nata montada.

La tierra estaba cubierta con una capa de limpia y resplandeciente nieve. El cielo y la naturaleza parecían relucir y centellear, cantando la alegría del mundo.

—¡Nieve! —susurró Stink. Ahora comprendía por qué en Alaska hay hasta una docena de nombres para la nieve. Una sola palabra no es suficiente. También él había encontrado en la enciclopedia varias palabras para distinguir una nieve de otra: nieve fresca o nieve polvo para la recién caída, nieve virgen para la que nadie había pisado todavía, nieve pesada la que se había compactado por haber sido pisoteada o porque los esquiadores habían pasado por encima, nieve costra la que se había deshelado un poco durante el día y cuya superficie había vuelto a congelarse durante la noche, nieve primavera la que empezaba a reblandecerse y a deshacerse. Esta que tenían ante sus ojos era nieve fresca, nieve polvo, nieve virgen.

—Un auténtico y real fenómeno natural —dijo Judy.

Judy y Stink se vistieron y salieron fuera para disfrutar la blanda nieve, para jugar y bailar sobre la blanca y maravillosa alfombra navideña.

—¡Es fantástica! —cantaba Judy.

—¡Es súper-extra-fantástica! —repetía Stink—. ¡Estas son las mejores vacaciones de Navidad de toda mi vida!

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