Read Felices Fiestas Online

Authors: Megan McDonald

Tags: #Infantil y juvenil

Felices Fiestas

 

Judy Moody está haciendo y repasando mil veces la lista de regalos que quiere para Navidad, pero su hermano Stink sólo desea una cosa: NIEVE. Como en su ciudad no ha nevado en esta fecha desde hace más de cien años, ¡las posibilidades son prácticamente nulas!

Todo indica que Stink se despertará el día de Navidad sin nieve… A no ser que Judy intervenga y, con la ayuda de un misterioso cartero llamado Jack Frost, consiga hacer realidad el milagro.

Megan McDonald

Felices Fiestas

Judy Moody & Stink - 2

ePUB v1.0

Staky
04.09.12

Título original:
The Holly Joliday

Megan McDonald, 2007

Traducción: P. Rozarena

Ilustraciones: Peter H. Reynolds

Diseño/retoque portada: Peter H. Reynolds

Editor original: Staky (v1.0)

ePub base v2.0

Para mi familia

M. M.

Para la familia que sabe celebrar todo el año las Doucettes de Dedham, Massachusetts

Bill, Cheryl, Alex and Ian

P. H. R.

Frosty, el cartero

Stink permanecía pegado a la tele para enterarse del tiempo que iba a hacer en los próximos días, cuando fuera, en el porche, sonó el timbre: «¡Ding Dong!». Stink saltó del sofá para ver quién era.

—¡El cartero! —gritó alegremente.

—Stink, espero que no hayas vuelto a escribir cartas para que te manden cosas gratis —le gritó Judy—. Papá y mamá se enfadarían mucho.

—Nopi —dijo Stink. Abrió la puerta y salió corriendo para alcanzar la furgoneta del cartero antes de que desapareciera de su vista. Le gustaba hablar con el señor Harvey, el cartero. El señor Harvey tenía una coleta y un perro llamado Chuletilla.

—¿Cómo está Chuletilla? —le preguntó Stink, pero cuando el hombre se volvió se dio cuenta que no era
para nada
su cartero. No llevaba coleta. Ni tenía la pinta de un tipo que llama a su perro Chuletilla.

El hombre tenía una melena blanca y una amplia sonrisa, una poblada barba blanca y espesas cejas, además llevaba un gorro de piel con las orejeras vueltas hada arriba. No parecía un cartero.

—¿Quién es usted? —le preguntó Stink—. ¿Y dónde está el señor Harvey?

—Soy el nuevo cartero —dijo el hombre—. Encantado de conocerte. Me llamo Frost, pero puedes llamarme Jack —dijo el señor Frost sonriendo, guiñando un ojo y alzando sus pobladas cejas.

—¡No puede ser! ¿Quiere decir que usted es Jack Frost, o sea, Jack Escarcha? ¿De verdad? ¿No se llama así el hombre de nieve que pinta dibujos de hielo en las hojas y en las ventanas?

—El mismo —dijo el nuevo cartero—. Y adivina qué ocurre cuando un perro me muerde.

—¿Qué? —preguntó Stink.

—Se queda helado —dijo Jack.

Stink se echó a reír.

Jack Frost le entregó a Stink otros dos paquetes.

—Hoy hay entrega especial. No caben en el buzón.

—¿Viene alguno del Polo Norte? —Stink agitó las cajas.

Una venía de L. L. Beanery y olía a café. La otra pesaba tanto como si estuviera llena de libros, pero sonaba a tarta de frutas. ¡Qué asco!

—Probablemente es tarta de frutas —dijo Stink—. Mi abuela Lou nos envía una cuando se acerca la Navidad. El único que se la come es nuestro gato Mouse.

—Bueno, pues que tengas más suerte la próxima vez, ¿vale? —deseó Jack.

—Oiga, si usted es Jack Frost —dijo Stink—, se me ocurre que a lo mejor… ¡Podría traernos nieve este año! Me encanta que nieve en Navidad.

—Nieve, ¿eh? Bueno, nunca se sabe. Quizá pueda hacer algo.

—¿Podría? —se entusiasmó Stink—. ¿De verdad?

Jack Frost soltó una risita y se mesó la blanca barba, guiñando los ojos y mirando al cielo.

—Por lo que veo hay un sistema de bajas presiones acercándose. Un frente frío puede llegar aquí hacia el comienzo del fin de semana.

—¡Guau! —exclamó Stink—. ¿Sabe usted también predecir el tiempo?

—He trabajado en ello durante un montón de años. Noto el tiempo en mis huesos —Jack Frost sacó la lengua—. En este momento casi puedo sentir el sabor de la nieve en el aire.

—Yo soy un estupendo súper olfateador —aseguró Stink—. Quizá pueda olfatear el aire.

Cerró los ojos y alzó la nariz. «Sniff, sniff». Se imaginó copos de nieve cayendo sobre su lengua. «Sniff, sniff». Se imaginó una batalla con bolas de nieve. «Sniff, sniff». Se imaginó una enorme extensión blanca.

—Sí, creo que huelo la nieve —dijo Stink.

Stink y Jack Frost permanecieron quietos durante unos minutos.

Los dos miraron al oscuro cielo gris y olfatearon el aire húmedo.

—Mi hermana mayor dice que en Virginia nunca nieva —dijo Stink—. Mi hermana mayor dice que la Tierra está demasiado caliente. Mi hermana mayor dice que hay una probabilidad entre un millón de que nieve este año.

—Tu hermana mayor debe de ser muy lista, ¿no?

—Eso se cree ella.

—Bueno, podría ocurrir —dijo Jack Frost—. Hace mucho tiempo, en el invierno de 1980, cayeron más de 50 centímetros de nieve en un día. Superamos todos los records.

—¡Guau! —exclamó Stink.

—¿Ves? A lo mejor, después de todo, se cumple tu deseo de ver una buena nevada —dijo Jack Frost—. Piensa en la «nieve». Siéntela en tus huesos.

—¡Gracias! —agradeció Stink—. He tenido suerte al encontrarme con usted. ¿Sabe? Me ha enseñado lo que tengo que pensar y todo eso.

—Bueno, no prometo nada —dijo Jack Frost con un guiño—, pero mantendré mis dedos cruzados.

—¡Estupendo, colega! —agradeció Stink.

* * *

Stink entró en casa gritando.

—Frost es un hombre estupendo… ¡Oídme! ¡No os lo vais a creer! ¿A que no adivináis a quién he visto?

—Al señor Harvey, el cartero —dijo Judy levantando los ojos de su hoja.

—Nones. ¿Quién tiene una gran barba blanca?

—Papá Noel.

—Otra vez te equivocas. Es Jack Frost. Acabo de hablar con él. ¡De verdad!

—¿De verdad? ¿Estaba también Superman ahí fuera? ¿O era el Ratoncito Pérez? —Judy se moría de risa.

—Te estoy diciendo la verdad verdadera. Se llama así. Pregúntaselo a él.

—Nuestro cartero es el señor Harvey —dijo Judy.

—No, ya no. Había otro hombre ahí fuera. El señor Frost. El señor Jack Frost. Sabe muchísimo de nieve y de frío y de todo eso. Me ha dicho que podríamos tener nieve esta Navidad.

—Stink, odio desilusionarte, pero Jack Frost es invisible. Algo así como un elfo diminuto o algo parecido.

—O algo parecido —repitió Stink dubitativo.

—Primero —dijo Judy contando con los dedos—: no has podido verle. Jack Frost se desliza silencioso por la noche o por la mañana temprano para depositar escarcha en las ventanas y en las hojas de los arces.

—Eso es lo que yo creía —dijo Stink.

—Segundo: Jack Frost no es CARTERO. Ya tiene un trabajo, no iba a tener dos.

—Mucha gente tiene dos trabajos —replicó Stink.

—Tercero: si fuera cartero, no estaría en Virginia donde casi nunca nieva; estaría en Alaska o en Canadá.

—Sí, claro; pero ¿por qué crees que el señor Harvey ha desapareado y en su lugar se ha presentado aquí, en nuestra calle, Jack Frost en esta época del año? ¿Se te ha ocurrido pensar que la razón de que esté aquí puede ser que este año «nos toque a nosotros» tener nieve? Déjame que te diga una cosa, él puede oler la nieve cuando se acerca. Y además se lo dicen sus huesos.

—¿Así que el tipo ese, Jack Frost, tiene unos huesos que hablan?

—Sí. Y dijo que para que hubiera nieve tendría que haber depresión. O baja presión, ya no me acuerdo.

—Stink, hazme caso. No ha nevado aquí en millones de años.

—¡No es verdad! —protestó Stink—. Jack Frost me dijo que un invierno cayeron más de 50 centímetros de nieve en un día.

—¿Cuándo fue eso? —preguntó Judy.

—Hace mucho, en 1980.

—O sea, hace «medio» millón de años. Stink, te digo que…

—Bueno, tú no eres el hombre del tiempo —dijo Stink.

—Tampoco tu Jack Frost lo es, Stink —Judy soltó un resoplido—. No, si al final voy a tener que creer todo esto que me estás contando!

Este es el momento de creer.

Preparar una lista, repasarla dos veces

Judy volvió a concentrarse en su larga lista y la repasó dos veces. No era una lista de motes para ponerle a Stink. Ni una lista de cosas que hacer cuando te aburres en casa.

Era una lista P. H. Una lista en «papel higiénico» con todas las cosas que iba a pedir por Navidad. Una Lista de Regalos.

No resultaba nada fácil escribir en papel higiénico; pero el P. H. era el único papel lo suficientemente largo para poder incluir en él todos los regalos que quería.

Judy desenrolló su lista de P. H. Salía por la puerta, cruzaba el rellano de la escalera, pasaba por el cuarto de Stink y daba la vuelta alrededor del tomo N de la enciclopedia que su hermano estaba leyendo por centésima vez.

—¿Qué haces? —protestó Stink.

—Perdona, es que estoy haciendo mi lista —explicó Judy.

—Mide lo menos mil metros —observó Stink.

—Bueno, así recibiré mil regalos.

Stink volvió a su tomo N de la enciclopedia para seguir informándose sobre los búhos, las liebres y las perdices que en invierno se vuelven blancas para poder camuflarse con la nieve, por lo que reciben el nombre de animales nivales. Leyó también sobre las diferentes formas de los copos de nieve.

Judy no acababa de entenderlo. Normalmente Stink pedía toneladas y toneladas de regalos. Montones más que Judy. Miles y miles más que su hermana.

—Stink, deberías preparar tu lista —le dijo Judy—. Sólo quedan cinco días para Navidad.

—Ya tengo preparada mi lista —contestó Stink.

—¿Dónde la tienes? —preguntó Judy.

—En mi cabeza.

—Tendrías que escribirla. Se te olvidarán cosas.

—No me olvidaré de nada.

—¿Cómo te vas a acordar de todo? Si no lo escribes.

—Vale. La escribiré —concedió Stink, arrancó una hoja limpia de su cuaderno de dibujo. Escribió algo en dos segundos y dejó el lápiz.

—¡Ya está!

—¿Ya? —preguntó Judy, ¿cómo has podido hacerlo tan deprisa? ¡Yo he estado preparando mi lista durante, por lo menos, trescientos sesenta días y pico!

Judy recogió la hoja de papel. Stink sólo había escrito una única palabra. Y la palabra era «nieve».

—¿Esto? ¿Sólo una cosa? Encima ni siquiera es un regalo.

—Pero es lo único que quiero.

—¿Ni siquiera unas botas para la nieve, ni un gorro para la nieve, ni unos pantalones para la nieve, ni unos guantes para la nieve, ni una tabla para la nieve?

—Nopi.

—¿Ni siquiera un iglú hinchable con bolas de nieve de mentira?

—Nopi.

—¿Ni siquiera una cometa que parezca un globo helado, ni una máquina que haga helados de nata-nieve?

—Bueno, la máquina de helados no estaría mal, pero no. Lo que de verdad quiero es nieve.

—Stink, eso va a ser aburridísimo.

—¡Aburridísimo! ¡No seas lerda! ¿Qué me dices de poder hacer un muñeco de nieve, y construir un fuerte de nieve y pintar en el suelo ángeles de nieve y hacer una guerra de bolas de nieve? ¿Y patinar? ¿Y no ir al colegio a causa de la nieve?

Other books

In the Company of Cheerful Ladies by Alexander McCall Smith
Flashback (1988) by Palmer, Michael
Golden Lies by Barbara Freethy
It's Better This Way by Travis Hill
The Scribe by Francine Rivers
Joy and Tiers by Mary Crawford
The Dark Lady by Sally Spencer


readsbookonline.com Copyright 2016 - 2024