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Authors: Michael Crichton

Tags: #Tecno-Thriller

Estado de miedo (22 page)

BOOK: Estado de miedo
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—¿Sí? —dijo—. ¿Y?

—¿Para qué son?

—Estamos en una sala audiovisual —dijo Evans—. Creo que de eso no hay duda.

—No —dijo Kenner—. Pero ¿para qué son?

—Obviamente —dijo Evans—, para controlar la televisión, la antena parabólica, el DVD, el vídeo y demás.

—¿Para qué sirve cada uno? —preguntó Kenner. Evans miró la mesa. Y de pronto cayó en la cuenta.

—Dios mío —exclamó—. Tienes toda la razón.

Estaba accionándolos uno tras otro.

—Este es el del televisor de pantalla plana… DVD… parabólica… alta de… —Se interrumpió. Había uno más—. Parece que hay dos mandos de DVD. —El segundo era negro y más grueso; tenía los botones habituales, pero pesaba un poco menos que el otro.

Evans abrió el compartimento de las pilas. Solo había una pila.

En el lugar de la otra se encontraba un trozo de papel apretadamente enrollado.

—Bingo —dijo.

Extrajo el papel.

«Lo que importa no está a mucha distancia de donde se encuentra el Buda». Eso había dicho George. De donde se deducía que ese papel era lo que importaba.

Con cuidado, Evans desenrolló la pequeña hoja y la aplanó sobre la mesa de centro con la base de la mano, alisando las arrugas. Y a continuación la observó.

El papel sólo contenía columnas de números y palabras.

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TERROR
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SNAKE
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LAUGHER
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SCORPION
 
ALT
 
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TERROR
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SEVER
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CONCH
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SCORPION
 
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TERROR
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BUZZARD
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OLD MAN
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SCORPION
 
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TERROR
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MESA NEGRA
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SNARL
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SCORPION

—¿Esto es tras lo que va todo el mundo? —preguntó Evans.

Sarah miraba el papel por encima de su hombro.

—No lo entiendo. ¿Qué significa?

Evans entregó el papel a Kenner. Apenas mirarlo, dijo:

—No me extraña que estuvieran tan desesperados por recuperarlo.

—¿Sabes qué es?

—Sin lugar a dudas —contestó Kenner, pasándole el papel a Sanjong—. Es una lista de lugares geográficos.

—¿Lugares? ¿Dónde?

—Eso tendremos que calculado —intervino Sanjong—. Están registrados en UTM, lo cual puede querer decir que la lista iba dirigida a pilotos.

Kenner advirtió las expresiones de incomprensión en sus rostros.

—El mundo es una esfera —dijo—, y los mapas son planos.

Por tanto, todos los mapas son proyecciones de una esfera en una superficie plana. Una proyección es la cuadrícula universal tranversa de Mercator, que divide el planeta en columnas de seis grados. Originalmente fue una proyección militar pero algunos planos de navegación aérea la utilizan.

—Así pues, ¿estos números son latitudes y longitudes de una forma distinta? —dijo Evans.

—Correcto. Una forma militar. —Kenner recorrió la página con el dedo—. Según parece, hay varias series alternas de cuatro lugares. Pero en todos los casos el primer lugar y el último son el mismo. Por la razón que sea… —Frunció el entrecejo y miró al vacío.

—¿Eso es malo? —preguntó Sarah.

—No estoy seguro —respondió Kenner—. Pero podría serio, sí. —Miró a Sanjong.

Sanjong asintió con expresión grave.

—¿Hoy qué día es? —preguntó.

—Martes.

—Entonces… tenemos muy poco tiempo.

—Sarah —dijo Kenner—, vamos a necesitar el avión de George. ¿De cuántos pilotos disponemos?

—Dos, normalmente.

—Necesitaremos al menos cuatro. ¿Cuánto tardarás en conseguidos?

—No lo sé. ¿Adónde quieres ir?

—A Chile.

—¡A Chile! ¿Y cuándo quieres salir?

—Cuanto antes. A las doce de la noche como muy tarde.

—Me llevará un tiempo organizar…

—Entonces empieza ya —ordenó Kenner—. Tenemos poco tiempo, Sarah. Muy poco.

Evans observó a Sarah salir de la habitación. Se volvió hacia Kenner.

—Muy bien —dijo—. Me rindo. ¿Qué hay en Chile? Un aeródromo adecuado, supongo. Con suficiente combustible para avión.

Kenner chasqueó los dedos.

—Bien observado, Peter. Sarah —gritó en dirección a la sala contigua—, ¿qué clase de avión es?

—Un G-S —contestó ella levantando la voz.

Kenner se volvió hacia Sanjong Thapa, que había sacado un pequeño ordenador de mano y tecleaba en él.

—¿Has conectado con Akamai?

—Sí.

—¿Tenía yo razón?

—De momento solo he comprobado el primer lugar —respondió Sanjong—. Pero sí. Tenemos que ir a Chile.

—Entonces, ¿terror es Terror? —preguntó Kenner.

—Eso creo, sí.

Evans miró alternativamente a uno y otro hombre.

—¿Terror es Terror? —repitió, perplejo.

—Así es —contestó Kenner.

—Peter lo ha captado, ¿sabes? —dijo Sanjong.

—¿Vais a explicarme qué está pasando? —preguntó Evans.

—Sí —contestó Kenner—. Pero antes, dime: ¿tienes el pasaporte?

—Siempre lo llevo encima.

—Buen chico. —Kenner se volvió hacia Sanjong—. ¿Qué?

—Es UTM. Es una cuadrícula de seis grados.

—¡Claro! —exclamó Kenner, chasqueando los dedos otra vez—. ¿Qué me está pasando?

—Me rindo —dijo Evans—. ¿Qué te está pasando?

Pero Kenner no contestó; ahora parecía casi hiperactivo. Sus dedos se contrajeron nerviosamente cuando cogió el mando a distancia de la mesa junto a Peter y 10 miró con atención, haciéndolo girar a la luz. Finalmente habló:

—Una cuadrícula de seis grados significa que las coordenadas de estos lugares solo son precisas a mil metros. Eso sencillamente no nos basta.

—¿Por qué? ¿Con qué grado de precisión las necesitamos?

—Tres metros —dijo Sanjong.

—Suponiendo que estén utilizando PPS —continuó Kenner, mirando aún el mando a distancia con los ojos entornados—. En cuyo caso… Ah. Eso pensaba. Es el truco más viejo del manual.

Retiró toda la parte posterior del mando, dejando a la vista la placa de circuitos. La levantó, revelando una segunda hoja plegada. Era fina, poco más que un pañuelo de papel. Contenía hileras de números y símbolos.

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—Bien —dijo Kenner—. Esto ya está mejor.

—¿Y qué es? —preguntó Evans.

—Coordenadas auténticas. De los mismos lugares, cabe suponer.

—¿Terror es Terror? —repitió Evans. Empezaba a sentirse como un estúpido.

—Sí —contestó Kenner—. Hablamos del monte Terror, Peter.

Un volcán apagado. ¿Has oído a hablar de él?

—No.

—Pues allí vamos.

—¿Dónde está?

—Pensaba que a estas alturas ya lo habrías adivinado —dijo Kenner—. En la Antártida.

CAMINO DE PUNTA ARENAS
MARTES, 5 DE OCTUBRE
21.44 H

El aeropuerto de Van Nuys se alejó bajo ellos. El avión viró hacia el sur y cruzó la extensión llana y reluciente de la cuenca de Los Ángeles. La auxiliar de vuelo llevó un café a Evans. En la pequeña pantalla se indicaba que faltaban 9.984 kilómetros para llegar a destino. El tiempo de vuelo era de casi doce horas.

La auxiliar les preguntó si deseaban ya la cena y se marchó para preparada.

—Veamos —dijo Evans—. Hace tres horas acudí para ayudar a Sarah con el robo y ahora vaya bordo de un avión con rumbo a la Antártida. ¿No va siendo hora de que alguien me explique a qué viene todo esto?

Kenner asintió.

—¿Has oído hablar del Frente Ecologista de Liberación? ¿El FEL?

—No —contestó Evans moviendo la cabeza en un gesto de negación.

—Yo tampoco —dijo Sarah.

—Es un grupo extremista clandestino, compuesto en teoría de ex miembros de Greenpeace y Earth First, individuos que consideraron que estas organizaciones eran demasiado blandas. El FEL lleva a cabo acciones violentas en nombre de causas ecologistas. Han incendiado hoteles en Colorado, casas en Long Island y coches en California y han introducido clavos en los troncos de los árboles en Michigan para impedir la tala.

Evans asintió.

—He leído algo sobre ellos. El FBI Y otros cuerpos de policía no pueden infiltrarse porque la organización se compone de células aisladas que nunca se comunican entre sí.

—Sí —afirmó Kenner—. En teoría. Pero se han grabado conversaciones por móvil. Desde hacía un tiempo sabíamos que el grupo se proponía empezar a actuar a escala mundial y planeaba una serie de acciones importantes en todo el planeta, de aquí a unos días.

—¿Qué clase de acciones? Kenner negó con la cabeza.

—Eso no lo sabemos. Pero tenemos razones para pensar que serán grandes y destructivas.

—¿Qué tiene eso que ver con George Morton? —preguntó Sarah.

—Financiación —respondió Kenner—. Si el FEL prepara acciones en todo el mundo, necesita mucho dinero. La cuestión es dónde lo consiguen.

—¿Estás diciendo que George ha dado apoyo a un grupo extremista?

—No intencionadamente. El FEL es una organización criminal, y aun así, lo financian grupos radicales como PETA. Es vergonzoso, la verdad. Pero la duda era si los financiaban también otros grupos ecologistas más conocidos.

—¿Grupos más conocidos? ¿Por ejemplo?

—Cualquiera de ellos —dijo Kenner.

—Un momento —intervino Sarah—. ¿Insinúas que la Sociedad Audubon o el Club Sierra financian a grupos terroristas?

—No —contestó Kenner—. Pero sí digo que nadie sabe a qué dedican exactamente su dinero, porque el gobierno ejerce escaso control sobre las fundaciones y organizaciones benéficas. No son auditadas. Los libros de contabilidad no se someten a inspección. Los grupos ecologistas de Estados Unidos generan quinientos mil millones de dólares al año. Lo que hacen con este dinero no está sujeto a supervisión.

Evans frunció el entrecejo.

—¿Y George lo sabía?

—Cuando nos conocimos —explicó Kenner—, empezaba a preocuparle el NERF, en qué empleaba su dinero. Gasta cuarenta y cuatro millones de dólares al año.

—¿No irás a decir que el NERF…? —preguntó Evans.

—No directamente —contestó Kenner—. Pero el NERF destina casi el sesenta por ciento de su dinero a campañas de recaudación de fondos. Naturalmente, no lo puede admitir; quedaría mal. Camufla estas cifras contratando externamente casi todo su trabajo a empresas de publicidad por correo y grupos de petición de ayuda por teléfono. Estos grupos tienen nombres engañosos, como Fondo Internacional para la Conservación de la Fauna. Esta es una organización con sede en Omaha, que desarrolla su actividad por correo y, a su vez, externaliza el trabajo a Costa Rica.

—No hablas en serio —dijo Evans.

—Sí. Muy en serio. Y el año pasado el Fondo Internacional para la Conservación de la Fauna gastó seiscientos cincuenta mil dólares en reunir información sobre cuestiones medioambientales, incluidos trescientos mil destinados a algo que se llama Coalición de Apoyo y Acción en los Bosques Tropicales, CAABT, que casualmente tiene un apartado de correos en Elmira, Nueva York, y una cantidad idéntica a Servicios Sísmicos de Calgary, otro apartado de correos.

—Quieres decir…

—Un apartado de correos. Un callejón sin salida. Ese fue el verdadero motivo de las discrepancias entre Morton y Drake. Morton tuvo la sensación de que Drake estaba desatendiendo el negocio. Por eso exigió una auditoría externa de la organización, y cuando Drake se negó, Morton empezó a preocuparse seriamente. Morton forma parte del consejo directivo del NERF; tiene una responsabilidad. Así que contrató a un equipo de investigadores privados para hacer indagaciones sobre el NERF.

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