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Authors: Alastair Reynolds

Tags: #ciencia ficción

Espacio revelación (44 page)

BOOK: Espacio revelación
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Volyova acabó convenciéndose a sí misma de que el tema de la infiltración había quedado zanjado. Ladrón de Sol seguía siendo un problema, pero Khouri trabajaría con ella para ocultárselo a Sajaki. Y mientras tanto, había otras cosas que tenían que ocultarle al Triunviro. Volyova se había impuesto la tarea de erradicar cualquier prueba que revelara el incidente del arma-caché. Tenía intenciones de hacerlo antes de que Sajaki y los demás se reanimaran, pero no había sido sencillo. La primera tarea había consistido en reparar los daños que había sufrido la bordeadora lumínica, arreglando aquellas zonas del casco que habían sido dañadas por la detonación del arma. Esto consistía, principalmente, en persuadir a las rutinas de autorreparación para que trabajaran con mayor rapidez, pero también tenía que asegurarse de que todas las cicatrices y cráteres preexistentes, además de las zonas de reparación imperfecta, quedaban tal y como estaban antes de la detonación. Después tuvo que acceder ilegalmente a la memoria de autorreparación y borrar los informes que indicaban que se habían efectuado dichas reparaciones. También arregló la habitación-araña, aunque se suponía que Sajaki y los demás ignoraban su existencia: prefería andar sobre seguro que tener que arrepentirse y, además, ésta había sido la más sencilla de las reparaciones. Y finalmente tuvo que eliminar todas las pruebas que indicaban que se había activado la rutina de Parálisis. Todo esto supuso una semana de arduo trabajo.

La pérdida de la lanzadera era algo mucho más difícil de ocultar. Durante un tiempo pensó en construir otra, recolectando cantidades diminutas de materias primas por toda la nave, hasta tener las necesarias. Sin embargo, era demasiado arriesgado y dudaba de su habilidad para conseguir que pareciera tan vieja como se suponía que debía ser. Por fin optó por la solución más sencilla: modificar la base de datos de la nave para que pareciera que siempre había habido una lanzadera menos a bordo. Puede que Sajaki se diera cuenta, al igual que el resto de la tripulación, pero ninguno de ellos podría demostrarlo. Por último reconstruyó el arma-caché. Por supuesto, no era más que una fachada, una réplica diseñada para que adornara la sala caché y resultara amenazadora en las infrecuentes ocasiones en las que Sajaki visitaba sus dominios. Ocultar todas las huellas le llevó seis días de frenético trabajo. El séptimo día descansó y se esforzó en tranquilizarse, para que ninguno de sus compañeros se diera cuenta de lo sucedido. El octavo día, Sajaki despertó y le preguntó qué había ocurrido en los años que había estado en sueño frigorífico.

—Oh —había respondido ella—. Nada importante.

Su reacción (como casi todo lo demás que había en Sajaki en la actualidad) había sido difícil de juzgar. Volyova era consciente de que, a pesar de que en esta ocasión había conseguido salir indemne, no podía arriesgarse a cometer otro error. Pero las cosas ya estaban escapando a su comprensión, a pesar de que ni siquiera habían establecido contacto con los colonos. Sus pensamientos regresaban una y otra vez a la señal de neutrinos que había detectado alrededor de la estrella de neutrones del sistema y a la sensación de inquietud que le había acompañado desde entonces. La fuente seguía estando allí y, aunque era débil, la había estudiado lo bastante bien como para saber que no orbitaba alrededor de la estrella de neutrones, sino también alrededor del rocoso mundo de tamaño lunar que acompañaba a la estrella. No le cabía duda de que no había estado presente cuando el sistema fue explorado décadas atrás, hecho que sugería que tenía algo que ver con la colonia de Resurgam pero, ¿cómo podían haberla dejado allí? Los colonizadores parecían incapaces de llegar a la órbita, así que jamás podrían haber enviado una especie de sonda a los límites de su sistema. Incluso la nave que debería haberlos traído hasta allí había desaparecido. Volyova había esperado encontrar el
Lorean
en la órbita de Resurgam, pero no había ni rastro de ella. Dijeran lo que dijeran las pruebas, seguía pensando en la posibilidad de que los colonizadores fueran capaces de hacer algo completamente inesperado. Otra carga que añadir a su creciente montón de preocupaciones.

—¿Ilia? —dijo Hegazi—. Ya estamos casi preparados. La capital está a punto de emerger en el lado nocturno.

Volyova asintió. Las cámaras de gran aumento de la nave, dispuestas por todo el casco, enfocarían una zona muy específica, situada a varios kilómetros de la frontera de la ciudad, centrándose en un punto que había sido identificado y acordado en el momento de la partida de Sajaki. Si no le había ocurrido ninguna desgracia, el Triunviro estaría esperándolos en ese punto, alzándose en lo alto de una meseta descubierta y mirando directamente hacia el sol naciente. La sincronización era crucial, pero Volyova estaba segura de que Sajaki estaría en el lugar acordado.

—Le tengo —dijo Hegazi—. Los estabilizadores de imagen se están colocando…

—Muéstranoslo.

Se abrió una ventana en el globo que había cerca de la capital, que se infló con rapidez. En un principio, lo que había dentro de la ventana no era más que un manchón borroso que podría ser un hombre de pie sobre una roca, pero la imagen se fue aclarando, hasta que la figura se convirtió en un Sajaki reconocible. En vez de la voluminosa armadura adaptable con la que Volyova lo había visto por última vez, llevaba un sobretodo de color ceniza y sus largas rastas ondulaban alrededor de sus piernas, revelando que soplaba un suave viento en lo alto de la meseta. Había levantado el cuello del traje para taparse las orejas, pero no había nada que cubriera su rostro.

Pero no parecía él. Antes de abandonar la nave, los rasgos de Sajaki habían sido remodelados, basándose en el prototipo derivado de los perfiles genéticos de los miembros de la expedición original que habían viajado a Resurgam desde Yellowstone, que a su vez reflejaban los genes franco-chinos de los colonos de Yellowstone. De este modo, si Sajaki decidía caminar por las calles de la capital en pleno día, no atraería ninguna mirada curiosa. No habría nada en él que lo acusara de forastero, ni siquiera su acento. El software lingüístico había analizado una decena de dialectos Stoner utilizados por los miembros de la expedición, aplicando complejos modelos léxico-estadísticos para fusionar esas formas de habla en un nuevo dialecto para el conjunto de Resurgam. Si Sajaki decidía comunicarse con alguno de los colonos, su aspecto, su historia tapadera y su forma de hablar los convencería de que procedía de uno de los asentamientos planetarios más remotos, no de otro mundo.

Al menos, ésta era la idea.

Sajaki no llevaba implementos tecnológicos que lo delataran, excepto los implantes que tenía debajo de la piel. Un sistema de comunicación convencional superficie-órbita habría sido demasiado fácil de detectar y demasiado difícil de explicar si, por algún motivo, hubiera sido capturado. De todos modos, Sajaki estaba hablando, recitando una frase una y otra vez, mientras los sensores infrarrojos de la nave examinaban el flujo sanguíneo que rodeaba su región bucal, configurando un modelo de sus movimientos musculares y bucales subyacentes. Al correlacionar dichos movimientos con los archivos de conversación real que tenía grabados, la nave podía adivinar los sonidos que estaba articulando. El paso final consistía en incluir modelos gramaticales, sintácticos y semánticos para las palabras que pronunciaba. Parecía complejo, y lo era, pero para los oídos de Volyova no había ninguna demora perceptible entre los movimientos de sus labios y la voz simulada que oía y que sonaba con una claridad y una precisión misteriosas.

—Supongo que ya podéis oírme —dijo—. Para el archivo, permitid que éste sea mi primer informe desde la superficie de Resurgam tras el aterrizaje. Espero que me disculpéis si en algún momento empiezo a divagar o me expreso con cierta inelegancia. No he escrito de antemano este informe; habría sido un riesgo demasiado grande que me encontraran con él mientras abandonaba la capital. Las cosas son muy diferentes a lo que esperábamos.

Muy cierto
, pensó Volyova. Los colonizadores (o, al menos, una fracción de éstos) sabían que había llegado una nave a la órbita de Resurgam. Aunque sus radares los habían detectado, no habían hecho ningún intento por contactar con el
Nostalgia por el Infinito
… como tampoco la nave había intentado contactar con la superficie. Esto la inquietaba tanto como la fuente de neutrinos, puesto que sugería paranoia e intenciones ocultas… y no sólo por parte de ella. De todos modos, se obligó a apartar de su mente esos pensamientos, porque Sajaki seguía hablando y no quería perderse nada de lo que decía.

—Tengo muchas cosas que contar relativas a la colonia —continuó—. Sin embargo, como sé que esta ventana será breve, empezaré con la noticia que sin duda alguna estáis esperando. Hemos localizado a Sylveste. Ahora sólo tenemos que apresarlo.

Sluka estaba bebiendo café, sentada enfrente de Sylveste. Entre ambos se alzaba una mesa negra rectangular. El sol del amanecer de Resurgam se filtraba en la sala por las persianas medio cerradas, proyectando fieros contornos sobre su piel.

—Necesito tu opinión sobre un tema.

—¿Los visitantes?

—Qué astuto. —Le sirvió una taza y le indicó que se sentara. Sylveste se dejó caer sobre su asiento—. Alimenta mi curiosidad, doctor Sylveste. Cuéntame qué has oído exactamente.

—No he oído nada.

—Entonces, no te llevará demasiado tiempo.

Él sonrió desde la neblina del cansancio. Por segunda vez en un día, había sido despertado por los guardias y sacado de su habitación en un estado de semiconciencia y desorientación. Todavía podía oler a Pascale; su aroma lo envolvía. Se preguntó si estaría durmiendo en su celda, en algún lugar de Mantell. Se sentía muy solo, pero le alegraba saber que estaba viva e ilesa. Eso era lo que le habían dicho desde el principio, pero no había tenido ningún motivo para creer que la gente de Sluka le estuviera diciendo la verdad. Al fin y al cabo, ¿qué utilidad tenía Pascale para el Camino Verdadero? Podría decirse que menos que él, y era bastante obvio que a Sluka le había costado decidir si le perdonaba o no la vida.

Pero ahora las cosas estaban cambiando. Le habían permitido estar a solas con Pascale y estaba seguro de que ésa no sería la única ocasión. ¿Acaso Sluka tenía un poco de humanidad o lo había hecho por razones completamente distintas? ¿Quizá necesitaría a uno de ellos en un futuro cercano y consideraba que había llegado el momento de empezar a ganarse su favor?

Sylveste bebió un trago de café, deshaciéndose de su cansancio residual.

—Lo único que he oído es que podría haber visitas. Ignoro de dónde, pero he sacado mis propias conclusiones.

—Supongo que no te importará compartirlas conmigo.

—Quizá, deberíamos hablar antes de Pascale.

Ella lo miró sobre el borde de su taza, antes de asentir con la delicadeza de una marioneta mecánica.

—¿Estás ofreciéndome un intercambio de información a cambio de… qué? ¿Cierta relajación en el régimen en el que te encuentras?

—Considero que es razonable.

—Todo depende de la calidad de tus conjeturas.

—¿Conjeturas?

—Sobre quiénes son esos visitantes, por ejemplo. —Sluka contempló el sol naciente, entrecerrando los ojos ante sus destellos de color rubí—. Valoro tu punto de vista, aunque sólo Dios sabe por qué.

—Primero tendrías que contarme qué es lo que sabes.

—Ya llegaremos a eso —Sluka esbozó una sonrisa—. Antes debo recordarte que estás en desventaja.

—¿En qué sentido?

—¿Quiénes son esas personas si no pertenecen a la tripulación de Remilliod?

Este comentario significaba que la conversación que había mantenido con Pascale (y, por consiguiente, todo lo que había pasado entre ellos) había sido grabada. Saberlo le sorprendió menos de lo que esperaba. Era obvio que lo había sospechado desde un principio, pero había preferido ignorarlo.

—Muy bien, Sluka. Ordenaste a Falkender que mencionara a los visitantes, ¿verdad? Muy astuto por tu parte.

—Falkender sólo cumplió con su trabajo. ¿Quiénes son? Remilliod ya ha hecho negocios en Resurgam. ¿Tiene algún sentido que regrese ahora por segunda vez?

—Es demasiado pronto. Apenas habrá tenido tiempo de llegar a otro sistema, y mucho menos a uno con perspectivas de negocio. —Sylveste se liberó del abrazo de la silla y avanzó hacia la ventana, cubierta de listones de madera.

A través de las persianas de hierro observó las caras septentrionales de las mesetas más próximas, que resplandecían en frío naranja, como un montón de libros que estuvieran a punto de arder en llamas. El cielo ya no era carmesí, sino que tenía un tono más azulado. Eso se debía a las toneladas métricas de polvo que habían sido eliminadas del viento y reemplazadas por vapor de agua… o quizá, a su deteriorada percepción del color.

—Remilliod nunca regresaría tan pronto —dijo, deslizando un dedo por el cristal—. Es uno de los mercaderes más astutos, salvo alguna excepción.

—¿Entonces de quién se trata?

—De una de esas excepciones.

Sluka ordenó a un asistente que retirara el café. En cuanto la mesa estuvo vacía, invitó a Sylveste a que tomara asiento de nuevo. A continuación, imprimió un documento en la mesa y se lo tendió.

—La información que estás a punto de ver nos llegó hace tres semanas, a través de un contacto de la base del observatorio de llamaradas de Nekhebet Oriental.

Sylveste asintió. Había oído hablar de los observatorios de llamaradas. Él mismo había impulsado su creación. Eran pequeños observatorios que se diseminaban por Resurgam, controlando la estrella en busca de emisiones anormales.

Leer era muy parecido a intentar descifrar la escritura amarantina: reptar de una letra a otra de la palabra hasta que el significado estallaba en la mente. Cal había sido consciente de que gran parte de la lectura era una simple cuestión de mecánica (la fisiología del movimiento ocular a lo largo de la línea), de modo que había creado rutinas en los ojos de Sylveste que se adaptaban a esta necesidad; sin embargo, Falkender no había sido capaz de restaurar dicha habilidad.

De todos modos, lo que leyó era muy claro:

El observatorio de llamaradas de Nekhebet Oriental había identificado un pulso de energía mucho más brillante que cualquier cosa que se hubiera podido ver previamente. Por lo tanto, existía la inquietante posibilidad de que Delta Pavonis estuviera a punto de repetir la deflagración que había destruido a los amarantinos: la masiva expulsión de masa coronal conocida como el Acontecimiento. Un análisis más detallado había revelado que la llamarada no se había originado en la estrella, sino en un punto situado varias horas-luz más allá, en los límites del sistema.

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