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Authors: Lian Hearn

Tags: #Aventura, Fantastico

El lamento de la Garza (38 page)

—Apenas probó el vino: no puede hallarse borracho —aclaró Yasu—. ¿Y si estuviera enfermo?

—Le dan dolores de cabeza de vez en cuando. Le ocurre desde niño. No tiene importancia. Se le pasará en un par de días.

—Pobre muchacho, creciendo sin una madre... —comentó Yasu más bien para sí mientras ayudaba a Hisao a tumbarse y le tapaba con la colcha—. No para de tiritar, está helado. Le prepararé una infusión que le ayudará a dormir.

Hisao bebió la infusión y el calor fue regresando poco a poco a su cuerpo. Los temblores desaparecieron, pero no así el dolor ni la voz de la mujer. Ahora ella revoloteaba por la habitación; Hisao no necesitaba una lámpara para verla. Era consciente de que si le prestaba atención el padecimiento aminoraría; pero no deseaba escuchar lo que ella tenía que decirle. Se parapetó tras el dolor con el fin de defenderse, y se puso a pensar en la maravillosa arma de fuego de pequeño tamaño y en lo mucho que le gustaría fabricar una. El dolor le volvía salvajemente, como a un animal torturado, y sentía deseos de infligirlo en otra persona.

El té apaciguó sus sentimientos y debió de quedarse dormido durante un rato. Al despertarse escuchó que Aldo y Yasu conversaban, oyó el tintineo de los cuencos de vino y los leves sonidos de las gargantas de los hombres al tragarlo.

—Zenko ha regresado —comentaba Yasu—. Me da la impresión de que un encuentro entre vosotros traería beneficios a todo el mundo.

—Ésa es la razón principal por la que hemos venido a Kumamoto —respondió Akio—. ¿Puedes concertar una reunión?

—Seguro que sí. El propio Zenko debe de estar deseando acabar con las divisiones entre los Muto y los Kikuta. Después de todo, estáis emparentados por matrimonio, ¿no es verdad? Tu hijo y Zenko deben de ser primos.

—¿Tiene Zenko los poderes extraordinarios de la Tribu?

—Que yo sepa, no. Ha salido a su padre; es guerrero, no como su hermano.

—Mi hijo tiene pocas dotes —admitió Akio—. Ha aprendido algunas cosas, pero carece de talento innato. Ha sido una gran decepción para los Kikuta. Los poderes de su madre eran excelentes, pero su hijo no los ha heredado.

—Es habilidoso con las manos. Koji habla maravillas de él, y eso que Koji nunca alaba a nadie.

—Pero esa habilidad no va a convertirle en un buen rival de Otori.

—¿Es eso lo que esperabas? ¿Que Hisao fuera el asesino que finalmente acabara con Takeo?

—No descansaré hasta que Otori haya muerto.

—Entiendo tus sentimientos; pero Takeo es astuto, y también afortunado. Por eso tienes que hablar con Zenko. Un ejército de guerreros podría tener éxito donde los asesinos de la Tribu han fallado.

Yasu dio un trago y se rió por lo bajo.

—Por otra parte, a Hisao le gustan las armas. Un arma es más potente que la mejor magia de la Tribu. ¡Puede que tu hijo acabe por sorprenderte!

29

—¿Dices que amenazó a los niños directamente? —la señora Arai se ciñó el manto de piel alrededor de los hombros. La ventisca que había estado llegando del mar durante toda la semana, tras el regreso del matrimonio de Maruyama, por fin se había convertido en nieve. El viento había amainado y los copos caían suave y constantemente.

—No te preocupes —respondió Zenko—. Sólo intenta amedrentamos. Takeo nunca les haría daño; es incapaz.

—Debe de estar nevando en Hagi —indicó Hana, volviendo la vista al mar distante y pensando en sus hijos. No les había visto desde la partida de éstos, en verano.

Con voz teñida de malevolencia, Zenko observó:

—Y también en las montañas. Si tenemos suerte, Takeo quedará atrapado en Yamagata y no podrá regresar a Hagi antes de la primavera. Este año la nieve ha llegado pronto.

—Por lo menos sabemos que el señor Kono está a salvo en su ruta hacia Miyako —comentó Hana, pues habían recibido mensajes del noble antes de que éste abandonara la ciudad de Hofu.

—Esperemos que el año que viene Kono prepare una cálida recepción para el señor Otori —dijo Zenko, y soltó su habitual risa corta y explosiva.

—Resultó divertido ver a Takeo subyugado por sus alabanzas —murmuró Hana—. No hay duda de que el señor Kono es un embustero consumado.

—Como dijo antes de partir —observó Zenko—, "la red del cielo es extensa, pero su malla es fina". Ahora la red va a estirarse más. Finalmente Takeo quedará atrapado en ella.

—Me sorprendió la noticia sobre mi hermana. Pensé que ya no tenía edad para concebir —acarició el pelaje de su manto y deseó sentirlo en su propia piel—. ¿Y si tuviera un hijo varón?

—No cambiará mucho las cosas, si todo sale de acuerdo con el plan —respondió Zenko—. Y lo mismo digo con respecto a ese compromiso de matrimonio entre Sunaomi y la hija de Takeo.

—¡Sunaomi no debe casarse nunca con una gemela! —convino Hana—, pero en fin, por el momento fingiremos que así será.

Ambos intercambiaron una sonrisa de complicidad.

"Fue un grave error por parte de Takeo. Si me hubiera hecho caso y me hubiera tomado como segunda esposa, todo habría sido diferente. Yo le habría dado hijos varones. Sin mí, Zenko no sería más que otro de sus nobles, no le supondría una amenaza. Pagará por ello. Y Kaede, también", pensó Hana.

Y es que Hana nunca había perdonado a Takeo por rechazarla, ni a su hermana mayor por abandonarla cuando era una niña. Había adorado a Kaede, se había aferrado a ella cuando el dolor por la muerte de sus padres casi la había desquiciado; y Kaede la abandonó. Una mañana de primavera se marchó cabalgando y jamás regresó. Después de aquello, Hana y su hermana Ai se quedaron en Inuyama en calidad de rehenes, y les habrían dado muerte si Sonoda Mitsuru no las hubiera salvado.

—¡Tú aún estás en edad de concebir! —exclamó Zenko—. Hagamos más hijos varones; formemos todo un ejército con ellos.

Se encontraban a solas en la habitación y Hana pensó por un instante que su marido querría empezar allí y en ese momento; pero justo entonces sonó una ligera llamada en la puerta corredera. Ésta se abrió y un criado dijo en voz baja:

—Señor Arai, Kuroda Yasu ha venido con otro hombre.

—A pesar del mal tiempo... —se extrañó Zenko—. Ofréceles algo de beber, pero hazles esperar un poco antes de que pasen, y asegúrate de que nadie nos moleste.

—¿Es que Kuroda viene sin avisar estos días? —preguntó Hana.

—Taku está en Hofu; ahora nadie nos espía.

—Nunca me ha agradado Taku —declaró Hana abruptamente.

Una leve expresión de malestar se asomó al enorme rostro de Zenko.

—Es mi hermano —recordó a su mujer.

—Entonces tendría que serte fiel a ti, antes que a Takeo —replicó Hana—. Te engaña a diario, y tú no te das cuenta. Te ha estado espiando la mayor parte del año, y ten por seguro que también intercepta nuestro correo.

—Eso no tardará en cambiar —repuso Zenko con aplomo—. Zanjaremos el asunto del legado de los Muto y Taku tendrá que obedecerme, o si no...

—Si no, ¿qué?

—En la Tribu siempre se ha castigado la desobediencia con la muerte. No podría modificar esa regla ni siquiera en el caso de mi propia sangre.

—Sin embargo, Taku es muy apreciado; tú mismo lo has dicho con frecuencia. Y lo mismo ocurre con tu madre. Habrá muchos que no quieran ponerse en su contra.

—Creo que encontraremos el apoyo suficiente. Y si el acompañante de Kuroda es quien yo me imagino, parte de ese soporte será de importancia.

—Estoy deseando conocer a ese hombre —Hana elevó las cejas.

—Te pondré al día sobre él. Se trata de Kikuta Akio; ha sido el maestro de los Kikuta desde la muerte de Kotaro. Se casó con Yuki, la hija de Muto Kenji. Una vez que ella hubo muerto, Akio se escondió en una aldea con el hijo de Yuki.

Zenko hizo una pausa y se quedó mirando a Hana. Los ojos de gruesos párpados le brillaban.

—¿No te referirás al hijo de
él?
¿No estarás hablando del hijo de Takeo?

Zenko asintió y soltó otra carcajada.

—¿Desde cuándo lo sabes? —preguntó ella. Estaba atónita y emocionada ante semejante revelación. Su mente ya daba vueltas buscando formas de sacarle provecho.

—Escuché rumores entre la familia Muto cuando yo era un muchacho. ¿Por qué, si no, Yuki se habría visto forzada a consumir veneno? Los Kikuta debieron de matarla porque no se fiaban de ella. ¿Y por qué, si no, Kenji se marcharía con los Otori, con cuatro de las cinco familias de la Tribu? Kenji creía que algún día Takeo reclamaría al chico, o al menos le protegería. Por lo visto se llama Hisao y es el hijo de Takeo.

—Mi hermana no lo sabe, estoy segura —Hana sintió un cosquilleo de placer al pensar en ello.

—Tal vez puedas comunicárselo en el momento oportuno —sugirió su marido.

—Sí, claro que lo haré —asintió ella—. ¿Pero por qué Takeo no ha buscado nunca a su hijo?

—En mi opinión, hay dos razones: no quiere que su esposa se entere y además teme que su hijo sea quien acabe por matarle. Como el doctor Ishida tuvo la amabilidad de revelarnos, existe una profecía al respecto y Takeo cree en ella.

Hana notaba que el pulso se le aceleraba.

—Cuando mi hermana se entere de la noticia, el matrimonio se distanciará. Nunca perdonará a Takeo por este hijo secreto.

—Son muchos los hombres que tienen amantes e hijos ilegítimos, y sus esposas les perdonan.

—Pero la mayoría de las esposas son como yo. Realistas y prácticas. Si tú tienes otras mujeres, a mí no me molesta. Entiendo los deseos y las necesidades de los hombres, y sé que para ti siempre estaré en primer lugar. Mi hermana es una idealista: cree en el amor. Takeo debe de ser igual, porque jamás ha tomado ninguna otra mujer; por eso no tiene hijos varones. Además los dos están influenciados por las enseñanzas de Terayama y lo que llaman la Senda del
houou.
El reinado de ambos se mantiene en equilibrio por su unión, por la fusión de lo masculino y lo femenino. Si esa unión se rompe, los Tres Países acabarán por destruirse —luego, añadió:— Y tú heredarás todo aquello por lo que tu padre luchó, con la bendición del Emperador y el apoyo de su general.

—Y la Tribu ya no estará dividida —dijo Zenko—. Reconoceremos a este muchacho como heredero de los Kikuta y de los Muto, y a través de él nosotros controlaremos la organización.

Hana escuchó pasos en el exterior.

—Ya están aquí —anunció.

Su marido pidió más vino y cuando lo trajeron Hana despidió a las criadas y ella misma sirvió a los invitados. Conocía a Kuroda Yasu de vista, y se había hecho con algunos de los lujos que éste importaba de las Islas del Sur: maderas aromáticas, telas de Tenjiku, oro y marfil. Ella misma poseía varios espejos fabricados con el cristal brillante y consistente que mostraba la auténtica imagen de las personas. Nunca los enseñaba en Hofu. Ahora también tenía este secreto brillante y consistente que así mismo mostraría al auténtico Takeo.

Examinó al otro hombre, llamado Akio. Él la miró fugazmente y luego permaneció sentado con los ojos bajos y actitud sumisa, pero Hana se percató al instante de que no se encontraba ante un hombre humilde. Era alto y esbelto; a pesar de su edad parecía muy robusto. Emanaba autoridad, lo que despertó de inmediato el interés de la señora Arai. No le gustaría tenerlo de enemigo, pero sería un excelente aliado, cruel e implacable.

Zenko saludó a los hombres con gran cortesía, ingeniándoselas para mostrar respeto a Akio como cabeza de los Kikuta sin disminuir su propio estatus como señor supremo de los Arai.

—La Tribu lleva demasiado tiempo dividida —afirmó—. Lamento profundamente la escisión, así como la muerte de Kotaro. Ahora que Muto Kenji no está con nosotros, ha llegado el momento de curar las heridas.

—He oído que tenemos una causa común —repuso Akio. Hablaba de manera abrupta, con el acento del Este. Hana pensó que era de esa clase de hombres que prefiere mantener silencio antes que pronunciar alabanzas, y que él mismo no sucumbía a ellas, ni tampoco a los sobornos habituales.

—Podemos hablar abiertamente —aclaró Zenko.

—Nunca he ocultado mi mayor deseo —prosiguió Akio—: la muerte de Otori. Ha sido sentenciado por los Kikuta por escapar de la Tribu y por el asesinato de Kotaro. El hecho de que siga vivo supone una ofensa para nuestra familia, nuestros antepasados y nuestras tradiciones, y también para los dioses.

—Se comenta que no es posible matarle —intervino Yasu—, pero no es más que un hombre común y corriente.

—Una vez le coloqué un cuchillo en la garganta —Akio se inclinó hacia adelante, con ojos ardientes—. Aún no comprendo cómo pudo escapar. Tiene grandes poderes: lo sé mejor que nadie, pues le entrené en Matsue. Ha sobrevivido a todos nuestros ataques.

—Verás, Akio —dijo Zenko lentamente, intercambiando una mirada con Hana—, tiempo atrás, en este mismo año, me he enterado de algo que tal vez no hayas oído. Muy pocas personas lo saben.

—Nos lo contó el doctor Ishida —apuntó Hana—. Es el médico de Takeo, ha tratado muchas de sus lesiones. Él se enteró por Muto Kenji.

Akio levantó la cabeza y miró a Hana cara a cara.

—Al parecer, Takeo mantiene la creencia de que sólo su hijo puede matarle —prosiguió Zenko—. Existe una profecía que así lo afirma.

—¿La misma de las cinco batallas? —preguntó Yasu.

—Sí, así es. Lo de las batallas lo utilizó para justificar el asesinato de mi padre y la incautación del poder por su parte —explicó Zenko—. El resto de la profecía lo mantuvo oculto.

—Pero el señor Otori no tiene hijos varones —dijo Yasu, interrumpiendo el silencio reinante, paseando la vista por sus atentos interlocutores—. Aunque corren ciertos rumores...

Akio estaba completamente inmóvil y su rostro no denotaba expresión alguna. De nuevo, Hana notó un hormigueo de emoción en el vientre.

Akio se dirigió a Zenko con voz más grave y tosca que nunca.

—¿Estás enterado de lo de mi hijo?

Zenko asintió con un movimiento de cabeza casi imperceptible.

—¿Quién más conoce esa profecía?

—Aparte de los aquí presentes e Ishida, la conoce mi hermano; y posiblemente mi madre, aunque nunca me lo ha mencionado.

—¿Y los monjes de Terayama? Puede que Kubo Makoto lo sepa; Takeo se lo cuenta todo —murmuró Hana.

—Es posible. En todo caso, son muy pocos. Y lo que importa es que Takeo cree en dicha profecía —concluyó Zenko.

Yasu dio un rápido trago de vino y le comentó a Akio:

—Entonces, esos rumores eran verdad.

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