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Authors: Oliver Sacks

Tags: #Ciencia,Ensayo,otros

El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (36 page)

2. Studs Terkel, en su fascinante historia oral
The Good War
(1985), transcribe innumerables relatos de hombres y mujeres, sobre todo combatientes, para los que la segunda guerra mundial era profundamente real (era, con mucho, la época más real y significativa de sus vidas), palideciendo en comparación todo lo demás después de ella. Estos individuos tendían a recrearse en la guerra y a revivir sus combates, la camaradería, las convicciones morales y la intensidad experiencial. Pero este recrearse en el pasado y esta torpeza relativa hacia el presente (este embotamiento emotivo del recuerdo y el sentimiento presentes) no se parecen en nada a la amnesia orgánica de Jimmie. Recientemente tuve ocasión de analizar la cuestión con Terkel: «He conocido a miles de hombres», me contó, «que tienen la sensación de haber estado sólo «haciendo tiempo» desde el cuarenta y cinco… pero jamás he conocido a nadie para quien el tiempo concluyese, como su amnésico Jimmie».

3. Ver
La neuropsicología de la memoria
, 1976, de A. R. Luria, págs. 250-2.

CAPÍTULO 3

1. Estas neuropatías sensoriales existen, pero son raras. Lo que era excepcional en el caso de Christina, que supiéramos nosotros por entonces (esto era en 1977), era la extraordinaria selectividad desplegada, de modo que soportasen lo peor de la lesión las fibras proprioceptivas y sólo ellas. Pero ver Sterman (1979).

2. Comparar con el caso fascinante que describió el difunto Purdom Martin en
The Basal Ganglia and Posture
(1967), pág. 32: «Este paciente, a pesar de años de fisioterapia y adiestramiento, no ha recuperado nunca la capacidad de andar de un modo normal. Para lo que tiene más dificultad es para empezar a andar y para impulsarse hacia delante… Tampoco es capaz de levantarse de un asiento. No puede gatear ni ponerse a gatas. Cuando está de pie o caminando depende por entero de la vista y se desploma si cierra los ojos. Al principio no era capaz de mantener la posición en un asiento normal si cerraba los ojos, pero ha ido adquiriendo poco a poco la capacidad de hacerlo».

3. Purdom Martin, y es un caso casi único entre los neurólogos contemporáneos, solía hablar de «postura» facial y vocal, y de su fundamento, último, en la integridad proprioceptiva. Se quedó sumamente intrigado cuando le hablé de Christina y le mostré unas películas y grabaciones suyas… muchas de las sugerencias y formulaciones que se exponen aquí son, en realidad, suyas.

CAPÍTULO 9

1. «Tono de sentimiento» es un término favorito de Head, que lo utiliza no sólo en relación con la afasia sino con la cualidad afectiva de la sensación, tal como puede alterarse por trastornos periféricos o talámicos. En realidad nosotros tenemos la impresión de que Head tiende semiinconscientemente, de forma continuada, a la exploración del «tono de sentimiento»… digamos que tiende hacia una neurología del tono de sentimiento, en contraste con una neurología clásica de proceso y proposición o complementariamente a ella. Se trata, por cierto, de un término corriente en los Estados Unidos, al menos entre los negros del Sur: un término corriente, mundano e indispensable. «Mira, existe una cosa que es el tono del sentimiento… Y si no lo tienes, muchacho, estás listo» (citado por Studs Terkel como epígrafe de su historia oral de 1967
División Street: America
).

CAPÍTULO 10

1. Una situación muy similar se dio con la distrofia muscular, que no se había visto nunca, hasta que la describió Duchenne en la década de 1850. En 1860, después de su primera descripción, habían sido identificados y descritos varios centenares de casos, hasta el punto de que Charcot dijo: «¿Cómo es posible que una enfermedad tan corriente, tan extendida y tan identificable a simple vista, una enfermedad que indudablemente ha existido siempre, no se haya identificado hasta ahora? ¿Por qué necesitamos que el señor Duchenne nos abriese los ojos?

CAPÍTULO 12

1. Luria cuenta una historia muy similar en
La neuropsicología de la memoria
(1976) en la que el fascinado taxista no se dio cuenta de que su exótico pasajero estaba enfermo hasta que le dio, para pagarle, un gráfico de temperaturas que llevaba. Sólo entonces comprendió que aquella Sherezade, capaz de tejer 1.001 historias, era uno de «aquellos extraños pacientes» del Instituto Neurológico.

2. En realidad se ha escrito esa novela. Poco después de que se publicase «El marinero perdido» (capítulo 2), un joven escritor llamado David Gilman me envió el manuscrito de su libro
Croppy Boy
, la historia de un amnésico como el señor Thompson, que disfruta de la libertad extravagante y sin trabas de crear identidades, nuevos yos, a su capricho, y sin poderlo remediar: una imaginación asombrosa de un genio amnésico, expuesta con un gusto y una exuberancia claramente joycianas. No sé si se ha publicado; estoy absolutamente convencido de que debería publicarse. No pude evitar preguntarme si el señor Gilman había conocido realmente (y estudiado) a un «Thompson»… lo mismo que me he preguntado muchas veces si el «Funes» de Borges, tan misteriosamente similar al Mnemotécnico de Luria no se habrá basado en una relación personal con un mnemotécnico de este tipo.

CAPÍTULO 15

1. Mi paciente Emily D. (ver «El discurso del Presidente», capítulo 9) mostraba una incapacidad similar para captar la expresión o el tono vocal (
agnosia
tonal).

CAPÍTULO 18

1. Estados un tanto similares (una emotividad extraña, a veces nostalgia, «reminiscencia» y
déjá vu
) asociados con intensas alucinaciones olfativas son característicos de los «ataques uncinados», una forma de epilepsia del lóbulo temporal que describió hace aproximadamente un siglo Hughlings Jackson. Lo habitual es que la experiencia sea bastante específica, pero a veces hay una intensificación generalizada del olfato, una hiperosmia. El uncus, que filogenéticamente es parte del «cerebro olfativo» antiguo (o rinoencéfalo), está relacionado funcionalmente con todo el sistema límbico, al que se otorga cada vez más el carácter de elemento crucial en la regulación y determinación de todo el «tono» emocional. Su excitación, por el medio que sea, provoca una emotividad aumentada y una intensificación de los sentidos. David Bear ha estudiado con el mayor detalle todo este tema, con sus intrigantes ramificaciones (1979).

2. Esto lo describe bien A. A. Brill (1932), comparándolo con la fragancia y la brillantez globales del mundo olfativo en los animales macrosomáticos (como los perros), los «salvajes» y los niños.

3. Ver la crítica de Head que hace Jonathan Miller, titulada «El perro bajo la piel», en
Listener
(1970).

CAPÍTULO 19

1. Y sin embargo esto no era así invariablemente. En un caso particularmente horroroso y traumático que refiere Penfield, el paciente, una niña de doce años, creía correr en sus ataques frenéticamente, perseguida por un asesino que esgrimía una bolsa llena de serpientes. Esta «alucinación experiencial» era una representación exacta de un horrible incidente real que había ocurrido cinco años antes.

CUARTA PARTE (INTRODUCCIÓN)

1. Toda la primera parte de la obra de Luria se centró en estos tres sectores relacionados, su trabajo de campo con niños de comunidades primitivas de Asia Central y sus estudios en el Instituto de Defectología. Ambas cosas le lanzaron a una exploración de la imaginación humana que duró toda su vida.

2. Ver el extraordinario libro de Francis Yates que lleva ese título (1966).

CAPÍTULO 23

1. W. A. Horwitz y otros, 1965, Hamblin, 1966.

2. Ver la novela de Robert Silverberg Thorns, 1967, en especial págs. 11-17.

3. Algo comparable al talante de Buxton, que quizás parezca el más «antinatural» de los dos, lo mostraba mi paciente Miriam H. en Awakenings cuando tuvo ataques «arritmomaníacos».

4. La percepción e identificación de rostros plantea problemas particularmente fascinantes y fundamentales, pues hay muchas pruebas que demuestran que identificamos los rostros (al menos los familiares) directamente, y no a través de un proceso de agregación o análisis gradual. Esto, como hemos visto, puede apreciarse espectacularmente en la «prosopagnosia», en la que, debido a una lesión del córtex occipital derecho, los pacientes pierden la capacidad de identificar rostros como tales, y tienen que utilizar una vía complicada, absurda e indirecta, que entraña un análisis fragmentado de rasgos sin sentido y separados (capítulo 1).

5. Por otra parte, si este análisis se considerase demasiado singular o perverso, es importante tener en cuenta que en el caso de los gemelos estudiados por Luria esta separación fue básica para su propio desarrollo, los «liberó» de una tarea estéril y les permitió desarrollarse como individuos sanos y creativos.

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