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Authors: Montesquieu

Tags: #Clásico, #Filosofía, #Política

El espíritu de las leyes (60 page)

Esas máquinas, cuyo objeto es abreviar el trabajo, no siempre son útiles; hasta serán perjudiciales, si al simplificar el trabajo disminuyen el número de trabajadores.

CAPÍTULO XVI
De las miras del legislador en lo relativo a la propagación de la especie

Las reglamentaciones sobre el número de ciudadanos depende en mucho de las circunstancias. Hay países donde la naturaleza lo ha hecho todo, no quedándole al legislador nada que hacer. ¿Para qué dictar leyes que fomenten la propagación de la especie donde la fomenta la fecundidad del clima? A veces el clima es más favorable que el terreno; crece la población, pero el hombre la destruye: tal es el caso de China, donde el padre vende sus hijas y expone sus hijos. Las mismas causas producen en el Tonkín idénticos efectos
[17]
, y no es preciso estudiar la metempsicosis como hacen los viajeros árabes de que habla Rénaudof.

Por iguales razones, la religión no les permite a las mujeres de la isla Formosa que tengan hijos antes de haber cumplido treinta y cinco años de edad; si conciben antes, la sacerdotisa las hace abortar golpeándoles el vientre
[18]
.

CAPÍTULO XVII
De Grecia y del número de sus habitantes

El mismo efecto que por causas físicas puede notarse en los países de Oriente, lo produjo en Grecia el régimen político. Los Griegos formaban una gran nación compuesta de ciudades, cada una de las cuales tenía sus leyes y su gobierno. Tan pacíficas eran aquellas ciudades como lo son ahora las de Suiza, Holanda y Alemania. En cada República de aquellas, el legislador buscaba la felicidad de los ciudadanos en lo interior, sin que ciudad o República fuere en lo exterior más débil que las ciudades vecinas. Teniendo un territorio pequeño y gozando del bienestar posible, era fácil que aumentara la población hasta constituir una verdadera carga; así se comprende que no cesaran de fundar colonias, que alquilaran sus brazos para la guerra (como hacen hoy los Suizos) y que procuraran evitar la excesiva multiplicación de sus hijos
[19]
.

Entre aquellas Repúblicas, había algunas cuya constitución era singular. Los pueblos sometidos tenían la obligación de mantener a sus conciudadanos: los Lacedemonios recibían la subsistencia de los Ilotas, los Cretenses de los Periecos, los Tesalianos de los Penestinos. Escaso había de ser el número de hombres libres para que los esclavos pudieran mantenerlos. Hoy hablamos de la necesidad de limitar el número de tropas regulares. Como el de Lacedemonia era un ejército compuesto de campesinos, también se necesitó limitar aquel ejército; de lo contrario, los hombres libres que tenían todas las ventajas de la sociedad, se hubieran multiplicado con exceso mientras los que labraban los campos no habrían podido resistir una carga tan abrumadora.

Los políticos griegos se ocuparon particularmente en determinar el número de los ciudadanos. Platón
[20]
lo fija en cinco mil cuarenta, y quiere que la propagación de la especie, o se contenga o se estimule según las circunstancias y las necesidades, por medio de los honores, la vergüenza y las reprensiones de los ancianos. También quería que se fijara el número de matrimonios
[21]
, para que la población se renovara sin que se recargara la República.

Si la ley
, dice Aristóteles
[22]
,
prohibe exponer los hijos, no habrá más remedio que limitar el número de los que cada uno ha de engendrar
. Y cuando el número de niños sea mayor que el determinado por la ley, aconseja que se haga abortar a la mujer antes que el feto tenga vida
[23]
.

Aristóteles refiere el medio infame
[24]
que empleaban los Cretenses para no tener excesivo número de hijos; no lo transcribo por no ruborizarme.

El mismo Aristóteles agrega
[25]
:
Lugares hay en que la ley declara ciudadanos a los forasteros, o a los bastardos, o a los que son hijos de madre ciudadana solamente; pero esto acaba cuando hay bastante población
. Los salvajes del Canadá queman a sus prisioneros; mas si tienen cabañas vacías que poderles dar, los admiten en su nación.

El caballero Petty ha calculado que un hombre vale en Inglaterra lo que por él pagarían vendiéndolo en Argel
[26]
. Esto podrá ser verdad en Inglaterra: hay países donde un hombre no vale nada y otros en que vale menos que nada.

CAPÍTULO XVIII
Del estado de los pueblos antes de los Romanos

Italia, Sicilia, Asia Menor, España, la Galia y la Germania, estaban poco más o menos como Grecia, llenas de pueblos pequeños y rebosantes de pobladores; no había necesidad, por consiguiente, de leyes para aumentarlos.

CAPÍTULO XIX
Despoblación del universo

Todas estas pequeñas Repúblicas fueron absorbidas por una grande, y el universo comenzó insensiblemente a despoblarse; no hay más que ver lo que eran Italia y Grecia antes y después de las victorias romanas.

Se me preguntará
, dice Tito Livio
[27]
; dónde encontraban los Volscos tantos soldados para guerrear después de ser vencidos tantas veces. Necesariamente habría un pueblo muy numeroso en las comarcas aquellas, que hoy serían un desierto sin algunos soldados y unos pocos esclavos romanos.

Han cesado los oráculos, dice Plutarco
[28]
, porque los lugares donde hablaban han sido destruídos: apenas se encontrarían hoy en Grecia tres mil hombres de armas.

No describiré, dice Estrabón
[29]
,
el Epiro y lugares circunvecinos, porque son países que han quedado enteramente desiertos. La despoblación, que empezó hace mucho tiempo, continúa día tras día, de tal suerte que los soldados romanos se establecen en casas abandonadas
. La causa de esto la encuentra en Polibio, quien dice que Paulo Emilio, después de su victoria, destruyó setenta ciudades del Epiro y se llevó ciento cincuenta mil esclavos.

CAPÍTULO XX
Los Romanos tuvieron necesidad de hacer leyes para la propagación de la especie

Los Romanos, destruyendo pueblos, se destruían ellos mismos. Siempre en acción, el esfuerzo y la violencia los gastaban como se gasta un arma con el continuo uso.

No hablaré aquí del cuidado que pusieron en sustituir los ciudadanos que perdían, ni de las asociaciones que crearon, ni de los derechos de ciudadanía que concedieron, ni del inmenso plantel de ciudadanos que tuvieron en sus esclavos. Diré, sí, lo que hicieron, no para reponer la pérdida de ciudadanos, sino la de hombres; y como no ha habido en el mundo ningún pueblo que mejor supiera armonizar sus leyes con sus proyectos, es interesante examinar su obra en este punto.

CAPÍTULO XXI
De las leyes de los Romanos sobre la propagación de la especie

Las antiguas leyes de Roma se encaminaban a facilitar los casamientos. El Senado y el pueblo hicieron reglamentos que tendían al mismo fin, como lo dice Augusto en la arenga que Dion
[30]
nos ha dado a conocer.

Dionisio de Halicarnaso
[31]
no puede creer que después de muertos los trescientos cinco Fabios exterminados por los Veyos no quedara más que un niño de aquel linaje, porque la ley antigua que hacía obligatorio el casamiento, aun estaba en vigor
[32]
.

Aparte de las leyes, los pretores también se cuidaban de los matrimonios atendiendo a las necesidades de la República; para promoverlos se valían de las amonestaciones y de las penas
[33]
.

Cuando empezaron a pervertirse las costumbres, empezó a manifestarse la aversión al matrimonio; éste no ocasiona más que trabajos cuando dejan de sentirse los goces de la inocencia. Este era el espíritu de la arenga dirigida al pueblo por Metelo Numídico el censor
[34]
:
Si fuera posible no tener mujer, nos libraríamos de este mal; pero como la naturaleza dispone que no podamos ni ser felices con ellas ni vivir sin ellas, más vale atender a nuestra conservación que a satisfacciones pasajeras
.

La corrupción de costumbres acabó con la censura, creada precisamente para combatir la corrupción.

Las discordias intestinas, los triunviratos, las proscripciones debilitaron a Roma más que ninguna de sus guerras: quedaban pocos ciudadanos
[35]
y la mayor parte de ellos no eran casados. Para buscarle algún remedio a este mal, César y Augusto restablecieron la censura y ellos mismos se encargaron de ejercerla
[36]
. Dieron varios reglamentos: César otorgaba premios a los que tenían cierto número de hijos
[37]
, prohibió llevar pedrería y usar litera a las mujeres menores de cuarenta y cinco años que no tuvieron ni marido ni hijos
[38]
. Las leyes de Augusto fueron más ejecutivas: castigaban a los célibes y aumentaban los premios a los casados que tenían hijos
[39]
. Tácito llamó Julias
[40]
a estas leyes en las que parecen haberse refundido los antiguos reglamentos hechos por el Senado, el pueblo y los censores.

La
ley de Augusto
encontró mil obstáculos, y fue pedida su revocación treinta y cuatro años después de promulgada
[41]
. Entonces mandó Augusto que se pusieran a un lado los casados y al otro los que no lo eran, viéndose que estos últimos eran mucho más, lo que dejó sorpresos y confusos a los ciudadanos. Y Augusto, con la gravedad de los censores antiguos, les habló así
[42]
:

Cuando las epidemias y las guerras se nos llevan tantos ciudadanos, ¿qué será de la ciudad si no se contraen bastantes matrimonios? La ciudad no consiste en casas, pórticos y plazas públicas: son los hombres los que constituyen la ciudad. No veréis, como en las fábulas, que salgan hombres de debajo de la tierra para cuidar de vuestros negocios. Vivís célibes, mas no por vivir solos: cada uno de vosotros tiene quien le acompañe en la cama y en la mesa; lo que buscáis es la paz en vuestros desórdenes. ¿Citaréis el ejemplo de las vírgenes vestales? Pues guardad como ellas la ley de la castidad, y si no, sed castigados como ellas. Sois malos ciudadanos, lo mismo si todo el mundo imita vuestro ejemplo que si no tenéis imitadores. Mi único objeto es perpetuar la República; he aumentado las penas para los que no han obedecido; y en cuanto a las recompensas para los merecedores, jamás las hubo más grandes: por otras más pequeñas se arriesgan muchas personas a perder la vida. ¡Y no os impulsarán a tomar mujer y tener hijos las que ahora se os ofrecen!

Augusto dictó la ley a la que se dió su nombre:
ley Julia
; y se le dió también el de
Papia Popaea
, por los nombres de los cónsules de aquel año
[43]
. La magnitud del mal se hizo patente en su misma elección, pues estos magistrados no eran casados ni tenían hijos
[44]
.

Esta
ley de Augusto
fue propiamente un código de leyes y un cuerpo sistemático de todos los reglamentos que podían hacerse en la materia. En ella quedaron refundidas las leyes Julias y más vigorizadas
[45]
. Son unas leyes tan profundas e influyen en tantas cosas, que forman la parte más hermosa de la legislación civil de los Romanos.

Algunos trozos de ellas se encuentran diseminados en los preciosos fragmentos de Ulpiano
[46]
, en las leyes del
Digesto
, en los historiadores y otros autores que las han citado, en el
Código de Teodosio
que las abrogó y en los Santos Padres que las censuran, con lo que probaron su celo por las cosas de la otra vida y su escaso conocimiento de los asuntos de ésta.

Las leyes de que hablamos tocaban muchos puntos, de los que conocemos treinta y cinco
[47]
. Pero yendo a mi objeto lo más directamente posible, comenzaré por el título que es el séptimo según Aulo Gelio
[48]
, y que trata de los premios y honores concedidos por la ley.

Procedentes los Romanos, en su mayor parte, de las ciudades latinas que eran colonias griegas y habían establecido algunas leyes de Lacedemonia
[49]
, tuvieron para la ancianidad ese respeto que la distingue con toda clase de honores y preeminencias. Y cuando en la República empezó a escasear el número de ciudadanos, los honores que se otorgaban antes a los viejos se concedieron al matrimonio y al número de hijos; algunas de las distinciones y prerrogativas se adquirían por el solo hecho de casarse, y esto se llamaba
derecho de los maridos
. Otras recompensas correspondían a los padres que más hijos tuvieran, como, por ejemplo, tener señalado lugar de preferencia en el teatro
[50]
.

Semejantes privilegios eran variados y extensos: los casados que tenían más hijos eran preferidos siempre, ya para obtener honores, ya para ejercerlos
[51]
. El cónsul que tenía mayor número de hijos era el primero que tomaba las insignias consulares
[52]
y el que elegía las provincias
[53]
. El senador que más hijos tenía era el primero en la lista de los senadores y el primero en emitir su dictamen
[54]
. Por cada hijo que se tuviera se obtenía un año de dispensa de la edad
[55]
, pudiendo así llegarse a las magistraturas antes de tener la edad marcada para desempeñarlas. Si se tenían tres hijos dentro de Roma, se estaba exento de todas las cargas personales
[56]
.

Hasta las mujeres ingenuas, si tenían tres hijos, y las manumitidas que tienen cuatro
[57]
, salían de la tutela perpetua en que las retenían las viejas leyes de Roma
[58]
.

Las leyes a que nos referimos no sólo hablaban de recompensas, sino también de penas
[59]
. Los que no estaban casados no podían recibir nada de los extraños por testamento
[60]
; y los que no tenían hijos, aun estando casados no recibían más que la mitad.
Los Romanos
, dice Plutarco,
se casaban para heredar y no para tener herederos
[61]
.

Las donaciones que el marido y la mujer se hicieran por testamento, las limitaba la ley. Podían hasta dejárselo todo
[62]
si tenían hijos que lo fueran de ambos; si no los tenían, cada uno podía recibir la décima parte de la herencia a título de cónyuge; si uno de ellos tenía hijos de otro matrimonio, podían donarse tantas décimas como fueran los hijos.

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