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Authors: Jean-Jacques Rousseau

Tags: #Clásico, #Filosofía, #Política

El contrato social (21 page)

BOOK: El contrato social
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[28]
Plutarco,
Dichos notables de los reyes y de los grandes capitanes
, párrafo 22 (ed.).
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[29]
Tácito,
Hist
, I. XVI (ed).
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[30]
Esto no contradice lo que he dicho antes (lib. II, cap. IX) sobre los inconvenientes de los grandes Estados, porque se retrataba allí a la autoridad gubernativa sobre sus miembros y se trata de su fuerza contra los súbditos. Sus miembros dispersos le sirven de punto de apoyo para obrar de lejos sobre el pueblo; pero no tiene ningún punto de apoyo para obrar directamente sobre sus miembros mismos. Así, en uno de los casos, la longitud de la palanca es causa de su debilidad, y de fuerza en el otro.
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[31]
Se debe juzgar sobre el mismo principio de los siglos que merecen la preferencia para la prosperidad del genero humano. Han sido demasiado admirados aquellos en que se han visto florecer las letras y las artes, sin que se haya penetrado el objeto secreto de su cultura ni considerado su funesto efecto: «Idque apud imperitos humanitas vocabatur quum pars sevitutis esse» (*).
(*) Tácito,
Agric
, XXI.
¿No veremos nunca en las máximas de los libros el grosero interés que hace hablar a los autores? No; aunque ellos lo digan, cuando, a pesar de su esplendor, un país se despuebla, no es verdad que todo prospere, y no basta que un poeta tenga cien mil libras de renta para que su siglo sea el mejor de todos. Es preciso considerar más el bienestar de las naciones enteras y, sobre todo, de los Estados más poblados que el reposo aparente y la tranquilidad de sus jefes. Las granizadas desoían algunas regiones; pero rara vez producen escasez. Los motines, las guerras civiles, amedrentan mucho a los jefes; pero no constituyen las verdaderas desgracias de los pueblos, que pueden hasta tener descanso mientras discuten quién los va a tiranizar. De un Estado permanente es del que nacen prosperidades o calamidades reales para él; cuando lodo está sometido al yugo es cuando todo decae; entonces es cuando los jefes, destruyéndolos a su gusto, «ubi solitudinem faciunt pacem appellant» (**). Cuando las maquinaciones de los grandes agitaban el reino de Francia y el coadjutor de París llevaba al Parlamento un puñal en el bolsillo, esto no impedía que el pueblo francés viviese feliz y numeroso en un honesto y libre bienestar. En otro tiempo, Grecia florecía en el seno de las más crueles guerras; la sangre corría a nos. y todo el país estaba cubierto de hombres; parecía —dice Maquiavelo— que en medio de los crímenes, de las proscripciones, de las guerras civiles, nuestra república advenía más pujante; la virtud de sus ciudadanos, sus costumbres, su independencia, tenía más efecto para reforzarla que todas sus discusiones para debilitarla.
Un poco de agitación da energía a los demás, y lo que verdaderamente hace prosperar a la especie es menos, la paz que la libertad.
{**) Tácito.
Agric
., XXXI.
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[32]
La formación lenta y el progreso de la república de Venecia en sus lagunas ofrece un ejemplo notable de esta sucesión; es asombroso que, después de mil doscientos años, los venecianas parecen hallarse aún en el segundo término, que comenzó en el
Serrar di consiglio
, en 1198. En cuanto a los antiguos dux que se les reprocha, diga lo que quiera el
Squittinio della libertà véneta
(*), está probado que no han sido sus soberanos.
No se me dejará de objetar, recordando la república romana, que siguió un proceso, dicen, completamente contrario, pasando de la monarquía a la aristocracia y de la aristocracia a la democracia. Estoy muy lejos de pensar tal cosa.
La primera organización que estableció Rómulo fue un gobierno mixto, que degeneró pronto en despotismo. Por causas particulares, el Estado pereció antes de tiempo, como puede morir un recién nacido antes de haber llegado a la edad madura. La expulsión de los Tarquinos fue la verdadera época del nacimiento de la república. Pero no tomó al principio una forma constante, pues no se realizó más que la mitad de la obra, no aboliendo el patriciado. Porque de esta manera, al quedar la aristocracia hereditaria, que es el peor de las administraciones legítimas, en conflicto con la democracia, no se fijó la forma de gobierno, siempre insegura y flotante, como ha probado Maquiavelo, sino al establecerse los tribunos; sólo entonces hubo un verdadero gobierno y una verdadera democracia. En efecto; el pueblo en aquel momento no era solamente soberano, sino también magistrado y juez; el Senado era un tribunal subordinado para moderar y concretar al gobierno, y los mismos cónsules, aunque patricios, primeros magistrados, y generales absolutos en la guerra, no eran en Roma sino los presidentes del pueblo.
Desde entonces se vio también que el gobierno tomaba su pendiente natural y que tendía fuertemente a la aristocracia. Abollándose al patriciado, podría decirse, por sí mismo, no estaba ya la aristocracia en el cuerpo de los patricios, como ocurro en Venecia y en Génova, sino en el cuerpo del Senado, compuesto de patricios y plebeyos, e incluso en el cuerpo de los tribunos, cuando comenzaron a usurpar un poder activo; porque las palabras no tienen nada que ver con las cosas, y cuando el pueblo tiene jefes que gobiernan por él, cualquiera que sea el nombre que lleven son siempre una aristocracia.
Del abuso de la aristocracia nacieron las guerras civiles y el triunvirato. Sylla, Julio Cesar, Augusto advinieron de hecho verdaderos monarcas; y, en fin, bajo el despotismo de Tiberio fue disuelto el Estado. La historia romana no desmiente, pues, mi principio, sino que lo confirma.
(*) Es el título de una obra anónima, publicada en 1612, para establecer el pretendido derecho de los emperadores sobre la república de Venecia (ed.).
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[33]
«Omnes enim et habentur et dicuntur tyranni, qui potestate utuntur perpetua in ea civitate quae libertate usa est» (Com. Nep.
In Miltlad
., cap. VIII). Es cierto que Aristóteles (
Mor. Nicom
., lib. VIII, cap. X) distingue al tirano del rey en que el primero gobierna para su propia utilidad y el segundo solamente para la de sus súbditos; pero además de que generalmente todos los autores griegos han tomado la palabra tirano en otro sentido, como parece mostrarlo, sobre todo, el Hierón de Jenofonte, se deduciría de la distinción de Aristóteles que desde el comienzo del mundo no habría existido ni un solo rey.
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[34]
Aproximadamente, según el sentido que se le dé a esta palabra en el Parlamento de Inglaterra. La semejanza de estos empleos hubiese creado un conflicto a los cónsules y a los tribunos, aun cuando hubiese sido suspendida toda jurisdicción.
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[35]
Adoptar en los países fríos el lujo y la molicie de los orientales es querer encadenarse a sí mismo, es someterse a las cadenas aun de un modo más necesario que aquéllos.
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[36]
Bien entendido que no sea para eludir su deber y librarse de servir a la patria en el momento en que tiene necesidad de nosotros. La huida sería entonces criminal y punible; ya no sería retirada, sino deserción.
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[37]
Hist.
, I, 85 (ed.).
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[38]
Esto debe siempre entenderse respecto a un Estado libre; porque, por lo demás, la familia, los bienes, la falta de asilo, la necesidad, la violencia, pueden retener a un habitante en el país a pesar suyo, y entonces la mera residencia no supone su consentimiento al contrato o la violación del contrato.
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[39]
En Ginebra se lee delante de las prisiones y sobre los hierros de las galerías la palabra
Libertas
. Esta aplicación de la divisa es hermosa y justa. En efecto; sólo los malhechores de todas clases impiden al hombre ser libre. En un país donde toda esa gente estuviese en galeras, se gozaría de la más perfecta libertad.
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[40]
Esprit des lois
, lib. II, cap. II
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[41]
El nombre
Roma
, que se pretende derivar de
Rómulo
, es griego y significa
fuerza
; el nombre
Numa
es también griego y significa
ley
, ¡qué casualidad que los dos primeros reyes de esta ciudad hayan llevado previamente nombres tan en armonía con lo que han hecho!
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[42]
Ramnenses.
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[43]
Tatienses.
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[44]
Luceres.
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[45]
Digo en el
campo de Marte
porque allí era donde se reunían los comicios por centurias; en las oirás dos formas, el pueblo se reunía en
forum
, o en otra parte; entonces los
capitae censi
tenían tanta influencia y autoridad como los primeros ciudadanos.
<<

[46]
Esta centuria, así sacada a la suerte, se llamaba
praerrogativa
a causa de que era la primera a quien se le pedía su sufragio, y de aquí ha venido la palabra
prerrogativa
.
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[47]
«Custodes, shiribitores, rogatores suffragiorum».
<<

[48]
Este nombramiento se hacía de noche y en secreto, como si se hubiese tenido vergüenza de poner a un hombre por encima de las leyes.
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[49]
Esto es de lo que no podía responder al proponer un dictador, no atreviéndose a nombrarse a sí mismo y no pudiendo estar seguro de que lo nombrase su colega.
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[50]
No hago más que indicar en este capítulo lo que ya he tratado más extensamente en la
Lettre a M. d'Alambert.
<<

[51]
Plutarco,
Dictis notables des Lacédémoniens
, 69 (ed.).
<<

[52]
Eran de otra isla que la delicadeza de la lengua francesa prohíbe nombrar en esta ocasión. Se comprende difícilmente cómo el nombre de una isla puede herir la
delicadeza de la lengua francesa
. Para comprenderlo, hay que saber que Rousseau ha tomado este rasgo de Plutarco (
Dictis notables des lacédémoniens
), quien lo cuenta con toda su crudeza y lo atribuye a los habitantes de Chío. Rousseau, al no nombrar esta isla, ha querido evitar un juego de palabras y no excitar la risa en un asunto serio.
Aelien (lib. II, cap. XV) refiere también este hecho; pero aminora el bochorno diciendo que el tribunal de los éforos fue
cubierto de hollín
.
(Nota de M. Petitain).
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[53]
«Nonne ea quae possidet Chamos deus tuus, tibi jure debentur?» (Jug., XI, 24). Tal es el texto de la Vulgata. El padre de Carriéres, lo ha traducido: «¿No creéis tener derecho a poseer lo que pertenece a Chamos, vuestro dios?». Yo ignoro la fuerza del texto hebreo; pero veo que. en la Vulgata, Jefté reconoce positivamente el derecho del dios Chamos, y que el traductor francés debilita este reconocimiento por un
según vosotros
que no está en el latín.
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[54]
Es evidente que la guerra de tos focenses, llamada guerra sagrada, no era guerra de religión; tenía por objeto castigar sacrilegios y no someter infieles.
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[55]
Es preciso notar bien que no son tanto asambleas formales, cuales las de Francia, las que unen el clero en un cuerpo, como la comunión de las Iglesias. La comunión y la excomunión son el pacto social del clero, pacto con el cual será siempre el dueño de los pueblos y de los reyes. Todos los sacerdotes que comulgan juntos son ciudadanos, aunque estén en los dos extremos del mundo. Esta invención es una obra maestra en política. No había nada semejante entre los sacerdotes paganos; por ello no hicieron nunca del clero un cuerpo.
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[56]
Ved, entre otras, en una carta de Grotius a su hermano, del 11 de abril de 1643, lo que este sabio aprueba y lo que censura respecto al libro
De Cive
. Es cierto que, llevado por la indulgencia, parece perdonar al autor el bien en aras del mal: pero todo el mundo no es tan clemente.
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[57]
«En la república —dice el marqués de Argenson— cada cual es perfectamente libre en aquello que no perjudica a los demás». He aquí el límite invariable; no se le puede colocar con más exactitud. No he podido resistirme al placer de citar algunas veces este manuscrito, aunque no es conocido del público, para hacer honor a la memoria de un hombre ilustre y respetable, que había conservado, hasta en el ministerio, el corazón de un verdadero ciudadano y puntos de vista sanos y rectos sobre el gobierno de su país. [
Considérations sur le gouvernement ancien et présent de la France (ed.)
].
<<

[58]
César, al defender a Catilina, intentaba establecer el dogma de la mortalidad del alma. Catón y Cicerón, para refutarlo, no se divirtieron en filosofar; se contentaron con demostrar que César hablaba como mal ciudadano y anticipaba una doctrina perniciosa para el Estado. En efecto: de esto es de lo que debía juzgar el Senado de Roma, y no de una cuestión de teología.
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[59]
Siendo, por ejemplo, un contrato civil el matrimonio, tiene efectos civiles, sin los cuales es imposible que exista la sociedad. Supongamos que un clero termina por atribuirse a sí exclusivamente el derecho de autorizar este acto, derecho que necesariamente debe usurpar en toda religión intolerante, ¿no es evidente que al hacer valer para ello la autoridad de la Iglesia hará vana la del príncipe, que no tendría más súbditos que los que el clero les quiere dar? Dueño de casar o no casar a las personas, según tengan o no tal o cual doctrina, según admitan o rechacen tal o cual formulario, según le sean más o menos sumisos, conduciéndose prudentemente y manteniéndose firmes, ¿no es claro que dispondría sólo él de las herencias, de los cargos, de los ciudadanos, del Estado mismo, que no podría subsistir una vez compuesto sólo de bastardos? Pero se dirá: se estimará este abuso, se aplazará, se decretará y se le someterá al poder temporal. ¡Qué lástima! El clero, por poco que tenga, no digo de valor, sino de buen sentido, dejará hacer y seguirá su camino; dejará tranquilamente apelar, decretar, embargar y acabará por ser dueño. Me parece que no es un sacrificio muy grande abandonar una parte cuando se está seguro de apoderarse de todo.
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