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Authors: Howard Mittelmark & Sandra Newman

Tags: #Ensayo, Humor

Cómo no escribir una novela (4 page)

Una pista falsa en la repisa

Una pista falsa colocada inteligentemente es como una carta que te sacas de la manga y que hace que el lector se fije en ella mientras tú te ocupas de hacer otra cosa que sorprenderá en el momento exacto en que decidas revelar la verdad.

El chicle de la repisa, ese elemento involuntario que despista al lector, a veces puede convertirse en una pista falsa intencionada y trabajar a favor de la novela y no contra ella. Si tu novela tiene poca chicha porque apenas pasa nada (véase Monogamia), añadir una buena pista falsa puede darle a la trama cierta profundidad e interés. Juntando elementos y creando una buena interrelación entre ellos, puedes convertir un chicle en la repisa en una pieza de interés.

Una pista falsa clásica es ese personaje que parece el principal sospechoso en una trama tipo quién-lo-hizo (ese gigoló todo sonrisas de carácter temperamental, la perversa condesa) que se va haciendo más y más sospechoso por momentos —hasta la última escena, cuando se desvela que el culpable era cualquier otro—. Un ejemplo ya tradicional de esta estrategia es el seductor profesional del que la heroína está enamorada a lo largo de 200 páginas, o al menos así lo cree ella.

Asegúrate siempre de que tu pista falsa sea una parte integral de la historia. Cada vez que te saques esa carta de la manga cada movimiento debe parecer natural. Así que el sospechoso de asesinato debe ser un personaje plenamente integrado en el mundo de tu novela: por lo general suele ser un amante, un pariente cercano o un viejo colega del detective o de la víctima. El lector no sentirá el mismo placer cuando descubra el engaño si el asesino es un triste desconocido que tropieza con el cadáver aún caliente en la noche y, al caer, deja una perfecta impresión dactilar de sus huellas en el arma homicida.

Y cuando tu pista falsa ya no te sirva para tus propósitos, no te desembaraces de ella así sin más, dejándola como un cabo suelto. El lector quiere ver la reacción del seductor cuando es rechazado. Y la heroína también debe sopesar sus sentimientos. No desarrollar estas escenas minará la sensación en el lector de que el personaje es real.

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LOS GIROS DE LA TRAMA

Veintidós minutos más tarde ella se dio cuenta de que debería haberse parado

Tu novela ya tiene un arranque de lo más sólido y se encamina con decisión a una conclusión deslumbrante y sorprendente. No temas. Aún tienes tiempo para chafar el interés del lector como si fuera una pulga. Sigue leyendo para conocer el fascinante «pantano de en medio».

Desarrollos básicos de una trama

Toda novela tiene un planteamiento inicial ideal —el número adecuado de personajes, el número adecuado de acontecimientos—; si esto ocurre la trama consigue una complejidad convincente sin necesidad de recurrir a tramas obvias y bien separadas para que el lector siga leyendo. No te vamos a decir qué número de acontecimientos o personajes es el adecuado, pero sí cuáles no lo son.

Monogamia

En este caso sólo hay una línea argumental y lo único que tienen que hacer tus personajes es seguirla. Si, por ejemplo, en la página 50, tu trama sólo tiene dos personajes —Capítulo 1, chico conoce a chica. Capítulo 2, su primera cita. Capítulo 3, su primer beso—, tu novela seguramente está aquejada de un grave caso de monogamia. Incluso si tu novela cuenta un romance desenfadado ambientado en los restaurantes y tiendas de Manhattan, la sensación para el lector será que tus personajes viven en una especie de Dimensión desconocida, ya que las únicas dos personas reales en tu trama son tus dos protagonistas, que no interactúan de ninguna manera significativa con nadie más que con ellos mismos.

Esta situación genera muchos problemas. Algunos de ellos —aburrimiento, monotonía, hastío— son sólo molestos. Pero uno de ellos es fatal de necesidad. Tu trama no se parece a la vida real. Por muy obsesionada que esté Anabelle con su novio, Ronald, tiene que ir a trabajar, relacionarse con su familia, superar su adicción a los calmantes que se enchufa desde el instituto. En una trama monógama los amigos y los parientes sólo llaman a la protagonista para mantener largas conversaciones sobre cómo se comporta Ronald cuando salen a cenar. En la vida real, los amigos y los parientes sólo llaman para mantener largas conversaciones en las que únicamente hablan de sí mismos.

Onanismo

Llevada al límite, la monogamia se convierte en onanismo. Esto ocurre cuando un solo personaje pasa por la vida sin tener ninguna relación significativa con nadie. Si en una página típica de tu novela hay un solo personaje probablemente has caído en el onanismo. Dentro de esta categoría caen todas las historias sobre tristes solteras que se pasan escena tras escena pensando en el desorden de su apartamento, sus michelines, los rostros retorcidos de los desconocidos hostiles con los que se encuentran, su desgraciada infancia, el último trabajo que perdieron y su tendencia al onanismo. Las historias sobre un viajero solitario y/o sobre el autodescubrimiento personal son muy susceptibles de incurrir en este error.

Monogamia en serie

Algunos autores no soportan el suspense. En cuanto el protagonista tiene un problema, el autor corre diligentemente a resolverlo. Si Joe pierde su trabajo, su hermana lo llama justo cuando está saliendo de su oficina para ofrecerle uno mucho mejor, o se acuerda de una oferta de trabajo que hace poco no consideró; las parejas con problemas hacen las paces casi de inmediato; las enfermedades no tardan en responder a la medicación; Joe encuentra las llaves que ha perdido en el primer sitio donde mira (todo un milagro). Estas novelas parecen basarse en una lista previa de lances argumentales que suelen dar como resultado algo así:

  1. Joe encuentra un nuevo trabajo.
  2. Joe encuentra una nueva novia.
  3. Se produce la caída del comunismo.
  4. Joe encuentra unos calcetines.
  5. Joe tiene una revelación trascendental.

Si uno hace el esfuerzo de crear un problema, vale la pena mantenerlo el tiempo suficiente para que el lector se interese por él. A veces vale la pena mantenerlo hasta el mismo final del libro, cuando todos los cabos sueltos se resuelven inteligentemente en un clímax vibrante.

La orgía

Este error se da cuando hay demasiadas líneas argumentales y confunden al lector. El Capítulo 1 presenta a un nazi que vive oculto y un investigador privado judío con el que juega al ajedrez; el Capítulo 2 presenta a una ama de casa como hay tantas cuyo marido la engaña con el nazi, que ahora se descubre que es gay; en el Capítulo 3 se nos ofrece el punto de vista de un niño de la calle de Haití que no conocerá a los otros personajes hasta la página 241; en el Capítulo 4, mediante un
flahsback
de la infancia del ama de casa, descubrimos que hubo un asesinato en el Vaticano que se mantuvo en secreto.

Por cierto, tengo una excelente puntería

Cuando el desenlace no tiene antecedentes

A medida que el agua ascendía más y más Jack comprendió que el sistema hidráulico se había averiado y que tenía que bucear a lo largo de todo el corredor sumergido si quería salvar a Synthia. La situación parecía desesperada. Por suerte, los años que Jack había pasado entre los pescadores de perlas del Pacífico sur después de su naufragio lo habían entrenado para contener la respiración casi catorce minutos, lo que estaba por encima de la media de la mayoría de los occidentales.

Si tu protagonista va a salvar una situación mediante una habilidad especial de la que tenemos noticia bastante avanzado el libro, es mejor que introduzcas esa habilidad al principio y que sea una parte importante de la vida del personaje. Jack puede nadar habitualmente porque le gusta hacer ejercicio. O porque sigue en contacto con sus padres adoptivos de la Polinesia. En todos esos casos, tu protagonista puede recordar y exhibir su increíble capacidad para contener la respiración al bucear. Cuando aparezca ese corredor sumergido, el lector leerá con satisfacción cómo has unido esos elementos dispares.

No importa cómo lo hagas, ese elemento no puede aparecer por sorpresa. No se le puede revelar al lector en el último segundo del último capítulo que Earl, el rudo leñador, ganó el campeonato de bailes de salón de Michigan, una habilidad que le permite seducir a la altiva Lubricia, si no se ha hablado antes de lo bien que baila. Para más detalles, consulta Por qué el oficio de escritor es más difícil que el de Dios.

La botella de color rosa medio llena

Cuando los antecedentes revelan el desenlace

Jack observó el agua que ascendía con una sonrisa. Con su casi instintivo dominio de la hidráulica, él sabía que sólo le llevaría cinco minutos nadar por ese corredor, algo que podía realizar perfectamente gracias a su habilidad para bucear. Era bueno saber que Synthia no corría un gran peligro.

Llenó sus pulmones como había aprendido a hacer y se zambulló en el agua. Sin esfuerzo, recorrió buceando todo el corredor y emergió a la superficie, al otro lado, apenas notando la falta de aire. Allí estaba Synthia, toda ella una deslumbrante sonrisa. Había sido tal como él sospechaba, no había motivo para preocuparse. Incluso tenía las llaves, así que salir de allí no representaría ningún problema.

—Pero aún tenemos que salir de esta habitación cerrada —dijo Shyntia con el ceño fruncido de preocupación.

Con una sonrisa, él sacó las llaves de su bolsillo.

—¡Oh, qué genial eres! —dijo ella.

Y se fueron hacia la puerta, que abrieron fácilmente, para ponerse a salvo.

A nadie le interesa crear suspense, pues eso podría incrementar las ventas de nuestro libro y, Dios lo impida, aumentar el importe de nuestros derechos de autor.

No tranquilices a tu lector dándole indicios de que al final todo saldrá bien. En ocasiones un exceso de confianza en el protagonista puede llevar a que el lector dé por supuesto que el final feliz es una conclusión inevitable. Es mejor que el protagonista piense que todo está contra él, pero que decida intentarlo, incluso aunque pueda costarle la vida.

Un problema relacionado con éste es el siguiente:

Déjà vu

Cuando los antecedentes no están a la altura del desenlace

Las anteriores ocho horas habían sido el mayor martirio que había sufrido Jack en su vida. Casi no había podido sacar a Synthia, completamente traumatizada, de aquella oficina mortal y salvarla. Cuando Jack la puso a salvo, gimiendo por el esfuerzo que suponía para su maltrecha espalda, de repente, el doctor Nefasto, el traidor experto en ergonomía, apareció ante ellos, empuñando una pistola automática Grump 68.

«No te dejes llevar por el pánico —se dijo Jack—. Todo lo que tienes que hacer es golpear su muñeca. Eso hará que suelte el arma y tú podrás agacharte, empujar a Synthia contra el suelo sin ningún riesgo y atizarle con la culata del arma.»

—¿Ibais a alguna parte? —preguntó Nefasto con sorna, lanzando una libidinosa y lasciva mirada a Synthia.

—Sí, nos vamos a casa, y luego nos casaremos —dijo Jack con toda tranquilidad.

—No sé cómo vais a hacer todo eso si estáis muertos…

Jack entró en acción. Golpeó al doctor Nefasto en la muñeca y éste soltó el arma. Entonces Jack se agachó, empujando a Synthia contra el suelo sin ningún riesgo, cogió la pistola y le atizó a Nefasto en la cabeza. Éste se desplomó. Ahora yacía inconsciente en el suelo.

—Esto te enseñará a no diseñar sillas que presionan demasiado la rabadilla —gritó Jack en tono de victoria.

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