Read Agentes del caos Online

Authors: Norman Spinrad

Tags: #Ciencia ficción

Agentes del caos (20 page)

—Las dos palabras significan lo mismo —insistió Johnson.

—Eso es lo que la Hegemonía quiere que crea —dijo Ching—. El Orden es lógico, el Caos es ilógico. Los que sirven al Orden son pragmáticos y los que sirven al Caos son fanáticos religiosos. Pero considere la Ley de la Entropía Social. Déjeme enunciarla de forma que la pueda comprender. La tendencia natural del mundo físico es la de avanzar hacía un grado cada vez mayor de desorden, o azar, que nosotros llamamos Caos o Entropía. Lo mismo ocurre en el campo de la cultura humana. Revertir esta tendencia en un lugar y durante un tiempo determinados del mundo físico requiere energía. Lo mismo ocurre con las sociedades humanas: requieren Energía Social. Cuanto más Ordenada sea una sociedad, y por lo tanto más antinatural y antientrópica, mayor es la cantidad de Energía Social necesaria para mantener esa situación artificial. ¿Cómo se obtiene esta Energía Social? ¡Pues ordenando a la sociedad de forma tal que la produzca! Lo que genera a su vez una mayor demanda de Orden, como puede ver. Esto crea una mayor necesidad de Energía Social, y así sucesivamente, en una progresión geométrica que avanza en espiral mientras la sociedad intente alcanzar el Orden. Se ve la paradoja, ¿no es cierto? Cuanto más Ordenada sea una sociedad, mayor será el Orden que debe engendrar para mantener su Orden original, lo que requiere aún más Energía Social, y nunca llega a estabilizarse. Y de este modo, una sociedad puede tolerar cada vez menos factores fortuitos a medida que se vuelve más y más Ordenada.

Ching vio que Johnson se debatía con el concepto y que su rostro reflejaba perplejidad.

—Píenselo en términos específicos —sugirió Ching—. La Hegemonía es una estructura altamente Ordenada y antinatural, opuesta a la naturaleza básicamente Caótica del universo. El enfoque de su Liga Democrática era luchar contra el Orden en forma Ordenada, y como la Hegemonía es mucho más Ordenada que lo que la Liga jamás podía aspirar a ser, nunca hubieran podido obtener la Energía Social necesaria para sustituir el Orden existente por el suyo. En realidad, la Liga, como «Oposición Desleal», absorbió mucho de la hostilidad fortuita hacía la Hegemonía y transformó estos Factores Fortuitos en factores predecibles, contribuyendo por lo tanto al Orden de la Hegemonía. Por otro lado nosotros, al actuar en forma fortuita, introduciendo Factores Fortuitos Intolerables, estamos seguros de nuestro triunfo final, ya que el Caos, la naturaleza misma del universo, está de nuestro lado en un sentido más que figurado.

—¿Cuánto tiempo más debemos seguir escuchando esas patrañas? —exclamó Vladimir Khustov—. ¡Mátenos y basta! ¿Es necesario agregar el aburrimiento al asesinato?

—¿Matarlos? —dijo Ching, sonriente—. Eso sería lo lógico, lo previsible, ¿no es cierto? Usted es el enemigo y hay que matarlo, ¿no? Sería lo que usted haría en mi lugar. Pero usted sirve al Orden, y yo al Caos. Por lo tanto, yo hago lo que es Caótico, que en este caso sería dejar que se fuera.

Ching sonrió con picardía al ver las expresiones en los rostros de Khustov y Johnson. Esperanza en el de Khustov, con algo de desprecio y miles de planes. Desazón en el de Johnson. Sólo el rostro de Constantin Gorov permanecía calmo, como si supiera. Había sido una decisión sabia sacar a Gorov del Consejo. Era un hombre brillante y su ansia de saber era casi obscena. Si esa ansia hubiera estado combinada con un anhelo igual de poder… ¡Gorov como Coordinador hubiera sido un enemigo formidable!

—Por supuesto —continuó Ching—, deberá quedarse como nuestro invitado en otra base de la Hermandad. Creo que seis meses normales será suficiente. Después de eso quedará en libertad. La reacción de Jack Torrence por su repentina reaparición después de seis meses con la Hermandad de los Asesinos será de lo más… Caótica.

Khustov se puso pálido.

—¡No puede hacerme eso! —gritó—. ¡El Consejo pensará que estuve del lado de la Hermandad en todo momento! Torrence les ha estado insinuando eso siempre. ¡Me… me harán ejecutar!

—Quizá —dijo Robert Ching—. Y por otro lado, quizá no. Ya que le hemos regalado el puesto de Coordinador a Torrence, creo que lo justo es hacerle a usted una sugerencia que pueda asegurar su supervivencia. Considere esto: podría sugerirle al Consejo que la ejecución de un ex Coordinador no sería prestigiosa para la Hegemonía, en especial si se sugiere que era un agente de la Hermandad. Implicaría que la Hermandad ha sido capaz de infiltrarse en el mismo Consejo Hegemónico. Además, su eliminación del Consejo sería un paso en falso por la misma razón, como que provocaría dudas en la cabeza de los Protegidos, dudas difíciles de aclarar. Un hombre de sus talentos debería ser capaz de convencer al Consejo de que le permitan conservar su puesto de Consejero hasta las elecciones siguientes.

Ching oprimió un botón en su intercomunicador.

—Envíen a los guardias para llevar al señor Khustov —dijo.

Un momento más tarde, la puerta se abrió y entraron cinco Hermanos armados. Ching miró cómo se llevaban a Khustov con una profunda sensación de satisfacción. La Entropía Social funcionaría al máximo. Khustov y Torrence cambiarían de lugar durante los años que faltaban hasta la elección, con Torrence como Coordinador y Khustov en la oposición. Y la Hermandad, actuando bien, podría hacer parecer que Torrence era su aliado. Una vez más, un Consejo dividido. Y mucho antes que Khustov volviera a poder ser elegido, el Prometeo volvería de su misión para enfrentar a un Consejo Hegemónico dividido. Con las fuerzas del Orden dispersas y las fuerzas del Caos apoyadas por la evidencia de que la Galaxia era un conjunto de infinitas civilizaciones —una evidencia demasiado grande y revolucionaria para ser suprimida—, la Hegemonía del Sol estaba condenada a muerte, y los siglos de introducir pequeños Factores Fortuitos en el sistema cerrado de ella estarían justificados. ¡El Caos reinaría para siempre!

—Así que mis suposiciones eran correctas —dijo Gorov—. Los actos aparentemente sin sentido de la Hermandad eran realmente la introducción de factores fortuitos en el Orden de la Hegemonía, de acuerdo con las teorías de Markowitz. Un cuerpo de teorías interesante, sin duda, pero que tiene fallas que aseguran su derrota final.

—¿Ah, sí, Gorov? —dijo Ching, algo divertido—. Sin lugar a dudas que un hombre de su intelecto podrá encontrar todo tipo de fallas en una teoría que ha aguantado más de tres siglos.

—Así es —respondió Gorov sin humor—. La falla básica de la teoría de Markowitz es su obsesión por lo universal y lo infinito. Debo conceder que un sistema cerrado como la Hegemonía deberá sucumbir ante factores fortuitos a medida que el Orden aumenta hacía lo absoluto. A la larga, muy a la larga. Pero nos movemos con realidades específicas y no con abstracciones. A la larga, la Hegemonía está condenada, al igual que todas las obras de los hombres, ya que la vida del género es en sí limitada. Pero el factor tiempo trabaja en su contra. La Teoría de la Entropía Social ignora supinamente el factor tiempo. Por supuesto, su estrategia daría resultado si tuviera la eternidad para llevarla a cabo. Pero esa no es ni remotamente la situación. A la larga, el Hombre, al igual que todas las especies que lo precedieron, se extinguirá cuando el Sol se enfríe o probablemente mucho antes, de resultas de factores que no podemos imaginar. Pero esa extinción se producirá mucho antes que ustedes puedan derrocar a la Hegemonía, pues ésta también quiere ganar tiempo, y dentro de poco ejercerá un control total sobre el Sistema Solar, sobre el medio del Hombre. Será un perfecto sistema cerrado. Y si bien puede ser verdad que dicho sistema tolerará cada vez menos factores fortuitos, también es verdad que cada vez será más difícil introducir dichos factores, y la Hegemonía podrá posponer su desaparición por millones de años, es decir por toda la existencia del género humano. Ustedes no son los únicos capaces de planear a largo plazo, y allí está la falla fatal de su estrategia.

Ching estaba impresionado ante la profundidad de la visión de Gorov, pues había puesto el dedo en la llaga. Esa era la paradoja que había preocupado a los mejores pensadores de la Hermandad durante siglos, hasta que se hizo posible el Proyecto Prometeo. Ching se convenció aun más de la sabiduría de haber depuesto a un hombre así del campo enemigo, y se sintió con esperanzas de que un hombre como Gorov, dominado por la lógica, pudiera ser ganado para la causa del Caos con argumentos intelectuales.

—No defrauda usted mis expectativas. Constantin Gorov —dijo Ching—. Su análisis de la dinámica de un sistema social cerrado es perfecto. El mismo Markowitz estaría impresionado. Siempre y cuando la discusión, y también el alcance del Hombre, estén confinados en un sistema cerrado de ese tipo. Pero considere a la Galaxia, al universo entero. En sí es infinito, y por lo tanto es un sistema abierto, intrínsecamente Caótico. En ese contexto, una partícula Ordenada como la Hegemonía no puede durar mucho.

—¡Usted está confundiendo la discusión! —insistió Gorov—. Estamos hablando de la realidad pragmática, no de la fantasía. Estamos hablando del entorno finito del Hombre, el Sistema Solar, y no de una hipotética infinitud.

—¡Ah! —dijo Ching—. ¿Pero es imprescindible que el Hombre viva confinado a este sistema solar, condenado a morir cuando el Sol se apague? ¿No es posible que el Hombre rompa ese cascarón como un pollo, y salga del huevo que imagine ser el universo, para entrar en el mundo infinito del Caos y de la inmortalidad como género?

Ching miró los rostros ahora pensativos de Gorov y Johnson.

—Creo que ha llegado el momento de mostrarles algo que conmoverá sus convicciones, del mismo modo que conmovió las mías… Y creo que hará tambalear los esquemas mentales de toda la especie humana.

Habló por el intercomunicador.

—Preparen la película de la sonda para verla de inmediato en el auditorio.

Boris Johnson siguió a Ching, que junto con Gorov y cuatro guardias, marchaban por el pasillo hacía el ascensor. Estaba totalmente fascinado. Había algo aleteando en el umbral de su conciencia: la respuesta a alguna pregunta que no podía formular. Mucho de lo conversado entre Gorov y Ching acerca de esta Teoría de la Entropía Social le había resultado incomprensible, pero había algo en lo que había dicho Ching que le parecía cierto… Más que eso: le parecía obvio, evidente por sí mismo…

Mientras bajaba junto con los demás hacia el centro del asteroide, el rompecabezas se armó de repente en su mente. Había odiado a la Hegemonía desde que tenía memoria, pero sin saber por qué realmente; había estado decidido a destruirla, pero con una idea muy vaga de cómo encarar la tarea.

Pero ahora había descubierto que otros hombres compartían sus sentimientos. Eran hombres que, a diferencia de él, tenían acceso a la sabiduría olvidada y prohibida del pasado, que entendían la naturaleza esencial de la causa por la cual luchaban, que sabían luchar eficazmente, y por sobre todo, que parecían tener una visión más amplia del destino del Hombre que la mera destrucción de la Hegemonía; que veían esa destrucción como un simple preludio a algo más vasto e inmortal.

Sabía que era eso lo que le había faltado a la Liga Democrática. La Liga se había opuesto a algo y nada más; no había luchado a favor de nada. Hasta la «Democracia» se había planteado como la desaparición de la Hegemonía. La negación de la negación, pero nunca una visión positiva con su propia legitimidad.

Pero la Hermandad tenía aquello que llamaban Caos… un concepto difícil de comprender, pero no porque fuera una palabra vacía, sino por su misma grandeza.

Miró fijamente a Robert Ching cuando llegaron al fondo del tubo elevador y el jefe de la Hermandad los condujo hasta el auditorio. Sabía que estaba frente a un hombre que tenía una visión coherente del universo y de todo lo que lo rodeaba. Este Caos, que era de alguna manera la esencia de todo lo que existía, había brindado a Ching una visión certera de la realidad cotidiana. La prueba estaba en el hecho de que la Hermandad había podido superar tanto a la Liga como a la Hegemonía a cada paso. Ahora comenzaba a entender la casi adoración que le profesaba Duntov a Ching. No cualquiera estaba en condiciones de comprender el Caos, pero estaba claro que Ching sí podía hacerlo. Y si uno no podía comprenderlo por uno mismo, lo menos que podía hacer era seguir a quien si lo comprendía sin cuestionamientos…

Una vez en el auditorio, Ching les señaló sus asientos en silencio. Se sentó y sin decir palabra hizo una seña al técnico que estaba junto al proyector en el fondo de la sala.

Una imagen apareció sobre la pantalla que tenían delante.

Johnson vio una guirnalda de estrellas sobre un fondo negro. Una de ellas comenzó a crecer a saltos hasta transformarse en un disco cada vez más grande.

—Ustedes están presenciando la proyección de una versión abreviada de la película tomada por una sonda interestelar no tripulada —dijo Ching.

Johnson oyó una exclamación de Gorov.

—¡Vuelos interestelares! ¿A velocidades mayores que la luz…? ¡Es imposible! Sólo Schneeweiss podría haber… y se mató cuando esos idiotas del Consejo impidieron su trabajo, a pesar de mis protestas… ¿O no se mató? —musitó Gorov.

—¿Qué le parece? —dijo Robert Ching, mientras las imágenes de varios planetas se sucedían sobre la pantalla, y eran reemplazadas finalmente por la imagen de un planeta con océanos y nubes… ¡Un planeta que giraba alrededor de un sol distinto!, pensó Johnson de repente, cayendo en la cuenta, sobrecogido por lo maravilloso del acontecimiento.

Gorov se mantuvo callado mientras seguía la película. Ching tampoco dijo nada ante las imágenes de continentes, de vegetación y de praderas cultivadas. Johnson tenía miedo de respirar. ¿Qué podía decir? Estaba presenciando el acontecimiento más importante de la historia humana, un acontecimiento tan enorme, tan cargado de posibilidades infinitas que lo sobrecogía. ¡Que los hombres pudieran alcanzar las estrellas algún día! Un nuevo sistema solar; no sólo uno, sino varios sistemas nuevos… ¡Aquí estaba la esperanza de una libertad verdadera, basada en un hecho objetivo, y no sobre meras fantasías!

Se le escapó un gruñido cuando vio la ciudad extraterrestre, y otro cuando la nave extraña apareció en su campo visual.

La película terminó y la pantalla quedó en blanco.

—Ahora lo han presenciado —dijo Ching—. Ahora conocen el acontecimiento más importante de la historia humana. La película que acaban de ver fue tomada en el sistema de Cygnus 61, un sistema próximo en términos Galácticos, y el primero que sondeamos. Piensen esto: si en nuestro primer intento nos encontramos con una civilización altamente desarrollada, ¿cuántas más podrán existir en nuestra Galaxia solamente? ¿Un millón? ¿Un billón? ¿Y cuántos planetas desocupados pero habitables? ¿Dónde quedó su sistema cerrado ahora, Gorov? Ni siquiera es posible que la Hegemonía sueñe con controlar toda una Galaxia.

Other books

Triumph by Jack Ludlow
Those Harper Women by Stephen Birmingham
Slavemaster's Woman, The by Angelia Whiting
Los caminantes by Carlos Sisí
Harvest by William Horwood
A Billionaire BWWM Romance 2: Jealousy and Trust by J A Fielding, Bwwm Romance Dot Com
Secret Sanction by Haig, Brian


readsbookonline.com Copyright 2016 - 2024