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Authors: Jacob & Wilhelm Grimm

Tags: #Cuento, Fantástico, Infantil y juvenil

Todos los cuentos de los hermanos Grimm (111 page)

Tan triste estaba la pobre anciana, sobre todo por la pérdida de sus hijos, que incluso llegó a reprochar a Dios.

Permanecía triste y abatida cuando oyó el tañido de la campana que tocaba a maitines. Sorprendida de haber pasado toda la noche en vela, entregada a sus tristes pensamientos, encendió la luz y se encaminó a la iglesia.

Al llegar, el templo estaba completamente iluminado, aunque no por velas y cirios como de costumbre, sino por un resplandor raro y crepuscular. Estaba también lleno de gente, y todos los sitios aparecían ocupados, y cuando la viejecita quiso ocupar el suyo habitual, resultó que el banco estaba lleno.

Y al mirar a aquellas gentes, se dio cuenta de que todos eran parientes difuntos, que estaban sentados allí con sus vestidos de otros tiempos y con los rostros lívidos. No hablaban ni cantaban, mas en la iglesia se percibía un extraño zumbido y rumoreo.

Levantóse una tía suya y, acercándosele, le dijo:

—Mira al altar, verás a tus hijos.

La vieja dirigió la mirada al punto indicado y vio a sus hijos: el uno, colgando de una horca; el otro, azotado sobre la rueda.

Y explicó la vieja tía:

—¿Ves? Ése era el destino que les estaba reservado si hubiesen vivido y Dios no los hubiese llamado a su seno cuando aún eran niños inocentes.

La vieja regresó temblando a su casa y, cayendo de rodillas, dio gracias a Nuestro Señor por haber hecho las cosas mejor de lo que ella podía comprender. Y a los tres días murió ella también.

Las bodas celestiales

U
N pobre mozo campesino oyó un día en la iglesia predicar al señor cura:

—Quien quiera ir al cielo, debe seguir siempre el camino recto.

El muchacho se puso pues en camino, siempre adelante, sin jamás torcer, a través de montes y valles.

Al fin, llegó a una gran ciudad y fue a parar a la iglesia, donde se celebraba el divino oficio. Viendo aquella magnificencia, creyó nuestro mozo que había llegado al cielo y sentóse radiante de alegría.

Terminada la función, cuando el sacristán le dijo que se retirase, negóse él:

—No, yo no me marcho. Estoy muy contento de haber llegado, por fin, al cielo.

Fue el sacristán al cura a decirle que en la iglesia había un muchacho que no quería salir, porque creía estar en el cielo.

Respondió el cura:

—Si lo cree así, dejémoslo.

Luego se dirigió al mocito y le preguntó si le apetecía trabajar. Contestó el muchacho que sí, y que estaba acostumbrado al trabajo; lo que no quería era marcharse del cielo. De esta forma, se quedó en la iglesia.

Al ver a la gente que se acercaba a la imagen de la Virgen con el Niño Jesús en brazos, tallada en madera, y que se arrodillaban y rezaban, pensó: «Éste será Nuestro Señor».

Y exclamó:

—¡Señor, y qué flaco estás! Seguramente te hacen pasar hambre. Te traeré cada día la mitad de mi ración.

Desde entonces llevaba todos los días a la imagen la mitad de su comida; y he aquí que la estatua empezó a comer aquellas viandas.

Transcurridas un par de semanas, la gente notó que la imagen crecía y engordaba, de lo cual se asombraron todos. El párroco no podía dar crédito a sus ojos, y un día se quedó en el templo espiando al muchachito. Entonces pudo ver cómo partía el pan con la Virgen y cómo ésta lo cogía.

Al cabo de un tiempo, el chiquillo cayó enfermo y hubo de estar ocho días en cama. Al levantarse, su primer cuidado fue llevar la comida a la Madre de Dios.

El cura lo siguió y oyó que decía:

—Señor, no te enfades si durante estos días no te he traído nada; he estado enfermo y no he podido levantarme.

Y es el caso que la imagen le respondió:

—He visto tu buena voluntad, y ella me ha bastado; el próximo domingo te invito a bodas.

El muchacho sintió una gran alegría y se lo comunicó al señor cura, el cual le pidió que preguntase a la imagen si le permitiría asistir a él también.

—No —respondió la imagen—, tú solo.

Entonces el cura se brindó a prepararlo y a darle la sagrada comunión, a lo cual asintió el niño. Y el domingo, en cuanto hubo comulgado, cayó muerto y celebró sus bodas eternas.

La vara de avellano

U
NA tarde en que el Niño Jesús se había dormido en su cunita entró su Madre y, contemplándolo llena de ternura, le dijo:

—¿Te has dormido, Hijo mío? Duerme tranquilo, mientras yo voy al bosque a buscarte un puñado de fresas. Sé que te gustarán cuando despiertes.

En el bosque encontró un lugar donde crecían fresas hermosísimas y, al agacharse para cogerlas, en medio de la hierba se irguió, de repente, una víbora.

Asustada la Virgen, dejó la planta y echó a correr. Persiguióla la serpiente mas, como ya podéis suponer, la Madre de Dios era lista y, ocultándose detrás de un avellano, permaneció quietecita hasta que la alimaña se hubo marchado.

Recogió entonces las fresas y, camino de su casa, dijo:

—Del mismo modo que esta vez el avellano me ha protegido, en adelante protegerá también a los hombres.

Por eso, desde hace muchísimo tiempo, una rama verde de avellano es la mejor arma de protección contra las víboras, culebras y todos los bichos que se arrastran por el suelo.

J. & W. Grimm, por E. Jerichau

Los HERMANOS GRIMM es el término utilizado para referirse a los escritores Jacob Grimm (1785-1863) y Wilhelm Grimm (1786-1859). Fueron dos hermanos alemanes, nacidos en la localidad de Hasau, célebres por sus cuentos para niños.

La labor de los hermanos Grimm no se limitó a recopilar historias, sino que se extendió también a la docencia y la investigación lingüística, especialmente de la gramática comparada y la lingüística histórica. Sus estudios de la lengua alemana son pieza importante del posterior desarrollo del estudio lingüístico (como la Ley de Grimm), aunque sus teorías sobre el origen divino del lenguaje fueron rápidamente desechadas.

Además de sus cuentos de hadas, los Grimm también son conocidos por su obra
Deutsches Wörterbuch
, un diccionario en treinta y tres tomos con etimologías y ejemplos de uso del léxico alemán, que no fue concluido hasta 1960.

También publicaron una selección comentada de romances españoles titulada
Silva de romances viejos
.

Notas

[1]
En alemán,
Frau Holle
. Por eso dicen en Alemania, cuando nieva, que Frau Holle se hace la cama.
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