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Volvió a pasar el control de sistemas de armamento a los torpedos protónicos y armó dos. Centrando su retícula de puntería en la cañería de ferrocreto, apretó el gatillo y después desvió la energía a los haces repulsores para lanzar su caza hacia las alturas.

Los dos torpedos emparejados chocaron con el conducto y lo atravesaron entre una lluvia de chispas. Después estallaron diez metros más allá de la cañería, creando una estrella artificial enloquecida en pleno centro del desfiladero. La onda expansiva sacudió al caza. También desintegró la cañería, arrancándola de las sujeciones por los dos extremos, y después siguió avanzando en una oleada tan incontenible que extinguió los incendios que habían empezado a consumir los vehículos. Las paredes del desfiladero temblaron, creando pequeños desprendimientos de rocas y polvo. El intenso resplandor de la explosión permitió que Wedge echara una última mirada a la completa destrucción de la zona del objetivo, y después la implosión de la bola de fuego dejó sumido al desfiladero en una oscuridad tan absoluta como impenetrable.

Wedge se permitió la sombra de una sonrisa.

—El conducto ha desaparecido. Ahora podemos empezar a ocuparnos de mi objetivo. —Puso la impulsión al máximo y lanzó el depósito de combustible vacío—. Aquí Jefe Rebelde: misión cumplida.

—Aquí Cuatro, Jefe Rebelde. Todos los globos oculares han perdido la visión, y todos nuestros pilotos están bien. Bizcos y ala-X se dirigen hacia su posición. —La voz de Bror se interrumpió durante un instante—. Llegaremos allí antes que ellos.

—Es hora de volver a casa, chicos. Vamos a dejarlos atrás. —Wedge hizo que su ala-X iniciara un curso que lo reuniría con los otros cuatro cazas del escuadrón—. Nueve encabezará el vector de salida e informará si hay problemas.

—Negativo, Jefe Rebelde. —La preocupación que impregnaba la voz de Nawara hizo que un escalofrío helado atravesase la columna vertebral de Wedge—. Acabo de comprobarlo: Nueve no aparece en mi pantalla delantera.

**

Furioso consigo mismo, Corran pensó en desobedecer la orden del comandante Antilles y seguirle de todas maneras. Ese pensamiento sobrevivió aproximadamente el mismo tiempo que había logrado sobrevivir Peshk durante su primer combate en Luna Negra. «Antilles tiene razón. Tus reservas de combustible están muy bajas. Te ha encomendado una misión, y lo que debes hacer es completarla. Sal de aquí, y asegúrate de que el camino está despejado…».

—Dale toda la potencia que puedas a mis sensores, Silbador. Quiero una imagen lo más completa posible del teatro de operaciones, y acompáñala con una evaluación completa de todas las amenazas presentes.

El androide astromecánico respondió con un alegre trino. Su primera lista de cazas mostraba únicamente tres ojos oculares supervivientes del combate con el Escuadrón Rebelde. Todo un escuadrón de bizcos se estaba aproximando, pero las evaluaciones de amenaza correspondientes a esos cazas estaban expresadas en decimales. No suponían ninguna amenaza para Corran, y muy poca para sus compañeros de escuadrón. El corelliano no podía permitirse el lujo de ignorarlos, pero no había ninguna razón por la que debieran interferir con su salida del sistema.

Y de repente los números correspondientes a dos de los bizcos iniciaron un leve ascenso.

—¿Qué pasa con esos dos?

Silbador respondió a su pregunta haciendo aparecer un diagrama táctico en la pantalla de Corran. Dos de los bizcos se habían apartado de la formación para efectuar una pasada y, posiblemente, interceptar a un cuerpo que se estaba desplazando a través de la atmósfera. Los números que Silbador utilizó para describir ese objeto descendente indicaban que su caída se hallaba bajo control, y Corran enseguida comprendió que aquel pequeño detalle no podía haberles pasado desapercibido a los pilotos de los cazas TIE.

—¿Piensas que se disponen a atacar a una de nuestras lanzaderas de asalto, Silbador?

Una estridente nota musical le respondió cuando Silbador identificó a la lanzadera como la
Devoniana
.

—Oh, claro. Ya me lo parecía… —Corran tiró de la palanca de control hasta dejarla pegada a su esternón e hizo que el caza describiera un gran rizo—. Esta vez sí vas a contraer una enorme deuda conmigo, Page.

El androide dejó escapar una cascada de suaves zumbidos.

—Sí, sé lo que estoy haciendo. Si permitiera que la inercia me impulsara en vez de quemar combustible, todo iría sobre ruedas. —Corran redujo la velocidad—. Y no, no quiero que calcules el nivel de probabilidades de esta maniobra. Nunca te he pedido que me informes de cómo estaban las probabilidades, y no quiero saber cómo están ahora. Las probabilidades sólo tienen importancia cuando estás metido en algún juego de azar, y si queremos que la gente de Page tenga alguna oportunidad de hacer su trabajo, no podemos permitir que esto se convierta en un juego de azar.

El vector emprendido por Corran le estaba llevando velozmente hacia arriba en un ángulo que terminaría colocando su caza en el arco trasero de los interceptores. El corelliano centró su atención en el segundo bizco. No podía pasar el control de armamento a la posición de los torpedos protónicos porque una fijación de blanco advertiría a los bizcos de la amenaza a la que se enfrentaban. Si quería que su plan diera resultado, necesitaba que todo ocurriera muy deprisa…, y eso significaba que el primer interceptor tenía que morir con la primera pasada de Corran.

Cuando se encontraba a un kilómetro de distancia, Corran aumentó la impulsión y niveló su ala-X para lanzarse directamente sobre los interceptores. «Un poco más de ángulo y tal vez conseguiré acabar con los dos al mismo tiempo…». Ajustó el control de armamento en la posición de los cañones láser y los conectó para que dispararan en tándem. Corran centró sus miras de puntería en la última nave y cuando éstas pasaron al verde, presionó el gatillo y mantuvo el dedo encima de él.

Cuatro pares de dardos de energía rojiza perforaron al interceptor. Los primeros impactos en el ala derecha hicieron que la nave empezase a girar sobre su eje, y un instante después la elevaron directamente hacia la línea de fuego de Corran. Cuatro haces láser convergieron, atravesando la cabina y llenando de fuego el interior de la nave. Una tremenda explosión hizo pedazos al bizco y obligó a Corran a virar y descender para esquivar la parte más compacta de la nube de restos. Volviendo a su orientación anterior, el corelliano alzó los ojos hacia el lugar en el que hubiese debido estar el otro interceptor. No lo vio, pero ni siquiera había tenido tiempo de empezar a preguntarse si también había sido aniquilado cuando una andanada láser chocó con su escudo posterior.

«Oh, estupendo… ¡Ahora lo único que necesito es que ese bizco esté pilotado por algún temerario convencido de que es un genio del vuelo!». Corran reforzó el escudo posterior, inclinó la nave, presionó el pedal izquierdo del timón y después viró bruscamente para tratar de obtener un ángulo sobre el interceptor. No podía verlo en su imagen delantera o posterior, por lo que volvió a tirar de la palanca de control e inició un rápido ascenso.

El interceptor apareció justo en el centro de la imagen posterior de Corran y, una vez más, volvió a recubrir su escudo trasero con un diluvio de fuego verde.

«¿Quién es este payaso?». Corran elevó la nave sobre el estabilizador-S de babor, y después redujo la impulsión y permitió que el ala-X descendiera hacia el planeta.

—Ajusta la comunicación a un radio de un kilómetro, Silbador. Dile al transporte que descienda hacia la superficie lo más pronto posible, porque este tipo es realmente bueno. Quiero disponer de mucho espacio para operar.

Un estridente silbido hizo vibrar los oídos de Corran, y una pregunta apareció en su monitor.

—Sí, claro que soy mucho mejor piloto que ese tipo. Sólo estoy jugando con él, ¿entiendes? Y ahora, refuerza esos escudos y agárrate bien…

El interceptor empezó a aproximarse a la cola de Corran. El corelliano tiró de la palanca de control hasta nivelar su nave, y el interceptor siguió pegado a él. Corran esperó hasta que el interceptor estuvo a quinientos metros de distancia y después desvió su nave hacia estribor. Dejando caer el pie izquierdo sobre el pedal correspondiente del timón y poniendo la impulsión al máximo, Corran hizo que el morro de su ala-X se volviera hacia el bizco.

Aunque era más maniobrable que sus predecesores de alas verticales, la considerable anchura de las alas del interceptor seguía creando ciertos problemas de control. El viraje del bizco tardó en llegar, y le ofreció un blanco realmente maravilloso a Corran. Su primer disparo dio de lleno en el ala de estribor y abrió dos feos agujeros en ella. El bizco empezó a oscilar y Corran volvió a disparar, pero los haces carmesíes se perdieron en el espacio después de haber flanqueado la cabina en forma de bola.

El piloto imperial terminó su maniobra. Corran elevó el ala-X sobre su estabilizador-S de babor y se apresuró a seguirle. El piloto que tenía delante permitió que su nave oscilara y se bamboleara de un lado a otro, pero la resistencia aerodinámica creada por los paneles solares del ala dañada enseguida hizo que todos los desplazamientos hacia la derecha fueran más rápidos y que resultara más difícil recuperarse de ellos.

Corran colocó su retícula de puntería a estribor del caza alcanzado. El interceptor empezó a derivar hacia la derecha, y Corran disparó. Los haces láser arrancaron el ala derecha del fuselaje. El bizco inició una vertiginosa serie de giros hacia babor, quedando atrapado en una secuencia de tumbos tan incontrolable como imposible de detener. Corran ascendió antes de ver estrellarse al interceptor, y una parte de su ser esperó que el piloto fuera lo suficientemente inteligente para escapar a la muerte eyectándose.

El corelliano echó un vistazo a su monitor y alteró el curso de su nave para seguir un vector que interceptaría la trayectoria de salida del resto del escuadrón.

—Nueve a Jefe Rebelde: todavía estoy aquí.

—Se supone que debe ir delante en vez de seguirnos, Nueve —replicó Wedge, y Corran percibió con toda claridad la considerable ira que vibraba en sus palabras.

—Recibido, comandante. Me disponía a hacerlo, pero dos bizcos efectuaron una pasada.

—Así que usted también decidió efectuar una pasada, ¿no?

—Para vengar al general Kre'fey, sí. —Corran pensó que Wedge captaría la referencia y comprendería que los interceptores se estaban disponiendo a caer sobre un transporte cuando detectó su presencia. Echó una rápida mirada a su indicador de combustible—. Tengo un problema, comandante.

—Lo sé, Nueve. Su unidad astromecánica acaba de responder a una petición de datos que le envié.

La voz del twi'lek entró en la frecuencia.

—Guía, otra docena de bizcos acaba de despegar y está siguiendo la ola detrás de nosotros.

—Aquí Cuatro, Guía. Quedémonos por la zona un ratito más. Sólo son veintidós.

—Aquí Cinco, Guía. Estoy de acuerdo.

Corran sonrió.

—Gracias, chicos.

—Silencio. Esto no es una democracia, y lo que queramos no tiene ninguna importancia. Hemos recibido órdenes, y el destino de otros depende de que esas órdenes sean obedecidas. —La estática invadió la frecuencia durante unos momentos, y después Wedge volvió a hablar—. Pero disponemos de cierto margen de libertad a la hora de obedecerlas. Cambio de planes. Iremos hacia el sol y haremos que los imperiales nos sigan. Nueve, se dirigirá hacia el lado oscuro y se aproximará a la superficie. La atmósfera es tenue, pero su equipo de apoyo vital puede concentrarla lo suficiente. Si consigue esquivarlos, volveremos a buscarle.

—Haré cuanto pueda, comandante. —Corran hizo que su ala-X ocupara la posición que le correspondía junto al resto del escuadrón—. ¿Cuántos has vaporizado, Cuatro?

—Seis. ¿Y tú?

—Tres, si contamos el del desfiladero.

—Ése también cuenta, Nueve. No fue una victoria convencional, pero cuenta.

—Gracias, comandante.

Rhysati intervino en la conversación.

—¿Qué fue lo que hiciste, Nueve?

—Es un poco complicado. Ya lo explicaré más tarde. —En el mismo instante en que pronunciaba las palabras «más tarde», Corran sintió cómo se convenían en polvo dentro de su boca—. Sólo llevo diecisiete. Me llevas dos de ventaja, Cuatro. Voy a contabilizar las que obtuve en el lado oscuro.

—Por supuesto, Nueve.

—Nueve, ahora Gavin es un as —dijo Nawara Ven.

—No lo había dudado ni por un minuto. Bien hecho, chico. —La luna de Borleias ya empezaba a ser visible delante de ellos—. Bienvenido al club.

—Diez segundos para el punto final, pilotos. Nueve, no crea que está obligado a tratar de ser un héroe.

—¿Tratar de ser un héroe? Soy un piloto del Escuadrón Rebelde. Creía que lo de ser un héroe iba incluido con la admisión.

—Desde luego que sí, Nueve. Inicio de la separación.

Corran se desvió hacia la izquierda mientras el resto del escuadrón continuaba avanzando hacia la derecha y llenaba su sensor de popa.

—Hasta luego, amigos míos.

Si hubo alguna réplica, no consiguió salvar el horizonte para llegar hasta él.

Corran redujo la impulsión e hizo que el ala-X descendiera hasta quedar muy cerca de la superficie lunar. Después desconectó su unidad de comunicaciones y pasó los sensores a la modalidad de captación pasiva.

—Bueno, Silbador, nos hemos quedado solos… Vamos a ver si encontramos un agujero dentro del que meternos, ¿eh? No, no un agujero que permita esconderse, sino uno desde el que se pueda tender una buena emboscada. El comandante sabía tan bien como yo que esta separación no engañará a todos los pilotos imperiales. Tarde o temprano vendrán a por nosotros. Nunca he querido morir solo, y llevarme a unos cuantos de ellos conmigo será una forma magnífica de decirle adiós al mundo.

37

«Aquí vienen, tan inevitables como los impuestos y tan lentos como los papeles…». Con su ala-X instalado en el interior de un tubo de lava congelada en la ladera de un volcán, Corran contempló cómo las parejas de interceptores iban describiendo pautas de búsqueda sobre la superficie lunar. Los pilotos imperiales habían transferido la cantidad suficiente de energía a sus sensores para que incluso teniéndolos directamente centrados hacia abajo, éstos desprendieran unas radiaciones tan intensas que era inevitable que fueran registradas por los receptores pasivos del ala-X.

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