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Título (38 page)

—Diez y Doce, nos mantendremos aquí. —Corran echó un vistazo a su pantalla táctica—. Sus escudos se están debilitando muy deprisa. Seremos los siguientes en entrar.

El balido triunfal de Silbador sintió de heraldo al desmoronamiento de los escudos de Luna Negra. Los labios de Corran empezaron a curvarse en una sonrisa, pero una preocupación indefinible seguía agazapada en las profundidades de su cerebro. No conseguía identificarla, pero no tardó en roer su sonrisa y hacer que la quemadura de la bilis empezara a abrasarle el interior de la garganta. El corelliano activó su comunicador.

—Control, Nueve sigue mostrando que el enemigo está ciego.

—Recibido, Nueve. Manténgase a la espera. —El eco de una vacilación nada típica de él resonó en las palabras de Wedge—. Orden directa del general Kre'fey, pilotos: escoltarán a las lanzaderas de asalto en su descenso al planeta.

—¿Cómo ha dicho, Control? —La incredulidad que había teñido la voz de Wedge resonó también en la de Corran—. El Ala Defensora está lista para iniciar su barrido.

—Jefe Rebelde, Kre'fey considera que eso ocasionaría un retraso innecesario. Los ala-Y han recibido la orden de volver a casa, y ahora tendrán que escoltar a sus lanzaderas durante el vector de entrada. La resistencia en el planeta ha sido eliminada.

—¿Y qué pasa con los cañones iónicos, Control?

—Si hubieran podido disparar, a estas alturas ya lo habrían hecho —gruñó la voz del general Kre'fey por los canales del comunicador—. La resistencia ha terminado. Ya podemos reclamar lo que hemos venido a buscar.

La estática puntuó el silencio que siguió a la declaración de Kre'fey, y después Wedge volvió a la frecuencia.

—Jefe Rebelde a Escuadrón Rebelde, inicien la formación para servir de pantalla a los escoltas.

El estómago de Corran ejecutó un salto mortal.

—Esto no me gusta nada.

—Nueve, este canal ha sido concebido para el uso militar y no para expresar opiniones. Guardémonos los comentarios para la reunión de análisis en cuanto hayamos terminado la misión. —La voz de Wedge perdió una parte de su tono cortante a medida que seguía hablando—. Y tratemos de volar lo suficientemente bien para que pueda haber una reunión de análisis…

—Ésa es mi intención, Jefe Rebelde. —Corran empujó la palanca de control hacia adelante y accionó un interruptor—. Estabilizadores-S en posición de ataque.

El
Emancipador
empezó a alejarse del planeta, adoptando una posición que le permitiría proteger a la fuerza del ataque de cualquier intruso imperial. Corran se sintió todavía más desnudo mientras contemplaba su retirada. El Destructor Estelar no había sido construido pensando en un enfrentamiento con un contingente de cazas, pero su impresionante potencia de fuego podía mantener alejados a los TIE y, quizá, incluso destruir sus instalaciones de lanzamiento en la superficie planetaria.

«Pero naturalmente Kre'fey les habrá prohibido que emprendan ese tipo de acción, porque quiere que las propiedades inmobiliarias sigan intacta…». La ya considerable inquietud que se había adueñado de Corran aumentó todavía más a medida que se aproximaba a las siluetas cuadradas de las lanzaderas de asalto que se estaban alejando del
Corulag
. Cada una de las ocho lanzaderas transportaba cuarenta comandos y efectuaría tres trayectos de ida y vuelta entre el planeta y el
Corulag
para llevar a todo el contingente hasta la superficie. Aunque no eran muy veloces, las lanzaderas disponían de un armamento lo bastante poderoso para mantener a raya a los TIE durante el tiempo suficiente para que los pilotos de los ala-X pudieran ir acabando con ellos.

La pantalla táctica del corelliano seguía sin mostrar nada en términos de oposición de cazas. Los escudos de la base habían caído. La operación parecía estar yendo mejor de lo esperado, y el comprenderlo hizo surgir un escalofrío en la base de la columna vertebral de Corran. Sabía que sentir miedo cuando todo parecía normal era una auténtica estupidez, pero una parte de su ser no podía aceptar tanta buena fortuna.

De manera totalmente inconsciente, su mano izquierda se cerró sobre el medallón que colgaba de su cuello. «Las cosas estaban yendo tan a la perfección como ahora cuando mi padre murió… Esperábamos tener problemas, no nos encontramos con ninguno y bajé la guardia. Mi padre murió porque yo bajé la guardia… Vi cómo moría, y no hice nada. No lo vi llegar, pero llegó, exactamente de la misma manera en que ocurrirá en este lugar. ¿Qué es lo que anda mal aquí?».

La respuesta a la pregunta le llegó un nanosegundo antes de que viera cómo el primer haz azulado de energía iónica ascendía desde el suelo para estrellarse contra la primera lanzadera de asalto. La energía azul cerró sus garras sobre la
Modaran
y la dejó atrapada en una red de descargas eléctricas. Destellos de luz plateada fueron indicando las sucesivas explosiones en los motores y los sistemas de armamento. Con el humo surgiendo de una docena de compuertas, la lanzadera inició un lento y tambaleante descenso a través de la atmósfera y hacia el suelo que la esperaba debajo de ella.

No llegó a chocar con el planeta. La lanzadera todavía se encontraba a un kilómetro de la superficie cuando chocó con un escudo de energía renovado y estalló. Los fragmentos de metal fueron arrancando chispazos al escudo mientras se deslizaban sobre su superficie.

Silbador gimió una advertencia. La pantalla táctica estaba mostrando múltiples contactos de cazas que surgían de túneles de lanzamiento esparcidos alrededor del perímetro de la cúpula del escudo. También informaba de que aunque el diámetro del escudo no había aumentado, su nivel de energía era un doscientos por ciento superior al de antes, lo cual significaba por lo menos una mitad más del máximo nivel de energía que se había considerado como posible teniendo en cuenta las estimaciones de la potencia de los generadores presentadas durante las reuniones de información. «Todo eso…, y además hay cañones iónicos».

—Control, saque de ahí a los transpones ahora mismo —ordenó Wedge.

—Jefe Rebelde, tendrán que enfrentarse a múltiples contactos de cazas. Dos escuadrones, globos oculares y bizcos.

—Los veo, Control. Escuadrón Rebelde, mantengan a los imperiales alejados de las lanzaderas.

Corran meneó la cabeza.

—Siete lanzaderas, dos docenas de imperiales y once ala-X… Oh, sí, esto va a ser coser y cantar.

El quejumbroso gemido de Silbador estuvo más acorde con los auténticos sentimientos de Corran que sus palabras. El corelliano activó su comunicador.

—Grupo Tres, mantengan la formación. Los bizcos vienen hacia nosotros.

—Ooryl los tiene en pantalla, Nueve.

Andoorni dio un informe similar.

—Doce ha adquirido objetivos.

Corran tecleó un gráfico y lo superpuso a la trayectoria de los interceptores que se estaban aproximando. «Vienen hacia nosotros siguiendo una trayectoria considerablemente oblicua. Bueno, que sea su funeral…».

—Grupo Tres, pasen a torpedos protónicos y adquieran un blanco. Si quieren jugar…

Un trío de andanadas iónicas surgió de la superficie del planeta. Una de ellas avanzó hacia el Grupo Tres, atravesando el vector que los bizcos hubieran tenido que estar utilizando para entablar combate con los ala-X. La segunda chocó con el
Emancipador
y se esparció por encima de su casco con la velocidad de un incendio sobre una pradera resecada por el verano. La tercera ascendió hacia una de las lanzaderas, pero nunca llegó a alcanzar su objetivo. Corran vio cómo el haz sufría una ligerísima pérdida de intensidad, como si hubiera chocado con un escudo, pero la bola que produjo al disiparse no dejó tras de sí ni un solo resto.

—Dos, informe.

La petición de Wedge fue respondida por un silencio absoluto.

—Jefe Rebelde, no tenemos ningún contacto con Rebelde Dos.

«Maldición… Peshk acaba de sufrir el impacto de ese haz. Le hemos perdido».

—Acción evasiva a nivel máximo, pilotos. Control, haga bailar a las lanzaderas.

—Grupo Tres, estado de alerta.

La retícula de puntería de Corran pasó al rojo y la nota musical de una fijación de objetivo llenó sus oídos. El corelliano apretó el gatillo y lanzó un torpedo contra uno de los interceptores que se aproximaban a él. Después pasó a los láseres, conectó los cuatro cañones y escogió otro objetivo. Mientras su torpedo alcanzaba el primer blanco, Corran entró en la zona de alcance del segundo y permitió que recibiera toda la potencia de sus cañones láser.

Los destellos producidos por los haces láser al reflejarse contra sus escudos ocultaron los resultados del disparo, pero Silbador le informó de que un interceptor había sido destruido y otro había quedado dañado. En cuestión de segundos Corran dejó atrás la hilera de interceptores, y después tiró de su palanca de control, giró y volvió a lanzarse sobre ellos. Los bizcos, que habían quedado reducidos de ocho a seis, se dividieron en elementos de vuelo y se dispusieron a entablar combate con ala-X solitarios. Mientras dos de los bizcos empezaban a describir un círculo para ir hacia él, Corran invirtió el curso, inició un picado y luego subió y giró para encararse con ellos.

Derivó toda la energía posible a sus escudos delanteros, y después ejecutó un rizo que elevó al ala-X sobre su estabilizador-S de babor. Eso estrechó su perfil y permitió que la primera andanada de haces láser lanzada por los bizcos se perdiera a los lados del caza. En el último segundo posible, Corran seleccionó un torpedo protónico y lo lanzó en lo que casi era un disparo a quemarropa. El corelliano no había llegado a obtener una fijación de objetivo consistente, pero aun así el torpedo chocó con el primer TIE y lo hizo pedazos.

Corran desplazó la palanca de control hacia adelante y atravesó a toda velocidad el centro de una explosión de llamas. Cuando llegó al otro lado vio que había perdido al compañero de ala del interceptor, pero un problema más inmediato enseguida absorbió toda su atención.

—¡Doce, vire a babor inmediatamente!

El ala-X de Andoorni se desvió hacia la izquierda, pero el bizco que había estado siguiendo las emanaciones de sus motores se mantuvo pegado a ella.

—Con más energía, Doce. Suba.

—No puedo hacerlo. He perdido un estabilizador lateral.

—Serpentee, Doce.

La rodiana hizo que su ala-X iniciara la maniobra de tirabuzones, y los primeros disparos de los interceptores fallaron el blanco por una gran distancia. Después la proa de la nave volvió al vector original, y los haces de los bizcos atravesaron los motores. Una cortina de fuego cubrió el lado derecho de la nave, haciendo pedazos los estabilizadores-S. Un segundo después todo el caza se estremeció y su piel metálica se desprendió del casco. Un estallido de llamas plateadas surgió de la nada para convertir la nave en un sol en miniatura, y después la bola de gases en ebullición se desplomó sobre su propio agujero negro.

Corran vaporizó al asesino de Andoorni. Una parte de su ser quería prorrumpir en vítores para celebrar el haber podido cobrarse venganza en su nombre, pero Corran reprimió aquellas emociones. Dadas las circunstancias, el disfrutar de la muerte de un imperial le estaba tan prohibido como el llorar la muerte de su camarada. Ya habría tiempo para eso más tarde…, «si es que hay un más tarde». Cualquier cosa que apartara su atención del trabajo al que tenía que dedicar todos sus recursos y su capacidad le mataría, por lo que Corran expulsó aquellos pensamientos de su mente y se concentró en la batalla que hervía a su alrededor.

—Grupo Tres, la lanzadera
Devoniana
tiene a cuatro interceptores en vectores de entrada.

—Ooryl ha recibido la transmisión, Control. Ooryl los tiene.

—Estoy en su puerta trasera, Diez.

Los interceptores habían alterado su formación para establecer dos grupos, y habían seleccionado una de las lanzaderas de asalto como objetivo. Ooryl colocó su ala-X detrás de la primera pareja y redujo el nivel de impulsión para igualar su velocidad.

—Ooryl va a usar torpedos.

—Apunte bien, Diez, y buena suerte.

Los TIE rompieron la formación y se alejaron en cuatro direcciones distintas.

—Diez, pase a láseres. Deben de tener sistemas de advertencia de las amenazas.

Un caza provisto de ese equipo advertiría al piloto con una luz indicadora cuando otra nave hubiera obtenido una fijación de torpedo sobre él. Llevar a cabo una rápida serie de bruscos virajes permitiría escapar del centrado antes de que el torpedo fuera lanzado. Estaba claro que los pilotos de los interceptores que tenía delante conocían muy bien su oficio. Sólo unos pilotos muy buenos consiguen sobrevivir para llegar a veteranos en los TIE, y uso hacía que aquellos enemigos fuesen mucho mis mortíferos que cualquier otro de los pilotos a los que los ala-X se habían enfrentado hasta aquel momento.

Corran elevó el ala-X sobre los estabilizadores de estribor e inició el largo viraje que lo colocaría detrás de uno de los bizcos. Silbador graznó una nerviosa advertencia sobre otro interceptor que se estaba preparando a fin de colocarse a la cola de Corran, pero el piloto no hizo nada para librarse de la persecución del caza. El corelliano siguió totalmente concentrado en su ataque, comprimiendo el arco de su giro para reducir al máximo la distancia que lo separaba de su objetivo.

Silbador empezó a ponerse todavía más insistente, y Corran sonrió.

—Corta la impulsión.

Mientras el androide obedecía esa orden, Corran dejó caer el pie sobre el pedal derecho del timón. Eso elevó la popa de su nave, una maniobra que introdujo una nueva corrección en el curso hacia la nave que había delante de él. Además, la treta le proporcionó un ángulo de tiro terriblemente abierto al bizco que le estaba siguiendo.

—Contraimpulsión…, ahora.

Silbador volvió a conectar los motores en el mismo instante en que el ala-X completaba su arco de ciento ochenta grados. Los motores empezaron a emitir su impulsión en contra de la trayectoria de vuelo de la nave, con lo que eliminaron de manera muy efectiva su inercia e hicieron que ésta quedara totalmente inmóvil en el espacio durante una fracción de segundo. Por un momento casi impalpable, el ala-X estuvo centrado en las miras del interceptor.

Pero el piloto del interceptor ya había iniciado su giro combinado con viraje para mantener dirigidos sus cañones hacia el punto en el que hubiese debido estar el ala-X. Corran accionó delicadamente el pedal izquierdo e hizo que el morro de su caza se deslizara a lo largo de la trayectoria de vuelo del bizco. Los cuatro cañones láser escupieron dos estallidos de dardos rojos que perforaron el ala de babor y atravesaron la cabina.

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