Read Srta. Marple y 13 Problemas Online

Authors: Agatha Christie

Tags: #Intriga, #Policiaco

Srta. Marple y 13 Problemas (12 page)

BOOK: Srta. Marple y 13 Problemas
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“Los sentimientos de gratitud que George sintiera anteriormente hacia Zarida sufrieron un cambio, pues sabía que su esposa era bien capaz de pretender que se trasladasen a una casa nueva si se encaprichaba.

“—¿Qué más te ha dicho? —le preguntó.

“—No pudo decirme mucho. ¡Estaba tan trastornada! Sólo me dijo una cosa. Yo tenía unas violetas en un vaso y las señaló exclamando: “Sáquelas de aquí. Nada de flores azules, no tenga nunca flores azules. Las
flores azules son fatales para usted, recuérdelo
”. Y ya sabes —agregó Mrs. Pritchard— que siempre te he dicho que el azul es un color que me repele. Siento como una especie de prevención natural hacia el color azul.

“George era demasiado inteligente para hacerle observar que nunca le había oído decir semejante cosa y, en lugar de eso, le preguntó cómo era la misteriosa Zarida, y Mrs. Pritchard tuvo gran placer en describírsela con todo detalle.

“—Tiene el pelo negro, y lo lleva recogido en dos rodetes sobre las orejas, los ojos semicerrados con grandes ojeras oscuras, y se cubre la boca y la barbilla con un velo negro, habla con voz melodiosa, con marcado acento extranjero, español, según creo.

“—En resumen, el aspecto más comercialmente adecuado —dijo mi amigo alegremente.

“Su esposa cerró los ojos inmediatamente.

“—Me siento muy mal —dijo—. Llama a la enfermera. La falta de comprensión me afecta mucho y tú lo sabes demasiado bien.

“Dos días más tarde la enfermera Copling se acercó a George con el rostro grave.

“—¿Quiere usted venir a ver a la señora, por favor? Acaba de recibir una carta que la ha afectado mucho.

“Encontró a su esposa con la carta en la mano y al verle se la alargó.

“—Lee —le dijo.

“George la leyó. Estaba escrita en un papel muy perfumado y las letras eran grandes y negras:

He visto el porvenir. Actúe antes de que sea demasiado tarde. Tenga cuidado cuando llegue la Luna llena. La primavera Azul significa Aviso; la Malva Azul, Peligro; y el Geranio Azul simboliza la muerte.

“Cuando estaba a punto de soltar una carcajada, George captó la mirada de la enfermera Copling, que le hizo un rápido gesto de advertencia, y dijo bastante sorprendido:

“—Esa mujer trata de asustarte, Mary. De todas formas, no existen primaveras ni geranios azules.

“Mas Mrs. Pritchard empezó a llorar y a decir que sus días estaban contados. La enfermera Copling salió al pasillo con George.

“—Esto es una estupidez —exclamó mi amigo.

“—Supongo que sí.

“Algo en el tono de la enfermera le sorprendió y la contempló extrañado.

“—No irá usted a creer...

“—No, no, Mr. Pritchard. No creo en las adivinadoras, es una tontería. Lo que no entiendo es qué puede significar todo esto. Las adivinadoras suelen hacer estas cosas para ver qué sacan. Pero esta mujer parece querer asustar a Mrs. Pritchard y no veo en qué puede beneficiarle eso. No, no acabo de entenderlo. Y hay otra cosa.

“—¿Sí?

“—Mrs. Pritchard dice que esa Zarida le era ligeramente familiar.

“—¿Y qué?

“—Pues que no me gusta, Mr. Pritchard, eso es todo.

“—No sabía que fuera usted tan supersticiosa, Mrs. Copling.

“—No soy supersticiosa, pero sé cuando una cosa no tiene explicación.

“Cuatro días después tuvo lugar el primer incidente. Para que lo vean mejor voy a describirles la habitación de Mrs. Pritchard.

—Será mejor que lo haga yo —le interrumpió Mrs. Bantry—. Tenía las paredes empapeladas con esos papeles en los que se aplican grupos de flores formando una cenefa. El efecto es casi como estar en un jardín, aunque desde luego las flores no tienen lógica. Quiero decir que en la realidad no sería posible que florecieran todas al mismo tiempo.

—No te dejes llevar por tu afición a la horticultura, Dolly —le dijo su esposo—. Todos sabemos que eres una jardinera vocacional.

—Bueno,
es absurdo
—protestó Mrs. Bantry —tener campanillas azules, narcisos, altramuces, malvas y margaritas de san Miguel reunidos en un solo grupo.

—No es nada científico —dijo sir Henry—, pero siga con su historia.

—Bien, entre esos grupos de flores había primaveras amarillas y rosadas y... oh, pero sigue tú, Arthur, es tu historia . . .

El coronel Bantry retomó el hilo del relato.

—Una mañana, Mrs. Pritchard hizo sonar el timbre violentamente. El servicio acudió corriendo, pensando que estaba
in extremis
, pero en absoluto. La encontraron muy excitada y señalando el papel de las paredes. Allí, desde luego, se veía
una primavera azul en medio de las otras
.

—¡Oh! —exclamó miss Helier— ¡Qué horrible!

—La cuestión era: ¿Había estado siempre allí? Eso fue lo que sugirieron George y la enfermera, pero Mrs. Pritchard no se dejó convencer de ninguna manera. Ella no la había visto hasta aquella misma mañana y la noche anterior había habido luna llena. Estaba muy preocupada.

—Aquel mismo día encontré a George Pritchard y me lo contó —dijo Mrs. Bantry—. Fui a visitar a Mrs. Pritchard e hice cuanto pude por ridiculizar aquel asunto, pero sin éxito. Regresé realmente preocupada y recuerdo que encontré a Jean Instow y se lo expliqué. Jean es una muchacha extraña y me dijo: “¿De modo que está muy preocupada?”. Yo le contesté que la creía capaz de morir de terror ya que era extraordinariamente supersticiosa.

“Recuerdo que Jean me sobresaltó al responderme: “Bueno, eso sería lo mejor, ¿no le parece?”. Y lo dijo en un tono tan frío y extraño que, la verdad, me chocó. Claro que ahora se estila ser franco y brusco, pero nunca me acostumbro a ello. Jean me sonrió de un modo extraño y me dijo: “A usted no le gusta que lo diga, pero es cierto. ¿Para que le sirve la vida a Mrs. Pritchard? Para nada en absoluto. Además convierte en un infierno la de su esposo. Lo mejor que podría ocurrirle a él es que su mujer se muriera de miedo”. Yo le respondí: “George es siempre muy bueno con ella siempre”. Y me contestó: “Sí, se merece un premio el pobrecito. Es una persona muy atractiva, George Pritchard. Eso pensaba la última enfermera, aquella tan mona, ¿cómo se llamaba? Carstairs. Ésa fue la causa de la pelea entre ella y Mrs. Pritchard”.

“No me gustó que Jean dijera eso. Aunque una no puede evitar preguntarse...

Mrs. Bantry movió la cabeza e hizo una pausa significativa.

—Si, querida —comentó miss Marple plácidamente—. Uno siempre se pregunta cosas. ¿Esa Jane Instow es bonita? Y supongo que jugará al golf.

—Sí, es una gran deportista, y muy atractiva, muy rubia, de cutis blanco y con unos preciosos ojos azules. Desde luego, siempre hemos pensado que ella y George Pritchard hubieran hecho muy buena pareja, es decir, si hubieran sido otras las circunstancias.

—¿Y eran amigos? —preguntó miss Marple con interés.

—Oh, sí, grandes amigos.

—¿Crees que podrás dejarme continuar mi historia, Dolly? —dijo el coronel Bantry en tono plañidero e infantil.

—Arthur —dijo Mrs. Bantry con aire resignado— desea volver a sus fantasmas.

—Supe el resto de lo ocurrido por el propio George —continuó el coronel—. Ni que decir tiene que Mrs. Pritchard armó un gran revuelo a finales del mes siguiente. Marcó en el calendario el día en que iba a haber luna llena y aquella noche hizo que la enfermera y su esposo permanecieran en su habitación estudiando atentamente el papel de las paredes. Había narcisos rojos, pero ninguno azul. Luego, cuando George salió de su dormitorio, ella cerró la puerta con llave.

—Y a la mañana siguiente había un gran narciso azul —dijo miss Helier en tono alegre.

—Cierto —replicó el coronel Bantry—. O por lo menos casi ha acertado. Una flor de uno de los narcisos, la que estaba precisamente encima de su cabeza, se había vuelto azul. Aquello asustó a George y claro, cuanto más se asustaba, menos quería tomarlo en serio e insistió en que todo aquello tenía que ser una broma. Hizo caso omiso de la evidencia de que la puerta había estado cerrada con llave y de que Mrs. Pritchard hubiera descubierto el cambio antes de que nadie, ni siquiera la enfermera Copling, entrara en su habitación.

“George estaba asustado y se comportó de un modo irracional. Su esposa deseaba abandonar la casa y él no quiso permitírselo. Por primera vez se sentía inclinado a creer en lo sobrenatural, pero no estaba dispuesto a admitirlo. Por lo general dejaba que su esposa se saliera siempre con la suya, pero aquella vez no lo consentiría. Mary no debía ponerse en evidencia y dijo que todo aquello era una tontería. “Y así transcurrió rápidamente otro mes. Mrs. Pritchard protestó menos de lo que era de esperar. Creo que era lo bastante supersticiosa para creer que no podría escapar a su destino, y se repetía una y otra vez: “La primavera azul, aviso. El narciso azul, peligro. El geranio azul,
muerte
”. Y contemplaba durante horas y horas el grupo de geranios rosados y rojos más cercano a su cama.

“Aquel asunto iba alterando los nervios de todos, de tal modo que incluso la enfermera se contagió y fue a ver a George dos días antes de la luna llena para suplicarle que se llevara de allí a Mrs. Pritchard. George se puso furioso. “—¡Aunque todas las flores de esa condenada pared se volvieran azules no podrían de ningún modo matar a nadie! —gritó.

“—Sí que pueden. Muchas personas han muerto de
shock
antes de ahora.

“—Tonterías —contestó George.

“George había sido siempre un poco testarudo. Era imposible manejarlo. Creo que albergaba la secreta idea de que su esposa era la autora de aquellos cambios de color y que formaba parte de alguno de sus histéricos y morbosos planes.

“Pues bien, llegó la noche fatal. Mrs. Pritchard cerró la puerta con llave como de costumbre. Estaba muy tranquila, pero con una calma extraña. La enfermera se sentía muy preocupada por su estado de ánimo. Quería darle un estimulante, una inyección de estricnina, pero Mrs. Pritchard se negó. Creo que en cierto modo aquello le divertía. Por lo menos eso dijo George.

—Creo que es muy posible —dijo Mrs. Bantry—. Para ella debía tener una especie de extraño encanto.

—A la mañana siguiente no sonó violentamente el timbre. Mrs. Pritchard solía despertarse a las ocho. Como a las ocho y media no había dado aún señales de vida, la enfermera golpeó con fuerza la puerta de su habitación y, al no obtener respuesta, fue a buscar a George e insistió en que la echaran abajo. Al fin lograron abrirla con un escoplo.

“Una mirada a la figura inmóvil que yacía en la cama fue suficiente para la enfermera Copling. Envió a George a telefonear al médico, pero era demasiado tarde. Mrs. Pritchard, según dijo, debía llevar muerta por lo menos ocho horas. El frasco de sales estaba sobre la cama junto a su mano y
en la pared uno de los geranios rosados había adquirido un intenso color azul
.

—¡Horrible! —exclamó miss Helier con un estremecimiento.

Sir Henry meditaba con el entrecejo fruncido.

—¿No hay algún otro detalle que podamos conocer?

El coronel Bantry negó con la cabeza, mas su esposa intervino rápidamente.

—El gas.

—¿Qué sucede con el gas? —quiso saber sir Henry.

—Cuando llegó el médico, se olía ligeramente a gas y en la chimenea un hornillo de gas estaba ligeramente abierto, pero tan poco que no pudo haberle ocasionado la muerte.

—¿Lo notaron Mr. Pritchard y la enfermera cuando entraron por primera vez?

—La enfermera dijo que notó un ligero olor y George que no olió a gas, pero sí a algo que le hizo sentirse incómodo. Lo atribuyó a la sorpresa y probablemente fue eso. De todas formas no murió por causa del gas y el olor era casi imperceptible.

—¿Y éste es el final de la historia?

—No, no lo es. El asunto suscitó muchos rumores. Comprendan, los criados habían oído cosas. Por ejemplo, que Mrs. Pritchard dijo a su esposo que él la odiaba y que se alegraría y se reiría aunque ella se estuviera muriendo. Y también algunos comentarios más recientes. Un día había dicho, a propósito de su negativa para que abandonara la casa: “Muy bien, cuando haya muerto espero que la gente comprenda que tú me has matado”. Y dio la mala suerte de que él había estado preparando un líquido matahierbas para el jardín el día anterior. Uno de los criados jóvenes lo vio y luego le vio llevarle un vaso de leche caliente a su esposa.

“Las habladurías seguían circulando. El médico puso en el certificado, aunque no sé exactamente en qué términos, que había muerto de
shock
, de síncope, fallo cardíaco o algo parecido. Sin embargo, la pobre mujer no llevaba aún un mes en la tumba cuando se solicitó una orden de exhumación, que fue concedida.

—Y recuerdo que el resultado de la autopsia fue negativo —dijo sir Henry en tono grave—. Por una vez, hubo humo sin fuego.

—Todo el asunto es realmente extraño —dijo Mrs. Bantry—. Por ejemplo, la adivinadora, Zarida... ¡En la dirección que dio nunca habían oído hablar de ella!

—Apareció de pronto, como por arte de magia —dijo su esposo—, y como por arte de magia se desvaneció. ¡Tiene gracia!

—Y lo que es más —continuó Mrs. Bantry—, la enfermera Carstairs, que se suponía que fue quien la recomendó, nunca había oído hablar de ella.

Se miraron unos a otros.

—Es una historia misteriosa —dijo el doctor Lloyd—. Se pueden hacer mil conjeturas, pero adivinar la verdad...

Meneó la cabeza.

—¿Se ha casado Mr. Pritchard con miss Instow? —preguntó miss Marple con su dulce voz.

—¿Por qué lo pregunta? —quiso saber sir Henry. Miss Marple abrió desmesuradamente sus ojos azules.

—Me parece importante —explicó—. ¿Se han casado?

El coronel Bantry meneó la cabeza.

—Lo cierto es que esperábamos que ocurriera, pero ya han transcurrido dieciocho meses y no creo ni siquiera que se vean a menudo.

—Eso es importante —dijo miss Marple—, muy importante.

—Entonces piensa usted lo mismo que yo —intervino Mrs. Bantry—. Usted cree...

—Vamos, Dolly —la atajó su esposo—. Lo que vas a decir no tiene justificación. No podemos acusar a la gente sin tener la más leve prueba.

—No seas tan... tan masculino, Arthur. Los hombres siempre tenéis miedo a decir
cualquier
cosa. De todas formas, esto queda entre nosotros. Es sólo una fantástica idea que se me ha ocurrido, que Jean Instow pudo haberse disfrazado de adivinadora. Tal vez lo hiciera para gastarle una broma. No creo ni por un momento que tuviera intención de ocasionarle daño alguno. Pero, si lo hizo y Mrs. Pritchard fue lo bastante tonta como para morirse de miedo... bueno, eso es lo que ha querido decir miss Marple, ¿no es cierto?

BOOK: Srta. Marple y 13 Problemas
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