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Authors: Carmela Ribó

Mujer sobre mujer (6 page)

Debes saber que a partir del año que viene he decidido viajar. Iré, si puedo, a los sitios sagrados del planeta. Pediré todas las licencias que el sistema otorga, me vestiré con unos
jeans,
los más viejos que tengo, mi gran sombrero (que tiene una incalificable flor de girasol al frente), y vagaré por esos mundos de dios en busca de Xanadú.

Ya sé que Xanadú es un lugar imaginario, pero, si nos empeñamos, podemos crearlo en la tierra, no?

Aquí viene una confidencia grave, mi querida amiguita.

Desprecio, por vocación y lucidez, la obscenidad de este sistema y lo alienante de sus imposiciones. Hubo un tiempo, en la lejana Argentina, en que achacaba toda esta forma de vida moderna a los gringos. Con decirte que me abstenía de tomar Coca-Cola porque era la bebida del imperio… creo que digo bastante acerca de mis puritanas convicciones. Pero eso ha ido cambiando. Ahora que vivo entre los gringos y los acepto, incluso los aprecio, me empeño en celebrar la vida y hacer honor a mis remotas raíces italianas. Siempre que hay ocasión, organizo reuniones y fiestas para cantar (en casa casi todos cantan o tocan la guitarra). También mis amigos más queridos han resultado cantores, y nos gusta trasnochar, después de muchas grapas y cosas ricas que yo preparo. Así se nos hacen los amaneceres. Y así también hemos compuesto algunas canciones musicalizando poemas, y riéndonos borrachos de alegría. Hay un cantante popular aquí, que dice en una canción por el estilo de mis fiestas: «Borracho, pero con flores vengo». Así.

Ahora todos se han hecho tan adictos a mis pasteles de cumpleaños que me piden festejos porque sí, por estar juntos.

A eso le han dado en llamar «Queremos festejar un no cumpleaños!», como en el cuento de
Alicia en el País de las Maravillas
.

Pensarás que estoy loca. Bueno, un poco sí, afortunadamente. Y no he renunciado a los sueños de redimir el mundo que albergué en mi juventud (quizá eso sea influencia de mi querido papá, que se empeñaba en redimir Argentina).

Un abrazo de

Lauri.

 

Un día después:

 

Querida Concha:

Abundando en lo que te decía en mi última (o penúltima, no sé), estoy segura de que deberíamos regresar a los trueques o a un mutuo darnos porque sí, porque el otro lo quiere o necesita. Quizá algún día evolucionemos como especie para no cometer el mismo error de permitir que la codicia prospere a partir de un honesto intercambio primitivo. Promulgo, pues, un regreso a las buenas costumbres ancestrales. Pero con inteligencia y desde la sabiduría de comprender lo históricamente mal andado…

Yo tengo una virtuosa idea al respecto. Algún día no muy lejano voy a fundar un pueblo. Algo así como en aquella película,
La aldea
(no sé si la habrás visto), pero sin religiones, sin mentiras y sin ningún acuerdo servil con el capitalismo o cualquier otra doctrina que menoscabe nuestra intrínseca libertad y autonomía productiva. Allí vamos a subsistir honradamente tomando de las generosidades de la Madre Tierra, pero con mesura y de manera sagrada. Ecológicamente. A veces también pienso que sería más sencillo mudarme con los yanomanis. A fin de cuentas, instalarme en el norte de Brasil no sería tan dificultoso como fundar mi aldea!

Yo soy una guardiana de la Tierra, no te quepa duda. Y Ella me entiende y me habla desde siempre. Sabías que cuando era pequeña (cinco o seis años quizá) solía mantener largos diálogos con los árboles? Mis pobres padres, que nunca pudieron escucharlos a ellos, estaban consternados con mis rarezas. Y también lo guardaban con cierto disimulo: que en aquel tiempo a nadie se le ocurría empastillar a los niños llevándolos al psiquiatra… Ellos me miraban con tierna consternación y también con un poco de pena. Bueno, mi padre. Mi madre decidió aplicarme unos cuantos zapatillazos en el culo y sanseacabó el asunto de los diálogos arbóreos. Así era la pedagogía de la época…

Pero, a pesar de aquellas crueles represiones, yo sigo dialogando con mis amigos, los escucho largamente y los prefiero a cualquier música humana. Incluso los prefiero a Mozart. Lo cual dará una idea aproximada de mis genéticos, constantes amores, por los árboles. Yo sufro por la Tierra y por todo lo que vive. Sufro por sus dolores y por esta constante violación a la pureza. Si Ella un buen día de estos nos mandara a todos al fondo del océano (como en los tiempos de la Atlántida), quizá también me ahogue, pero lo haré del todo convencida de su justicia. Estas son algunas de mis «cosas de pequeña provinciana».

Ya me voy explicando?

Y no te creas que no he buscado soluciones. Al principio, cuando yo bromeaba y decía que fundaría una aldea preneolítica, mis amigos se reían, y mucho, de mis ideas. Pues ahora conozco al menos dos parejas con sus respectivos hijos que han declarado seriamente que, si cumplo mis amenazas, se vendrían conmigo de cofundadores, a desbrozar los campos y revitalizar las cosechas con nuestras energías esotéricas. La pura verdad! Vendrías conmigo, Conchita? Claro, que tendrías que sacrificar algunas cosas de tu dieta… No sé, vos andá pensando en estas profundas disquisiciones mías.

Bien, ya te conté el pasado y hasta te he puesto al tanto de empeños y futuros probables. Me hace bien esta confianza contigo, caracola, y eso debo agradecértelo. Te conté mi vida como si contara el argumento de un libro no muy entretenido, sin autocompasión y sin dolor, a pesar de que fueron vivencias que me lastimaron. Me parece que he madurado. Bueno, si omitimos el detallito (del todo adolescente) de mis futuros viajes con destino esotérico y sombrero girasol!

Ha sido una carta larga, algo muy fuera de mi estilo haragán y contemplativo. Bueno, no demasiado haragana. Eso es lo que puede parecer porque no compito. Estudio a mi propio ritmo (interrumpido), investigo (y me voy por las ramas), preparo algún proyecto muy erudito y sanseacabó. No debe haber casi nada en este mundo que yo haga demasiado en serio. Excepto mis estudios de metafísica.

Un abrazo,

L.

 

Un día después:

 

Concha, amiguita:

Te contaré otras cosas de mi día. Hoy regresó mi amiga Julia. Estuvo una semana en un viaje de fin de curso. No te he contado que estudia francés. Vino un poco bronceada y más gordita y extrañándome mucho. Ella me abraza y se hace un ovillito, más pequeña aún, si eso es posible. Cierra los ojos y sonríe como un niñito al que nunca abandona del todo su tristeza. Me queda tan bajita entonces que puedo olerle el pelo, siempre tan perfumado. Es un ser de bondad, aunque muy frágil. Ya te conté que hay que abrazarla con muchas precauciones porque podría romperse fácilmente.

Nunca me cuentas nada de tu vida. Solo sé que eres una mujer muy ocupada. Y yo te lo cuento todo. No es justo.

Caramba. Hora de salir para la biblio. Otro día, más.

L.

 

Tres días después:

 

Querida Laura:

Te contaré cosas de mi vida para que veas lo aburrida que es. Anoche regresé cerca de las dos de la madrugada después de varias horas de fiesta de prebostes. Lo mejor fue el marco, el antiguo Palacio de Comunicaciones hoy convertido en ayuntamiento, un edificio de confusos estilos de principios del xx, con artesonados profusamente decorados. La conferencia previa la dio un ilustre académico que intentó hacer un compendio de dos conferencias que debe haber impartido decenas de veces (suele ocurrir), pero, como no había pasado a limpio las notas, iba leyendo de manera un poco monótona y distraída, escogiendo los párrafos más adecuados, titubeando, pasando muchos folios amarillentos… en fin, penoso.

Después se celebró una cena, en mesas de ocho comensales, redondas. La mía, toda de banqueros y subsecretarios, letal. Ya te puedes imaginar las conversaciones.

Avanzada la cena, y ya con cinco o seis copas de cava en el cuerpo, empecé a ponerme melancólica y algo sombría, a ensimismarme y a dejar que las conversaciones me resbalaran sin atenderlas. Me puse a contemplar el juego de luces de los vinos en las copas y las sombras un poco trémulas de las velitas que ardían en el centro de la mesa, entre el
bouquet
de flores secas y una pecera cuadrada en la que flotaban margaritas como nenúfares… Pensé en ti, en tus proyectos que no siempre entiendo, pero que me llevan a un mundo mejor que el que conozco. Pensé que eres libre dentro de ese mundo que reconoces y delimitas, mucho más que yo, encerrada en el mío tan falso y tan tedioso. Quiero decir que te envidié.

Esta noche tengo otra cena de compromiso en no sé qué acto de una multinacional que hace negocios con Emilio. No sabes cómo me joroba tener que emperifollarme, soportar charlas profesionales, deambular entre hinchados egos en el palacete adquirido por una aseguradora internacional donde se celebra la cena y regresar a casa tarde. Bueno, estas son también las servidumbres sociales, supongo. En estos días prenavideños menudean en España las cenas de empresa.

Supongo que la crisis acabará con muchas de estas costumbres, pero para entonces yo estaré quemada. Me gustaría coger la maleta y perderme otra vez en Mitilene sin decir a dónde voy, sin móvil y sin Internet. (Vaya, ya se me escapó coger. Quise decir agarrar la maleta, ja, ja).

Te abraza,

C.

 

Cinco horas después:

 

Dear
Conchita:

Salgo de compras y es como una excursión a la era de hielo, me congelo edificantemente en la biblio, voy de una habitación a la otra de mi casa ordenando el caos y fingiendo que soy una intrépida montañista, y cuando al fin me siento en el estudio, ah… ese calor de verdadero hogar: libros amigos (telarañas incluidas, porque toda forma de vida es bienvenida en esta casa), una humeante taza de té de manzana, mi Sofi (así llamo a mi compu), que solo a vos te escribe, y un buen fueguito. Una pena que sea artificial. Ya tendré mi estudio con una estufa de leña. Mientras tanto, me he comprado un piyama de felpa, es mi uniforme cuando llego a casita. Si me vieras! Un traje de duende color crema, con unos gatos en verde pastel y las pantuflas haciendo juego. O sea, a lunares verdes, azules y blancos… Como verás, no dejo ningún detalle al azar. Con qué otro atuendo armonizaría junto a mi regia chimenea? Por las dudas te aviso, ni muerta me tomaré una foto con esta facha. Pero bien que me río imaginando tu carita si vos me vieras.

Me río mucho diciéndote estas cosas y haciéndote berrinches solo por tener otra excusa para escribirte. Tendrías la bondad de ser sufrida y compasiva con tu amiga?

La verdad es que me gustaría tanto que vivieras aquí, donde mejor te quiero, como decía Benedetti. Yo te mostraría nuestra ciudad, en sus rincones más sencillos y entrañables, en los que no hallarás
glamour
ni alarde de riquezas, rincones del Brooklyn decimonónico con cierto abolengo de árboles antiguos y balcones de mármol manchados por el tiempo y a veces alcanzados por indómitas rosaledas que crecen sin poda.

Pienso que quizá preferirías visiones menos decadentes, quizá alguno de esos parques minimalistas con algún parterre salpicado entre el césped limpio y cortado al rape, uno de esos lugares donde siempre hay niños jugando (cosa rara estos días), conjuntos
soul
que cantan por unas monedas y parejas que cuando llega el verano se tumban y se miman como si estuvieran (y están) completamente ajenos y solos.

Hoy, con estos fríos nevados, vas a ver muchos termos que llevan los paseantes. Por estas latitudes las personas se dan un refrigerio un tanto curioso: supongo que ya sabrás de nuestro mate. Ese brebaje (infusión) medio amargo y que te deja los dientes verdes, como aquella mora de la canción. Pero nos hemos aficionado mucho al mate, tanto, que es un emblema de estos parajes sureños, y los que vivimos en el exilio nos mantenemos fieles a él como un recuerdo de la patria perdida (y no siempre añorada, si te soy sincera). A mí, por cierto, me encanta acompañarlo con tarta de manzana, lo que resulta muy gringo.

Ya sé que no todo el mundo conoce estas costumbres (como a veces tendemos a creer).

Nuestro humilde mate, la bebida de los pobres, que se ganó un merecido lugar conquistando todas las clases. Ahora ves por qué yo siempre digo que los argentinos somos muy democráticos.

Te decía, caracola, que estamos caminando, y, como no sos de aquí, seguramente las personas se darían vuelta para mirarte, cuando escucharan tu acento español. Eso sí, lo harían muy respetuosamente, que los gringos somos muy educados. En general, digo, también tenemos una peste suburbana, producto de la gran pobreza, que hace alarde de pobrezas más trascendentes…

Estos días tengo algunos problemas con Julia. Requiere mucha paciencia soportar sus recelos. Ella siempre piensa que nadie la quiere bien y, por supuesto, así es! Pero solo porque esa es la energía que emite, y como ya sabemos: lo que enviamos, vuelve. O como dice la máxima espiritual: «Lo que hay dentro de ti, está a tu alrededor». Me ha decepcionado un poco, porque no le conocía esa faceta de obstinación y suspicacia que está revelando estos días. Yo creí que se sentiría tan dichosa como yo cuando algo la hace feliz a ella. Que bien mirado no son muchas cosas, y por eso le tolero algunas mezquindades. No vayas a creer que no tiene virtudes: es honesta, sincera hasta la exasperación y buena como un pan recién horneado. Es bastante linda también. Pero ella no lo sabe todavía. La quiero mucho y no quiero hacerle daño, pero noto que, desde que apareciste tú en mi vida, Julia y yo andamos menos conjuntadas. Hace unos días me preguntó «Cómo van las cosas con tu Concha?» (lo dijo así, con el posesivo «tu»), y yo, que ya sé que no puedo contarle nada porque muere de celos, solamente levanté la vista al techo y sonreí con un suspiro. Entonces me gritó (sí, lo gritó): «Es una injusticia! Por qué todos se enamoran menos yo?». Imagínate, ¡enamoradas nosotras! Y a esta amiga que tan contenta se pone con mi felicidad le habría de contar alguna cosa? Y siendo que es tan suspicaz, te parece que yo puedo aún hacerle historias para divertirla? Si no he terminado enteramente este vínculo (en donde solo yo era amiga), ha sido porque me da más lástima que bronca. Aún tengo que explicarle un par de cosas, porque las necesita más que al aire para vivir. Pero no voy a hablar de ella. No merece más que esto que ya he dicho, para que veas que adolezco de soledades, como vos misma cuando andas de bridge con esas damas encopetadas.

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