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Authors: Carmela Ribó

Mujer sobre mujer (43 page)

BOOK: Mujer sobre mujer
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Caracola ya debería estar aquí, conmigo, en la casa de adobe. Debidamente bañada en nuestra tina humeante junto al fuego, con la piel suave y olorosa a cardamomo. Yo te haría un masaje en la espalda con mis aceites y mis símbolos mágicos, y dormirías después el sueño a ratos inquieto de tus muchos caminos y jornadas sin mí. Despertarías al alba del nuevo día y yo estaría a tu lado, envuelta en la tibieza del sueño y de tu abrazo. Me besarías los hombros y yo te alcanzaría a la boca un gajo de naranja…

Lo siento, amor, pero debo dejar la historia en este punto. De algún modo improbable, necesito pensar que lograré algún interés para que leas mi carta de mañana. Yo necesito saber de vos, Conchita. Quiero saber cómo estás y que me cuentes tus impresiones de estos días. En realidad, quiero saberlo todo! Te necesito, amor. Te dejo muchos besos, tantos que no podrías contarlos aunque quisieras. Pero yo sí los cuento: tengo un ábaco mágico y voy a reclamarte la devolución de mis besos, uno a uno y con intereses de codiciosa y usurera. Te sonreís, caracola? Vos vas a comprobar que hablo muy en serio! Te amo.

PD: Mi dueña: he encontrado en Internet fotos de la montería. Así que no faltó ni el fotógrafo del
¡Hola!
. Ya veo que estaba toda la aristocracia, solo faltaban los reyes. Con una lupa he escrutado en las fotos colectivas. Ya me darás noticia de esa chica que veo a tu lado.

 

Un día después:

 

¿Te refieres a la chica guapa, altísima y minifaldera? Es la sobrina del ministro Antúnez. La conozco desde que era una niña de trencitas y le profeso un afecto maternal.

¿No estarás celosa, no? Te adoro incluso así.

C.

 

Dos horas después:

 

Bueno, yo no la encuentro tan chica ni tan guapa. Aunque, lo de minifaldera, ni el mismísimo Platón resucitado para tan noble empresa podría discutírtelo. Será por eso (por la faldita mínima de esta hija postiza) que me parece le estás pellizcando el trasero, muy maternalmente, claro. Y no intentes negarlo, caracola: hay que ver tu expresión, y la suya! Indecente. Te dejo solo unos días y ya te vas por los maizales. Bien, me lo merezco. Yo nunca he tenido vínculos con mujeres (ni con hombres) que estén en compromiso. Y en justísima correspondencia, ahora me toca a mí probar mi jícara de hiel. Y no me quejo: nadie puede permanecer ajeno a la Ley de Retribución. Ni siquiera las brujas. Y yo pensando que estabas enfermita y cansada… No habrá video ni fotos ni nada. La virtualidad tendrá su encanto, pero nadie podría competir con un trasero casi al aire y tridimensional. Así que fríos de Siberia… Seguramente. Debe hacer un frío tan espantoso que las chicas guapas se atreven a las minifaldas para paliar esas corrientes gélidas. Sibarita, impúdica y desvergonzada. Te he hecho muchas preguntas en las últimas cartas. No volveré a escribir hasta que vos respondas puntualmente a todas.

L.

 

Un día después:

 

La princesa es mala, desconfiada y recelosa. La quiero a pesar de estas tachas, pero qué mala es. Las preguntas, a ver, buscaré a ver qué me has preguntado y no he sabido contestar (¿no habíamos quedado en que numerarías las preguntas en cada carta?). Me haces un lío, pero aun así te quiero. Y sí, estaba malita y encogida de frío.

C.

 

Un día después:

 

Pocahontas querida:

No termino de un compromiso cuando me complico en otro. Quería descansar un par de días de la montería, pero ayer me llamó Puri Arteche de Soto para decirme que tenemos reunión de la Asociación de la Cruz Roja en Valencia (han tenido que adelantarla por problemas de agenda del presidente de la comunidad que ha de presidirla). Salgo dentro de un momento. Me lleva Raimundo a la estación del Ave y de camino recogemos a Montse López de Vinuesa y a Maruja Solórzano que también vienen. Eso quiere decir que ni siquiera esta noche podré descansar, porque compartiremos habitaciones dobles y a mí me tocará Montse, que en cuanto se duerma se pondrá a cantar (tiene esa extraña costumbre) una especie de salmodia ininteligible de gorgoritos que hace, en lugar de roncar.

En fin, paciencia. Estaremos de regreso pasado mañana. Te escribo entonces más. Te quiero.

C.

 

Diez horas después:

 

Conchita:

No va a gustarte esta carta, amor. Pero quedamos en que habríamos de ser siempre sinceras. He sentido algo turbio todo el día. Una desconfianza, por un momento una duda acerca de tu bondad conmigo. Todavía no sé bien qué pensar al respecto, porque no puedo pensar con claridad cuando mis emociones me enturbian el juicio. Y no quiero escuchar ningún reproche por esta duda mía: un día me escribiste (yo te leí) que podría estar burlándome de vos. En aquella otra me pedías que no jugara contigo. Esto que siento hoy es de la misma índole, aunque sea otra cosa. Es el mismo temor, la misma angustia.

Hace tiempo me contaste de aquella amante que cantaba en sueños después de hacer el amor. Recordás? Me decías como si perteneciese al pasado. Ahora me dices que tu amiga Montse, con la que vas a compartir habitación en Valencia, canta en sueños. Ya veo que es la misma amante y que no pertenece al pasado sino al presente y bien presente. Por qué me has mentido? No ves que esa mentira destruye la confianza que en vos había puesto? También puede ser mentira ese amor que me decís. No puedo evitar pensarlo. Pienso enormidades en mi desesperación, pienso incluso que sos una depredadora sexual que me está burlando y que esa promesa de romper con todo y venir a mi lado es falsa.

Qué es lo que vos querés de mí, Conchita? Y no es retórica: yo espero una respuesta a esta pregunta. Una respuesta en donde mi reacción o mis expectativas no puedan impedirte ser sincera. Hoy de verdad espero que me contestes como si al escribirme te escribieras a vos. Si no ha de ser así, podés obviar esta pregunta.

Te entenderé de todos modos.

Me he dado cuenta de algo: no te estoy aceptando con tus limitaciones. Te estoy aceptando con tus reticencias. Y no intentes negarlo, porque es algo notorio. Será muy lógica tu prudencia, será muy razonable. Ya que no me contás, no voy a entrar en eso. También yo seré un poco ingenua y no muy lista, ninguna de estas cosas es o ha sido obstáculo para que al fin comprenda lo que a un nivel más racional cualquier otra persona entendería más rápido.

Y por las dudas te aclaro que yo no estoy jugando contigo, aunque vos y yo juguemos a muchas cosas. Este juego virtual. Un entretenimiento que no hace daño a nadie y no requiere de ninguna entrega. Pero yo soy una mujer muy simple, si es que con tres palabras pudiera definirme. Alguien que te piensa, te sueña y te desea demasiado para estar tan lejos. Alguien que te ha pedido un lugar en tu vida. No sé si te das cuenta: un lugar en tu vida no un ejercicio erótico y virtual de las palabras. Es otra cosa. Una oportunidad. Por muy remota, inquietante y alocada que sea, sigue estando en el rango de las cosas probables. Y es la última vez que hago esta alusión, porque yo sé leerte bien y sobre todo cuando no decís palabra alguna. Si ese día existiera, y si entonces pudieras sentir al menos la mitad de lo que siento ahora, quizá comprenderías lo que es un ser genuino más allá de cualquier apariencia.

Me siento muy cansada. Son muchas emociones para una pobre bibliotecaria que hoy no puede decirte palabritas de amor, aunque las sienta y aun cuando ahora mismo ellas están en un debate con mis resquemores, porque quieren salir y decir su canción a toda costa. Las diga o no las diga, están ahí. Vos ya las conocés. Son tan simples, caracola, pero son para vos, aunque hoy también inusualmente guardadas de prudencia.

No te preocupes, Concha. No me decepcionas. En realidad, nunca creí que te desprendieras de todo lo que te ata ahí para venir conmigo. Lo que me duele es que mantengas esa esperanza intermitente, jugando con mis sentimientos. Mírate bien, caracola. De verdad crees que eres distinta a esas amigas vaquiburras (como tú las llamas) que tan insoportables te resultan?

L.

 

Tres horas después:

 

Laura, ¿era necesaria esa dureza? Es cierto que mi amante aquella no era otra sino Montse. Si entonces te lo oculté fue por no atormentarte con celos. Mi relación íntima con Montse terminó hace años y quedó solo en la de dos buenas amigas que se consuelan porque no son felices en sus matrimonios. Ahora Montse tiene una amante, aquella Luisa que he mencionado alguna vez. Y no solo canta en sueños después de hacer el amor sino siempre. Cuando vamos a Valencia, compartimos habitación simplemente porque somos buenas amigas, y puedo bien asegurarte que no compartimos la misma cama. Yo, lo creas o no, solo guardo mi deseo para ti, para cuando estemos juntas.

En cuanto a tu mención de las vacaburras. ¿Has intentado insultarme al rebajarme a su nivel? ¿No habrá cierto resentimiento social oculto bajo las utopías de la New Age?

Te dejo ahora, con el corazón muy contrito. Me duele el hombro (la vieja quebradura del esquí) y me duele el corazón.

C.

 

Dos días después:

 

Caracola:

Perdón. Vuelve a mí, por favor. Mi vida gira irremediable en torno a la tuya. Y aunque bien podría seguir como antes, como aquel planeta solitario que era, yo no quiero. Te añoro y te deseo demasiado. No es dependencia de caracola: es este intenso, arrebatado amor que vos me despertaste y me enaltece. Y sin el cual todo en mi mundo se ve descolorido y falto de sentido. Yo no sé cómo ha sido, no entiendo los por qué y tampoco intento desentrañar esta rareza que me pasa con vos. En cambio, sé muy bien qué es lo que siento. Esta dulce nostalgia por alguien a quien presiento, como decía Silvio: «mi último sueño, mi más roja flama». Como decía un amigo mío, «si tiene todos los síntomas…».

Para mí es amor.

Te quiero, Concha. La vida nos debe y habrá de hacernos el justísimo obsequio de un largo tránsito para las dos. Para andar juntas algún día que espero con la ilusión de una novia en purdah. Con un lento tejer de Penélope.

Me gustaría estar ahí, contigo, y darte besos que merezcan tu perdón. Y ser como un airecito fresco para ese hombro dolorido de caracola.

Te cuidaré en Mitilene. Te repondrás y yo me sentiré feliz por cuidar mi tesoro. Dejarás que te mime y acaricie esta noche? Nuestra casa no tiene, nunca ha tenido, cerrojos. Tiene, sí, una princesa caprichosa y volátil, pero no es de mala. Es, a pesar de todo lo vivido y sufrido, una mujer un poco ingenua y malcriada. Tendrías la bondad de seguir siendo tolerante conmigo? Mejoraré, lo prometo. (O tendrás que quererme defectuosa y todo! A fin de cuentas, yo igual te amo, a pesar de que seas una tirana, bajo esa seductora aura tuya).

Sé que pertenecemos a clases sociales bien dispares, pero no guardo resentimiento hacia la otra, de veras. Generaciones, hemisferios, océanos, mundos distantes que nos hicieron lo que somos y nos han mantenido separadas hasta ahora. Pero no pasará de aquí tanta distancia. Me dejé arrastrar por otras cosas que mi señora no sabe de mí. Guardo una herida que todavía no cierra bien del todo. Perdón, mi amor. Te adoro, me he dado cuenta (con prescindencias que en otro momento de mi vida creí serían insalvables) que ya no quiero vivir ajena a vos. Como quiera que pienses y como quiera que sea tu visión de lo que sea. Yo te amo.

No renunciaré a mi visión de las cosas. Renuncio a la intransigencia de cualquier posición que me separe de lo que más amo en este mundo, la Concha que llamo en mis insomnios.

Me perdonaste ya, caracola? Puedo abrazarte y refugiarme en tus brazos, segura de que mi amor aún me quiere? He abierto un poco tu camisa, y tengo la cara enteramente pegada a tus manzanitas, a tus duraznos. Me gusta respirarte así. Me parece que quizá esa caricia de mi aliento te predisponga a los perdones… Ahora que estoy sola de vos, sin saber todavía si entrarás a nuestra alcoba, te deseo más que nunca. Y te quiero.

Laura.

 

Un día después:

 

Mi adorada, mi dueña:

Te he buscado en tus cartas, te he buscado en tus fotos (que no son indecentes como las mías) solo para reconciliarme, para mirar tu boca, morirme de ternura y perdonarte por tus «atropellos del amor».

Las barreras que hay entre nosotras no son de nuestras concordadas almas, son este mar, tu matrimonio, tus hijos y esta impotencia de encontrarte conmigo hoy, ahora mismo, porque hasta eso depende de otra persona. No de mí ni de vos como quisiera y sería lo único justo. No es un reclamo, estoy simplemente observando los hechos. Y si acepto estas limitaciones es porque yo sí te quiero. Pero te quiero a vos enteramente, no solo a tu cuerpo, que también me enamora, no solo a tus palabras de amor para mí. Te quiero a vos. Yo quiero ser y seré muchas cosas para mi dueña. Pero esa entrega que me exigís tendrás que exigírmela en persona y ayudarme a superar «mis prejuicios, mis resistencias y mis tapujos» de un único modo: amándome. Algo dentro de mí está indefenso y tiene miedo de tu amor. No es mi desamor. Es mi amor también el que me asusta. Porque yo te adoro, Concha. Y no sé adónde me lleva…

Yo no juego contigo ni te torturo: yo te adoro, Conchita! Pero, por caridad, no me digás que romperás con todo y vendrás a mí cuando bien sabés que no tenés fuerza ni ganas de hacerlo.

Mis sombras que yo tampoco me atrevo a ver abiertamente, mi albedrío, mis vulneradas potestades, mi orgullo y mis limitaciones provincianas son ahora mis murallas. Tendrás que ayudarme con eso, amor, porque sola no puedo. Tendrás que demolerme vos personalmente y hacerme de nuevo para nosotras. Y yo no soy mezquina. Vos me exigís hasta un extremo al que hoy, ahora, no puedo llegar si no es contigo y de tu mano. Arrebatada mía! Mi dueña exigente y nunca satisfecha! Mi insoportable amor! Te amo.

BOOK: Mujer sobre mujer
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