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Authors: Craig Russell

Tags: #Policíaco, #Thriller

Muerte en Hamburgo (26 page)

—¿Reuniones con quién? ¿Cuál era el objetivo de la operación?

—Observar. Klugmann rondaba las actividades del crimen organizado sin casarse con nadie. Trabajaba para Hoffknecht, que a su vez trabajaba para Ulugbay, pero no estaba vinculado a la organización de Ulugbay. Ha estado dando voces para que se sepa que quiere participar en algún negocio serio.

—Eso no responde a mi pregunta. ¿Quién era el objetivo y qué finalidad tenía la operación?

—Era una operación para recabar información de inteligencia. El objetivo específico era una organización nueva ucraniana muy poderosa que ha llegado a la ciudad. Sospechamos que ellos mataron a Ulugbay. —Fabel recordó lo que le había contado Mahmoot. Dejó que Volker continuara—. Promovimos la operación porque nadie hablará sobre ellos. Nuestros contactos habituales tienen mucho miedo a hablar. Y con razón. ¿Recuerda que le he dicho que teníamos una buena razón para no soltar prenda?

Fabel asintió con brusquedad.

—Bueno, me temo que no le va a gustar. Nadie está dispuesto a hablar de esta nueva banda porque son increíblemente eficaces y despiadados a la hora de tratar con los informadores, los competidores o sencillamente con cualquiera que se interponga en su camino. Más aún, han dejado claro que tienen contactos dentro de la policía de Hamburgo, y que si alguien habla, se enterarán.

—¿Tienen confidentes en la policía? No me lo creo —protestó Fabel.

—Eso es lo que sugiere nuestro servicio de inteligencia. No sabemos seguro dónde, pero tiene que ser a un nivel bastante alto. Por eso la policía de Hamburgo quedó excluida. Era una operación conjunta del LKA7 y el BND, y recluíamos a Klugmann del GSG9. Lo siento, pero tuvimos que hacerlo así.

—¿Qué me dice de Buchholz y la división de crimen organizado?

Volker negó con la cabeza.

—Nadie de la policía de Hamburgo está al corriente de la operación. Corre el rumor, aunque parezca mentira, de que estos ucranianos antes eran policías y agentes de las fuerzas especiales del Ministerio del Interior soviético. Se supone que han establecido contactos con policías que sirven en Alemania. Por eso le dimos a Klugmann esos antecedentes: creímos que encajaría con mayor facilidad. Y como tenía un pasado auténtico en las fuerzas especiales, su tapadera se sostendría. Pero no podíamos arriesgarnos a que hubiera una filtración, así que aquí dentro nadie sabe nada.

—Supongo que por eso cambiaron el historial de Klugmann en la policía y que por eso no coincide con el historial federal.

Volker asintió con la cabeza.

—¿Quién dirige esta unidad ucraniana? —Werner habló sin moverse de la puerta. Volker no se volvió para contestar, sino que habló con Fabel como si hubiera sido él quien había formulado la pregunta.

—Ése era uno de los objetivos principales de la operación. No lo sabemos. Por el momento no tiene ni rostro ni nombre…

«Igual que pasó con nuestra segunda víctima», pensó Fabel.

Volker continuó:

—Klugmann ha establecido contacto con un tipo de la nueva banda ucraniana, a través de un miembro de la organización de Yari Varasouv…, o al menos de la organización que antes dirigía Varasouv. Klugmann sólo conoce a su contacto por el nombre de Vadim… Cree que su contacto es quien dice ser, sólo que ocupa un lugar bastante bajo en la jerarquía; si no, no se expondría. Dicho lo cual, creemos que sólo hay de diez a doce hombres en el grupo más importante, los llamamos el Equipo Principal. Cada uno dirige a media docena de «capitanes» existentes de las bandas antiguas. La forma que tiene esta banda de operar da sentido a la palabra «organizado» en crimen organizado. El Equipo Principal opera casi como la estructura de mando de un ejército de ocupación. De hecho, han eliminado los «gobiernos» de las organizaciones principales de Hamburgo, liquidando a los jefes de la banda. Eso los deja con un cuerpo sin cabeza que pueden controlar. Comenzaron con las bandas ucranianas, rusas y otras de la Europa del Este, y luego centraron su atención en la organización de Ulugbay. Empezaron a desestructurarla desde abajo. Y luego, por supuesto, eliminaron a Ulugbay de la estructura.

—¿Por qué hablarían con Klugmann si su tapadera sugiere que es un don nadie?

Volker dudó.

—Le dimos algo a Klugmann con lo que podía negociar.

—¿El qué?

—Fabel, tiene que entender que estamos jugando contra unos contrincantes muy peligrosos. Gente que a menudo es impredecible. Eso significa que a veces tenemos que correr riesgos. —Fabel no sabía lo que le contaría, pero ya sabía que no iba a gustarle. Volker suspiró—. Les dimos los detalles de la reunión del negocio de drogas donde asesinaron a Ulugbay.

Fabel se quedó mirando a Volker con incredulidad.

—¿Utilizaron una operación policial para ayudar a organizar la ejecución de un personaje importantísimo del hampa? Dios santo, ¿hay algo que no harían?

—¡Claro que no organizamos la ejecución! —La indignación de Volker no era convincente. Sus ojos se posaron en un punto de la mesa de Fabel—. Se jodió todo. A diferencia de lo que sabemos sobre esta banda nueva, nuestra información de inteligencia sobre Ulugbay es excelente. Le dimos a Klugmann detalles de un negocio de drogas muy importante que iba a reportarle millones a Ulugbay. Pero no esperábamos que él fuera en persona. Klugmann tenía los detalles de la reunión inicial, los nombres y datos de los colombianos implicados, las cantidades, etcétera. Klugmann podía decir que había conseguido la información a través de un contacto sobre el que tenía cierta influencia en la unidad de narcóticos del MEK. Fue suficiente para poner al descubierto a alguien del Equipo Principal. Es obvio que Vadim está en un nivel bajo del Equipo, pero eso es relativo cuando uno piensa en el poder que tiene cada uno de ellos. De todas formas, lo único que queríamos era dar credibilidad a Klugmann. No fue fácil tomar esa decisión. Tiramos a la basura una redada de drogas importante, pero pensamos que merecía la pena para desmantelar al Equipo Principal. Creímos que los ucranianos aparecerían en la reunión. Teníamos razón. Más de lo que hubiéramos querido. Antes de que nos diéramos cuenta, los colombianos se habían subido a un avión camino a Bogotá, y el cerebro de Ulugbay estaba desparramado por el suelo de un Parkhaus subterráneo.

—¿Ulugbay creía que iba a encontrarse con los colombianos?

—Sí. Pero en lugar de eso se encontró con una bala. Como ya le he dicho, se suponía que no tenía que estar allí. Creímos que los ucranianos les quitarían el negocio o, como mucho, que robarían las drogas.

—Dios santo, Volker, realmente no podían cagarla más, ¿verdad?

Volker lanzó a Fabel una mirada desafiadora.

—No tiene ni idea de a quién nos enfrentamos, Fabel. Tenemos a diez o doce ucranianos durísimos entrenados por el Spetznaz; todos sin rostro ni nombre, excepto uno. Ya ni siquiera corren rumores. Son como fantasmas, pero tienen prácticamente a todo el hampa de Hamburgo en sus garras. Sólo Yilmaz y lo que queda de la organización de Ulugbay están fuera de su control, pero no por mucho tiempo. Esta unidad ucraniana representa la mayor amenaza criminal que jamás ha vivido Hamburgo. Tenemos que tomar medidas radicales para detenerlos.

Fabel miró perplejo a Volker mientras asimilaba aquella información. No se creía que no supiera mucho más de lo que Mahmoot ya había sido capaz de contarle.

—¿Qué hay del líder? No me creo que no tengan nada sobre él.

—No tenemos nada. Lo único que sabemos es que el Equipo Principal está dirigido por un ex agente de alto rango del Ministerio del Interior ucraniano. No tenemos ni su nombre, ni una descripción ni siquiera su edad, aunque sospechamos que ha servido en Chechenia. Y se rumorea que utiliza una brutalidad atroz para lograr sus objetivos.

—¿Cómo puede estar seguro de que no es él quien está detrás del asesinato de Tina Kramer?

—Porque no tiene ningún sentido. Nadie ha descubierto la tapadera de Klugmann, excepto ahora, usted, y vamos a tener que hacerle volver. Pero no hay nada que relacione nuestra operación con las otras dos víctimas. Y sin que descubrieran la tapadera de Klugmann, los ucranianos no tenían motivo alguno para matar a Kramer.

—¿Qué dijo Klugmann cuando los llamó aquella noche… justo antes de denunciar el asesinato a la policía?

—Estaba histérico. Nos contó lo que le había pasado a Kramer, y vimos que se trataba del mismo modus operandi del psicópata que había asesinado a la primera chica. Como he dicho, no vimos ninguna conexión, pero tuve que tomar una decisión operativa sobre la marcha. Le ordené a Klugmann que volviera, que abortara la misión. Por lo que sabíamos, podía ser que hubieran descubierto su tapadera. Le dije a Klugmann que cuando lo tuviéramos a salvo, nos pondríamos en contacto con la policía de Hamburgo y daríamos parte del asesinato.

—Entonces, ¿qué pasó?

—Klugmann es uno de los mejores agentes con los que he trabajado. Me dijo que le dejara seguir adelante, que le dejara ocuparse de la situación, comprobar si habían descubierto su tapadera y dar parte él del asesinato a la policía.

Fabel volvió a pensar en el interrogatorio en la comisaría de Davidwache. Klugmann debía de tener unos recursos internos impresionantes. Se había quedado ahí sentado, escuchando las amenazas de Werner, las preguntas de Fabel, y había asimilado el impacto del espantoso asesinato de su compañera. No se le había caído la máscara ni una sola vez. Fabel había tenido sus sospechas, pero jamás se le ocurrió algo así. Junto a la puerta, Werner expresó los mismos pensamientos.

—¡Qué cabrón! Vaya huevos tiene el tío, eso lo reconozco. ¿Está a salvo?

—No lo sabemos. Hemos perdido el contacto. Usted se llevó su móvil, así que no podemos localizarlo ahí. Y no nos ha llamado. Estamos muy preocupados.

Fue en ese momento cuando Maria Klee llamó a la puerta. Su mirada era seria y resuelta, y le hizo una seña a Werner para que saliera del despacho.

Volker se volvió hacia el Kriminalhauptkommissar.

—Tiene que creerme, Fabel, si hubiéramos creído que la muerte de Kramer estaba relacionada con la operación, lo hubiera ido a ver de inmediato. En cualquier caso, sólo íbamos a ocultárselo hasta que localizáramos a Klugmann.

Fabel iba a decir algo cuando Werner volvió a entrar, con la expresión imperturbable.

—Parece que ya no tiene que preocuparse más por Klugmann —dijo—. La Polizeidirektion de Harburg acaba de encontrar un cadáver en una piscina abandonada. Y la primera descripción coincide con la de su hombre.

Lunes, 16 de junio. 11:50 h

HAMBURGO-HARBURG (HAMBURGO)

Fabel, Werner y Maria Klee estaban de pie en el borde desconchado de una piscina que no había visto agua en años. Volker los acompañó, pero Fabel le hizo esperar tras el cordón policial.

—Cuanta menos gente entre en la escena del crimen, mejor…, al menos hasta que los del equipo forense hayan acabado su trabajo —le había explicado Fabel a Volker sin demasiado entusiasmo. La verdad era que cada vez le resultaba más difícil soportar la presencia de Volker. Éste formaba parte de un grupo oscuro, del mundo de grises y sombras que Yilmaz había descrito, y Fabel no quería relacionarse con él o con su mundo más de lo estrictamente necesario.

A pesar de que casi era mediodía y de la ausencia prácticamente total de cristales en las ventanas, la piscina estaba oscura, como si la suciedad de las paredes y el suelo hubiera invadido el aire y matado la luz. Ahora, la mugre de la piscina estaba acentuada por la severidad de las luces de arco que había instalado el Tatort. Había jeringuillas usadas, preservativos, basura y, en una esquina, lo que parecían excrementos humanos. A Fabel no se le ocurrió un lugar más sórdido para morir.

Un equipo del Tatort integrado por seis hombres, con sus batas blancas de forense, examinaba la porquería. Brauner, el jefe del equipo, se puso en cuclillas junto al cuerpo. Klugmann tenía las manos atadas a la espalda y un saco en la cabeza. Brauner lo había cortado con cuidado; estaba medio acartonado por la sangre endurecida y seca. Alzó la vista y saludó con la cabeza cuando vio a Fabel detrás de él, de pie en el borde de la piscina.

—Estaba de rodillas donde te encuentras tú ahora cuando le dispararon —dijo Brauner—. Estilo ejecución y directo al tronco cerebral. Un trabajo muy profesional. Diría que murió en el acto. La bala salió por encima de la boca.

—¿Cuándo murió?

—Tendrás que preguntárselo a Moller cuando examine el cuerpo, pero por la temperatura, la lividez post mórtem y el relajamiento del rigor mortis, diría que como mínimo hace un par de días. Quizá tres.

Uno de los miembros del equipo gritó desde una esquina de la piscina.

—Herr Brauner. ¡Venga!

Fabel siguió a Brauner hasta donde estaba el técnico forense.

—Aquí… —El técnico señaló un pequeño cilindro de metal que brillaba entre el polvo y los escombros del suelo. Brauner se puso en cuclillas y cogió con cuidado el objeto.

—Un cartucho de nueve milímetros. —Brauner cogió con cuidado el casquillo con el pulgar y el índice enguantados en látex.

—Y por el lugar donde cayó, el asesino podía verlo perfectamente —dijo Fabel—. Con sólo echar un vistazo rápido a su alrededor, podría habernos negado fácilmente esta prueba. Un error de aficionado para un asesino tan profesional.

Brauner se encogió de hombros.

—Quizá estaba oscuro. O quizá pensó que estaba a punto de ser descubierto y tuvo que marcharse con más prisas de las esperadas.

—Podría ser… —Fabel no estaba convencido, ni mucho menos. Por las arrugas de la frente de Brauner vio que había algo que le preocupaba—. ¿Qué pasa?

—Este cartucho pertenece a una nueve milímetros, pero no a una automática corriente. ¿Qué llevas tú? ¿Una SIG-Sauer P6?

—Una Walther P99.

—Tampoco encajaría. La mayoría de nueve milímetros se basan en la configuración Smith & Wesson o en la Walther. Sospecho que es una nueve por nueve por diecisiete. Es uno munición no estándar para un arma de fuego no estándar.

—¿Alguna idea sobre el arma?

—Por ahora no. Podremos reducir la lista a unas pocas marcas, pero nos llevará tiempo.

Llegó Móller, el patólogo. Fabel le saludó con la cabeza.

—Lleva muerto un par de días —le dijo Fabel mientras se dirigía a la puerta de salida de la piscina. Sonrió al ver la indignación de Möller y salió a respirar aire fresco. Volker estaba medio apoyado, medio sentado en el guardabarros de uno de los coches verdes y blancos de la Schutzpolizei.

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