Más Allá de las Sombras (12 page)

Hasta donde alcanzaba la vista bajo las secuoyas había solo devastación, y hasta donde alcanzaba la vista al oeste y al este había lae’knaught aplastados contra un muro invisible. Habían probado todos los puntos que habían podido antes de morir y en todas partes lo habían encontrado inexpugnable. Todavía caían entrañas de los cuerpos, desparramándose contra el muro como si fuese de cristal aunque, extrañamente, no había olor. La magia sellaba dentro hasta el aire.

Logan oyó vomitar a sus guardaespaldas.

—Los aldeanos de Vuelta del Torras dicen que en cada generación hay alguien que intenta entrar en el bosque de Ezra. Sucede tan a menudo que su eufemismo para el suicidio es
dar un paseo por el bosque
—explicó Kylar con unos ojos hundidos y desolados que Logan vio al volverse—. Esto es obra mía —dijo—. Los atraje hasta aquí para que cayeran en la trampa de los ceuríes en vez de vosotros. Estas almas están en mi cuenta.

—Nuestros exploradores oyeron la pelea. Por eso nos quedamos quietos. Lo que hiciste aquí salvó mil cuatrocientas vidas...

—Al precio de cinco mil.

—... y quizá salvó Cenaria. —Logan calló, consciente de que su argumento no hacía mella en Kylar—. Capitana —dijo al cabo—, adelantad a los hombres en grupos. Quiero que todo el mundo vea esto. No quiero que ningún cenariano caiga nunca en el error que estuvimos a punto de cometer.

Kaldrosa Wyn saludó, contenta a todas luces de recibir un encargo que la alejase de la carnicería.

Logan cambió de táctica.

—Kylar, sé que piensas que eres mala persona, pero nunca he visto llegar a nadie a los extremos que llegas tú para hacer lo que has decidido correcto. Eres un hombre asombrosamente moral, y confío en ti, y eres mi mejor amigo. —Logan miró a Kylar de hito en hito para dejarle leer la verdad.

Kylar exhibió una sarcástica mueca de
no puedes hablar en serio
que poco a poco se derritió. La tensión abandonó su cara a medida que la verdad calaba: Logan creía hasta la última palabra que acababa de pronunciar. Kylar parpadeó de repente. Una vez, dos, y luego apartó la vista.

Ay, amigo mío, ¿qué habrás vivido para que llamarte moral esté al borde de hacerte llorar? ¿O ha sido el que te llame “amigo”?
, pensó Logan. Él había pasado meses aislado en el Agujero y se le había antojado el infierno. Kylar llevaba aislado toda la vida.

—¿Pero? —preguntó Kylar.

Logan exhaló un profundo suspiro.

—Tampoco eres tonto, ¿eh? —Kylar le dedicó aquella vieja sonrisilla traviesa, y Logan lo amó de todo corazón—. Pero eras un ejecutor, Kylar, y ahora te has convertido en algo más peligroso todavía. No puedo fingir que no sé lo que podrías hacerle a Terah...

—¿De verdad confías en mí? —lo interrumpió Kylar.

Logan hizo una pausa, quizá demasiado larga.

—Sí —dijo al final.

—Entonces esta conversación ha terminado.

Capítulo 16

—Dorian —dijo Jenine—. Creo que deberías venir a ver esto.

Dorian se acercó a la ventana y contempló la vista de Khaliras. Entraban desfilando en la ciudad veinte mil soldados, dos mil jinetes y doscientos meisters. El hermano pequeño de Dorian, Paerik, había vuelto de los Hielos. Los siervos se apartaban en tropel al paso de un grupo de jinetes que se había adelantado al ejército. Dorian no necesitó ver los estandartes para saber que debía tratarse de Paerik en persona.

Él y Jenine bajaron corriendo los peldaños de dos en dos, descendiendo en espiral hasta la base de la torre de los Tygres. Los siniestros felinos le regalaron sus colmilludas sonrisas, mofándose de él. Aún quedaba tiempo. Si lograban llegar a la puerta principal, podían cruzar el Puentelux antes de que lo alcanzase Paerik.

Como siempre, los túneles de los esclavos estaban a oscuras. En la distancia, varias figuras se enfrentaban con espada y conjuros, pero Dorian logró sortear lo peor de la refriega. Podía Ver a sus hermanastros desde muy lejos.

La ruta que se vieron obligados a tomar los llevó por un túnel de piedra mal desbastada que pasaba por delante del Khalirium, donde residía la diosa. La piedra misma apestaba a vir. Dorian dobló una esquina a escasos cien pasos del portón frontal del castillo y se descubrió contemplando la espalda de un infante. En circunstancias normales habría Visto al joven, pero la proximidad del Khalirium lo confundía. Se quedó paralizado. Jenine lo volvió a esconder de un tirón en el tosco túnel.

—¡Khali no está! —exclamó el infante.

Alguien más profirió una maldición.

—Moburu se la llevó realmente a Cenaria. Maldito sea. Se cree de verdad que es el Gran Rey.

—Pues adiós al plan de hacernos con Khali. ¿Y ahora qué? —preguntó el primero.

¿Khali todavía estaba en Cenaria? No era de extrañar que no hubiera sentido allí abajo una opresión tan aguda como la recordaba.

—Tenemos que unirnos a Draef. Si le ayudamos a detener a Paerik en el puente, quizá nos perdone la vida. Paerik o Tavi nos matarán en cualquier caso.

Dorian y Jenine retrocedieron por el túnel tan rápida y discretamente como pudieron, pero faltaban casi cincuenta pasos para que se cruzara con otro pasillo. Era imposible que pudieran correr tan lejos sin que los infantes los oyeran o viesen. En cuanto encontraron una cavidad grande en el áspero muro, Dorian metió en ella a Jenine y después se apretó contra su cuerpo tanto como pudo, pero la fina manga de su túnica se enganchó en la piedra y se rasgó.

Uno de los infantes entró en el túnel y alzó su cayado. En la punta se encendió una llama que iluminó el pasadizo y su cara. Rondaría los catorce años, igual que el chico que le acompañaba. Ambos eran bajos, delgados y poco agraciados; habían heredado poco de la recia apostura de su padre, y solo una pequeña porción de su poder.

Puedo con ellos.
Aun con magia sureña, Dorian era más fuerte que ellos. Pero no quería llegar a eso.
Vamos, daos la vuelta. Daos la vuelta.

Si retrocedían, Dorian podría tomar un atajo y llegar antes que ellos al Puentelux. Con la ventaja de la sorpresa y con Khali a cientos de kilómetros, sin duda podría derrotar al tal Draef y cruzar el puente. Estaba todo tan cerca que podía saborearlo. ¿No lo había favorecido ya el Dios retrasando las nieves?

Señor, por favor...

—Juraría que he oído algo —dijo uno de los chicos.

—No tenemos tiempo para esto, Vic —replicó el otro.

Sin embargo, Vic se adelantó, con el cayado bien alto. Llegó a diez pasos y se detuvo. Dorian se preparó.

Alto —dijo una voz pausada que se impuso a la maraña de los pensamientos de Dorian—. Toma los vertedores.

Por un momento, Dorian creyó que era la voz del Dios. Recordaba las posiciones exactas que precisaban las palancas. Podría vencer con facilidad a dos meisters que no se esperaban a nadie. Desde allí, él y Jenine podrían salir a la superficie; tenía que haber una escalera para los meisters. Por supuesto, ya había considerado la ruta para sí mismo, pero no para Jenine. La idea de deslizarse por una tolva de aguas residuales durante el Dios sabía cuántos metros en completa oscuridad y rodeado por aquel hedor ya resultaba bastante horrible para él, y eso que había estado trabajando con residuos humanos.

Jenine lo tomaría por un cobarde, que huía de unos críos de catorce años. Quizá ni siquiera lo acompañaría. Quizá iría con él, pero después lo despreciaría. ¿Qué clase de hombre hace que la mujer que ama se arrastre por la mierda?

Vic se acercó más. Ya se encontraba a cinco pasos. Dorian estaba indeciso, con un ojo a la vista. Sin duda Vic daría con ellos. ¡Era inevitable! Y si Dorian no elevaba ninguna defensa, los asesinaría allí mismo. Por otra parte, si erigía alguna protección, Vic la percibiría. En cualquier caso, debía decidirse ya.

No ha sido la voz del Dios. Ha sido la voz del miedo. Puedo con ellos.

Salió de la hendidura y arrojó unos proyectiles de fuego contra Vic.

Comprendió su error en cuanto los proyectiles se desviaron y volaron túnel abajo hacia el hermano de Vic. Los muchachos eran gemelos. Mellizos, o Dorian lo habría advertido al instante. Los gemelos podían formar una trama que protegiera a su hermano a expensas de cubrirse ellos mismos. Esa defensa, si se concedía plenamente, era mucho más firme que la que un meister podía erigir en torno a sí mismo.

El contragolpe provino de Vic, mucho más fuerte de lo que debería haber sido capaz. Fue un puñomartillo, un cono azul giratorio que en su juvenil entusiasmo Vic había adornado para que de verdad pareciese un puño flamígero. En lugar de esquivarlo, Dorian tuvo que pararlo por completo para asegurarse de que no matara a Jenine, a sus espaldas. Un segundo después llegó otro puño procedente del gemelo de Vic, dejando un rastro de piedras arrancadas del bajo techo del túnel. Dorian lo bloqueó también, consciente de súbito de cuánta magia llevaba usada ese día. Se estaba agotando.

Tendió unos dedos de magia, se coló debajo del escudo de Vic y lo retorció sobre sí mismo. La acción sorprendió tanto al chico que le hizo renunciar a su siguiente ataque. Al fondo del pasillo, su gemelo no renunció. Lanzó otro puñomartillo que topó con el escudo que ahora protegía a Dorian, trazó una curva cerrada y fue a impactar en Vic, cuyo cuerpo aplastó contra la pared del túnel.

Dorian lanzó un único proyectil pasillo abajo. Muerto Vic, su mellizo estaba desprotegido, y el dardo de fuego le atravesó el pecho. Emitió un gruñido y cayó.

Después de recoger el cayado de Vic —el maldito trasto era un amplifiae, por eso los golpes del infante habían sido más poderosos de lo que deberían—, Dorian tiró de Jenine hasta la boca del pasillo. Todavía podían llegar al puente. Ya estaba cerca. El último vestíbulo estaba despejado y, aunque la imponente puerta estaba cerrada, la portezuela interior se abría desde dentro.

¡Casi estamos!

Con un estallido, las macizas puertas dobles se abrieron de par en par. El hedor rancio del vir asaltó a Dorian y Jenine. Cuatro jóvenes se plantaron ante ellos, con la piel cubierta por los nudosos tatuajes oscuros del vir. Estaban preparados; habían percibido la cercanía de Dorian.

Dorian levantó un presuroso escudo, todo lo grueso que pudo lograr con el resto de su Talento, y se volvió para huir. El condenado amplifiae no ayudó en absoluto, ya que estaba sintonizado con el vir. En rápida sucesión, el escudo absorbió un puñomartillo, ocho proyectiles de fuego, el repiqueteo de un agujador y la llama difusa que se conocía como lengua de dragón, ideada para rematar al oponente cuando sus escudos habían caído. Sin embargo, no era el caso de los escudos de Dorian, que aún podía sobrevivir a otra oleada siempre que ningún enemigo se atreviera con una sierpe del abismo.

—¡Draef! —exclamó un joven con tono triunfal desde detrás de Dorian. Era Tavi, seguido de otros tres infantes herederos que bloqueaban la otra salida del vestíbulo. El primer grupo dejó de atacar a Dorian en el acto.

Dorian miró de un bando a otro, y ellos lo contemplaron a él. Estaba atrapado con Jenine entre ellos.

—¡Esperad! —gritó Dorian—. Soy Dorian Ursuul, el Hijo Que Fue. Sé que suprimieron mi nombre de los registros, pero estoy seguro de que habéis oído los rumores. Soy real, y no podéis permitiros atacarme.

Tavi escupió.

—Ni siquiera eres un meister.

—¿Por qué no? —preguntó Draef al mismo tiempo.

—Aunque fuera solo un mago, no caeré fácilmente. Si alguno de los dos lo intenta, quedará expuesto a los ataques del otro. Pero yo soy un Ursuul de la duodécima shu’ra. —
Solo un poquito, solo un poquito.
Podía controlar esa cantidad de poder sin sucumbir al vir.

Lo invocó, y el vir se alzó como un leviatán, salió a chorro de las profundidades y corrió por la superficie de su cuerpo en grandes nudos que ocultaron casi toda su piel. Lo retiró enseguida.

Los infantes, ninguno de los cuales tenía más de dieciséis o diecisiete años, lo contemplaron sobrecogidos. Varios de los muchachos que acompañaban a Tavi parecían al borde de salir por piernas.

—¡Una ilusión! —gritó Tavi, con un deje de histeria en la voz.

—¿Una ilusión que huele? —preguntó Draef con desdén.
Sí, Draef es el primero de su clase de vástagos. Tavi es el aspirante.
—. ¿Qué quieres? —preguntó Draef.

—Irme, nada más. Me marcharé y después podréis exterminaros unos a otros hasta quedaros a gusto.

Mientras se dirigía a Draef, Dorian dejó que sus ojos se deslizasen hasta el cayado amplifiae que llevaba. Hacía años que no usaba el lenguaje de signos de los infantes pero, entorpeciendo la visión de Tavi con su cuerpo, movió las manos para comunicarse por encima del amplifiae:
Para ti
.

Los ojos de Draef centellearon. El amplifiae bastaría para decidir la batalla.

—Dorian —susurró Jenine. Seguía encogida modestamente a su lado, intentando parecer un sirviente personal, y Dorian no tenía intención de llamar la atención hacia ella.

—Me parece bien; largo —dijo Draef. Con los dedos transmitió:
¿Cuándo?
.

Entre dientes, Jenine susurró:

—Tavi me mira raro.

Dorian estaba intentando recordar el vocabulario de signos manuales que tanto tiempo llevaba sin usar para responder a la pregunta de Draef. Por fin lo recordó.
Cuando lleguemos al puente.

Draef parecía satisfecho, aunque la tensión todavía era evidente en todos sus rasgos, y Dorian y Jenine empezaron a caminar. Solo entonces Dorian se arriesgó a echar un vistazo hacia atrás, a Tavi. Tenía miedo de provocar el rápido odio del joven con un simple cruce de miradas. Dorian había ganado pero, con la desmesurada arrogancia que poseía el infante, era mejor no dar muestras de júbilo alguno en la victoria.

Los ocho infantes alternaban la mirada entre Dorian y sus oponentes situados al otro lado del vestíbulo. Cualquier movimiento que Dorian realizase podía ser la distracción que ellos o sus enemigos aprovecharan. En todo caso, tanto si Dorian salía de la sala con vida como si no, lucharían entre sí. Pronto.

Con la boca pequeña, Dorian dijo:

—Recuerda caminar como un...

Era demasiado tarde. A Jenine le habían inculcado los modales de una dama durante demasiado tiempo.

—¡Ella se queda! —gritó Tavi de repente mientras proyectaba el vir para agarrar a Jenine.

El movimiento hizo saltar a uno de los chicos de Draef, que levantó un escudo crepitante en un acto reflejo.

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