Más allá de las estrellas (10 page)

Hizo permanecer en la retaguardia a los cazas Cinco y Seis, los dos hermanos, para marcar a cualquier enemigo que lograra romper su línea defensiva. Los dos elementos restantes se abrieron hasta donde les era posible sin correr el riesgo de quedar separados.

Sus sensores y los de las naves que se aproximaban se identificaron mutuamente y complicadas contramedidas y sistemas de distorsión se pusieron inmediatamente en marcha. Han sabía que el encuentro se desarrollaría sobre coordenadas visuales; todo el complicado aparato de guerra de sensores tendía a anularse mutuamente y no se podía confiar en él.

Las pantallas de corta distancia mostraron cuatro destellos.

—Conectad las pantallas de vuelo vertical —ordenó Han y todos conectaron sus holografías.

Proyecciones transparentes de todo su instrumental colgaban frente a sus ojos en la burbuja de la carlinga, permitiéndoles comprobar todos los datos de vuelo sin necesidad de desviar las miradas ni la atención de la tarea de pilotar la nave.

—¡Ahí vienen! —exclamó alguien—. ¡Coordenada uno-cero-guión-dos-cinco!

Las naves enemigas eran destructores de alcance intermedio como ellos temían, con fuselajes bulbosos y el característico motor compacto propio de los diseños militares más modernos. Eran prototipos. Con perfecta precisión, y bajo la atenta mirada de Han, los atacantes rompieron filas, en dos elementos de dos naves cada uno.

—¡Separación en elementos! —ordenó Han
¾
. ¡A por ellos!

Condujo a su piloto de flanco hacia estribor para salir al encuentro de la pareja de destructores que avanzaban por aquel lado, mientras Jessa y su humanoide cubrían el lado de babor.

La red de comunicaciones se llenó de gritos de advertencia. Los pilotos de la Espo habían renunciado a emplear tácticas de diversión y se habían lanzado al ataque frontal, indicando que estaban dispuestos a salpicar de sangre las paredes. Debían de tener orden de castigar a los técnicos clandestinos con toda la dureza posible, pensó Han.

Los destructores IRD empezaron a disparar al limite de su distancia de tiro con destellos amarillo verdosos del cañón de energía que llevaban en la vaina suspendida bajo el morro. Los escudos desviadores estaban levantados. Han apretó los dientes, con la mano firmemente cerrada sobre la barra de control, conteniéndose para no disparar hasta que pudiera obtener algún resultado positivo. Resistió el impulso de volverse a comprobar cómo le iban las cosas a su otro elemento; de momento, cada par de naves debían valerse por sí mismas. Su única esperanza era que todos se mantuvieran unidos, pues el piloto que se extraviaba en una pelea como aquella, raras veces sobrevivía para contarlo.

Han y el jefe del elemento contrario se colocaron en posición de combate y embistieron uno contra otro, Sus pilotos de flanco se mantuvieron al margen, demasiado ocupados manteniendo su posición y adaptándose a las maniobras de sus jefes para intentar disparar por su cuenta.

Los rayos del destructor empezaron a dar en el blanco, sacudiendo al Headhunter, de tamaño más reducido. Han se situó a distancia de tiro y siguió reteniendo su fuego; intuía las intenciones de aquel tipo.

Era posible que el piloto del destructor ni siquiera conociera con certeza la distancia de tiro del viejo Z-95, pero Han sospechaba cuál sería la reacción del hombre en cuanto él empezara a devolverle el fuego.

Procurando mantener el curso del tambaleante Headhunter entre la granizada de disparos, intentó ganar todo el tiempo posible, rogando que sus escudos desviadores resistieran.

Aguantó tanto como se atrevió, sólo unos segundos adicionales, que sin embargo representaban un tiempo precioso y una distancia vital. Han soltó una rápida ráfaga. Como sospechaba, el enemigo no abrigaba la más mínima intención de prolongar el enfrentamiento hasta el final. El destructor dio media vuelta, sin dejar de disparar, y Han tuvo la oportunidad que había estado esperando: la de hacer fuego a corta distancia. Pero el destructor pasó por su punto de mira como una exhalación y, aun cuando había dado en el blanco, Han comprendió que no le había causado ningún daño. Las naves de la Autoridad eran todavía más veloces de lo que él suponía.

Después todo se volvió en su contra pues, contradiciendo todas las lecciones teóricas, los destructores de la Espo se separaron y el piloto de flanco se retiró por el costado inclinándose bruscamente. El piloto de flanco de Han salió en su persecución, exclamando excitado:

—¡Es mío!

Han le gritó que volviera y no destruyera la seguridad que representaba el elemento de dos naves.

El jefe de los destructores se deslizó bajo la nave de Han. Éste comprendió perfectamente el significado de tal maniobra; era casi seguro que describiría un medio rizo y viraría intentando situarse a su cola, la posición adecuada para tirar a matar. Lo que Han debería haber hecho, con su lento Headhunter, era apretar el gas a fondo y huir al espacio abierto hasta Poder hacerse una idea clara de la situación. Pero las palabras que acababan de intercambiar Jessa y su piloto de flanco le indicaron que la otra pareja de destructores de la Espo también se había separado, induciéndoles a abandonar su vuelo coordinado.

Han hizo virar su Headhunter apuntando la proa hacia arriba y forzando al máximo sus posibilidades en un intento de visualizar toda la situación al mismo tiempo, mientras seguía gritándole a su piloto de flanco:

—¡No te separes de mí! ¡Es una trampa!

Pero el otro ignoró su advertencia.

El jefe de los destructores, sobre el que había disparado antes, no viró en redondo. Toda la estrategia de los atacantes para romper la formación de los defensores quedó al fin perfectamente clara, cuando ya era demasiado tarde. El jefe de los destructores describió otro medio rizo y volvió sobre sus pasos para situarse a la cola del piloto de flanco de Han. El otro destructor, el reclamo, ya había emprendido la carrera en dirección al elemento de refuerzo, los Headhunters Cinco y Seis. Uno de los destructores a los que se había enfrentado Jessa vino a unirse al anterior formando un nuevo elemento de dos naves.

Los Espos habían jugado con la probabilidad de que los inexpertos técnicos clandestinos rompieran la formación, se dijo Han. Si no nos hubiéramos separado los habríamos hecho papilla.

—Jess, maldición, nos han limpiado —exclamó dando medía vuelta.

Pero Jessa tenía sus propias dificultades. Al separarse de su piloto de flanco, un destructor había tenido la oportunidad de pegarse a su cola.

Han observó que su propio piloto de flanco estaba en apuros, pero comprendió que simplemente no podía moverse con la velocidad suficiente para intervenir. El jefe de los destructores se pegó al Headhunter en posición de matar y el delgaducho joven técnico clandestino empezó a suplicar:

—¡Que alguien me ayude, por favor! ¡Quítenmelo de encima!

Aunque no estaba a distancia de tiro ni mucho menos, Han disparó de todos modos, con la esperanza de distraer la atención del jefe de los destructores.

Pero el enemigo se mantuvo firme y no perdió de vista su objetivo. Aguardó a tener el Headhunter perfectamente alineado y luego apretó el botón del disparador que llevaba acoplado a sus palancas de mando en una breve ráfaga concentrada. Un rayo amarillo-verdoso dio de lleno en el Z-95 y el viejo caza se desvaneció en una nube de gases y chatarra al rojo blanco.

En aquellas circunstancias lo que Han debería haber hecho era reunir el resto de sus naves en una cuerda o círculo oscilante que les permitiera protegerse mutuamente. Sin embargo, se lanzó en persecución del destructor victorioso, todavía susurrando obscenidades para sus adentros, mientras se decía: «Nadie me roba un piloto de flanco de este modo, amigo. Nadie.» De pronto cayó en la cuenta de que ni siquiera sabia el nombre del muchacho larguirucho.

El piloto de flanco de Jessa, el lafrariano, exclamó:

—¡Movimiento de tijera a la derecha, Headhunter Tres! ¡Movimiento de tijera!

Jessa se escabulló por la derecha en medio de un tumulto de maniobras evasivas mientras chorros de destrucción intentaban detenerla. Aumentó al máximo la velocidad, mientras su piloto de flanco salía perpendicularmente a su encuentro, frenando su propia marcha al mismo tiempo a fin de conseguir que Jessa y su perseguidor cruzaran su vector. El lafrariano se situó tranquilamente en posición de matar, aceleró y abrió fuego.

Líneas de rojo fuego del cañón destructor brotaron de las alas replegadas del Headhunter. La nave atacante se estremeció mientras iba perdiendo distintas piezas de su fuselaje, desgajadas por los disparos.

Se escuchó una explosión y el maltrecho destructor empezó a tambalearse impotente, como si arrastrara un ala rota. No tardó en iniciar su larga caída hasta la superficie del planeta, sentenciado a muerte por el simple efecto de la gravedad.

Mucho más abajo, los Headhunters Cinco y Seis, los dos hermanos, habían iniciado el combate frente a frente con los destructores que habían logrado colarse. A lo lejos, Han Solo y el jefe de la escuadrilla de destructores danzaban en círculos, uniéndose y separándose al compás de las permutaciones del combate a corta distancia, imprecándose mutuamente con rayos de destrucción rojos y verdes.

Pero Jessa no había olvidado cuál era su interés prioritario, y el Cinco y el Seis eran sus pilotos más inexpertos. Tal como estaban las cosas, ya habían empezado a pedir socorro. Ella y su piloto de flanco humanoide cerraron filas y acudieron veloces a incorporarse a la refriega.

Un atacante se había pegado a la cola del Headhunter Cinco, castigándole sin piedad, mientras se las arreglaba para mantener su posición en medio de todos los enloquecidos virajes y maniobras de evasión, negándose a abandonar su presa. El técnico clandestino levantó su palanca de mando hasta el extremo superior intentando escabullirse, pero su maniobra resultó demasiado lenta. Los rayos del destructor cercenaron su nave, destruyendo la cámara de presión y cortando el cuerpo del piloto a la altura de la cintura.

El destructor se volvió entonces contra el segundo hermano, el Headhunter Seis, mientras su compañero se lanzaba en picado hacia el planeta y su base clandestina.

En aquel preciso instante aparecieron Jessa y el lafrariano e instaron al Headhunter Seis a ponerse bajo la protección de sus naves.

—¡No puedo; estoy prisionero! —respondió el hombre.

El destructor que había permanecido al acecho acababa de abandonar un suave movimiento de descenso en espiral y se había pegado a él. El piloto de flanco de Jessa se lanzó directamente en su ayuda y la muchacha le siguió a corta distancia. La cuerda deslizante y corcoveante formada por las cuatro naves empezó a descender hacia la superficie del planeta.

El destructor se decidió a tirar a matar segundos más tarde. El Headhunter Seis saltó hecho trizas en un surtidor de fuego y chatarra en el momento mismo en que su verdugo empezaba a recibir los disparos del lafrariano.

El piloto de la Espo aumentó todavía más la sorprendente velocidad de su nave, a fin de ganar ventaja y elevarse como si se dispusiera a ejecutar un rizo y desconcertar así al lafrariano. Pero, en vez de completar la maniobra, el destructor cambió de rumbo en un viraje vertiginoso, ladeó su nave y todavía consiguió efectuar un disparo de diversión.

El cañón del destructor dio en el blanco y el Headhunter del piloto de flanco de Jessa se tambaleó, mientras ella daba un grito de alarma, abriéndose en tijera tan rápidamente como pudo. La muchacha ladeó el Headhunter e intuyó la proximidad de una sombra.

El destructor la pasó rozando, lanzado en picado.

Jessa viró bruscamente y disparó de manera instintiva contra el enemigo. La ráfaga dio en el blanco y consiguió penetrar los escudos protectores del destructor. La nave de la Espo empezó a descender utilizando sus motores de emergencia, mientras el piloto intentaba ajustar el desequilibrio en el impulso de su máquina y evitar el desastre. Desoyendo las instrucciones de Han que les había ordenado perseguir a su presa hasta el final, Jessa volvió atrás a ver si todavía podía hacer algo para ayudar a su piloto de flanco.

Su intervención no podía ser de ninguna utilidad.

La nave del lafrariano estaba dañada, pero no corría peligro de estrellarse. El humanoide había iniciado un lento movimiento de planeo, extendiendo las alas al máximo.

—¿Podrás arreglártelas?

—Sí, Jessa. Pero al menos un destructor ha conseguido abrirse paso y el otro todavía puede ingeniárselas para reunírsele.

—Sigue descendiendo con cuidado. Yo tengo trabajo ahí abajo.

—¡Buena cacería!

La muchacha puso sus motores al máximo en una bajada en picado a plena marcha. Han descubrió en el acto que el jefe de la escuadrilla de destructores era un buen piloto.

Para hacer este hallazgo estuvo en un tris de que le volaran la tumbona debajo de las posaderas y lo dejaran sentado en el aire.

El piloto de la Espo era experimentado, apuntaba bien sus armas y maniobraba con destreza. Él y Han no tardaron en enzarzarse en una estrecha batalla, describiendo círculos y embistiéndose en un trazado de hoja de trébol, con la ventaja alternativamente de uno y otro lado. Giraban sobre sí mismo, trazaban rizos, haciendo todo lo posible por interponerse en los virajes del otro, entrando y saliendo veloces de las miras de las ametralladoras del otro, una y otra vez, sin dar ni un segundo de reposo a sus palancas de mando.

Por tercera vez, Han se sacudió de encima al destructor, aprovechando la mayor capacidad de maniobra de su Headhunter frente a la superior velocidad del destructor. Observó al piloto de la Espo que intentaba darle alcance nuevamente.

—Debes de ser el campeón local, ¿eh?

El destructor se lanzó nuevamente contra él.

—Adelante, tío. Veamos hasta dónde eres capaz de llegar.

Han empezó a bajar haciendo eses, adentrándose en la atmósfera del planeta, mientras el destructor se pegaba a su cola, ganando terreno durante el descenso, pero sin conseguir mantener al Headhunter en su punto de mira. Han se elevó bruscamente, hizo virar su nave trazando medio rizo, volteó y se lanzó en un descenso en tonel, trazando otro rizo para salir de su movimiento combinado en dirección contraria.

Fuertes cañonazos pasaron rozando la burbuja de la carlinga, muy próximos a dar en el blanco. Este espo es un auténtico experto en encerronas, pensó Han. Pero todavía tenía que aprender un par de cosas.

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