La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey (5 page)

Saludos cordiales,

JULIET ASHTON

De Juliet a Markham Reynolds

4 de febrero de 1946

Señor Markham Reynolds

63 Halkin Street

Londres SW1

Estimado señor Reynolds:

Sorprendí a su chico de los recados en el acto de depositar un ramo de claveles rosas en mi puerta. Le agarré y le intimidé hasta que me dio su dirección. Ya ve, señor Reynolds, usted no es el único que sabe persuadir a empleados inocentes. Espero que no lo despida; parece un buen chico, y realmente no tuvo alternativa; le amenacé con los volúmenes de
En busca del tiempo perdido
.

Ahora puedo agradecerle las docenas de flores que me ha enviado; hacía años que no veía rosas, camelias y orquídeas semejantes, y no se puede imaginar cómo me han levantado el ánimo en este invierno tan frío. ¿Por qué merezco yo vivir entre flores, cuando todos los demás tienen que contentarse con árboles de ramas peladas y nieve fangosa? No lo sé, pero no sabe cuánto me alegro de que así sea.

Atentamente,

JULIET ASHTON

De Markham Reynolds a Juliet

5 de febrero de 1946

Estimada señorita Ashton:

No he despedido al chico de los recados, lo he ascendido. Consiguió lo que yo no logré por mí mismo: presentármela a usted. A mi modo de ver, su carta es un apretón de manos figurado y ya hemos terminado con los preámbulos. Espero que sea de la misma opinión, ya que me ahorrará el problema de tener que arreglármelas para invitarla a la próxima cena en casa de Lady Bascomb si por casualidad usted estuviera aquí. Sus amigos son muy desconfiados, sobre todo ese tipo, Stark, que dijo que no era su trabajo dar la dirección de nadie y se negó a llevarla a usted al cóctel que organicé en la oficina del
View
.

Dios sabe que mis intenciones son buenas o, al menos, desinteresadas. La pura verdad es que usted es la única escritora mujer que me hace reír. Sus columnas de Izzy Bickerstaff fueron lo más gracioso que se publicó durante la guerra, y quiero conocer a la mujer que las escribió.

Si prometo que no la secuestraré, ¿me concederá el honor de cenar conmigo la próxima semana? Usted escoge el día. Estoy a su entera disposición.

Saludos,

MARKHAM REYNOLDS

De Juliet a Markham Reynolds

6 de febrero de 1946

Estimado señor Reynolds:

No soy inmune a los halagos, sobre todo si son sobre mi trabajo. Con mucho gusto cenaré con usted. ¿El jueves que viene?

Atentamente,

JULIET ASHTON

De Markham Reynolds a Juliet

7 de febrero de 1946

Querida Juliet:

Falta mucho para el jueves. ¿El lunes? ¿En el Claridge's? ¿A las siete?

Suyo,

MARK

P.D. Por casualidad, ¿no tendrá teléfono?

De Juliet a Markham

7 de febrero de 1946

Estimado señor Reynolds:

De acuerdo, el lunes en el Claridge's, a las siete.

Sí tengo teléfono. Está en Oakley Street debajo de un montón de escombros que antes eran mi piso. Ahora estoy subarrendada, y mi casera, la señora Olive Burns, tiene el único teléfono que hay. Si usted quiere charlar con ella, puedo darle su número.

Atentamente,

JULIET ASHTON

De Dawsey a Juliet

7 de febrero de 1946

Estimada señorita Ashton:

Estoy seguros de que a la Sociedad Literaria de Guernsey le gustaría aparecer en su artículo del
Times
. Le he pedido a la señora Maugery que le escriba para contarle lo de nuestras reuniones, ya que ella es una mujer culta y sus palabras quedarán mejor que las mías en un artículo. No creo que nos parezcamos mucho a las sociedades literarias de Londres.

El señor Hastings todavía no me ha encontrado el ejemplar de la biografía de Lucas, pero tengo una postal suya que dice: «Estoy sobre la pista. No me rindo». Es un hombre amable, ¿verdad?

Estoy llevando tejas de pizarra para el nuevo tejado del hotel Crown. Los propietarios esperan que este verano los turistas quieran volver. Estoy contento con el trabajo, pero sería más feliz si pudiera trabajar pronto en mi propiedad.

Es agradable encontrarme una carta suya cuando vuelvo a casa.

Le deseo suerte en la búsqueda de un tema que le interese para escribir un libro.

Atentamente,

DAWSEY

De Amelia Maugery a Juliet

8 de febrero de 1946

Estimada señorita Ashton:

Dawsey Adams acaba de venir a verme. Nunca antes le había visto tan contento con nada como con su regalo y su carta. Estaba tan ocupado convenciéndome para que la escribiera antes de la siguiente salida del correo, que se ha olvidado de ser tímido. Creo que él no es consciente de ello, pero Dawsey tiene un excepcional don de persuasión; nunca pide nada para él mismo, así que todos están dispuestos a hacer lo que pide para los demás.

Me ha contado lo de la propuesta de su artículo y me ha pedido que le escriba sobre la sociedad literaria que formamos durante y debido a la Ocupación alemana. Estaré encantada de hacerlo, pero con una advertencia.

Un amigo de Inglaterra me ha enviado un ejemplar de
Izzy Bickerstaff va a la guerra
. No hemos tenido noticias del mundo exterior desde hace cinco años, así que puede imaginarse lo satisfactorio que fue saber cómo Inglaterra resistió durante aquellos años. Su libro fue tan informativo como ameno y divertido, pero es el tono divertido lo que debo cuestionar.

Reconozco que nuestro nombre, la Sociedad Literaria y el Pastel de Piel de Patata de Guernsey, es un nombre poco corriente y fácilmente podría ser ridiculizado. ¿Me garantiza que no estará tentada a hacerlo? Quiero mucho a los miembros de la sociedad, son todos muy amigos míos, y no deseo que se sientan objeto de diversión de sus lectores.

¿Estaría dispuesta a contarme sus intenciones con el artículo y también algo sobre usted misma? Si puede entender la importancia de mis peticiones, estaré encantada de hablarle de la sociedad. Espero tener noticias suyas pronto.

Atentamente,

AMELIA MAUGERY

De Juliet a Amelia

10 de febrero de 1946

Señora Amelia Maugery

Windcross Manor

La Bouvee

St. Martin's, Guernsey

Estimada señora Maugery:

Gracias por su carta. Estoy encantada de contestar a sus preguntas.

Me reí de muchas situaciones en la época de la guerra; el
Spectator
creyó que una aproximación ligera a las malas noticias serviría de antídoto y que el humor ayudaría a levantar la baja moral de Londres. Estoy muy contenta de que
Izzy
sirviera para este propósito, pero la necesidad de ser graciosa a pesar de todo ya se ha acabado, gracias a Dios. Nunca me reiría de nadie a quien le guste leer. Ni del señor Adams. Estoy contentísima de que uno de mis libros haya ido a parar a manos de alguien como él.

Como usted necesita saber un poco sobre mí, le he pedido al reverendo Simon Simpless, de la iglesia de St. Hilda, cerca de Bury St. Edmunds, en Suffolk, que le escriba. Me conoce desde que era pequeña y me tiene mucho cariño. También le he pedido a lady Bella Taunton que me haga una recomendación. Fuimos compañeras de vigilancia de incendios durante el Blitz,
[1]
y no le gusto nada. Entre los dos, se podrá hacer una idea imparcial de mi carácter.

También le incluyo un ejemplar de una biografía que escribí sobre Anne Brontë, así verá que también soy capaz de hacer cosas diferentes. No se vendió muy bien. De hecho, nada bien, pero estoy mucho más orgullosa de ese libro que de
Izzy Bickerstaff va a la guerra
.

Si hay algo más que pueda hacer para convencerla de mi buena voluntad, estaré encantada de hacerlo.

Atentamente,

JULIET ASHTON

De Juliet a Sophie

12 de febrero de 1946

Queridísima Sophie:

Markham V. Reynolds, el de las camelias, finalmente se materializó. Se presentó, me hizo unos cumplidos y me invitó a cenar, al Claridge's, nada menos. Acepté, muy regia, «El Claridge's, ah, sí, he oído hablar del Claridge's», y luego me pasé los tres días siguientes preocupada por mi pelo. Suerte que tenía mi maravilloso vestido nuevo, así no tuve que perder tiempo preocupándome por qué iba a ponerme.

Tal como decía madame Helena: «El pelo, está hecho un desastre». Intenté recogérmelo; no me aguantó. Un moño francés; se me deshizo. Estaba a punto de plantarme un lazo rojo enorme en la cabeza cuando mi vecina Evangeline Smythe vino a rescatarme, Dios la bendiga. Es un genio con mi pelo. En dos minutos era la imagen de la elegancia. Me recogió todos los rizos y los arremolinó atrás; incluso podía mover la cabeza. Salí, sintiéndome divina. Ni el vestíbulo de mármol del Claridge's pudo intimidarme.

Entonces Markham V. Reynolds se acercó y la burbuja reventó. Es deslumbrante. En serio, Sophie, nunca he visto a nadie así. Ni el de la caldera puede compararse con él. Bronceado, con unos ojos azules centelleantes. Unos zapatos de piel divinos y un traje elegante con un pañuelo blanco radiante en el bolsillo superior. Por supuesto, al ser norteamericano, es alto, y tiene una de esas inquietantes sonrisas tan típicas de ellos, dientes relucientes y buen humor, pero no es uno de aquellos norteamericanos simpáticos. Es bastante impresionante, y está acostumbrado a dar órdenes a la gente, aunque lo hace con tanta soltura que los demás no se dan cuenta. Tiene la costumbre de creer que su opinión es la correcta, pero no es desagradable. Está tan seguro de que tiene la razón que ni se molesta en serlo.

Una vez nos sentamos (en nuestro propio reservado de terciopelo) y todos los camareros y
maîtres d'hôtel
dejaron de revolotear alrededor nuestro, le pregunté por qué me había enviado aquellos montones de flores sin incluir ninguna nota.

Rió. «Para que te interesases. Si te hubiera escrito directamente, pidiéndote que nos viéramos, ¿cómo habrías respondido?» Admití que no habría aceptado. Él arqueó una ceja. ¿Era culpa suya haberme podido engatusar tan fácilmente?

Me ofendió que fuera tan transparente, pero él volvió a reírse de mí. Y luego empezó a hablar de la guerra y de literatura victoriana (sabe que he escrito una biografía de Anne Brontë), y de Nueva York y de racionamiento, y antes de darme cuenta, ya estaba disfrutando de su compañía, totalmente embelesada.

¿Te acuerdas de aquella tarde, en Leeds, cuando especulábamos sobre las posibles razones por las cuales Markham V. Reynolds, hijo, no se daba a conocer? Es muy decepcionante, pero estábamos equivocadas por completo. No está casado. No es en absoluto tímido. No tiene ninguna cicatriz que le desfigure y le obligue a evitar la luz del día. No parece ser un hombre lobo (o al menos no tiene pelo en los nudillos). Y no es un nazi que se haya dado a la fuga (tendría acento).

Ahora que lo pienso, quizá sí es un hombre lobo. Lo imagino adentrándose en los páramos tras su presa, y estoy segura de que no se lo pensaría dos veces si tuviera que comerse a una persona inocente. Lo vigilaré de cerca la próxima luna llena. Me ha pedido que vayamos a bailar este sábado… quizá debería ponerme cuello alto. Vaya, eso son los vampiros, ¿no?

Creo que estoy un poco atolondrada.

Un abrazo,

JULIET

De lady Bella Taunton a Amelia

11 de febrero de 1946

Estimada señora Maugery:

Vamos a lo que nos ocupa, la carta de Juliet Ashton. No me sorprende su contenido. ¿Debo entender que quiere que le proporcione referencias sobre ella? Bueno, ¡así se hará! No puedo poner en duda su carácter, pero sí su sentido común. No lo tiene.

Como usted sabe, la guerra hace extrañas parejas, y a Juliet y a mí nos tocó ir juntas desde que empezamos con los vigilantes de incendios durante el Blitz. Los vigilantes teníamos que pasar las noches en los tejados de Londres, atentos a los incendios que ocasionaban las bombas. Cuando caían, nos apresurábamos con bombas de mano y cubos de arena para sofocar cualquier pequeño fuego antes de que se propagara. A Juliet y a mí nos emparejaron para que trabajáramos juntas. No hablábamos, como harían vigilantes menos concienzudos. Yo insistí en hacer una vigilancia total, en todo momento. Aun así, me enteré de algunos detalles de su vida de antes de la guerra.

Su padre era un granjero respetable de Suffolk. Su madre, supongo, era la típica mujer de granjero, que ordeña vacas y despluma pollos, cuando no se dedicaba a llevar una librería en Bury St. Edmunds. Los padres de Juliet murieron en un accidente cuando ella tenía doce años, y se fue a vivir a St. John's Wood con su tío abuelo, un clasicista de renombre. Estando allí, perturbó el desarrollo de los estudios de él y la paz de la casa, al escaparse dos veces.

Desesperado, él la mandó interna a una escuela de élite. Después de su graduación, Juliet se negó a seguir con los estudios superiores, se fue a Londres y compartió un estudio con su amiga Sophie Stark. Durante el día trabajaba en una librería. Por la noche escribía un libro sobre una de esas desgraciadas chicas Brontë, no recuerdo cuál de ellas. Creo que el libro lo publicó Stephens & Stark, la empresa del hermano de Sophie. Sólo puedo suponer que alguna forma de favoritismo fue la causa de la publicación del libro.

En cualquier caso, empezó a publicar artículos para varias revistas y periódicos. Su frivolidad y desenfado le proporcionaron un gran número de seguidores entre los lectores menos intelectuales (de los que, me temo, hay muchos). Se gastó lo que le quedaba de herencia en un piso en Chelsea. Chelsea, barrio de artistas, modelos, libertinos y socialistas, todos unos irresponsables, igual que demostró serlo Juliet cuando era vigilante de incendios.

Ahora voy a lo específico de nuestra relación.

Juliet y yo fuimos dos de los varios vigilantes asignados al tejado del Inner Temple Hall del Inns of Court. Primero permítame decirle que, para un vigilante, la rapidez de acción y lucidez eran imprescindibles; una tenía que ser consciente de todo lo que pasaba a su alrededor. Absolutamente de todo.

Una noche de mayo de 1941, una bomba de alta potencia cayó en el tejado de la biblioteca del Inner Temple Hall. La explosión fue cerca del puesto de Juliet, pero ella estaba tan horrorizada por la destrucción de los valiosos libros, que salió corriendo hacia las llamas, como si pudiera, sin la ayuda de nadie, ¡salvar la biblioteca de su destino! Por supuesto su error sólo ocasionó más problemas, ya que los bomberos tuvieron que perder unos minutos valiosos en rescatarla.

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