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Authors: Fernando Vallejo

La puta de Babilonia (38 page)

En una cripta subterránea en las entrañas de San Pedro lo enterraron. Vestido de sotana blanca, alba blanca, mitra blanca, zapatillas rojas, estola, palio, casulla y en la mano un rosario por si le hiciera falta, lo embalaron rumbo a la eternidad en un ataúd de ciprés metido dentro de un ataúd de zinc metido dentro de un ataúd de nogal que bajaron al hueco abierto en la desnuda tierra y taparon con una gran plancha de piedra no se les fuera a salir, como Cristo, el paporro a seguir azuzando la paridera y canonizando santos de pacotilla a la buena de Dios, a la diabla. "Señor —exclamó el cardenal Martínez Somalo para ponerle punto final al asunto—, dale el eterno descanso y que la luz perpetua brille sobre él". ¡Ah cabrón igualado! Tuteando al Padre Eterno...

Siguieron los novendiales o nueve días de duelo en que se celebran otras tantas misas por el difunto, que en este caso tuvieron lugar en la Basílica de San Pedro y fueron cantadas por nueve cardenales que escogió Ratzinger, escogiéndose él para la primera. La del lunes 11 la ofició Bernard Francis Law, el ex arzobispo de Boston que en esos momentos ya era Cardenal Archipreste de la Basílica de Santa Maria Maggiore, premio que le dio Wojtyla en pago a la protección que les brindó a los curas pederastas de aquella diócesis norteamericana y que no censuro, quede muy claro, sino que por el contrario alabo, bendigo y apruebo pues ¿qué pecado puede haber en que un curita le haga la paja a un niño que de todos modos se la va a hacer solito en su casa? Pecado no es masturbar al prójimo ni sodomizarlo ni darle mantenimiento sexual por la vía que sea: pecado es acuchillar a una vaca. Representantes de la llamada "Survivors Network of those Abused by Priest" conducidos por su fundadora Barbara Baline, volaron a Roma desde los puritanos Estados Unidos de Bush a avergonzar a los católicos romanos con la tal pederastia de los curas bostonianos alcahueteada por Bemard Law. ¡Cuáles sobrevivientes, santurrona, carnívora, cabrona, gringa, hipócrita! ¡De qué sobrevivieron tus "abusados"! ¿De una paja?

El lunes 18 de abril en la mañana y a unas horas de que los 115 cardenales en edad de votar por ser menores de 80 años se encerraran en la Capilla Sixtina para el cónclave, tuvo lugar en la Basílica de San Pedro la misa tradicional por la elección de un nuevo papa Pro eligendo Romano Pontífice que ofició adivinen quién. El mismo que había oficiado la misa de difuntos del 3 de abril; el mismo que había presidido la gran misa concelebrada del día 8 ante los dos mil millones que la vieron por televisión, compitiendo él con el cadáver de los cadáveres, el cadáver protagónico; y el mismo, en fin, que el día 9 había oficiado la primera de las misas novendiales por el difunto: el decano del Colegio de Cardenales, el alemán Joseph Ratzinger, en favor de quien el Espíritu Santo había empezado dieciocho meses atrás una campaña subrepticia para convertirlo de odiado inquisidor en amado papa. ¡Cuánto no le costó entonces al de las lenguas de fuego convencer a este hombre humilde ajeno a toda ambición para que aceptara ser el Vicario de Cristo, el sucesor de Pedro, el Pontífice Máximo! Que la decisión no era suya sino de Dios, le hacía ver una y otra vez el Paráclito. Hasta que por fin el prelado, humilde aunque alemán y educado por los nazis, aceptó agachando la cabeza. Un vaticano logista comentó que durante las dos semanas que siguieron a la muerte de Wojtyla, Ratzinger había sido el dueño del balón. Un partidario suyo dijo en cambio, palabras textuales: "Un fuego interior se le encendió en el pecho como si Dios lo hubiera escogido". Y sí pero no porque no fue Dios el que lo escogió sino el Espíritu Santo, que es muy distinto. Dios es el Padre, Cristo es el Hijo y el Espíritu Santo es el producto homosexual e incestuoso de ambos.

El sermón que pronunció Ratzinger en su misa Pro eligendo Romano Pontifice el lunes 18 de abril en la mañana, horas antes de que se iniciaran las votaciones del cónclave, es una obra maestra del cálculo y la perfidia, un modelo de oportunismo. Que él no iba a renunciar a sus ideales para ganar votos fue lo que dijo en resumidas cuentas. Él estaba por la cultura de la vida del difunto papa y contra el aborto y el condón, contra la ordenación de mujeres, contra la presencia del Islam en Europa, contra las nuevas sectas, contra el homosexualismo, contra el marxismo, contra el liberalismo, contra el modernismo, contra el individualismo, contra el colectivismo, contra el libertinismo, contra el materialismo, contra el relativismo. Y he aquí la palabra clave: relativismo. De pie ante un semicírculo de cardenales y ante la basílica atestada de fieles fervorosos preguntó: "¿Cuántos vientos de doctrina hemos conocido en los diez últimos años? ¿Cuántas corrientes ideológicas? ¿Cuántas formas de pensar? A los que creemos firmemente en Dios y en los absolutos morales nos acusan de fundamentalismo, mientras que la única actitud socialmente aceptable pareciera ser que todo es relativo y nada es bueno o malo con certeza". La Puta Católica, Apostólica y Romana era la dueña de la verdad y por fuera de ella no había verdad posible. Al relativismo de los blandengues Ratzinger contraponía el absolutismo de los firmes. La verdad absoluta y punto. A lo cual a mi vez se me ocurre preguntar: y las cien peticiones de perdón que ofreció Juan Pablo II en sus últimos años de pontificado por los crímenes de la Puta, ¿ésas qué? ¿No nos estaba mostrando con ellas el relativismo de su verdad? No hay verdades eternas. La verdad cambia con los tiempos según vaya soplando el viento, y no es patrimonio colectivo sino espejismo del fuero íntimo de cada quien.

Pero por lo menos Ratzinger era consecuente con sus dos décadas a la cabeza de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Otra cosa es que su congruencia la mandara al carajo no bien se montó en la silla de Pedro pues de inmediato empezó a adular a los musulmanes. Lo de Ratsibona fue un lapsus cálami que exhibió a la luz del día al mentiroso. Acaba de ir a Turquía a hacerse ver en el mejor estilo de su predecesor y a retractarse de lo que le dijo a Le Figaro en una entrevista pocos meses antes de subir al pontificado y cuando era tan sólo un cardenal entre muchos: 'Turquía es un país que histórica y culturalmente tiene poco que ver con Europa. Por ello sería un gran error incorporarlo a la Unión Europea". Ya de papa cambió de opinión. Y no bien aterrizó en Ankara, al primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan, quien muy a su pesar, con repugnancia, tuvo que ir al aeropuerto a recibirlo en busca de su apoyo para el ingreso de Turquía a la Unión Europea, le expresó que no sólo podía contar con él sino que se sumaba a la Alianza de Civilizaciones que Erdogán y el presidente del gobierno español habían venido proponiendo. ¿Y la Liga Santa cuyas capitulaciones firmó San Pío V con Felipe II y las repúblicas de Génova y Venecia dirigidas a la guerra total contra los turcos y que condujeron el 7 de octubre de 1571 a la batalla naval de Lepanto en el golfo de Corinto en que murieron treinta y cinco mil hombres, ésa qué? ¿Y la nueva Liga Santa contra los turcos formada por Inocencio XI con el emperador Leopoldo I y el rey Juan III Sobieski de Polonia que entre 1683 y 1688 liberó del yugo otomano a Viena, Belgrado y toda Hungría, ésa qué? ¿Fueron ésos enfrentamientos entre civilizaciones, o entre barbaries? ¿Fueron jihad o guerra santa? ¿Cómo los calificamos? Pío V le atribuyó la victoria de Lepanto a la Virgen María y declaró el 7 de octubre fiesta de Nuestra Señora de la Victoria. ¡Y después nos vienen a hablar contra "la dictadura del relativismo" y a afirmar que la verdad es absoluta y que su dueña ha sido, es y será la Puta católica! Que se ponga primero esta ramera de acuerdo consigo misma antes de salir a mentir por el mundo. Ese sermón contra "la dictadura del relativismo", que sólo una Puta de dos mil años de refinamiento en la simulación puede concebir, catapultó a Ratzinger (y perdón por el anglicismo pero no encuentro mejor palabra) a la ansiada silla de Pedro. Horas después de pronunciado, en una sombría y solemne procesión ciento catorce cardenales de más de cincuenta países entraban con él a la Capilla Sixtina y en cuatro apuradas votaciones lo elegían como sucesor de Wojtyla. En la cuarta y última votación Ratzinger obtuvo noventa y cinco de los ciento quince votos. La casi totalidad de esos cardenales eran hechura del muerto, que fue el que los nombró. Los que venían de antes y que no segó en el curso de su pontificado Nuestra Señora Muerte Wojtyla los licenció por viejos. ¡Como si él fuera un mancebito! Fuentes bien informadas cercanas al Espíritu Santo han dejado saber que en plena desesperación los pocos cardenales liberales (¿liberales?) andaban proponiendo al cardenal argentino Jorge Bergoglio para oponérselo a Ratzinger, pero que los dos cardenales colombianos, Darío Castrillón Hoyos y Alfonso López Trujillo, amantes ambos del orden y el sexo fuerte, alinearon el bloque de los veinte cardenales latinoamericanos detrás de éste. Yo no creo. Pero si así hubiera sido, ¡qué honor para Colombia! ¡Cómo me late el corazón de orgullo patrio! Más que un gol de la Selección Colombia en el mundial de futbol que ya hemos ganado tres veces. Y termino esta crónica de simulaciones, bellaquerías, intrigas y ambiciones con el final del sermón de Ratzinger cuando la mencionada misa Pro eligendo Romano Pontifice: "En esta hora decisiva —dijo— le rogamos al Señor que después del gran don del papa Juan Pablo II que nos hizo nos dé de nuevo un pastor del corazón, uno que nos guíe según la conciencia y el amor y en la verdadera alegría de Cristo". ¡Quién si no él! Varios de los cardenales asistentes aplaudieron, entre los cuales el poderoso Camillo Ruini, a quien Ratzinger le había puesto el ojo por si su candidatura fallara. ¡Qué iba a fallar, si contaba con el respaldo del Espíritu Santo!

En el siglo VI antes de nuestra era Mahavira, que vivió y enseñó en la llanura del río Ganges en el norte de la India y que fue contemporáneo de Buda, fundó en la India el primer asilo de animales de que tengamos noticia para albergar a los animales viejos y enfermos. Él es la gran figura del jainismo, una religión que preconizaba el vegetarianismo y el absoluto rechazo a la violencia, y a él se debe que con el correr del tiempo se terminaran en la India los sacrificios rituales de animales. Desde la oscuridad de tan remoto pasado, por sobre los miserables personajitos de Cristo y Mahoma a cuyas religiones pertenece la mitad de la población mundial pero a los que no les dio el alma para entender que también los animales, y no sólo el hombre, son nuestro prójimo, hoy brilla Mahavira como la máxima luz moral de la humanidad. Mil setecientos años de oportunidad ha tenido el cristianismo: desde que se montó al carro del poder de Constantino; y mil cuatrocientos el mahometismo: desde que lo fundó Mahoma. Durante esos largos siglos de oportunidad perdida lo único que han hecho uno y otro es bañar el mundo de sangre humana y sangre de animales. No hay razón para que este par de fanatismos monstruosos disfrazados de religiones perduren un día más. Ha llegado la hora de decirles basta.

El 15 de octubre de 1978, dos milenios y medio después de Mahavira y en un mundo perturbado y al borde del caos, en la casa de la UNESCO en París se proclamó solemnemente la Declaración Universal de los Derechos del Animal. Su texto, revisado por la Liga Internacional de los Derechos del Animal en 1989 y hecho público al año siguiente, no sólo es una obra maestra de la claridad expositiva sino una de las más altas expresiones que yo conozca de la misericordia y la grandeza de alma. Sus frases escuetas, incontrovertibles, lúcidas vienen sonando desde entonces como martillazos en la podrida conciencia de la humanidad. He aquí el preámbulo: "Considerando que la Vida es una, que todos los seres vivos tienen un origen común y que se han diferenciado en el curso de la evolución de las especies; considerando que todo ser vivo tiene derechos naturales y que todo animal con un sistema nervioso tiene derechos particulares; considerando que el desprecio o el simple desconocimiento de esos derechos naturales causan graves atropellos a la Naturaleza y llevan a cometer al hombre crímenes contra los animales; considerando que la coexistencia de las especies en el mundo significa el reconocimiento por la especie humana del derecho a la existencia de las otras especies animales; considerando que el respeto de los animales por el hombre es inseparable del respeto entre los hombres, se proclama lo que sigue..." ¿Cuándo hablaron Cristo y Mahoma de "crímenes contra los animales"? Este solo concepto de crímenes contra los animales que cabe en cuatro palabras marca el abismo que se agrandará más y más cada día que pase entre una humanidad movida por la compasión universal y ese par de personajitos alucinados de los cuales el primero ni siquiera existió y el segundo fue un criminal despreciable.

Y ahora unas cuantas de las verdades que siguen a los considerandos y que se le resbalaron por su disfraz de travestido al impúdico Wojtyla: "Artículo primero: Todos los animales tienen igual derecho a la existencia en el marco de los equilibrios biológicos; esta igualdad no oculta la diversidad de las especies y los individuos. Artículo 2: Toda vida animal merece respeto. Artículo 3: Ningún animal debe someterse a malos tratos o a actos crueles; si es necesario matar a un animal, su muerte debe ser instantánea, indolora y que no le produzca angustia; y el animal muerto debe ser tratado con decencia. Artículo 4: El animal salvaje tiene derecho a vivir libre en su medio natural y a reproducirse; la privación prolongada de su libertad, la caza y la pesca por diversión, así como toda utilización del animal salvaje para otros fines que no sean los vitales son contrarios a este derecho. Artículo 5: El animal que el hombre tiene bajo su dependencia tiene derecho a ser mantenido y a cuidados y atenciones; en ningún caso debe ser abandonado ni matado en forma injustificada. Artículo 6: La experimentación con un animal que provoque sufrimiento físico y psíquico viola los derechos del animal. Artículo 7: Todo acto que acarree sin necesidad la muerte de un animal y toda decisión que conduzca a ella constituyen un crimen contra la Vida. Artículo 8: La masacre de los animales salvajes y la destrucción de sus ambientes son genocidios. Artículo 10: La educación y la instrucción pública deben llevar al hombre desde su infancia a observar, comprender y respetar a los animales". Etcétera, etcétera.

Para explicarnos el espíritu de la declaración la Liga Francesa de los Derechos del Animal, fundada en 1977, ha hecho una serie de consideraciones biológicas y morales, como la de que la especie humana no es sino una entre muchas especies animales del planeta y una de las más recientes. O la de que hemos establecido una jerarquía antropocéntrica "que ha llevado a atribuirle al hombre la inteligencia y al animal sólo el instinto, y a pensar que el animal no sufre como el hombre, siendo así que todo lo que sabemos hoy demuestra lo contrario, que sufre físicamente como nosotros y que su pensamiento, producto de un sistema nervioso central, es todavía más complejo que lo que las neurociencias de hoy nos revelan. Esta capacidad les confiere a los animales derechos particulares respecto a los vegetales". O la de que "La Vida no le pertenece al hombre. El hombre no es ni su creador ni su detentador exclusivo: pertenece también al pez, al insecto, al mamífero y a los vegetales". ¿Dónde queda el comienzo del Génesis en que el rabioso Yavé, alias Alá, alias el Padre le confiere al hombre dominio sobre todos los seres vivos de la Tierra? Vamos a quitarle a Dios su mayúscula y a ponérsela, como en la declaración de la UNESCO, a la Vida.

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