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Authors: Irving Wallace

La Palabra (30 page)

BOOK: La Palabra
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Luego, Fontaine y Wheeler cambiaron la conversación hacia los costos, los precios, la distribución y la publicidad.

Cuando terminó su café, Randall se recostó en su silla, fascinado. Ahora tenía la certeza de lo que había sentido… un abismo definitivo entre los teólogos y los editores. Los teólogos estaban tan molestos con la conversación acerca de dólares-libras-esterlinas-marcos-francos-liras de los editores, como éstos habían estado impacientes con la charla espiritual de los teólogos. Randall tenía el profundo sentimiento de un antiguo conflicto vigente. Trató de resumir para sí mismo la diferencia tan marcada: supuso que los teólogos sentían una pasión genuina por el Nuevo Testamento Internacional, por las palabras transmitidas por el hermano de Jesús y por las del centurión que había registrado los resultados del juicio de Cristo. Percibía la fe verdadera en estos teólogos, la profunda creencia en la Resurrección del verdadero Cristo, recientemente revelada. Por otra parte, los editores, mientras rendían tributo a esta Resurrección, a su potencial para dar a los hombres de todas partes fe y esperanza, parecían estar interesados principalmente en sus utilidades. Eran magnates que casualmente se encontraban en el negocio de la producción de Biblias, de la misma manera como podrían haber estado produciendo automóviles o alimentos envasados, y se habrían expresado de igual modo.

Inquietante la discrepancia; pero comprensible.

El doctor Deichhardt había resumido la conversación acerca de sus temores de un fracaso comercial.

—Y no se olviden de que nosotros hemos tenido en Alemania un obstáculo muy acentuado, el mismo que algunos de ustedes también han padecido en gran medida. Hemos sido el centro de la Reforma de la Iglesia, desde Lutero hasta Strauss y Bultmann. Hoy en día somos un semillero que raya en lo herético, en lo que va más allá de la desmitificación de los evangelios, en lo que es más que un mero escepticismo acerca de la existencia de Nuestro Señor y de Su mensaje. Nosotros constituimos un semillero excepcionalmente virulento para el desarrollo del movimiento revolucionario y radical de De Vroome. Ese lunático no es sólo el enemigo de nuestras Iglesias establecidas… sino el adversario declarado de nuestro sagrado esfuerzo conjunto por rescatar a la Humanidad a través de nuestro Nuevo Testamento Internacional. Piensen ustedes en lo que yo debo superar en Alemania, caballeros.

—Nada más que lo que cualquiera de nosotros tendremos que afrontar en nuestros países —insistió Wheeler—. Los reformistas conversos de De Vroome están en todas partes. Pero yo creo que una vez que nuestra Biblia vea la luz, su verdad y su poder ahogarán a De Vroome y sus seguidores… los vencerá, los erradicará de la faz de la Tierra. Nuestra revelación sorpresiva los dejará atónitos, indefensos e incapacitados para tomar represalias.

—Ya que el elemento de la sorpresa es la clave de nuestro éxito —interrumpió Randall—, ¿están ustedes seguros de estar haciendo todo lo posible por preservar el contenido del Nuevo Testamento Internacional lejos del reverendo Maertin de Vroome?

De inmediato, todos comenzaron a hablar a un mismo tiempo, describiendo las nuevas medidas de protección que se estaban tomando para mantener el secreto fuera del alcance de De Vroome y su grupo de fanáticos adeptos que acechaban desde no muy lejos en la ciudad, rodeando al Dam.

Por primera vez en el transcurso del almuerzo, los editores y sus consejeros espirituales fueron como uno solo en su causa y sus creencias.

«Interesante —pensó Randall—. Dadle a los habitantes de la Torre de Babel un temor común, y todos aprenderán a hablar una lengua común.»

Esto estaba aún mejor. Randall se encontraba entre los de su clase, y se sintió confortable y relajado.

Naomí lo había llevado al cuarto 204 del «Hotel Krasnapolsky» (una habitación ultramoderna de paredes blancas, mobiliario blanco laqueado estilo cubista, lámparas en cromo brillante, una caja de líquido y arte kinético en movimiento, colgando encima de un sofá rojo) y lo estaba presentando con sus asistentes por primera vez.

Con una copa en la mano, Randall estaba conversando con Paddy O'Neal, un nativo de Dublín que tenía el típico aspecto de un chófer irlandés de camión y que había estado empleado por organizaciones publicitarias en Londres y Nueva York. O'Neal tenía una especie de simpática irreverencia hacia la Biblia.

—Yo escribiré acerca de la Biblia —prometió a Randall—, pero no espere usted que crea en ella. Yo soy como Oscar Wilde. ¿Recuerda usted lo que Oscar dijo acerca de la Crucifixión de Jesús y de la Cristiandad? «Una cosa no es necesariamente cierta porque un hombre muera por ella.»

Después, Randall fue conducido hasta un joven que estaba relajadamente sentado en una silla y que de perfil se veía como un signo de interrogación. Randall descubrió después que ese hombre sabía, además de las preguntas, las respuestas.

—Elwin Alexander es el encargado de las rarezas.

Extrañado, Randall preguntó:

—¿Qué quieres decir con eso de rarezas?

Dirigiéndose a Alexander, Naomí hizo una seña con la cabeza.

—Explíquele, Elwin.

Alexander se irguió frente a Randall.

—¿De veras quiere usted saberlo? De acuerdo, si está dispuesto a sufrir un castigo cruel y extraordinario. Esto es lo que yo proporciono a los inquietos columnistas y editores de diarios —Alexander inhaló profundamente y luego, exhalando, comenzó a hablar a un kilómetro por minuto, como si fuera subastador de tabaco—. ¿Sabía usted que el versículo más corto en el texto inglés del Nuevo Testamento contiene solamente dos palabras: «Jesús lloró»? ¿Sabía usted que los apóstoles se dirigían a Jesús llamándole Rabí, en lugar de Maestro? ¿Sabía usted que el Nuevo Testamento atribuye a Jesús exactamente cuarenta y siete milagros? ¿Sabía usted que el Antiguo Testamento no hace mención alguna de la ciudad llamada Nazaret, y que el Nuevo Testamento no dice que Jesús haya nacido en un pesebre ni que haya sido adorado en un establo, ni crucificado en el Monte del Calvario? ¿Sabía que en los evangelios Jesús se refiere a Sí mismo, ochenta veces, como el Hijo del Hombre? Y ahora, señor Randall, ¿sabe usted lo que hace el encargado de las rarezas?

—No lo sabía, pero ahora ya lo sé, señor Alexander —rió Randall.

Después de eso hubo más rostros, más diálogos animados. Ésos eran sus colaboradores, y Randall los apreció y trató de retener información acerca de cada uno. El caballero delgado y de apariencia enfermiza era Lester Cunningham, quien había concurrido a una escuela bautista en el Sur, para escapar del reclutamiento en el Ejército de los Estados Unidos, y se había convertido en un devoto genuino. Previamente, había trabajado como publicista para las publicaciones
Christian Bookseller, Christian Herald
y
Christianity Today
. La corpulenta burguesa solterona, nativa de Rotterdam, la del flequillo y sin maquillaje, era Helen de Boer. Según Naomí, de los 325 millones de protestantes practicantes y no practicantes que existen sobre la Tierra, ninguno sabía más acerca de su religión que Helen. Su especialidad era el protestantismo; Lutero, Melanchthon, Calvino, Wesley, Swedenborg, Eddy, Bonhoeffer, Schweitzer, Niebuhr. La atractiva muchacha de ojos oscuros, cabellera corta y torso delgado, que lucía un elegante traje, era Jessica Taylor, cuyos padres eran norteamericanos y que había sido criada en Portugal. La arqueología Bíblica era la especialidad de Jessica, y antes de colaborar con Resurrección Dos había trabajado en la excavación de Tell Dan al norte del Mar de Galilea, cerca del Líbano.

Finalmente, Randall se encontró cara a cara con Oscar Edlund, un melancólico sueco de Estocolmo que había sido contratado para hacerse cargo de la fotografía y el aspecto gráfico del proyecto. Si bien Edlund era la persona menos agradable del equipo, era él quien tenía las credenciales más impresionantes. Tenía el cabello color zanahoria y era bizco, con las mejillas marcadas por el acné y una Rolleiflex colgándole del cuello, como si formara parte de su anatomía. Alumno de Steichen durante mucho tiempo, ahora se le consideraba como uno de los fotógrafos más destacados del mundo.

—Deberíamos obtener la máxima promoción periodística a través de sus fotografías del papiro original y del pergamino —dijo Randall a Oscar Edlund—. Lo único que me preocupa es la calidad de las reproducciones. ¿Cómo salieron?

—De primera calidad —dijo Edlund—, considerando las circunstancias en las que he tenido que trabajar —agregó, meneando la cabeza—. Esos fragmentos del papiro y el pergamino estaban bastante gastados y quebrados después de haber permanecido enterrados durante más de mil novecientos años. Antes de que se pudiera trabajar con los fragmentos, los especialistas tuvieron que humedecerlos a un grado crítico, remojarlos lo suficiente para que pudieran aplanarlos bajo un cristal, pero cuidando de no excederse en la humidificación para evitar que pudieran disolverse. Por supuesto, la escritura aramea de Santiago o su escribano y el grabado griego en las antiguas piezas del pergamino requirieron que usara yo fotografía infrarroja para poder captar, hacer legibles las palabras borrosas. Pero le gustará lo que va a ver.

—¿Cuántos juegos de impresiones hizo?

—Solamente tres —dijo Edlund—. Órdenes estrictas. Los tres juegos se le enviaron al doctor Jeffries para que los usaran su equipo de traductores, aunque en ocasiones se les permitió examinar algunos fragmentos originales en la bóveda. Cuando las traducciones fueron terminadas, los tres juegos de fotografías fueron devueltos al «Krasnapolsky». Dos de ellos fueron destruidos, y el que quedó, el único que existe bueno… ése lo tiene usted, señor Randall.

—¿Lo tengo yo?

—Apenas ayer lo colocaron en el archivo contra incendios que hay en su oficina; lo pusieron en una carpeta, junto con muchas otras fotografías publicitarias, tras la chapa y la barra de seguridad. Valiosa carga, señor Randall. Manéjela con cuidado.

—Por supuesto que sí —dijo Randall.

—Claro —añadió Edlund—. Yo aún conservo mis negativos… justamente acabo de pasarlos de la bóveda al cuarto oscuro que construimos, así es que estoy listo para sacar los cientos de juegos de esas impresiones que pudieran hacer falta para la Prensa antes de que Resurrección Dos sea anunciada. En caso de que le preocupe, los negativos están bastante seguros. Mi cuarto oscuro (que fue construido bajo la supervisión del inspector Heldering) está bien protegido de los intrusos, se lo aseguro. Estoy preparado para seguir adelante en el momento en que usted me dé la señal.

—Magnífico —dijo Randall—. Esas fotografías causarán un tremendo impacto… Bien, supongo que debemos iniciar nuestra primera junta de colaboradores y averiguar exactamente dónde estamos.

Randall descubrió bien pronto dónde estaban, y le pareció desalentador.

Días antes, el doctor Deichhardt había ordenado a los miembros del equipo que desarrollaran algunas ideas publicitarias y que tomaran nota de los materiales fragmentarios con los cuales estaban familiarizados, pero no les había permitido redactar gacetillas completas. La preocupación de Deichhardt era que tales notas anduvieran sueltas y que pudieran divulgarse y poner en peligro el secreto. Esto significaba también que había una gigantesca cantidad de trabajo por hacer en unas pocas semanas.

Mientras la junta progresaba, Paddy O'Neal hizo una sugerencia. Él pensaba que una de las cosas que podrían hacerse de inmediato era la de celebrar entrevistas con los personajes clave, los responsables del Nuevo Testamento Internacional. Sugirió que comenzaran con una serie de artículos dramáticos acerca del profesor Augusto Monti, quien había desenterrado el Evangelio según Santiago y el Pergamino de Petronio en Ostia Antica. Luego, podrían escribirse varias notas acerca del profesor Henri Aubert, el mago en radiocarbono que había autentificado la edad del papiro y el pergamino. Después, podrían redactarse unos cuantos artículos acerca del doctor Bernard Jeffries, quien había supervisado a los tres comités que tradujeron los descubrimientos del arameo y el griego a cuatro idiomas (además de una americanización de la traducción inglesa). Finalmente, podrían prepararse varios reportajes llenos de colorido acerca de Herr Karl Hennig, el personaje a cuyo cargo estaba la impresión de las distintas ediciones de la Biblia en Maguncia, el mismísimo lugar donde Johann Gutenberg había inventado la tipografía movible y había producido el primer libro impreso mecánicamente.

Estando de acuerdo en que las personalidades que estaban detrás de la Biblia deberían ser abordadas primero, Randall solicitó copias de las investigaciones realizadas por sus colaboradores, para poder estudiarlas en los próximos días.

—Mañana voy a hablar con Deichhardt y Wheeler para que nos den luz verde en cuanto al material publicitario —dijo Randall—. Les prometeré que seremos cuidadosos. Conozco bien los riesgos a los que nos exponemos. De hecho, ya tuve un encuentro peligroso esta mañana.

Randall narró brevemente a su equipo la manera como Cedric Plummer había intentado sobornarlo. Inmediatamente, Cunningham y Helen de Boer relataron sus propias experiencias. Desde que la entrevista de Plummer con De Vroome se había publicado, ambos habían recibido amenazadoras llamadas telefónicas anónimas, pero habían colgado antes de averiguar con exactitud lo que deseaban sus interlocutores. Y, por supuesto, lo habían explicado a la oficina de seguridad de Heldering.

—Está bien —dijo Randall— Estoy seguro de que se presentarán nuevos casos similares, pero por ahora debemos pensar que lograremos llegar a salvo a nuestra fecha de publicación, sosteniendo intacto nuestro secreto. La siguiente pregunta en la agenda es: ¿Cómo vamos a desarrollar la historia del Nuevo Testamento Internacional para presentarla ante el público?

Todos en el salón pensaban que debería hacerse una enorme conferencia de Prensa para los representantes de los periódicos, la radio y la televisión de todas las naciones.

—De acuerdo en lo de la conferencia de Prensa —dijo Randall—. Sin embargo, como ésta es, en mi opinión, la historia noticiosa más grande de los tiempos modernos, yo creo que la conferencia de Prensa debería ser también la más grande de la Historia. Tengo dos ideas disparatadas. Me gustaría que el anuncio inaugural se hiciera desde un estrado en el Palacio Real de los Países Bajos en el Dam. Y me gustaría hacerlo no solamente para la Prensa, sino también, simultáneamente, para los espectadores de todo el mundo. Quisiera transmitir nuestra conferencia de Prensa (el anuncio del descubrimiento) a todos los países de la Tierra, vía Intelsat, el sistema de comunicaciones por satélite. ¿Qué les parece?

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