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Authors: Fabio Fusaro & Bobby Ventura

Tags: #Autoayuda

La mujer de tus sueños (12 page)

Al ver que la cosa no mejora, viene la etapa de los replanteos. El hombre trapo se pregunta cómo ella puede estar más copada con ese novio marmota que con él; si desayuna con él, estudia con él, almuerza con él, va al cine con él, se compra la ropa interior con él…

Se replantea en qué tácticas falló. Qué hizo mal para que ella no se diera cuenta de que él no quiere ser su amigo. Qué dijo que nunca debería haber dicho. Y si pasa todo el día con la chica, eso supone replantearse todos sus actos.

En la debacle, intenta «la jabonosa» de consolarla cuando el novio gilipollas la peta, a ver si así, aunque sea de última, gana.

Un asco. El hombre trapo es un asco. El hombre trapo no conquista.

Para evitar serlo, empezá por nunca ser su amigo. Nunca.

Síntomas de que te estás convirtiendo en amigo:

  • Te Invita a estudiar a su casa, te recibe en remerita y bombacha y… terminan estudiando.
  • Te pregunta, haciéndose la desinteresada, por un amigo tuyo.
  • Te cuenta sus secretos de alcoba.
  • Te quiere presentar a una amiga.
  • Te toma de consejero sobre qué hacer con otro tipo.
  • Delante de ti, la llama el otro y se pasa una hora hablando con él sin ocultarlo.
  • Como le dijiste que no te interesaba conocer a su amiga, te quiere presentar a un amigo.
  • Le decís de ir a tomar algo y acepta, preguntándote si a la tarde te viene bien.
  • Te llama el sábado a la noche invitándote al cine, porque está colgada.

Posicionarse como amigo es lo peor. Es hacer casi imposible el levantarte a esa chiquilla tan especial para vos. Te diría que casi es como hacerse puto: no volvés.

Antes de ser amiguichi, abrí los ojos; seguro te vas a topar con alguno de los síntomas recién descriptos de que te está mirando de otra forma. Los síntomas del trapo.

Nunca dar lástima

Las mujeres se compadecen de los hombre que sufren por amor.

Se apenan, los comprenden, tratan de ayudarlos y de aconsejarlos; sobre todo cuando se trata de un hombre por el que sienten cierto aprecio, como puede ser un compañero de trabajo, el amigo de su hermano, etc.

Esto es a veces mal utilizado como forma de acercarnos a la mujer que nos gusta.

Nos ponemos frente a ella con cara de gato aún dormido al que rajaron violentamente del sillón y le contamos todo lo que sufrimos con una relación anterior, aprovechando a su vez para darle datos de nuestra maravillosa forma de ser.

«Que mi ex novia me fue infiel… Que YO jamás le hubiese hecho algo así, porque cuando YO estoy enamorado de una mujer YO doy todo por ella… Que YO le regalaba flores todos los días… Que YO la iba a buscar todas las noches a la salida de la facultad y la llevaba a la casa para que no tuviera frío… Que YO se que voy a olvidarla cuando encuentre otra mujer (nos faltaría decir «tal vez vos») que merezca tener todas las cosas que YO puedo darle…, etc, etc, etc.»

Esa mujer, entonces, se acercará a nosotros para reconfortarnos en nuestra pena, diciéndonos frases tales como «Vos no merecés que te hayan hecho una cosa así… Sos tan bueno… Ya vas a ver que la vas a olvidar… Cómo pudo ella perderse un tipo como vos…»

«¡¡Tigre!! ¿Qué hacés acá que no estás en la caja de Kellogg’s?», pensás para tus adentros mientras ella te mira con ojos compasivos.

Pero, ¿qué es lo que ella está viendo a través de esos piadosos ojos?

Está viendo a un tipo que está aún enamorado de otra mina.

Un tipo al que lo cagaron como de un puente y en su momento no fue capaz de apiolarse para prevenirlo, o al menos, para ser él el que le pusiera a la turra de la novia un voleo en el orto.

Un tipo que cuando se pone de novio, se enamora y cuando se enamora, se estupidiza.

Un tipo que no puede superar una relación anterior, a pesar de que haya sigo una porquería.

Un tipo derrotado.

Un tipo con serias dificultades para salir adelante ante la adversidad.

Un tipo con poco amor propio.

Más que un tigre, está viendo un pajarón.

La estás llevando, pero por el camino equivocado, por lo cual nunca vas a llegar al destino que querés.

Vos estás intentando despertar en ella un sentimiento romántico, querés que valore tu forma de ser, querés que ella desee tener un hombre con tus cualidades, y lo que estás logrando es que sienta pena por vos y el sentimiento que estás alimentando en ella es el de solidaridad.

A las mujeres les gustan los hombres seguros de sí mismos; los que ante una caída se levantan, se sacuden el polvo y siguen para adelante. Les gusta los hombres en los que no tienen una confianza absoluta, les atraen aquellos que en cualquier momento pueden perder u otra les puede quitar. La adrenalina que sienten ante un posible descubrimiento de engaño alimenta su sentimiento de amor. A las mujeres, aunque lo nieguen, les gustan los tipos turros. ¿Y si no, por qué creés que te dejó tu novia, si eras tan magnífico?

Y vos te estás mostrando como todo lo contrario.

Si cuando vos te vas, ella suspira y dice «Pobre…», cagaste.

Las mujeres son muy raras. La famosa frase «¿Quién entiende a las mujeres?» no fue creada y repetida hasta el cansancio por tantas generaciones porque sí.

Evidentemente, algo en tu forma de ser para con tu ex novia no era tan perfecto como creías; de lo contrario no te hubiese dejado. Tal vez, tus excesivas demostraciones de amor o la seguridad de fidelidad absoluta que en todo momento le diste, fueron el factor desencadenante de la ruptura y al relatar con lujo de detalles los hechos de tu relación anterior, posiblemente le estés revelando a tu nueva pretendida ese «algo» sin darte cuenta.

No olvides que la mujer que tenés enfrente es, en esencia, igual a tu ex novia.

Como ya dije en mi libro «Mi Novia - Manual de Instrucciones» la lástima y el amor son dos sentimientos que nunca pueden coexistir. O te quiere, o te tiene lástima; por lo tanto, si le estás provocando lástima, estás evitando que se enamore.

No te desesperes loco, todo va a andar bien

La Veintidós, además de ser una hermosa morocha de ojos profundos, es una de esas personas que, cuando te deja que la conozcas bien, te das cuenta de que es dulce, inteligentísima y carismática. Pero como no deja que la conozca casi nadie, la gente cree que es todo lo contrario. La gente dice que es rara. Y algo de razón tiene. No es una chica convencional y fue la única que se avivó de algo no convencional en mí: yo, al revés que todos los tipos, manejo despacio en Buenos Aires. Ya lo dijo el Lole: «El que sabe manejar verdaderamente, en la ciudad maneja despacio».

Ella no solo vio algo que me diferenciaba del resto, sino que además se dejó encantar por esa condición. Hacía ya tiempo que éramos novios, cuando me confesó que la seducía muchísimo mi manera de manejar. Sí, escuchá: la excitaba que yo condujera despacio, que la llevara tranquila y relajada a todos lados, que nunca perdiera el control y que, ni a punto de chocar, me desesperara.

Los únicos casos en los que la desesperación puede ser válida, es en aquellos en los que existe riesgo de muerte. Como esa vez que, hacia el fin de la segunda guerra mundial y en plena retirada del frente, venían cuatro alemanes en un blindado, escapando de tropas Aliadas por un camino de una sola mano. Por el lugar podía circular un solo vehículo a la vez. Cuestión que estos tipos tenían a los Aliados atrás y no se cómo, pero se avivan de que el camino está bloqueado adelante y de que si no quieren caer prisioneros, tienen que volver sobre sus pasos y tomar otro camino. Tenían que hacerlo rápido, antes de que la división de Aliados les cerrara el paso. La marcha atrás no era opción, porque, al ser un blindado era muy lenta y los iban a capturar igual. Y el vehículo no podía girar y dar la vuelta porque, como dijimos, el camino era muy estrecho. Los cuatro monos se bajan y envueltos en pánico, cazan uno de cada punto, levantan el blindado, lo dan vuelta y salen rajando en sentido contrario. Tipo dibujitos animados. Zafan. Llegan a sus líneas. Héroes. Termina la guerra. Los reúne un diario para que cuenten cómo zafaron. Van al lugar en un blindado igual al que tenían cuando estaban en el frente. Cazan cada uno de una punta y, obvio, no lo mueven ni un centímetro. ¿Única explicación posible? El pánico; la desesperación por conservar la vida.

Pero en la vida cotidiana, es mejor no desesperarse y conservar la cabeza fría. Pensar y controlarte es algo que seduce a las chicas. Te ven seguro de vos y les da seguridad a ellas.

Cuando la invité a salir por primera vez, María me contestó que estaba de novia. Era obvio que iba a ser así. María es luz. María es amor que desborda. María está bárbara. Yo, en lugar de desesperarme como cualquier papanatas, y aunque me volaba la cabeza, me mantuve sereno y le contesté —Bueno. Al menos ya sabés que tengo onda con vos.

No reaccioné despechado ni le basureé al novio.

Eso le encantó. Se dio cuenta de que yo era un tipo distinto. Y terminamos juntos.

Si me hubiese desesperado, ¿qué ganaba? ¿Sufrir, romperme la cabeza, amargarme? ¿Con qué sentido?

Además, ¿viste cómo se pone la gilada cuando pierde el control? Parecen unos zombies. Los más machos andan lloriqueando por los pasillos; los más cool, se emborrachan para disimular que no les interesa nada; los más tímidos gastan fortunas en el cabaret… Cuando te vas de pirata, tenés que buscarte gatos buenos, copados, de esos que te dicen «Ay, ¡mi amor! ¡Pará, por Dios, que me voy a enamorar!», en vez de andar apurándote para que pase el siguiente.

Cuando te desesperás te convertís en el tipo que no querés ser. El tipo que ella no quiere que seas. Un inseguro, perseguido, molesto, celoso, frágil. Y a las minas no les gustan los tipos así.

A las chicas les gustan los tipos que tienen todo en control de verdad. Los hombres que deciden y que saben lo que quieren. Los hombres seguros de sí mismos, que las hacen sentir seguras, protegidas, contenidas. Y para estar seguro de vos mismo, tenés que ser vos mismo. Tal como sos. Bueno. El principio de estar bien con vos es no desesperarte por nada.

¿Te cuesta llamar la atención? ¿Te cuesta sacarle una cita? ¿Arrancarle un beso?

Tranquilo. Si se da, perfecto. Y si no se da, es nada más porque no se tenía que dar en ese momento y posiblemente se de más adelante. Tené en cuenta que para que entre luz no siempre basta con levantar la persiana, algunas veces además hay que esperar a que se haga de día. La desesperación te lleva a hacer estupideces de las que te vas a arrepentir más adelante y te van a jugar en contra en el futuro. No te desesperes, loco; todo va a andar bien.

La técnica del amor imposible

En el fondo, aunque lo nieguen, todas llevan la telenovela en el alma. Y cuando digo «la telenovela», me refiero a esa bien mala de las dos de la tarde. Esa en donde la protagonista es tan linda como pelotuda y el galancete es tan fachero como sincero, honesto y buena persona. Esa en la cual ambos se aman con locura, pero no pueden estar juntos, porque siempre hay un villano o villana más malo que «Ming» de «Flash Gordon», que lo impide.

Todas saben que al final terminarán juntos, encaminados hacia una vida de dicha y felicidad. Ninguna mujer se imagina a la dulce protagonista de esa novela diciéndole a su galán luego de dos años de casados: «¿Cómo mierda te tengo que decir que bajes la tabla del inodoro?» o «Te compré desodorante para pies, lavate las patas y usalo, o dormí en el living».

Hay dos motivos por los cuales las telenovelas, con el correr de los años, siguen teniendo éxito: uno es el romanticismo que toda mujer lleva adentro.

Todas sueñan con el galán ideal que las trata como a una princesa y les jura amor eterno, aunque después, cuando lo encuentran, las aburra más que un partido de fútbol por radio y lo terminen dejando por el primer sorete que aparece.

Otro es la curiosidad que les provoca cada final de capítulo, en donde se está por descubrir algo importantísimo, cosa que al comenzar el capítulo siguiente, por algún estúpido motivo, no sucede.

Sentirse adentro de una telenovela les encanta.

Charla entre dos amigas:

—Tengo novedades de Mariana y el tipo del gimnasio.

—¡No!

—Sí, salieron anoche.

—¿Y?

—¡Todo bien!

—¡Contame, contame!

—Parece que es separado; la marquita en el dedo era del anillo, nomás.

—¿Y tiene hijos?

—No, por suerte. Parece que la ex mujer era una turra.

—¿Y cómo fue?

—Bueno, el tipo por fin se decidió a invitarla. Fueron a comer a Las Cañitas y él eligió una mesa al lado de la ventana, lo cual hace creíble su historia del divorcio. Después fueron a la casa de él. Mariana vio un cenicero sucio y él no fuma… Claro… Podría ser de un amigo, pero no pudo preguntar. Me contó que es súper romántico; puso un CD de Celine Dion y le preguntó qué quería tomar… Sonó el celular y no lo atendió. Claro, no sabe si lo hizo para no cortar el ambiente o si podía ser alguna otra mina, pero bueno… La cosa es que bla bla bla…

Conversación entre el tipo y un compañero de laburo:

—Ayer me clavé una minita del gimnasio… Pasame el bibliorato.

—Tomá… ¿Está buena la mina?

—Seis puntos… Cinco cincuenta.

—Che, si no ganamos el domingo, a la mierda el campeonato.

—Tranqui… Dos a cero fácil.

—Yo ya estoy teniendo un hambre…

—Yo también, vamos a la esquina a morfar un sándwich… Traé el deportivo.

Ya lo dijimos, somos distintos. Ni mejores ni peores (mmm…); solo distintos.

Una buena forma de seducirla es hacerla partícipe de una telenovela. La tuya. En donde vos seas el galán, pero la protagonista no es ella sino otra y donde la intriga la mate.

Si ella forma parte de un grupo de gente al que frecuentás, dejales saber que estás perdidamente enamorado de una mujer, que puede ser de ese grupo o no. Obviamente, todas (incluso ella) te preguntarán quién es, pero no les darás la respuesta que esperan.

—No voy a decir quién es. No tiene sentido, dado que es un amor total y absolutamente imposible.

—Pero… ¿Por qué es imposible?

—No importa, es imposible y punto.

—Dale, contanos, ¿Es tu ex novia?

—Ya dije: no voy a decir quién es.

—No… No debe ser tu ex novia… Debe ser alguna que tiene novio… ¿Mechi?

—Basta.

—¿Andrea?… No; Andrea no… ¡Verónica!

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