Read Humo y espejos Online

Authors: Neil Gaiman

Tags: #Relato, Fantástico

Humo y espejos (37 page)

»Me miró; tenía los ojos claros y honestos. “No lo sé. Pero Él nos ha Nombrado para que seamos Su ejército, así que seremos perfectos. Para Él. El Nombre es infalible y justo y sabio, Ragüel. No puede ser de otro modo, por mucho que…”, se calló y apartó la vista.

»“¿Qué ibas a decir?”

»“No tiene importancia.”

»“Ah.”

»No hablamos durante el resto del descenso a la celda de Zefquiel.

Miré la hora; eran casi las tres. Una brisa fría había empezado a soplar por la calle de Los Ángeles y me estremecí. El hombre lo advirtió e hizo una pausa en su historia.

—¿Estás bien? —preguntó.

—Sí. Por favor, sigue, estoy fascinado.

Asintió con la cabeza.

—Nos estaban esperando en la celda de Zefquiel: Fanuel, Saracael y Zefquiel. Zefquiel estaba sentado en su silla. Lucifer se colocó junto a la ventana.

»Caminé hasta el centro de la habitación y empecé.

»“Os agradezco que hayáis venido. Sabéis quién soy; conocéis mi función. Soy la Venganza del Nombre, el brazo del Señor. Soy Ragüel.”

»“El ángel Carasel está muerto. Se me encomendó la misión de descubrir por qué murió y quién le mató. Es lo que he hecho. Bien, el ángel Carasel era un diseñador del Salón de la Existencia. Era muy bueno, según me han dicho…”

»“Lucifer. Dime qué estabas haciendo antes de encontrarte con Fanuel y con el cuerpo.”

»“Ya te lo he dicho. Estaba paseando.”

»“¿Por dónde estabas paseando?”

»“No creo que sea asunto tuyo.”

»“
Dímelo
.”

»Hizo una pausa. Era más alto que cualquiera de nosotros, alto y orgulloso. “Muy bien. Estaba paseando por la Oscuridad. Ya llevo un tiempo paseando por allí. Estar fuera de ella me ayuda a ver la Ciudad objetivamente. Veo lo hermosa y perfecta que es. No hay nada más encantador que nuestro hogar. Nada más completo. Ningún otro lugar en el que alguien querría hallarse”.

»“¿Y qué haces en la Oscuridad, Lucifer?”

»Me miró. “Paseo. Y… hay voces en la Oscuridad. Escucho las voces. Me prometen cosas, me hacen preguntas, cuchichean y suplican. Y yo las ignoro. Me hago fuerte y contemplo la Ciudad. Es la única forma que tengo para ponerme a prueba. Soy el capitán del Ejército; soy el primero entre los ángeles y debo demostrar mi valía”.

»Asentí. “¿Por qué no me lo dijiste antes?”

»Bajó la mirada. “Porque soy el único ángel que entra en la Oscuridad. Porque no quiero que otros lo hagan: yo soy lo bastante fuerte como para desafiar a las voces, para ponerme a prueba. Otros no son tan fuertes. Otros podrían tropezar o caer”.

»“Gracias, Lucifer. Es suficiente por ahora —me volví hacia el siguiente ángel—. Fanuel. ¿Cuánto hace que te llevas todo el mérito del trabajo de Carasel?”

»Abrió la boca, pero no surgió ningún sonido.

»“
¿Y bien?

»“Yo… yo no me llevaría el mérito por el trabajo de otro.”

»“¿Pero te llevaste el mérito por
Amor
?”

»Parpadeó. “Sí, lo hice”.

»“¿Querrías explicarnos qué es
Amor
?”, pregunté.

»Miró a su alrededor, incómodo. “Es un sentimiento de afecto y atracción profundos por otro ser, a menudo combinado con pasión o deseo: una necesidad de estar con otra persona —hablaba con sequedad, de forma didáctica, como si estuviera recitando una fórmula matemática—. Lo que sentimos por el Nombre, por nuestro Creador, eso es
Amor
… entre otras cosas.
Amor
será un impulso que inspirará y destruirá en igual medida. Estamos… —hizo una pausa, luego empezó otra vez—. Estamos muy orgullosos de él”.

»Estaba pronunciando las palabras mecánicamente. Ya no parecía tener esperanza alguna de que las creyéramos.

»“¿Quién hizo la mayor parte del trabajo de
Amor
? No, no contestes. Deja que antes les pregunte a los demás. ¿Zefquiel? Cuando Fanuel te pasó los detalles sobre
Amor
para que les dieras el visto bueno, ¿quién te dijo que era el responsable de ese trabajo?”

»El ángel sin alas sonrió con dulzura. “Me dijo que era su proyecto”.

»“Gracias. Ahora, Saracael: ¿de quién era
Amor
?”

»“Mío. Mío y de Carasel. Quizá era más suyo que mío, pero trabajamos juntos en él.”

»“¿Sabías que Fanuel afirmaba que el mérito era suyo?”

»“… Sí.”

»“¿Y lo permitiste?”

»“Él… nos prometió que después nos daría un buen proyecto que sería nuestro. Prometió que si no decíamos nada, nos daría proyectos mayores, y mantuvo su palabra. Nos dio
Muerte
.”

»Me volví hacia Fanuel otra vez. “¿Bien?”

»“Es cierto que afirmé que
Amor
era mío.”

»“Pero era de Carasel. Y de Saracael.”

»“Sí.”

»“¿Su último proyecto… antes de
Muerte
?”

»“Sí.”

»“Eso es todo.”

»Me dirigí a la ventana, miré los chapiteles plateados, miré la Oscuridad. Luego, empecé a hablar.

»“Carasel era un diseñador notable. Si tenía algún fallo, era que se metía demasiado de lleno en su trabajo” —me volví hacia ellos otra vez. El ángel Saracael estaba temblando y unas luces titilaban bajo su piel—. “¿Saracael? ¿A quién amaba Carasel? ¿Quién era su amante?”

»Bajó la mirada al suelo. Luego, la levantó, orgulloso, agresivo. Y sonrió.

»“Yo.”

»“¿Quieres hablarme de ello?”

»“No —se encogió de hombros—. Aunque supongo que debo hacerlo. De acuerdo, entonces.”

»“Trabajábamos juntos y cuando empezamos a trabajar en
Amor
… nos convertimos en amantes. Fue idea suya. Solíamos regresar a su celda siempre que teníamos un momento que aprovechar. Allí nos tocábamos el uno al otro, nos abrazábamos, nos susurrábamos palabras cariñosas y declaraciones de devoción eterna. Su bienestar me importaba más que el mío. Yo existía para él. Cuando estaba solo, me repetía su nombre y no pensaba en nada más que en él.”

»“Cuando estaba con él… —hizo una pausa. Miró hacia abajo—. Nada más importaba.”

»Fui hasta donde estaba Saracael, le alcé la barbilla con la mano, le miré a los ojos grises. "¿Entonces, por qué le mataste?”

»“Porque ya no me amaba. Cuando empezamos a trabajar en
Muerte
, él… perdió interés. Ya no era mío. Pertenecía a
Muerte
. Y si no podía tenerle, entonces se lo podía quedar su nueva amante. Yo no soportaba su presencia, no aguantaba tenerle cerca y saber que no sentía nada por mí. Eso era lo que más dolía. Pensaba… esperaba… que si él desaparecía, entonces dejaría de quererle, el dolor cesaría.”

»“Así que le maté. Le clavé un puñal y tiré su cuerpo desde nuestra ventana del Salón de la Existencia. Pero el dolor
no
ha cesado”, casi era un gemido.

»Saracael levantó la mano y me apartó la mano de su barbilla. “¿Ahora qué?”

»Sentí cómo mi aspecto se apoderaba de mí; sentí cómo mi función me poseía. Ya no era un individuo, era la Venganza del Señor.

»Me acerqué a Saracael y le abracé. Apreté mis labios contra los suyos, metí la lengua en su boca a la fuerza. Nos besamos. Cerró los ojos.

»Entonces sentí como me invadía: un brillo, un resplandor. Por el rabillo del ojo, veía a Lucifer y a Fanuel que apartaban la cara de mi luz; sentía la mirada de Zefquiel. Y mi luz se volvió más y más brillante hasta que salió, de mis ojos, de mi pecho, de mis dedos, de mis labios: un fuego blanco y abrasador.

»Las llamas blancas redujeron a cenizas a Saracael poco a poco, y él se aferró a mí mientras ardía.

»Pronto no quedó nada de él. Nada en absoluto.

»Sentí cómo la llama me abandonaba. Volví a ser yo otra vez.

»Fanuel estaba sollozando. Lucifer estaba pálido. Zefquiel estaba sentado en su silla, mirándome en silencio.

»Me volví hacia Fanuel y Lucifer. “Habéis visto la Venganza del Señor —les dije—. Que esto os sirva de advertencia a ambos”.

»Fanuel asintió. “Lo ha sido, y tanto que lo ha sido. Yo… yo me marcharé, señor. Regresaré al cargo que se me ha designado. ¿Si eso le parece bien?”

»“Ve.”

»Caminó tambaleándose hasta la ventana y se zambulló en la luz, batiendo las alas con furia.

»Lucifer se acercó al sitio donde Saracael había estado. Se arrodilló y se quedó mirando el suelo desesperado, como si intentase encontrar algún resto del ángel que yo había destruido, un fragmento de ceniza o hueso o pluma calcinada, pero no había nada que encontrar. Después me miró.

»“Eso no ha estado bien —dijo—. No ha sido justo”. Estaba llorando; lágrimas húmedas le corrían por la cara. Quizá Saracael había sido el primero en amar, pero Lucifer era el primero en derramar lágrimas. Nunca lo olvidaré.

»Le miré, impasible. “Se ha hecho justicia. Él mató a otro. Le han matado a su vez. Me llamaste para que desempeñara mi función y lo he hecho”.

»“Pero… él
amaba
. Se le tendría que haber perdonado. Se le tendría que haber ayudado. No se le debería haber destruido así. Eso ha sido
injusto
.”

»“Era Su voluntad.”

»Lucifer se puso en pie. “Entonces, tal vez, Su voluntad es injusta. Tal vez las voces de la Oscuridad dicen la verdad, después de todo. ¿Cómo es
posible
que esto esté bien?”

»“Está bien. Es Su voluntad. Yo sólo he desempeñado mi función.”

»Se secó las lágrimas con el dorso de la mano. “No”, dijo, cansinamente. Movió la cabeza, despacio, de un lado a otro. Luego dijo, “Tengo que pensar en esto, ahora me iré”.

»Fue hasta la ventana, salió al cielo y desapareció.

»Zefquiel y yo estábamos solos en su celda. Me acerqué a su silla. Él me hizo una señal con la cabeza. “Has desempeñado bien tu función, Ragüel. ¿No deberías regresar a tu celda y esperar hasta la próxima vez que se te necesite?”

El hombre del banco se giró hacia mí: sus ojos buscaron los míos. Hasta aquel momento había parecido, durante casi todo su relato, que apenas era consciente de mi presencia; había estado mirando hacia delante, susurrando el relato en una voz poco menos que monótona. Entonces fue como si me hubiera descubierto y me hablase sólo a mí, más que al aire o a la Ciudad de Los Ángeles. Y dijo:

—Sabía que tenía razón. Pero me hubiera sido
imposible
marcharme en aquel momento, ni siquiera si hubiese querido. Mi aspecto no me había abandonado totalmente; mi función aún no había terminado. Entonces todo se aclaró; vi el cuadro completo. Y, como Lucifer, me arrodillé. Toqué el suelo plateado con la frente. “No, Señor —dije—. Aún no”.

»Zefquiel se levantó de la silla. “Ponte en pie. No es digno de un ángel actuar así ante otro. No es correcto. ¡Levántate!”

»Negué con la cabeza. “Padre, Tú no eres un ángel”, susurré.

»Zefquiel no dijo nada. Por un momento, mi corazón vaciló. Tenía miedo. “Padre, se me encargó que descubriera quién era el responsable de la muerte de Carasel. Y ahora lo sé”.

»“Ya has infligido tu Venganza, Ragüel.”

»“
Tu
Venganza, Señor.”

»Entonces suspiró y se sentó otra vez. “Ay, pequeño Ragüel. El problema de crear cosas es que actúan mucho mejor de lo que jamás habías planeado. ¿Te puedo preguntar cómo me reconociste?”

»“Yo… no estoy seguro, Señor. No tienes alas. Esperas en el centro de la Ciudad, supervisando la Creación directamente. Cuando destruí a Saracael, no apartaste la mirada. Conoces demasiadas cosas. Tú… —hice una pausa y pensé—. No, no sé cómo te he reconocido. Tal como dices, me has creado bien. Sin embargo, sólo entendí quién eras, y el significado de la obra dramática que habíamos representado aquí para ti, cuando vi a Lucifer que se marchaba.”

»“¿Qué es lo que entendiste, hijo?”

»“Quién mató a Carasel. O, al menos, quién movía los hilos. Por ejemplo, ¿quién se encargó de que Carasel y Saracael trabajasen juntos en
Amor
, sabiendo de la tendencia de Carasel a entregarse demasiado a su trabajo?”

»Me hablaba con dulzura, casi en broma, como un adulto fingiría conversar con un niño diminuto. “¿Por qué tendría alguien que ‘mover los hilos’, Ragüel?”

»“Porque nada ocurre sin motivo; y todos los motivos son Tuyos. Tú le tendiste una trampa a Saracael: sí, él mató a Carasel. Pero le mató para que
yo
pudiera destruirle.”

»“¿E hiciste mal en destruirle?”

»Le miré a los ojos viejísimos. “Era mi función, pero no creo que fuera justo. Creo que quizá era necesario que matase a Saracael para demostrarle a Lucifer la Injusticia del Señor”.

»Entonces sonrió. “¿Y qué razón tendría yo para hacer eso?”

»“Yo… no lo sé. No lo entiendo, como tampoco entiendo por qué creaste la Oscuridad o las voces de la Oscuridad. Pero lo hiciste. Tú hiciste que todo esto ocurriese.”

»Asintió. “Sí, lo hice. Lucifer debe meditar sobre la injusticia de la destrucción de Saracael, lo que, entre cosas, le empujará a cometer ciertos actos. Pobre y dulce Lucifer. Su camino será el más duro de todos mis hijos; porque hay un papel que él debe cumplir en el drama que ha de venir, y es un gran papel”.

»Me quedé arrodillado frente al Creador de Todas las Cosas.

»“¿Qué harás ahora, Ragüel?”, me preguntó.

»“Debo regresar a mi celda. Ya he cumplido con mi función. He infligido Venganza y he revelado quién fue el autor. Es suficiente. Pero… ¿Señor?”

»“Sí, hijo mío.”

»“Me siento sucio. Me siento manchado. Me siento infecto. Quizá es cierto que todo sucede según Tu voluntad y, por consiguiente, es bueno. Pero a veces, dejas sangre en Tus instrumentos.”

»Asintió, como si estuviese de acuerdo conmigo. “Si lo deseas, Ragüel, puedes olvidar todo lo que ha sucedido hoy” —y entonces—: “Sin embargo, no podrás hablar de ello con ningún otro ángel, tanto si eliges recordarlo como si no”.

»“Lo recordaré.”

»“Es tu elección. Pero a veces te parecerá mucho más fácil no recordar. En ocasiones, el olvido puede traer una especie de libertad. Ahora, si no te importa —bajó la mano, cogió una carpeta de un montón que había en el suelo, la abrió—, tengo trabajo que debería seguir haciendo.”

»Me puse en pie y me dirigí a la ventana. Esperaba que me volviera a llamar, que me explicara todos los detalles de Su plan, que de algún modo lo mejorase. Sin embargo, no dijo nada, y abandoné Su Presencia sin mirar atrás.

El hombre se calló, entonces. Y permaneció en silencio —ni siquiera le oía respirar—, tanto tiempo que me empecé a poner nervioso, pensando que quizá se había quedado dormido o había muerto.

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