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Authors: J. K. Rowling

Tags: #fantasía, #infantil

Harry Potter y las Reliquias de la Muerte (4 page)

Nunca se le ocurrió preguntarle acerca de su pasado (sin duda habría resultado extraño, incluso impertinente, pues al fin y al cabo todos sabían que había participado en aquel legendario duelo con Grindelwald), ni le había pasado por la cabeza pedirle detalles de ése ni de ningún otro de sus famosos logros. No, siempre habían hablado de Harry, del pasado de Harry, del futuro de Harry, de los planes de Harry… y ahora éste tenía la impresión, pese a lo peligroso e incierto que era su futuro, de que había desperdiciado oportunidades irrepetibles al no preguntarle más cosas sobre su vida, aunque la única pregunta personal que le había formulado era también la única que sospechaba que el director del colegio no había contestado con sinceridad:

«¿Qué es lo que ve cuando se mira en el espejo?»

«¿Yo? Me veo sosteniendo un par de gruesos calcetines de lana.»

Harry permaneció pensativo unos minutos; luego recortó la nota necrológica de
El Profeta
, la dobló con cuidado y la guardó dentro del primer volumen de
Magia defensiva práctica y cómo utilizarla contra las artes oscuras
. Entonces tiró el resto del periódico al montón de basura y contempló la habitación: estaba mucho más ordenada. Lo único que seguía fuera de su sitio era el periódico de ese día, sobre la cama y con el fragmento del espejo roto encima.

Harry cruzó el dormitorio, cogió
El Profeta
, dejando que el fragmento de espejo resbalara y cayera a la cama, y lo abrió. Cuando la lechuza del correo se lo entregó enrollado por la mañana, no había hecho más que echarle un vistazo al titular y dejarlo por ahí, tras comprobar que no mencionaba a Voldemort. Estaba seguro de que el ministerio se valía de
El Profeta
para ocultar las noticias sobre el Señor Tenebroso. Por eso no vio hasta ese momento lo que había pasado por alto.

En la mitad inferior de la primera plana había un titular más pequeño sobre una fotografía de Dumbledore caminando a grandes zancadas, al parecer con prisa:

DUMBLEDORE, ¿LA VERDAD, POR FIN?

La semana que viene se publicará la asombrosa historia del imperfecto genio, considerado por muchos el mago más grande de su generación. Rita Skeeter echa por tierra la popular imagen del sabio sereno de barba plateada y revela la problemática infancia, la descontrolada juventud, las eternas enemistades y los vergonzosos secretos que Dumbledore se llevó a la tumba. ¿Por qué un hombre destinado a ser ministro de Magia se contentó con dirigir un colegio? ¿Cuál era el verdadero propósito de la organización secreta conocida como Orden del Fénix? ¿Cómo murió realmente Dumbledore?

Estas y muchas otras preguntas se investigan en la explosiva biografía
Vida y mentiras de Albus Dumbledore
, de Rita Skeeter, entrevistada en exclusiva por Betty Braithwaite (véase página 13).

Harry abrió el periódico con brusquedad y buscó la página 13. El artículo iba acompañado de una fotografía de otra cara que también le resultó familiar: una mujer de galas con joyas incrustadas en la montura y de rubio cabello rizado artificialmente; dejando entrever los dientes, esbozaba una sonrisa que sin duda pretendía ser encantadora y saludaba agitando los dedos. Harry hizo todo lo posible por ignorar esa desagradable imagen y leyó:

En persona, Rita Skeeter es más dulce y afectuosa de lo que sugieren sus famosas y despiadadas semblanzas. Tras recibirme en el vestíbulo de su acogedora casa, me lleva directamente a la cocina para ofrecerme una taza de té, un trozo de bizcocho y, huelga decirlo, una buena hornada de cotilleos.

«Sí, desde luego, Dumbledore es el sueño de todo biógrafo —afirma—. Tuvo una vida larga y plena. Estoy segura de que mi libro será el primero de una larga serie.»

Skeeter no ha perdido el tiempo, pues terminó su libro —de novecientas páginas— tan sólo cuatro semanas después de la misteriosa muerte de Dumbledore, acaecida en junio. Le pregunto cómo consiguió esa hazaña.

«Bueno, verás, cuando llevas tantos años como yo ejerciendo el periodismo te acostumbras a trabajar con un plazo determinado. Era consciente de que el mundo mágico estaba pidiendo a gritos la historia completa, y quería ser la primera en satisfacer esa necesidad.»

Menciono los recientes comentarios, ampliamente divulgados, de Elphias Doge, consejero especial del Wizengamot y gran amigo de Albus Dumbledore, según los cuales «el libro de Skeeter contiene menos hechos reales que los cromos de las ranas de chocolate».

Skeeter echa la cabeza atrás y ríe.

«¡El bueno de Dodgy! Recuerdo que hace unos años lo entrevisté acerca de los derechos de la gente del agua. ¡Pobre hombre! Estaba completamente ido; al parecer creía que nos hallábamos sentados en el fondo del lago Windermere, y no paraba de decirme que estuviera atenta por si veía alguna trucha.»

Sin embargo, otras personas se han hecho eco de las acusaciones de inexactitud formuladas por Elphias Doge. De modo que le planteo a Skeeter si cree que un tiempo tan breve —cuatro semanas— le ha bastado para hacerse una idea completa de la larga y extraordinaria vida de Dumbledore.

«¡Ay, querida! —replica componiendo una sonrisa, y me da unas afectuosas palmaditas en la mano—. Tú sabes tan bien como yo la cantidad de información que puede obtenerse con una bolsa llena de galeones, con la determinación de no aceptar un no por respuesta y provista de una buena pluma a
vuelapluma
. Además, la gente hacía cola para criticar a Dumbledore. Verás, no todo el mundo lo consideraba tan maravilloso, puesto que molestó a más de un personaje importante. Pero el bueno de Dodgy Doge ya puede ir apeándose de su
hipogrifo
, porque yo he tenido acceso a una fuente por la que muchos periodistas cambiarían su varita, alguien que hasta ahora nunca había hablado en público y que estuvo cerca de Dumbledore durante la etapa más turbulenta e inquietante de su juventud.»

En efecto, los avances publicitarios de la biografía redactada por Skeeter sugieren que ésta deparará sorpresas a los que creen que Dumbledore llevó una vida sin tacha. Le pregunto cuáles son las sorpresas más relevantes que incluye.

«Vamos, Betty, no creerás que voy a desvelar lo más destacado antes de que la gente haya comprado el libro, ¿verdad? —bromea la periodista—. Pero puedo adelantar que quien siga creyendo que Dumbledore era tan inmaculado como su barba se va a llevar un chasco. Me limitaré a decir que nadie que alguna vez lo oyera despotricar contra Quien-tú-sabes habrá podido imaginar que tuvo sus escarceos con las artes oscuras en su juventud. Y para tratarse de un mago que pasó los últimos años de su vida exigiendo tolerancia, de joven no era muy tolerante que digamos. Sí, Albus Dumbledore tuvo un pasado sumamente turbio, por no mencionar al resto de esa sospechosa familia a la que tanto trabajo le costó mantener a raya.»

Le pregunto a Skeeter si se refiere al hermano de Dumbledore, Aberforth, cuya condena por parte del Wizengamot por uso indebido de la magia provocó un pequeño escándalo hace quince años.

«Bueno, Aberforth sólo es la punta del iceberg —responde Skeeter riendo—. No, no; me refiero a algo mucho peor que un hermano aficionado a jugar con cabras, o peor incluso que un padre que iba por ahí agrediendo a
muggles
. Además, Dumbledore no consiguió que se moderaran, y el Wizengamot los inculpó a ambos. En realidad, las que me intrigaban eran la madre y la hermana, así que me puse a indagar y no tardé en descubrir un verdadero nido de infamias. Pero, como ya he dicho, tendréis que leer del capítulo nueve al doce para saber todos los detalles. Lo único que puedo adelantar ahora es que no me extraña que Dumbledore nunca explicara cómo se rompió la nariz.»

Le comento a Skeeter si, a pesar de esos trapos sucios que la familia intentaba ocultar, niega la genialidad que permitió a Dumbledore hacer tantos descubrimientos mágicos.

«Era listo —admite—, aunque ahora muchos ponen en duda si realmente merecía que se le reconociera la autoría de todos sus presuntos logros. Como revelo en el capítulo dieciséis, Ivor Dillonsby afirma que él ya había descubierto ocho usos de la sangre de dragón cuando Dumbledore "tomó prestados" sus trabajos.»

No obstante, insisto en que la importancia de algunos logros de Dumbledore no puede negarse. Así pues, ¿qué opina de la famosa derrota de Grindelwald?

«Mira, me alegro de que menciones a Grindelwald —responde Skeeter con una seductora sonrisa—. Me temo que aquellos cuyos ojos se humedecen con la historia de la espectacular victoria de Dumbledore deberían prepararse para recibir un bombazo, o quizá una bomba fétida. Fue un asunto muy sucio, ¿sabes? Lo único que voy a decir es que no debéis estar tan seguros de que sea verdad que hubo un espectacular duelo digno de una leyenda. Cuando la gente haya leído mi libro, quizá se vea obligada a concluir que Grindelwald se limitó a hacer aparecer un pañuelo blanco en el extremo de su varita mágica y entregarse sin oponer resistencia.»

Skeeter se niega a dar más detalles sobre ese intrigante tema, así que pasamos a hablar de la relación amistosa que sin duda más fascinará a sus lectores.

«¡Ah, sí, sí —dice Skeeter asintiendo enérgicamente—, le dedico un capítulo entero a la relación de Dumbledore con Potter! Hay quien la ha calificado de morbosa, incluso siniestra. Una vez más insisto en que los lectores tendrán que comprar mi libro para conocer toda la historia, pero no cabe duda de que el director de Hogwarts desarrolló un interés poco natural por Potter desde el principio. Ya veremos si lo hizo realmente por el interés del chico. Desde luego, es un secreto a voces que éste ha tenido una adolescencia muy turbulenta.»

Le pregunto si todavía sigue en contacto con Harry Potter, a quien entrevistó divinamente el año pasado y sobre quien publicó un revelador artículo en el que él hablaba en exclusiva de su convicción de que Quien-ustedes-saben había regresado.

«Sí, claro, hemos desarrollado un fuerte vínculo. El pobre Potter tiene muy pocos amigos auténticos, y nosotros nos conocimos en uno de los momentos más difíciles de su vida: el Torneo de los Tres Magos. Seguramente soy una de las pocas personas con vida que pueden jactarse de conocer al verdadero Harry Potter.»

Esa afirmación nos lleva a hablar de los numerosos rumores que todavía circulan acerca de las horas finales de Dumbledore. ¿Cree Skeeter que Potter estaba presente cuando murió el profesor?

«Verás, no quiero hablar demasiado (está todo en el libro), pero hay testigos oculares del castillo de Hogwarts que vieron a Potter huyendo del lugar momentos después de que el director del colegio cayera, saltara o fuera empujado desde la torre. Más tarde, Potter acusó a Severus Snape, a quien guarda un profundo rencor. ¿Ocurrió todo como parece? Eso tendrá que decidirlo la comunidad mágica… después de leer mi libro.»

Dejamos esa intrigante frase en el aire. No cabe duda de que Skeeter ha escrito un auténtico superventas. Entretanto, las legiones de admiradores de Dumbledore quizá estén temblando por lo que pronto descubrirán sobre su héroe.

Harry llegó al final del artículo y se quedó contemplando la página como embobado. La rabia y el asco surgían en su interior como vómito; arrugó el periódico y lo lanzó con todas sus fuerzas contra la pared, donde se unió al resto de la basura amontonada alrededor de la rebosante papelera.

A continuación se paseó abstraído por la habitación, abriendo cajones vacíos y cogiendo libros para luego dejarlos en los mismos montones, apenas consciente de lo que hacía. Algunas frases del artículo le resonaban en la cabeza: «[…] dedico un capítulo entero a la relación de Dumbledore con Potter […] hay quien la ha calificado de morbosa, incluso siniestra […] tuvo sus escarceos con las artes oscuras en su juventud […] he tenido acceso a una fuente por la que muchos periodistas cambiarían su varita […]».

—¡Mentiras! —gritó Harry, y por la ventana vio al vecino de al lado que, mirándolo con nerviosismo, se había detenido para volver a poner en marcha el cortacésped.

Se dejó caer con frustración en la cama, haciendo saltar el trozo de espejo; lo cogió y lo giró entre los dedos, al tiempo que pensaba en Dumbledore y en los embustes con que Rita Skeeter lo estaba difamando.

De pronto percibió un intenso destello azul. Se quedó paralizado, y el dedo que se había cortado se le deslizó otra vez por el borde irregular del espejo. Eran imaginaciones suyas, no había otra explicación. Miró hacia atrás, pero la pared lucía aquel asqueroso tono melocotón elegido por tía Petunia: allí no había nada de color azul que pudiera haberse reflejado en el espejo. Volvió a mirarse en éste y no vio más que su ojo, de un verde vivo, devolviéndole la mirada.

Se lo había imaginado, era evidente; se lo había imaginado porque estaba pensando en el difunto director del colegio. Si de algo estaba seguro era de que los ojos azules de Albus Dumbledore jamás volverían a clavarse en los suyos.

3
La despedida de los Dursley

El portazo de la puerta de entrada resonó en el piso de arriba y una voz gritó:

—¡Eh, tú!

Como hacía dieciséis años que lo llamaban así cuando querían hablar con él, Harry no tuvo ninguna duda de que su tío lo requería; con todo, no respondió inmediatamente. Siguió contemplando el fragmento de espejo en que, por una milésima de segundo, le había parecido ver un ojo de Dumbledore. Sólo cuando su tío bramó «
¡MUCHACHO!
», se levantó poco a poco y fue hacia la puerta de su dormitorio, deteniéndose para meter el trozo de espejo roto en la mochila, donde había guardado las otras cosas que deseaba llevarse.

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