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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

Harry Potter. La colección completa (233 page)

Harry tuvo la sensación de que sus pulmones se quedaban sin aire; notó que se hundía en el suelo y el cerebro se le paralizó. Ron muerto, no, no podía ser…

«Espera un momento», pensó; no podía ser, Ron estaba abajo…

—¡Señora Weasley! —gritó Harry con voz ronca.


¡Ri-ri-riddíkulo!
—sollozaba la señora Weasley, apuntando con su temblorosa varita al cuerpo de Ron.

¡Crac!

El cuerpo de Ron se transformó en el de Bill, que estaba tumbado boca arriba con los brazos y las piernas extendidos y los ojos muy abiertos e inexpresivos. La señora Weasley sollozó aún más fuerte.


¡Ri-riddíkulo!
—volvió a exclamar.

¡Crac!

El cuerpo del señor Weasley sustituyó al de Bill; llevaba las gafas torcidas y un hilillo de sangre resbalaba por su cara.

—¡No! —gimió la señora Weasley—. No…
¡Riddíkulo! ¡Riddíkulo!
¡RIDDÍKULO!

¡Crac! Los gemelos muertos. ¡Crac! Percy muerto. ¡Crac! Harry muerto…

—¡Salga de aquí, señora Weasley! —gritó Harry contemplando su propio cuerpo sin vida, que yacía sobre la alfombra—. ¡Deje que alguien…!

—¿Qué está pasando aquí?

Lupin había entrado corriendo en la habitación, seguido de Sirius y luego de Moody, que estaba furioso. Lupin miró a la señora Weasley y después el cadáver de Harry echado en el suelo, y al parecer lo entendió todo en un instante. Sacó su varita mágica y dijo con voz firme y clara:


¡Riddíkulo!

El cadáver de Harry desapareció y una esfera plateada quedó suspendida en el aire sobre la alfombra. Lupin sacudió una vez más su varita y la esfera desapareció tras convertirse en una bocanada de humo.

—¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! —exclamó la señora Weasley, y rompió a llorar con desconsuelo tapándose la cara con las manos.

—Molly —dijo Lupin con tono sombrío acercándose a ella—. Molly, no… —La mujer se abrazó a Lupin y lloró a lágrima viva sobre su hombro—. Sólo era un
boggart
, Molly —susurró Lupin para tranquilizarla mientras le acariciaba la cabeza— Sólo era un estúpido
boggart

—¡Los veo m-m-muertos continuamente! —gimió la señora Weasley sin separarse de Lupin—. ¡C-c-continuamen-te! S-s-sueño con ellos…

Sirius se quedó mirando el trozo de alfombra en el que había estado tumbado el
boggart
adoptando la forma del cuerpo de Harry. Moody, por su parte, observaba al muchacho, que esquivó su mirada. Harry tenía la extraña sensación de que el ojo mágico de Moody lo había seguido desde que había salido de la cocina.

—N-n-no se lo cuentes a Arthur —gimoteaba la señora Weasley, restregándose desesperadamente los ojos con los puños de la túnica—. N-n-no quiero que sepa… lo t-t-tonta que soy… —Lupin le dio un pañuelo y la señora Weasley se sonó—. Lo siento mucho, Harry. ¿Qué vas a pensar de mí? —dijo con voz temblorosa—. Ni siquiera soy capaz de librarme de un
boggart

—No diga tonterías —contestó Harry intentando sonreír.

—Es que estoy t-t-tan preocupada… —añadió ella, y las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos—. La mitad de la f-f-familia está en la Orden; si salimos todos con vida de ésta, será un m-m-milagro… Y P-P-Percy no nos dirige la palabra… ¿Y si le p-p-pasa algo espantoso antes de que hayamos hecho las p-p-paces con él? ¿Y qué s-s-sucederá si morimos Arthur y yo, quién c-c-cuidará de Ron y Ginny?

—¡Basta, Molly! —exclamó Lupin con firmeza—. Esto no es como la última vez. La Orden está más preparada, ahora le llevamos ventaja y sabemos qué pretende Voldemort… —La señora Weasley soltó un grito ahogado al oír ese nombre—. Vamos, Molly, ya va siendo hora de que te acostumbres a oír su nombre. Mira, no puedo prometer que nadie vaya a resultar herido, eso no puede prometerlo nadie, pero estamos mucho más preparados que la última vez. Entonces tú no pertenecías a la Orden y por eso no lo entiendes. En el último enfrentamiento, los
mortífagos
eran veinte veces más numerosos que nosotros y nos perseguían uno por uno.

Harry volvió a pensar en la fotografía, en los rostros sonrientes de sus padres, consciente de que Moody seguía mirándolo.

—Y no te preocupes por Percy —dijo de pronto Sirius—. Ya rectificará. Sólo es cuestión de tiempo que Voldemort dé la cara; en cuanto lo haga, el Ministerio en masa nos suplicará que lo perdonemos. Aunque yo no estoy seguro de que vaya a aceptar sus disculpas —añadió con amargura.

—Y respecto a eso de quién cuidaría de Ron y Ginny si faltarais Arthur y tú —terció Lupin, esbozando una sonrisa—, ¿qué crees que haríamos, dejarlos morir de hambre?

La señora Weasley también sonrió tímidamente.

—Qué tonta soy —volvió a murmurar secándose las lágrimas.

Sin embargo, unos diez minutos más tarde, cuando entró en su dormitorio y cerró la puerta, Harry seguía sin pensar que la señora Weasley fuera tonta. Aún veía a sus padres sonriéndole desde la vieja fotografía sin saber que sus vidas, como las de muchos de los que los rodeaban, estaban llegando a su fin. La imagen del
boggart
que se hacía pasar por el cadáver de cada uno de los miembros de la familia Weasley seguía apareciendo ante sus ojos.

Y entonces, sin previo aviso, la cicatriz de su frente volvió a producirle un intenso dolor y se le contrajo el estómago.

—¡Para ya! —ordenó con firmeza al mismo tiempo que se frotaba la cicatriz; inmediatamente el dolor empezó a remitir.

—Un primer síntoma de locura: hablar contigo mismo —dijo una voz traviesa desde el cuadro en blanco de la pared.

Harry no le hizo caso. Se sentía mayor, más que nunca, y le parecía increíble que, apenas una hora antes, hubiera estado preocupado por una tienda de artículos de broma y por quién había recibido una insignia de prefecto y quién no.

10
Luna Lovegood

Harry durmió mal esa noche. Sus padres entraban y salían de sus sueños, pero nunca le hablaban; la señora Weasley lloraba sobre el cuerpo sin vida de Kreacher, y Ron y Hermione, que llevaban coronas, la miraban; y una vez más, Harry iba por un pasillo que terminaba en una puerta cerrada con llave. Despertó sobresaltado, con picor en la cicatriz, y vio que Ron ya se había vestido y estaba hablándole.

—… date prisa, mamá está histérica, dice que vamos a perder el tren…

En la casa había mucho jaleo. Por lo que pudo oír mientras se vestía a toda velocidad, Harry comprendió que Fred y George habían encantado sus baúles para que bajaran la escalera volando, ahorrándose así la molestia de transportarlos, y éstos habían golpeado a Ginny y la habían hecho bajar dos tramos de escalones rodando hasta el vestíbulo; la señora Black y la señora Weasley gritaban a voz en cuello.


¡… PODRÍAIS HABERLE HECHO DAÑO DE VERDAD, IDIOTAS!


¡… MESTIZOS PODRIDOS, MANCILLANDO LA CASA DE MIS PADRES!

Hermione entró corriendo en la habitación, muy aturullada, cuando Harry estaba poniéndose las zapatillas de deporte. La chica llevaba a
Hedwig
balanceándose en el hombro y a
Crookshanks
retorciéndose en los brazos.

—Mis padres me han devuelto a
Hedwig
.

La lechuza revoloteó obedientemente y se posó encima de su jaula.

—¿Ya estás listo?

—Casi. ¿Cómo está Ginny? —preguntó Harry poniéndose las gafas.

—La señora Weasley ya la ha curado. Pero ahora
Ojoloco
dice que no podemos irnos hasta que llegue Sturgis Podmore porque en la guardia falta un miembro.

—¿La guardia? —se extrañó Harry—. ¿Necesitamos una guardia para ir a King's Cross?

—Tú necesitas una guardia para ir a King's Cross —lo corrigió Hermione.

—¿Por qué? —preguntó Harry con fastidio—. Tenía entendido que Voldemort intentaba pasar desapercibido, así que no irás a decirme que piensa saltar desde detrás de un cubo de basura para matarme, ¿verdad?

—No lo sé, eso es lo que ha dicho
Ojoloco
—replicó Hermione distraídamente, mirando su reloj—, pero si no nos vamos pronto, perderemos el tren, eso seguro…

—¿Queréis bajar ahora mismo, por favor? —gritó la señora Weasley.

Hermione pegó un brinco, como si se hubiera escaldado, y salió a toda prisa de la habitación. Harry agarró a
Hedwig
, la metió sin muchos miramientos en su jaula y bajó la escalera, detrás de su amiga, arrastrando su baúl.

El retrato de la señora Black lanzaba unos furiosos aullidos, pero nadie se molestó en cerrar las cortinas; de todos modos, el ruido que había en el vestíbulo la habría despertado otra vez.

—Harry, tú vienes conmigo y con Tonks —gritó la señora Weasley para hacerse oír sobre los chillidos de «
¡SANGRE SUCIA! ¡CANALLAS! ¡SACOS DE INMUNDICIA!
»—. Deja tu baúl y tu lechuza; Alastor se encargará del equipaje… ¡Oh, por favor, Sirius! ¡Dumbledore dijo que no!

Un perro negro que parecía un oso había aparecido junto a Harry mientras éste trepaba por los baúles amontonados en el vestíbulo para llegar a donde estaba la señora Weasley.

—En serio… —dijo la señora Weasley con desesperación—. ¡Está bien, pero allá te las compongas!

Luego abrió la puerta de la calle de un fuerte tirón y salió a la débil luz del día otoñal. Harry y el perro la siguieron. La puerta se cerró tras ellos, y los gritos de la señora Black dejaron de escucharse de inmediato.

—¿Dónde está Tonks? —preguntó Harry, mirando alrededor, mientras bajaban los escalones de piedra del número 12, que desaparecieron en cuanto pisaron la acera.

—Nos espera allí —contestó la señora Weasley con tono frío apartando la vista del perro negro que caminaba con torpeza sin separarse de Harry.

Una anciana los saludó cuando llegaron a la esquina. Tenía el cabello gris muy rizado y llevaba un sombrero de color morado con forma de pastel de carne de cerdo.

—¿Qué hay, Harry? —le preguntó guiñándole un ojo—. Será mejor que nos demos prisa, ¿verdad, Molly? —añadió mientras consultaba su reloj.

—Ya lo sé, ya lo sé —gimoteó ésta mientras daba pasos más largos—, es que
Ojoloco
quería esperar a Sturgis… Si Arthur nos hubiera conseguido unos coches del Ministerio… Pero últimamente Fudge no le presta ni un tintero vacío… ¿Cómo se las ingenian los
muggles
para viajar sin hacer magia?

En ese momento, el enorme perro negro soltó un alegre ladrido y se puso a hacer cabriolas a su alrededor, corriendo detrás de las palomas y persiguiéndose la cola. Harry no pudo contener la risa. Sirius había pasado mucho tiempo encerrado en la casa. La señora Weasley, sin embargo, frunció los labios de forma muy parecida a como lo hacía tía Petunia.

Tardaron veinte minutos en llegar a King's Cross a pie, y en ese rato no ocurrió nada digno de mención, salvo que Sirius asustó a un par de gatos para distraer a Harry. Una vez dentro de la estación, se quedaron con disimulo junto a la barrera que había entre el andén número nueve y el número diez hasta que no hubo moros en la costa; entonces, uno a uno, se apoyaron en ella y la atravesaron fácilmente, apareciendo en el andén nueve y tres cuartos, donde el expreso de Hogwarts escupía vapor y hollín junto a un montón de alumnos que aguardaban con sus familias la hora de partir. Harry aspiró aquel familiar aroma y notó que le subía la moral… Iba a regresar a Hogwarts, por fin…

—Espero que los demás lleguen a tiempo —comentó la señora Weasley, nerviosa, y giró la cabeza hacia el arco de hierro forjado que había en el andén, por donde entraban los que iban llegando.

—¡Qué perro tan bonito, Harry! —gritó un muchacho con rastas.

—Gracias, Lee —respondió Harry, sonriente, y Sirius agitó con frenesí la cola.

—¡Ah, menos mal! —dijo la señora Weasley con alivio—. Ahí está Alastor con el equipaje, mirad…

Con una gorra de mozo que le tapaba los desiguales ojos, Moody entró cojeando por debajo del arco mientras empujaba un carrito donde llevaba los baúles.

—Todo en orden —murmuró al llegar junto a Tonks y la señora Weasley—. Creo que no nos han seguido…

Unos instantes después, el señor Weasley apareció en el andén con Ron y Hermione. Casi habían descargado el equipaje del carrito de Moody cuando llegaron Fred, George y Ginny con Lupin.

—¿Algún problema? —gruñó Moody.

—Ninguno —contestó Lupin.

—De todos modos, informaré a Dumbledore de lo de Sturgis —afirmó Moody—. Es la segunda vez que no se presenta en una semana. Está volviéndose tan informal como Mundungus.

—Bueno, cuidaos mucho —dijo Lupin estrechándoles la mano a todos. Por último se acercó a Harry y le dio una palmada en el hombro—. Tú también, Harry. Ten cuidado.

—Sí, no te metas en líos y ten los ojos bien abiertos —le aconsejó Moody al estrecharle la mano—. Y esto va por todos: cuidado con lo que ponéis por escrito. Si tenéis dudas, no se os ocurra escribirlas en vuestras cartas.

—Ha sido un placer conoceros —dijo Tonks abrazando a Hermione y Ginny—. Espero que volvamos a vernos pronto.

Entonces sonó un silbido de aviso; los alumnos que todavía estaban en el andén fueron apresuradamente hacia el tren.

—Rápido, rápido —los apremió la señora Weasley, atolondrada, abrazándolos a todos, y a Harry dos veces—.

Escribid… Portaos bien… Si os habéis dejado algo ya os lo mandaremos… ¡Rápido, subid al tren!

El perro negro se levantó sobre las patas traseras y colocó las delanteras sobre los hombros de Harry, pero la señora Weasley empujó al muchacho hacia la puerta del tren y susurró:

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