Fuego Errante es el segundo libro de la saga fantástica:
El Tapiz de Fionavar
.
Los cincos jóvenes canadienses, protagonistas de
El Árbol del Verano
, deben hacer de nuevo la travesía desde su mundo hasta Fionavar para desempeñar sus respectivos papeles: Kimberly perturbará a los muertos en su reposo y llevará a los vivos a su destino; Dave Martyniuk portará el Cuerno y ocupará su puesto de combate en la Llanura, entre los dalreis; Paul Schafer, el Señor del Árbol del Verano, entretejerá una vez más el hilo esplendoroso de su vida en el tapiz; Jennifer Lowell se convertirá en protagonista de un destino atemporal y Kevin Laine descubrirá por fin que su misión en la lucha es salvar del Desenmarañador a los mundos del Tejedor.
Guy Gavriel Kay
Fuego Errante
El Tapiz de Fionavar 2
ePUB v1.0
JosuneBiz01.01.12
Título original:
The Wandering Fire
Guy Gavriel Kay, 1986.
Traducción: Teófilo de Lozoya
Diseño/retoque portada: Cko
Editor original: JosuneBiz (v1.0)
ePub base v2.0
Los cinco:
KIMBERLY FORD
KEVIN LAINE
JENNIFER LOWELL
DAVE MARTYNIUK
PAUL SCHAFER
En Brennin:
AILELL, soberano rey de Brennin.
EL PRÍNCIPE EXILIADO, su hijo mayor.
DIARMUID, hijo menor y heredero de Ailell; también guardián de la Frontera del Sur.
GORLAES, el canciller.
METRAN, primer mago de Brennin.
DENBARRA, su fuente.
LOREN MANTO DE PLATA, mago.
MATT SÖREN, su fuente, en otro tiempo rey de los enanos.
TEYRNON, mago.
BARAK, su fuente.
JAELLE, suma sacerdotisa de la Diosa.
YSANNE, vidente de Brennin («La Soñadora»).
TYRTH, su criado.
KELL, lugarteniente de Diarmuid
CARDE
ERRON
TEGID
Hombres de la Fortaleza del Sur, miembros de la pandilla de Diarmuid
DRANCE
ROTHE
AVERREN
MABON, duque de Rhoden.
NIAVIN, duque de Seresh.
CEREDUR, guardián de la Frontera del Norte.
RHEVA
LAESHA, damas de la corte de Ailell.
LEILA
FINN, niños de Paras Derval.
NA-BRENDEL, señor de los lios alfar, de Daniloth.
En Cathal:
SHALHASSAN, supremo señor de Cathal.
SHARRA, su hija y heredera («La Rosa Oscura»).
DEVORSH
BASHRAI, capitanes de la guardia.
En la Llanura:
IVOR, jefe de la tercera tribu de los dalreis.
LEITH, su esposa.
LEVON
CORDELIANE («LIANE»)
TABOR, sus hijos.
GEREINT, chamán de la tercera tribu.
TORC, jinete de la tercera tribu («El Proscrito»).
Los Poderes:
El TEJEDOR en el Telar.
MÖRNIR, el del Trueno.
DANA, la Madre.
CERNAN, el de las Fieras.
CEINWEN, la del Arco, la CAZADORA.
MACHA, diosas de la guerra
NEMAIN
RAKOTH MAUGRIM, el DESENMARAÑADOR, también llamado SATHAIN, el ENCAPUCHADO.
GALADAN, señor de los Lobos de los andains, su lugarteniente.
EILATHEN, espíritu de las aguas.
FLIDAIS, espíritu del bosque.
Del Pasado:
IORWETH el FUNDADOR, primer soberano rey de Brennin.
CONARY, soberano rey durante el Bael Rangat.
COLAN, su hijo, soberano rey a su muerte («El Deseado»).
AMAIRGEN RAMA BLANCA, el primero de los magos.
LISEN del Bosque, una deiena, fuente y esposa de Amairgen.
REVOR, antepasado heroico de los dalreis, primer señor de la Llanura.
VAILERTH, soberano rey de Brennin en tiempos de la guerra civil.
NILSOM, primer mago de Vailerth. AIDEEN, fuente de Nilsom.
GARMISCH, soberano rey antecesor de Ailell.
RAEDERTH, primer mago de Garmisch, amado de Ysanne la Vidente.
El invierno se estaba acercando. La nieve que había caído durante la noche había cuajado y los árboles sin hojas estaban adornados de blanco encaje. Toronto se despertó aquella mañana cubierta con un manto blanco y eso que sólo era noviembre.
Atajando a través de la plaza de Nathan Philips, frente a las dos curvas gemelas del Ayuntamiento, Dave Martyniuk caminaba con el mayor cuidado posible, lamentando no haberse puesto las botas. Al llegar a la puerta del restaurante del otro lado de la plaza, vio con sorpresa que los otros tres ya lo estaban esperando.
-¡Dave! -dijo Kevin Laine con mirada de lince-. ¡Un traje nuevo! ¿Desde cuándo?
-¡Hola a todos! -saludó Dave-. Lo compré la semana pasada. No puedo llevar siempre las habituales chaquetas de pana, ¿verdad?
-Desde luego -dijo Kevin sonriendo. Acababa de terminar en una firma de abogados las prácticas obligatorias que Dave acababa de empezar, y estaba cursando los seis meses igualmente aburridos pero menos formales que le permitirían ingresar en el Cuerpo de Abogados.
-Si encima se trata de todo un traje de tres piezas -continuó diciendo-, la imagen que tengo de ti saltará rota en pedazos.
Sin decir palabra, Dave se desabrochó la americana y dejó ver un flamante chaleco.
-¡Que los ángeles y los arcángeles nos protejan! -exclamó Kevin, santiguándose con la mano izquierda mientras con la otra hacía el gesto contra el mal de ojo.
Paul Schafer se echó a reír.
-Realmente -continuó Kevin-, es un traje muy elegante; ¿por qué no te lo compraste de tu talla?
-¡Kevin, déjalo en paz! -dijo Kim Ford-. Es un traje muy bonito, Dave, y te cae perfectamente. Por eso Kevin se siente miserable y celoso.
-No es cierto -protestó Kevin-. Sólo quiero meterme un poco con mi colega. Si no puedo tomarle el pelo a Dave, ¿a quién se lo tomaré?
-Muy bien -dijo Dave-. Soy muy resistente. Podré aguantarlo.
En aquellos momentos se estaba acordando de la cara de Kevin en una habitación del hotel Park Plaza, la primavera pasada. De la cara y de la voz categórica, sonora y tensa con la que había hablado mientras contemplaba el cuerpo torturado de la mujer que yacía en el suelo:
«Me vengaré de esto aunque se trate de un dios y la venganza signifique mi muerte»
Había que tener paciencia, pensó Dave, con una persona que había hecho semejante juramento, aunque su comportamiento fuera la mayoría de las veces molesto. Había que tener paciencia porque aquella noche, y en otras ocasiones también, Kevin había expresado con palabras la rabia muda de su propio corazón.
-Está bien -dijo Kim con voz suave, y Dave sabía que sus palabras eran respuesta a su pensamiento y no sólo a su desenfadada contestación.
De no haber sido quien era, habría sido inquietante, con los cabellos blancos, el verde brazalete en la muñeca y en el dedo el anillo que los había traído de regreso a casa.
-Vámonos -añadió Kim-. Tenemos muchas cosas que discutir.
Paul Schafer, el Dos Veces Nacido, se había dado la vuelta y los conducía al interior del restaurante.
¿Cuántos matices, estaba pensando Kevin, puede tener la impotencia? Recordaba sus sentimientos un año atrás, cuando veía a Paul cada vez más encerrado en sí mismo en los meses que siguieron a la muerte de Rachel Kincaid. Habían sido malos tiempos. Pero Paul se había salvado; había ido tan lejos en sólo tres noches en el Arbol del Verano, allá en Fionavar, que en la mayoría de las circunstancias estaba fuera del alcance de la comprensión de cualquiera. Pero estaba curado, y Kevin pensaba que su curación era una especie de regalo de Fionavar, una especie de recompensa por lo que Jennifer había sufrido en manos del dios llamado Rakoth Maugrim, el Desenmarañador. Aunque recompensa no era la palabra más acertada; no podía haber compensación alguna ni en este ni en otro mundo; sólo una esperanza de desquite, una llama tan débil, a pesar de lo que él había jurado, que apenas ardía. ¿Qué significaba cualquiera de ellos ante un dios? Nada; ni Kim con sus visiones, ni Paul, ni Dave, que tanto había cambiado
entre los dalreis, en la Llanura, y que había encontrado un cuerno en el Bosque de Pendaran.
¿Y quién era él, Kevin Laine, para pronunciar un juramento de venganza? Todo parecía patético y ridículo; sobre todo allí, en el comedor del Mackenzie King, ante un filete de lenguado, en medio del sonido de los cubiertos y de las conversaciones de abogados y corteses camareros.
-¿Bien? -preguntó Paul en un tono que al instante convirtió en irrelevante todo lo que los rodeaba. Estaba mirando a Kim-. ¿Has visto algo?
-¡Basta! -dijo Kim- Deja de atosigarme. Si sucede algo, te lo diré de inmediato. ¿Quieres que te lo haga constar por escrito?
-Calma, Kim -dijo Kevin-. Debes comprender qué ignorantes nos sentimos. Tú eres nuestro vínculo.
-Pues por ahora no estoy vinculada a nada; es todo lo que hay. Tengo que encontrar un lugar y no puedo controlar mis sueños. Lo único que sé es que está en este mundo, pero no puedo ir a ningún sitio ni hacer nada hasta que lo encuentre. ¿Creéis que esta situación me divierte más que a vosotros tres?
-¿Puedes lograr que volvamos allá? –preguntó Dave imprudentemente.
-¡No soy ningún maldito metro! -gruñó Kim-. Os saqué de allí porque el Baelrath de algún modo se desencadenó. Pero no puedo hacerlo a voluntad.
-Lo cual significa que estamos clavados aquí –dijo Kevin.
-A menos que Loren venga a buscarnos –corrigió Dave.
Paul sacudió la cabeza.
-No lo hará.
-¿Por qué? -preguntó Dave.
-Creo que Loren no va a participar en el juego. Puso las cosas en movimiento, pero luego las dejó en nuestras manos, y en las de algunos otros.
Kim asentía con la cabeza.
-Puso un hilo en el telar -murmuró-, pero no querrá tejer este tapiz.
Ella y Paul intercambiaron una mirada.
-Pero ¿por qué? -insistió Dave. Kevin captó la frustración en la voz del hombretón-. Nos necesita, o por lo menos necesita a Paul y a Kim. ¿Por qué no iba a venir a buscarnos?
-Por causa de Jennifer -explicó Paul. Después continuó-: Cree que ya ha sufrido bastante. No querrá imponerle ningún sufrimiento más.