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Authors: Nicholas Sparks

Fantasmas del pasado (37 page)

BOOK: Fantasmas del pasado
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—Entonces es espabilada, ¿eh?

—Muy espabilada —rectificó Jeremy.

Alvin arrugó la nariz con cara de niño travieso.

—No sé por qué, pero me parece que habéis pasado la noche juntos.

Jeremy no dijo nada.

—Debe de ser verdaderamente especial…

—¡Eh, chicos! Por si no os habíais dado cuenta, estoy aquí. — Lexie decidió intervenir—. Puedo oír todo lo que estáis diciendo.

—Perdón —se disculpó Jeremy—. Es la vieja costumbre.

—¿Nos vamos ya? — los apremió Lexie.

Jeremy miró a Alvin, quien parecía estar ponderando sus opciones.

—De acuerdo —aceptó finalmente, encogiéndose de hombros—. Y no sólo eso, sino que también me olvidaré de todo lo que ha sucedido; pero con una condición.

—¿Cuál? — inquirió Jeremy

—Esos comentarios sobre comida italiana me han abierto el apetito, y no he probado bocado desde ayer. Invítame a comer, y no sólo me olvidaré de toda la cuestión, sino que además te contaré cómo salió la filmación de ayer por la noche.

Rodney los observó mientras se alejaban antes de volver a entrar en su despacho, cansado a causa de la falta de sueño. Sabía que no debería haber arrestado a ese tipo, pero aun así, no sentía remordimientos por lo que había hecho. Todo lo que deseaba era ejercer un poco de presión, y seguramente le empezarían a temblar las rodillas y acabaría soltándolo todo.

Se frotó la coronilla; no quería pensar más en esa cuestión. Tema zanjado. Sin embargo, lo que no podía zanjar era que Lexie y Jeremy hubieran pasado la noche juntos. Una cosa eran las sospechas, y otra bien distinta eran las pruebas, y no se le había escapado la forma en que ese par se había comportado esa mañana. De algún modo era distinto a como lo habían hecho la otra noche, en la fiesta, lo cual significaba que algo había cambiado entre ellos. No obstante, no había estado completamente seguro hasta que escuchó de los labios de Lexie la excusa para no contestar directamente a su pregunta. «No fui allí con él, si a eso te refieres.» No, él no se refería a eso; le había preguntado si había pasado la noche en la playa con Jeremy. Pero su vaga respuesta fue más que suficiente, y no se necesitaba ser un genio para suponer lo que había pasado.

La constatación de los hechos casi le rompió el corazón, y de nuevo deseó comprender mejor a Lexie. En el pasado había habido momentos en los que creyó que estaba a punto de descubrir qué era lo que verdaderamente le gustaba a ella, pero esto sencillamente demostraba todo lo contrario. ¿Por qué diablos ella permitía que volviera a repetirse la historia? ¿Por qué no había aprendido la lección con el primer forastero que apareció por el pueblo? ¿Acaso no recordaba lo mal que lo pasó después? ¿No se daba cuenta de que la única que volvería a salir herida de toda esa película era ella?

Lexie tenía que ser consciente de esos detalles, pero debía de haber decidido —al menos por una noche— que no le importaba correr el riesgo. No tenía sentido, y Rodney empezaba a cansarse de sufrir a causa de esa clase de cuestiones. Empezaba a cansarse de dejar que ella le hiciera daño. Sí, todavía la amaba, pero ya le había dado más que tiempo suficiente para aclarar sus propios sentimientos hacia él. Había llegado la hora de que Lexie tomara una decisión, para bien o para mal.

Alvin estaba ya totalmente recuperado de la rabieta cuando abrió la puerta del Herbs y vio a Jed sentado en una de las mesas. Este puso la misma cara de pocos amigos de siempre y se cruzó de brazos tan pronto como vio que Alvin, Jeremy y Lexie ocupaban una mesa próxima a las ventanas.

—Nuestro querido conserje no parece demasiado contento de vernos —susurró Alvin.

Jeremy lanzó una mirada furtiva a Jed. Los ojos del gigante melenudo lanzaban chispas.

—Qué extraño. Antes siempre se había mostrado muy afable. Debes de haber hecho algo que lo ha molestado.

—Yo no le he hecho nada. Sólo le pedí una habitación —masculló Alvin, con porte ofendido.

—Quizá no le gusta tu aspecto.

—¿Qué hay de malo en mi aspecto?

Lexie miró a Jeremy con cara divertida.

—No sé. — dijo Jeremy alzando la voz—. A lo mejor no le gusta Metallica.

Alvin echó un vistazo a su camiseta y después sacudió la cabeza.

—¡Anda ya!

Jeremy le guiñó un ojo a Lexie, y aunque ella le respondió con otra sonrisa, su expresión era distante, como si su mente estuviera en otro lugar.

—La filmación de ayer por la noche salió genial —comentó Alvin al tiempo que asía un menú—. Lo capté todo desde dos ángulos y luego revisé el vídeo. Es un material inédito. Las cadenas de televisión se pelearán por esas imágenes. Lo cual me recuerda que tengo que llamar a Nate. Como él no conseguía dar contigo, me estuvo llamando sin parar toda la tarde. No entiendo cómo lo aguantas.

Lexie lo miró perpleja, y Jeremy se inclinó hacia ella.

—Es mi agente —le explicó.

—¿Y también va a venir?

—No. Está demasiado ocupado intentando planificar mi gran carrera laboral. Y además, no sabría desenvolverse fuera de la ciudad. Es de esa clase de personas que cree que el Ayuntamiento debería reconvertir los terrenos de Central Park en unos grandes almacenes o algo parecido.

Ella le lanzó una sonrisa fugaz.

—Bueno, ¿qué pasa entre vosotros dos? — inquirió Alvin—. A ver, ¿cómo os conocisteis?

Como Lexie no mostró ninguna inclinación por responder, Jeremy se acomodó en su silla y contestó vagamente:

—Es la bibliotecaria y me ha estado ayudando a encontrar datos para la historia de los fantasmas.

—Y también os habéis dedicado a conoceros mejor, ¿eh?

Jeremy miró a Lexie de soslayo y vio que ella desviaba la vista hacia la ventana.

—La verdad es que hay mucho material que revisar.

Alvin miró a su amigo y notó que algo iba mal. Parecía como si él y Lexie hubieran discutido y hubieran hecho las paces, pero todavía se estuvieran lamiendo las heridas; lo cual era mucho para haber sucedido en tan sólo una mañana.

—Vale, ya capto —murmuró, decidiendo abandonar el tema de momento. En lugar de eso, se dedicó a leer el menú mientras Rachel se acercaba a la mesa con paso tranquilo.

—Hola Lex, hola Jeremy. ¡ Ah! Hola Alvin.

Alvin levantó la cabeza.

—¡Rachel!

—Me dijiste que te pasarías por aquí a la hora del desayuno —lo regañó ella cariñosamente—. Ya empezaba a pensar que eras un caradura.

—Lo siento —se excusó Alvin, y después de echar una mirada veloz a Jeremy y a Lexie, añadió—: Supongo que me quedé dormido.

Rachel sacó un bloc de notas del bolsillo del delantal y tomó el lápiz que tenía detrás de la oreja. Luego se pasó la punta de la lengua por los labios.

—Bueno, chicos, ¿qué os apetece tomar?

Jeremy pidió un bocadillo, Alvin se decantó por la sopa de langosta y también por un bocadillo. Lexie sacudió la cabeza.

—No tengo apetito. ¿Está Doris?

—Hoy no ha venido. Estaba cansada y ha decidido tomarse el día libre. Ayer por la noche se quedó trabajando hasta muy tarde, preparándolo todo para el fin de semana.

Lexie intentó leer su expresión.

—De veras, Lex —añadió Rachel con porte serio—, no tienes por qué preocuparte. Por su tono de voz por teléfono me ha parecido que estaba bien.

—De todos modos, quizá sea mejor que pase a verla —dijo Lexie. Luego miró a Jeremy como si buscara su aprobación antes de levantarse.

Rachel se apartó para dejarle pasar.

—¿Quieres que vaya contigo? — se ofreció Jeremy.

—No, no hace falta. Tienes que trabajar, y yo también tengo cosas por hacer. ¿Te parece bien si nos vemos más tarde en la biblioteca? Querías echar un vistazo a esos diarios, ¿no es cierto?

—Sí, me gustaría —respondió él, perplejo ante la falta de emoción que mostraba Lexie. Jeremy habría preferido pasar toda la tarde con ella.

—¿Qué tal si nos vemos a eso de las cuatro? — sugirió ella.

—Perfecto. Pero llámame para decirme cómo está Doris, ¿vale?

—Tal y como ha dicho Rachel, seguro que está bien. Y ya que voy a verla, le devolveré la libreta. La cogeré de tu bolsa, si no te importa.

—Adelante.

Lexie miró a Alvin.

—Me ha encantado conocerte, Alvin.

—Lo mismo digo.

Un momento más tarde, Lexie se había marchado y Rachel volvía a encerrarse en la cocina. Tan pronto como se quedaron solos, Alvin apoyó los brazos en la mesa con cara de confidente.

—Y ahora, cuéntamelo todo.

—¿A qué te refieres?

—Ya sabes a qué me refiero. Primero te enamoras de ella. Luego pasáis la noche juntos. Pero al llegar a la prisión del condado, ambos os comportáis como si no os conocierais. Y ahora va ella y busca la primera excusa para esfumarse.

—Doris es su abuela —aclaró Jeremy—. Y Lexie está preocupada por ella. No está muy bien de salud.

—¡Vamos, hombre! — soltó Alvin, claramente escéptico— Lo que digo es que tú la miras como si fueras un pobre perrito abandonado, y en cambio, ella actúa como si no lo fueras. ¿Os habéis peleado o qué?

—No. — Jeremy hizo una pausa y se dedicó a contemplar el restaurante. En la mesa de la esquina vio a los tres miembros del Consistorio y al voluntario más veterano de la biblioteca. Los cuatro lo saludaron con la cabeza—. Lo cierto es que no sé qué le ha pasado. Todo iba bien, y luego, de repente…

Como no continuó, Alvin se echó hacia atrás y apoyó la espalda en la silla.

—Ya, bueno, de todos modos, supongo que vuestra historia no iba a durar demasiado.

—Pero podría haber durado —insistió Jeremy.

—¡Anda ya! ¿Cómo? ¿Estabas pensando en mudarte aquí o en que ella viniera a Nueva York?

Jeremy dobló y desdobló la servilleta sin contestar, intentando evitar que le recordaran lo que era más que obvio. En el silencio, Alvin esbozó una mueca divertida.

—Definitivamente, tengo que pasar más tiempo con esa chica. No he visto a ninguna mujer capaz de calar profundamente en tu corazón desde María.

Jeremy levantó la vista sin abrir la boca. Sabía que su amigo tenía razón.

Doris estaba tumbada boca arriba en la cama, con las gafas de leer puestas, cuando Lexie asomó la cabeza por su habitación.

—¿Doris?

—¡Lexie! — exclamó su abuela—. ¿Qué haces aquí? Pasa, pasa.

Doris dejó a un lado el libro que estaba leyendo. Todavía llevaba puesto el pijama, y a pesar de que su piel ofrecía un tono ligeramente grisáceo, su aspecto era bueno.

Lexie atravesó la habitación.

—Rachel me ha dicho que pensabas quedarte en casa todo el día, y sólo quería confirmar que estabas bien.

—Oh, me encuentro bien; sólo un poco cansada, eso es todo. Creí que estabas en la playa.

—Y lo estaba —asintió Lexie al tiempo que acercaba una silla al borde de la cama—. Pero he tenido que volver.

—¿Ah, sí?

—Jeremy vino a verme.

Doris levantó las manos, como si se rindiera.

—A mí no me culpes, ¿eh? Yo no le dije dónde estabas. Y tampoco le pedí que fuera a buscarte.

—Lo sé. — Lexie apretó el brazo de Doris cariñosamente.

—Entonces, ¿cómo sabía dónde estabas?

Lexie apoyó ambas manos en su regazo.

—Le conté lo de la cabaña el otro día, y él sólo tuvo que atar cabos. Me quedé sorprendida cuando lo vi caminando por la playa.

Doris observó a Lexie fijamente antes de incorporarse un poco más hasta quedarse completamente sentada en la cama.

—Así pues, ¿pasasteis la noche juntos en la cabaña?

Lexie asintió.

—¿Y?

Lexie no contestó de buenas a primeras, pero después de un momento, sus labios formaron una pequeña sonrisa.

—Le preparé tu famosa salsa de tomate.

—¿Ah, sí?

—Se quedó impresionado. — Lexie se pasó la mano por el pelo—. Por cierto, te he traído tu libreta. La he dejado en el comedor.

Doris se quitó las gafas y empezó a limpiar los cristales con la punta de la sábana.

—Sin embargo, esto no explica por qué has vuelto.

—Jeremy necesitaba estar de vuelta a primera hora. Ha venido un amigo suyo de Nueva York, un cámara, para grabar las luces. Piensan filmar esta noche.

—¿Qué tal es su amigo?

Lexie se quedó pensativa.

—Parece una mezcla entre un punki y uno de esos motoristas que se pasean por ahí con una Harley Davidson, pero aparte de eso, es simpático.

No agregó nada más, y Doris se inclinó hacia ella y le cogió la mano. Apretándola con ternura, estudió a su nieta.

—¿Quieres hablar del motivo por el que estás aquí realmente?

—No —contestó Lexie, siguiendo las costuras de la colcha de Doris con el dedo—. Eso es algo que tengo que solucionar por mí misma.

Doris asintió. Lexie solía responder con bravura. Después de tantos años, sabía que a veces era mejor no decir nada.

Capítulo 17

Jeremy echó un vistazo al reloj mientras esperaba pacientemente en el porche del Herbs a que Alvin acabara de hablar con Rachel. Alvin estaba intentando impresionarla, y Rachel parecía no tener prisa en despedirse de él, lo que normalmente podía considerarse un buen indicio. Sin embargo, a Jeremy le pareció que Rachel no mostraba demasiado interés por Alvin, que se estaba limitando a ser cortés con él, y que Alvin no se daba cuenta de esas señales. En realidad, Alvin jamás había demostrado ser muy audaz a la hora de interpretar esa clase de señales.

Cuando finalmente se despidieron, Alvin se reunió con Jeremy con la cara radiante, como si se hubiera olvidado completamente de la desagradable contienda de la noche anterior; lo cual probablemente era cierto.

—¿Has visto eso? — le susurró Alvin cuando estuvo más cerca—. Creo que le gusto.

—¿Ah, sí?

—Sí. ¡Vaya pedazo de mujer! Me encanta su forma de hablar. Es tan sexi.

—Para ti todo es sexi —subrayó Jeremy.

—Eso no es verdad —se quejó Alvin—. Bueno, sólo casi todo.

Jeremy sonrió.

—Quién sabe. Igual coincidís esta noche en el baile. Quizá tengamos tiempo de pasarnos por ahí antes de ir al cementerio a filmar de nuevo.

—¡No me digas que hay un baile esta noche!

—Sí, en el viejo granero de tabaco del pueblo. He oído que va todo el pueblo, así que seguramente Rachel también irá.

—Perfecto —dijo Alvin al tiempo que empezaba a bajar las escaleras del porche. Acto seguido, y casi como si hablara consigo mismo, agregó—: Me pregunto por qué no me lo ha mencionado.

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