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Authors: Marco Polo

Tags: #Aventuras, Histórico

El libro de Marco Polo (8 page)

CAPÍTULO 4
De cómo trabaron combate y fue vencido Nayam

Reunido su ejército, Cublay levantó el campo y en veinte días llegó a la llanura donde Nayam esperaba los ejércitos del rey Caidú. Durante la noche descansó su hueste junto a un alcor; en cambio, los soldados de Nayam andaban esparcidos por la planicie, desarmados, entregados a los placeres y sin precaverse del peligro. Al despuntar el alba el rey Cublay subió al otero y ordenó a todos los soldados de su ejército en XII haces, de suerte que cada haz se componía de treinta mil hombres. Colocó a los peones junto a los jinetes de manera que en todas las haces a cada jinete lo flanquearan dos infantes con lanzas, hasta completar el número de peones. El rey iba en un maravilloso pabellón de madera que arrastraban cuatro elefantes, donde se encontraba el estandarte real. El ejército de Nayam, al ver las enseñas y la hueste de Cublay, cayó presa de un gran pánico, pues aún no había venido el ejército de Caidú. Nayam, por su parte, dormía en su tienda con una barragana que había traído consigo; despertado por los suyos desmayó un momento. No obstante, mientras descendía el enemigo, ordenó él sus haces lo más aprisa que pudo. Cublay dispuso los cuerpos de su ejército en círculo. Es costumbre de todos los tártaros tocar primero las trompetas y tañer todos los instrumentos y dar alaridos, y después iniciar el combate al son de los atabales del príncipe. Así, al fin de los cánticos de uno y otro ejército, redoblaron los tambores del rey Cublay y entonces, al precipitarse a la lucha una y otra parte, se llenó el aire de una tan innumerable cantidad de saetas que antes parecía lluvia que rociada de flechas. Descargados los carcajes, comenzaron a luchar con espadas, lanzas y mazas. Era Nayam cristiano de religión, pero no seguidor de las obras de la fe; en su pendón principal llevaba la señal de la Cruz, y traía consigo a muchos cristianos. Se combatió desde la mañana hasta el mediodía y cayeron muchos de uno y otro bando. Por fin, al desfallecer y volver la espalda la gente de Nayam, quedó vencedor Cublay. En la propia huida se dio muerte a una asombrosa multitud de hombres; a su vez, Nayam fue hecho prisionero y entregado al rey.

CAPÍTULO 5
De la muerte de Nayam

El rey Cublay ordenó que se ajusticiase inmediatamente a Nayam, por traidor a su señor y rebelde. Pero como era de su linaje, no quiso que se derramase sangre de estirpe real, para que la tierra no bebiese sangre regla ni el sol o el aire viesen la muerte de alguien de prosapia de reyes; hizo, pues, que se le envolviera en una alfombra y que se le atara una vez envuelto y que, después de atado, fuera zarandeado de acá para allá y sacudido una y otra vez hasta morir sofocado. A la muerte de Nayam, todos sus barones, capitanes y soldados que pudieron escapar con vida, entre los cuales se encontraban muchos cristianos, se entregaron sin condiciones al dominio del rey Cublay, Por tanto, el rey Cublay conquistó entonces cuatro provincias, cuyos nombres son los siguientes, a saber, Futorcia, Cauli, Rascol y Sinchintra.

CAPÍTULO 6
De cómo el rey Cublay impuso silencio a los sarracenos y judíos que se atrevieron a insultar la señal de la Cruz de salvación

Los judíos y los sarracenos que habían formado parte del ejército de Cublay comenzaron a insultar a los cristianos que habían venido con Nayam, porque su Cristo, cuya Cruz Nayam enarbolaba en su bandera, no le había podido socorrer ni a él ni a los suyos; y así, sin temor a escarnecer todos los días el poder de Cristo, inferían agravio a los cristianos. Los cristianos que habían dado obediencia al rey le presentaron queja acerca de esta afrenta. Este, convocando a los judíos y a los sarracenos junto con los cristianos, dijo lo siguiente a los cristianos: «No os sonrojéis si vuestro Dios y su Cruz no quiso prestar ayuda a Nayam, ya que un Dios bueno no debe patrocinar la injusticia y la iniquidad. Nayam, que fue traidor a su señor y rebelde contra la justicia, imploraba la ayuda de vuestro Dios en su maldad, pero vuestro dios, que es bueno, no quiso favorecer sus crímenes. Por tanto, ordenó a todos los judíos y sarracenos que ninguno de ellos por esta razón se atreva a blasfemar de la Cruz del Señor y vuestro Dios». Así fue como aquéllos cesaron de insultarlo en adelante. El rey Cublay, victorioso, regresó a su ciudad de Cambalú, y no ha salido más con su ejército contra los enemigos, sino que envía a sus hijos y barones al frente de sus tropas adonde sea necesario.

CAPÍTULO 7
De cómo el Kan, gran rey, recompensa a sus caballeros cuando obtiene una victoria

A los capitanes de sus ejércitos, cuando logran la victoria en la guerra, los honra de la manera siguiente: al que manda a cien soldados lo pone al frente de mil, y así correlativamente asciende a los demás y les hace regalos de copas de oro y de plata y diplomas de privilegios y mercedes de oro y plata, que contienen en la inscripción grabada en la chapa el galardón conferido; por una cara el letrero es de este tenor: «Por el poder del gran dios y por la gran gracia que ha conferido a nuestro emperador, loado sea el nombre del Gran Kan»; por la otra cara está esculpida la imagen de un león con el sol y la luna o la imagen de un gerifalte o de otros animales. Cuando sale en público el que tiene en la chapa la imagen del león con el sol y la luna, se lleva sobre él un quitasol en señal de gran autoridad; el que tiene la imagen de un gerifalte, puede llevar consigo como comitiva de un lugar a otro la caballería hasta de un príncipe; y así está muy bien dispuesto todo en lo que se debe obedecer a los que tengan las chapas. Quien no presta cumplida obediencia a satisfacción del poseedor, tal y como requiere su autoridad, será condenado a muerte por rebelde al Gran Kan.

CAPÍTULO 8
Del aspecto del rey Cublay y de sus mujeres, hijos y criadas

El gran rey Cublay es muy apuesto, de estatura mediana, ni muy grueso ni muy flaco; tiene la cara redonda y blanca, los ojos negros, la nariz muy hermosa, y en toda la complexión de su cuerpo está muy bien proporcionado. Tiene cuatro mujeres a las que da el nombre de legítimas. El primogénito de la primera le debe suceder en el trono. Cada una de estas cuatro dispone para sí de una corte real en su propio palacio, pues posee trescientas doncellas escogidas y muchos criados eunucos y otros servidores sin cuento, de suerte que el séquito de cada una de ellas se compone de cerca de diez mil hombres y mujeres. Además tiene el rey muchas concubinas; en efecto, hay un pueblo entre los tártaros que se llama Unctas, en el que nacen mujeres bellísimas y adornadas de excelentes costumbres; de éstas tiene en palacio un número de cien, que están a cargo de nobles matronas, las cuales ponen en su custodia diligente celo y es preciso que vean si las afea alguna enfermedad o defecto; las que carecen de toda mácula corporal se reservan para el rey. Seis de ellas tienen durante tres días y tres noches el cuidado de la cámara regia, y cuando el monarca entra a descansar y cuando se levanta le asisten y duermen en su aposento; el cuarto día otras seis relevan a las primeras y durante tres días y tres noches se ocupan del mismo menester; así, por turno, cada día reemplazan otras seis a las precedentes, y de esta manera se suceden unas a otras hasta que se llega al número de cien. De las cuatro esposas susodichas tiene el rey XII hijos. El primogénito de la primera mujer se llamaba Chinchis y hubiese debido sucederle en el trono; pero como ha muerto antes que su padre, la sucesión recae en su hijo Themur, porque es el hijo del primogénito. Thernur es hombre valiente y esforzado y muy prudente, y ya ha conseguido muchas victorias. De las criadas tiene el rey Cublay XXV hijos muy valerosos, que todos son grandes señores.

CAPÍTULO 9
Del palacio maravilloso que hay en Cambalú y de la asombrosa hermosura de aquel lugar

Durante tres meses, a saber, diciembre, enero y febrero, el rey Cublay reside sin interrupción en la ciudad regia, en la cual se alza el palacio real, que es de esta traza. En primer lugar su circunferencia abarca cuatro millas, de suerte que cada uno de sus cuatro lados mide una milla. La muralla del palacio es de gran grosor, y de diez pasos de altura; su fachada exterior está pintada por todas partes de blanco y rojo. En cada esquina de la muralla se levanta un palacio grande y hermoso; igualmente hay otro palacio en el centro de cada fachada de las murallas principales, de manera que hay en todo el contorno ocho palacios. En éstos se guarda el aparato y las armas de guerra, a saber, arcos, flechas, aljabas, espuelas, sillas, frenos, cuerdas de arco y demás pertrechos pertinentes al combate; en cada palacio se conservan sólo armas de una clase. La fachada del palacio que mira al mediodía tiene cinco puertas, de las cuales la central es mayor que las demás y no se abre jamás, salvo para la entrada o la salida del soberano, pues nadie puede cruzar por ella excepto el rey; pero tiene dos puertas menores laterales por las que pasan los que acompañan al monarca. Las tres restantes fachadas están provistas de una única puerta en su centro, por la que puede entrar libremente quienquiera. Detrás de los palacios susodichos situados en la fachada, corre a la distancia oportuna otro muro a la manera del anterior que contiene igualmente ocho palacios, en los que se guardan otros aprestos y enseres preciosos y joyas del gran rey. En el centro del espacio interior se encuentra el palacio real; carece de terraza, pero su pavimento sobresale diez palmos del suelo del exterior. Su techo es muy alto y está primorosamente pintado. Las paredes de las salas y de las habitaciones están todas recubiertas de oro y de plata y en ellas se encuentran hermosas pinturas y cuadros con historias de batallas. Gracias a estos adornos y pinturas el palacio resplandece sobremanera. En la sala mayor se sientan a la mesa al mismo tiempo alrededor de seis mil hombres. Detrás de las murallas susodichas y entre los mencionados palacios se extienden amenos jardines, cubiertos de praderas y arbustos silvestres de sabrosísimos frutos. Pueblan los vergeles muchos animales salvajes, a saber, ciervos blancos, los bichos en los que se encuentra el almizcle, de los cuales se ha hablado en el libro primero, cabras, gamos, veros y otros muchos animales a maravilla. En la parte de la sala que da al aquilón se extiende junto al palacio un estanque en el que se crían muchos y exquisitos peces, que se llevan allí de otras partes; de éstos puede elegir el rey según le plazca. Al estanque lo atraviesa un río, a cuya entrada y salida están puestas rejas de hierro, para que los peces no puedan escapar. Fuera del palacio y a una legua se eleva un montecillo de cien pasos de altura y de una milla de circunferencia, sembrado de árboles cuya hoja siempre verdea. Dondequiera que sepa el rey que hay un árbol hermoso, hace que se le traslade allí con sus raíces a lomo de elefantes, incluso desde regiones remotas, y ordena que se plante en el jardín; por tanto, crecen en él árboles hermosos sobremanera. Todo el monte es ameno y cubierto de hierba verde; y como todas las cosas son allí verdes, por eso se llama Monte Verde. Remata su cumbre un palacio pintado de verde. En ese montecillo se recrea a menudo el Gran Kan en sus ratos de holganza junto al palacio susodicho construyó el rey Cublay otro palacio semejante a él en todo, en el que habita Themur, el que ha de reinar a su muerte, que dispone de una corte regia muy magnífica; y tiene bulas imperiales y sello imperial, pero no con tanta plenitud de poderes como el Gran Kan.

CAPÍTULO 10
Descripción de la ciudad de Cambalú

La ciudad de Cambalú se encuentra a la orilla de un gran río en la provincia de Cathay, y antaño fue famosa y sede regia: en efecto, Cambalú quiere decir en nuestra lengua «ciudad del señor». El Gran Kan la trasladó a la otra banda del río, ya que se había enterado por los astrólogos que en el futuro sería rebelde a su imperio. La ciudad es cuadrada y se extiende por XX millas. La fachada de cada lado tiene muros de adobe de seis millas de longitud, enjalbegados por fuera, de veinte pasos de altura y de anchura, por la parte inferior, de diez pasos; conforme se elevan se van adelgazando, de modo que su cima sólo mide tres pasos de anchura. Tiene también XII puertas principales, a saber, tres a cada lado, y sobre cada puerta se eleva un palacio. En todas las esquinas de los muros hay igualmente palacios que contienen gran número de cámaras, donde se guardan las armas de la guarnición de la ciudad. Cruzan además el recinto calles anchas y tiradas a cordel con tal precisión que desde una puerta, a causa de la rectitud de la vía, se ve en derechura la puerta de enfrente. En su interior hay muchos y muy hermosos palacios. En el centro se alza un palacio muy grande donde hay una campana enorme, con la que se dan cada tarde tres toques, después de los cuales no le está permitido a nadie salir de casa salvo por enfermedad o a causa de un parto. Es preciso que cuantos circulan de noche por las calles lleven una antorcha. Cada una de las puertas de la ciudad es vigilada todas las noches por mil hombres, y no por temor a los enemigos, sino a los bandidos, ya que el rey procura con sumo celo tener a raya a los ladrones.

CAPÍTULO 11
De las muy grandes mercaderías de la ciudad de Cambalú

Fuera de la ciudad de Cambalú hay XII inmensos arrabales delante de cada puerta, en los que se hospedan los mercaderes y los viandantes, pues afluye continuamente a la ciudad un gran gentío por la corte del rey y las mercaderías sin cuento que allí se llevan. En aquellos arrabales habita grandísima multitud de hombres, y hay en ellos palacios tan bellos y grandes como los de dentro, a excepción del palacio real. En la ciudad no se da sepultura a ningún muerto, pues todos los que son idólatras son incinerados a la salida de los arrabales; también los cuerpos de los que no han de ser quemados reciben sepultura en las afueras. Debido al sinfín de extranjeros que acuden a la ciudad viven allí alrededor de veinte mil meretrices, que moran extramuros, ya que a ninguna de ellas le está permitido residir dentro del recinto amurallado. A Cambalú son traídas tantas y tan grandes mercaderías, que supera en volumen de contratación a cualquier ciudad del mundo entero: se llevan allí piedras preciosas, perlas, seda y especias preciosas en abundancia incalculable desde la India, Mangi, Cathay y otras regiones infinitas. Está situada en un emplazamiento óptimo y desde las regiones comarcanas se puede ir a ella con facilidad, pues se encuentra en el centro de muchas provincias: según el cuidadoso cálculo hecho por los comerciantes de la tierra, en efecto, no pasa día en todo el año en que no lleven allí los mercaderes extranjeros más de mil carretas de seda, ya que se hacen en ella infinitos trabajos en oro y seda.

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