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Authors: Molière

Tags: #Clásico, Teatro

El enfermo imaginario

 

El 17 de febrero de 1673. Moliére caracterizaba a Argan, el protagonista de su obra el enfermo imaginario, cuando en la escena final le sobrevino un ataque y falleció pocas horas después. En su última obra, el dramaturgo francés presenta a ese tipo de enfermo imaginario que ha existido siempre: aquel que estando totalmente sano se siente enfermo, se cree débil y lleno de achaques y se cuida —al mismo tiempo que se hace cuidar— extremadamente para aliviar esos males que imagina. Y exige que todos los que viven junto a él giren alrededor de su enfermedad. A pesar de sus muchas escenas caricaturescas y divertidas. El enfermo imaginario es una comedia dramática. Argan, en su egoísmo, es la imagen de la incomprensión; procede injustamente, y hasta en forma perversa, con su hija, sin importarle sacrificar su felicidad. El desenlace es sencillo y natural, y las escenas finales son hábiles y cuidadosas. Todo ello y la maestría del autor para enfocar el tema central explican la vigencia actual de esta obra que tiene ya varios siglos.

Molière

El enfermo imaginario

ePUB v1.0

thekov
18.06.12

Título original:
Le Malade imaginaire

Molière, febrero de 1673

Traducción: G. Silva

Editor original: thekov (v1.0)

ePub base v2.0

Personajes

Personajes de la Comedia

Actores que la estrenaron en 1673.

ARGAN,
enfermo de aprensión
…… Molière.

BELISA,
Segunda mujer de Argan
.

ANGÉLICA,
hija de Argan
………… Mlle. Molière.

LUISA,
hermana de Angélica
……… La niña Bauval.

BERALDO,
hermano de Argan
.

CLEONTE,
enamorado de Angélica
. La Grange.

DIAFOIRUS,
médico
.

TOMÁS DIAFOIRUS,
su hijo
……… Bauval.

PURGON,
médico de Argan
.

FLEURANT,
boticario
.

BONAFÉ,
notario
.

ANTONIA,
criada
…………………… Mlle. Bauval.

Personajes de los Intermedios

Del primer acto:

POLICHINELA.

UNA VIEJA.

VIOLINISTAS.

ALGUACILES,
cantantes y bailarines
.

Del segundo acto:

CUATRO GITANAS,
cantadoras
.

GITANOS Y GITANAS,
cantantes y bailarines
.

Del tercer acto:

TAPICEROS,
bailarines
.

EL PRESIDENTE DE LA FACULTAD DE MEDICINA.

DOCTORES.

ARGANTE,
bachiller
.

BOTICARIOS,
armados de morteros y manos para majar
.

LAVATIVEROS.

CIRUJANOS.

La acción, en París, en 1673.

Acto Primero
Escena I

ARGANTE,
solo en su alcoba y sentado a una mesa, ajusta con guitones las cuentas del boticario. Conversando consigo mismo, platica de este modo
:

ARGANTE.—Tres y dos cinco, y cinco, diez, y diez más, veinte… Tres y dos cinco. «Item, el día 24, una ayuda estimulante, preparatoria y emoliente, para ablandar, humedecer y refrescar las entrañas del señor». Lo que más me agrada de Fleurant, mi boticario, es su cortesía: «Las entrañas del señor, seis reales». Pero eso no basta, amigo mío: a más de correcto, es preciso ser razonable y no desplumar a los pacientes. ¡Seis reales por una lavativa…! Ya sabéis cuánto me satisface complaceros; pero como en ocasiones anteriores me las habéis cobrado a cuatro reales, y en lenguaje de boticario cuando se dice veinte hay que entender diez, pongamos dos reales… «Item, en el mismo día, según prescripción, una buena ayuda detersiva, compuesta de catalicón doble, ruibarbo, miel rosada y otros, para barrer, lavar y dejar limpio el bajo vientre del señor, seis reales». Con su permiso, abonaremos sólo dos. «Item, en el mismo día anochecido, un jarabe hepático, soporífero y soñoliento, destinado a dormir al señor, siete reales». De esta partida no me puedo quejar, porque, en efecto, dormí a pierna suelta… «ltem, el día 25, una excelente pócima purgante, corroborante, compuesta de casis fresco, sen levantino y otros, según receta del señor Purgon, destinada a expulsar y evacuar, la bilis del señor, dieciocho reales.» ¡Ah, mi señor Fleurant, esto es ya una burla! Hay que tener consideración con los enfermos, de los cuales vivís; y como el señor Purgon no os habrá ordenado que pongáis dieciocho reales, cargaremos tan sólo doce, si no os molesta. «Item, en el mismo día, una poción anodina y astringente, para procurar reposo al señor, seis reales.» Bien… «ltem, día 26, una ayuda carminativa para expulsar las ventosidades del señor, siete reales.» Tres, señor Fleurant. «Item, la misma ayuda, repetida por la tarde, siete reales.» Tres… «ltem, el día 27, un preparado enérgico, para estimular la expulsión y limpiar de males humores al señor, doce reales.» Doce… Celebro que hayáis razonado en esta ocasión. «Item, en el día 28, una toma de suero clarificado y azucarado, para dulcificar, lenificar, atemperar y refrescar la sangre del señor, veinte.» Diez…

«Item, una poción cordial y preservativa, compuesta de doce gramos de bezoar, jarabes de limón y granada y otras hierbas, según prescripción, veinte reales.» ¡Poco a poco, señor Fleurant…! ¡Abusando de este modo, no habrá nadie que quiera estar enfermo…! Conformaos con doce reales… Tres y dos cinco, y cinco, diez, y diez, veinte… Doscientos veintitrés reales, cuarenta céntimos y treinta maravedises. Resulta, pues, que en el mes corriente he tomado… una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho y nueve medicinas; más una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once y doce lavativas; mientras que en el mes anterior fueron doce medicinas y veinte ayudas. ¡Ahora me explico por qué no me encuentro este mes tan bien como el pasado! Se lo diré a Purgon para que me regularice el tratamiento… ¡A ver! Que se lleven todo esto de aquí… ¿No hay nadie…? ¡Por más que digo, siempre me han de dejar solo…! ¡No hay manera de conseguir que estén en su puesto!
(Toca una campanilla.)
Ellos que no atienden, y esta campanilla que no suena bastante…
(Vuelve a tocar.)
¡Nada!
(Toca.)
¡Están sordos…! ¡Antonia!
(Toca.)
¡Cómo si no llamara…! ¡Perros! ¡Granujas!
(Toca de nuevo.)
¡Me da una rabia!
(Deja la campanilla y grita.)
¡Tilín, tilín, tilín! ¡Pícaros de todos los diablos! ¿Es posible que abandonen de este modo a un pobre enfermo? ¡Tilín, tilín, tilín…! ¡Cabe nada más lastimoso! ¡Tilín, tilín, tilín! ¡Dios mío, me dejan morir solo! ¡Tilín, tilín, tilín!

Escena II

ANTONIA
(Entrando)
.—¡Ya va!

ARGANTE.—¡Ah, perra!

ANTONIA
(Fingiendo haberse dado un golpe en la frente)
.—¡Malhayan vuestras impaciencias…! De tal modo la aturrulláis a una, que a poco si me dejo los sesos en el quicio de un postigo.

ARGANTE
(Furioso)
.—¡Traidora!

ANTONIA
(Sin dejar de quejarse para interrumpirle e impedir que grite)
.—¡Ay!

ARGANTE.—Hace…

ANTONIA.—¡Ay!

ARGANTE.—¡Hace una hora…!

ANTONIA.—¡Ay, ay!

ARGANTE.—… que me has abandonado!

ANTONIA.—¡Ay!

ARGANTE.—¡Calla, granuja, y déjame que te reprenda!

ANTONIA.—¡Eso es…! Encima de lo que me he hecho…

ARGANTE.—Tú me has hecho a mi desgañitarme, carroña.

ANTONIA.—Y yo me he roto la cabeza; váyase una cosa por la otra. Estamos en paz.

ARGANTE.— ¡infame!

ANTONIA.—Si continuáis regañándome, lloro.

ARGANTE.—¡Abandonarme así!

ANTONIA.—
(Insistiendo en su propósito de no dejarle hablar)
¡Ay, ay, ay!

ARGANTE.—¡Lo que tú pretendes, perra…!

ANTONIA.—¡Ay, ay!

ARGANTE.—¿Pero no he de tener ni la satisfacción de reñirte?

ANTONIA.—¡Reñid, renid hasta que os hartéis!

ARGANTE.—¡Si no me dejas, ladrona! ¡Si me intérrumpes a cada palabra!

ANTONIA.—Si vos tenéis la satisfacción de reñir, ¿por qué no he de tener yo la de llorar? A cada uno lo suyo ¡Ay, ay!

ARGANTE.—¡Habrá que aguantarse…! Quítame esto, granuja, quítame esto.
(Se levanta)
¿Me ha hecho bastante operación la lavativa?

ANTONIA.—¿La lavativa?

ARGANTE.—Si. ¿He echado mucha bilis?

ANTONIA.—¡A mí qué me importa! Eso no es cuenta mía; eso se queda para el señor Fleurant. Él es el que debe meter la nariz, ya que es él quien cobra las ganancias.

ARGANTE.—Que me tengan preparada una taza de caldo para tomarla con la poción que me toca ahora.

ANTONIA.—¡Bien se divierten a vuestra costa los señores Fleurant y Purgon! Han encontrado una vaca y la ordeñan a gusto. Quisiera yo saber qué enfermedad es la vuestra, que necesita de tantos remedios.

ARGANTE.—¡Calla, ignorante! ¿Quién eres tú para, criticar las prescripciones de la medicina…? Ve a llamar a mi hija Angélica, que teirgo que hablarle.

ANTONIA.—Aquí viene. Parece que ha adivinado vuestros deseos.

Escena III

ARGANTE, ANGÉLICA Y ANTONIA

ARGANTE.—Acércate, Angélica. Llegas a tiempo, que quiero hablarte.

ANGÉLICA.—Ya os escucho.

ARGANTE
(Corriendo hacia el retrete.)
.— Aguarda. Dame el bastón. Vuelvo al instante.

ANTONIA
(Riéndose de él)
.—¡Corra, corra, señor! ¡Lo que nos da que hacer el señor Fleurant!

Escena IV

ARGANTE, ANGÉLICA Y ANTONIA

ANGÉLICA
(Mirándola lánguidamente y en tono confidencial)
.—¡Antonia!

ANTONIA.—¿Qué?

ANGÉLICA.—Mírame.

ANTONIA.—Ya os miro. ¿Qué hay?

ANGÉLICA.—¡Antonia!

ANTONIA.—¿Qué hay con tanto Antonia?

ANGÉLICA.—Mírame.

ANTONIA.—Ya os miro. ¿Qué hay?

ANGÉLICA.—¿No adivinas de lo que quiero hablarte?

ANTONIA.—Me figuro que será de vuestro pretendiente; hace seis días que no habláis de otra cosa.

ANGÉLICA.—Pues si lo sabes, ¿por qué no te apresuras a hablarme de él y me ahorras la vergüenza de ser yo quien te saque la conversación?

ANTONIA.—Si no me dais tiempo.

ANGÉLICA.—Es verdad. Te confieso que no me cansaría de hablar de él, y aprovecho todas las ocasiones para abrirte mi corazón. Dime, ¿repruebas tú mi enamoramiento?

ANTONIA.—No. En absoluto.

ANGÉLICA.—¿Hago mal abandonándome a tan deliciosas emociones?

ANTONIA.—¿Quién dice eso?

ANGÉLICA.—¿Tú crees que yo debiera mostrarme insensible a las ternuras de su pasión?

ANTONIA.—De ningún modo.

ANGÉLICA.—¿Y no te parece a ti, como a mí, que algo de providencial, algo… dispuesto así por el destino, en la forma imprevista de conocernos?

ANTONIA.—Sí.

ANGÉLICA.—Y el hecho de tomar mi defensa sin conocerme, ¿no es digno de un caballero?!

ANTONIA.—Sí.

ANGÉLICA.—De un hombre generoso.

ANTONIA.—Conformes.

ANGÉLICA.—¿Y la gallardía con que lo hizo?

ANTONIA.—Es cierto.

ANGÉLICA.—¿Y es o no un buen mozo?

ANTONIA.—Sí que lo es.

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