Read El Año del Diluvio Online

Authors: Margaret Atwood

Tags: #Ciencia Ficción

El Año del Diluvio (35 page)

BOOK: El Año del Diluvio
2.37Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Habían raptado a Frank dentro del complejo —en el lavabo para hombres del edificio de su laboratorio, dijo Lucerne— y lo habían sacado en una furgoneta de reparto de Zizzy Froots; luego se lo habían llevado en avión al otro lado del océano Atlántico todo vendado y disfrazado de paciente que se recuperaba de un
lifting.
Peor todavía, habían enviado un DVD en el que Frank aparecía drogado, confesando que HelthWyzer había estado injertando un virus de acción lenta pero incurable en sus complementos para poder ganar mucho dinero con los tratamientos. Era chantaje puro y simple, dijo Lucerne: cambiarían a Frank por un par de las fórmulas que querían, en concreto las de las enfermedades de acción lenta, y no harían público el DVD incriminatorio. De lo contrario, decían, la cabeza de Frank tendría que despedirse de su cuerpo.

HelthWyzer había hecho un análisis coste-beneficio, dijo Lucerne, y había decidido que los gérmenes de la enfermedad y las fórmulas valían más que Frank. En cuanto a la publicidad adversa, podían sofocarla en la fuente porque los medios de las corporaciones controlaban lo que era noticia y lo que no lo era. E Internet era tal lío de falsedades y verdades inverosímiles que ya nadie creía lo que había allí, o lo creían todo, que venía a ser lo mismo. Así que HelthWyzer no iba a pagar. Dijeron que lamentaban la tragedia de Lucerne, pero que su política les impedía ceder a las exigencias de un chantaje, porque eso alentaría más secuestros, que ya eran bastante numerosos.

Por consiguiente, Lucerne había perdido su posición de esposa de un científico de alto estatus en HelthWyzer, y con ella la casa, y dadas las desafortunadas circunstancias había decidido irse al complejo CryoJeenyus y convertirse en ama de casa junto a un hombre muy agradable que había conocido en el club de golf y que se llamaba Todd. Y desde luego, esperaba que yo no exagerara mi pena por Frank del mismo modo que exageraba el resto de mis emociones.

CryoJeenyus. Menuda farsa era ese lugar. Pagabas para que te congelaran la cabeza al morir por si acaso alguien inventaba en el futuro una forma de hacerte crecer un cuerpo nuevo bajo tu cuello, aunque los chicos de HelthWyzer bromeaban diciendo que sólo congelaban un cráneo porque ya habían sacado las neuronas para trasplantarlas en cerdos. Hacían un montón de chistes groseros como ése en HelthWyzer High, pero nunca podías estar segura de que fueran chistes.

El resultado era —continuó Lucerne— que escaseaba el dinero. Todd no era vicepresidente, sino sólo jefe de contabilidad, y ya tenía tres hijos que mantener que tendrían prioridad sobre mí, y Lucerne no podía pedirle que pagara por mí además de todo lo que ya estaba pagando. Por lo tanto, tendría que dejar de ser una carga, abandonar y hacerme responsable de mí misma.

Estaba fuera del nido de una sola patada. No es que hubiera tenido nunca un gran nido: siempre había estado al borde de la cornisa con Lucerne.

Esto es la ironía, pensé. Había estudiado la ironía en Danza Teatral. Lucerne había contado una trola difamatoria diciendo que la habían secuestrado, y ahora al pobre Frank, mi padre biológico, lo habían secuestrado de verdad, y probablemente también lo habían asesinado. Estaba claro que Lucerne no se sentía muy apenada. En cuanto a mí, no sabía qué sentir.

Antes de los exámenes trimestrales de primavera, varias corporaciones instalaron cabinas de entrevistas en el vestíbulo principal. No las corporaciones serias —las de ciencias no se molestaban en reclutar en , querían gente de números—, sino las más frívolas. Yo no reunía los requisitos para esas entrevistas, porque no iba a licenciarme ese año, pero decidí intentarlo de todos modos. No conseguiría ninguno de los puestos que se ofertaban, pero quizá me contrataran de barrendera. Había barrido el suelo con los Jardineros, aunque naturalmente no podía decirlo porque me habrían etiquetado de friqui verde fanática.

Mi profesora de Danza Calisténica decía que debería hablar con el Scales and Tails. Yo era una buena bailarina y el Scales ya formaba parte de SeksMart, que era una corporación legítima con beneficios sanitarios y un plan dental, así que no era como ser una prostituta. Un montón de chicas iban, y algunas conocían así a hombres buenos y después la vida les iba muy bien. De modo que pensé que valía la pena intentarlo. No era probable que consiguiera nada mejor sin una licenciatura. Incluso una licenciatura en era mucho mejor que nada. Y no quería acabar vendiendo carne en algún sitio como SecretBurgers.

Ese día conseguí cinco entrevistas. Notaba un hormigueo en el estómago, pero me aguanté y sonreí, y conseguí convencerlos, aunque no estaba en la lista de licenciados. Podía haber hecho seis —CryoJeenyus buscaba una chica que calmara a los parientes a los que les congelaban las cabezas de sus seres queridos y en ocasiones de sus difuntas mascotas—, pero no podía trabajar allí por Lucerne. No quería volver a verla, no sólo por lo que me había hecho sino también por cómo me lo había hecho. Como quien despide a la criada.

Vi los equipos de recursos humanos de Happicuppa, ChickieNobs, Zizzy Froots, Scales and Tails y, finalmente, AnooYoo. Los tres primeros no me querían, pero conseguí una oferta del Scales and Tails. Cada corporación tenía un equipo que hacía las entrevistas, y Mordis formaba parte del equipo del Scales: había algunos peces gordos de SeksMart allí, pero él era el hombre sobre el terreno, así que en realidad dependía de él. Hice una rutina de Danza Calisténica, y Mordis dijo que yo era exactamente lo que estaba buscando, ese talento, y que me garantizaba que si venía al Scales no lo lamentaría.

—Puedes ser quien tú quieras —dijo—. ¡Actúalo!

Así que casi firmé.

La cabina de AnooYoo estaba al lado de la del Scales, y en ese equipo había una mujer que me recordaba mucho a Toby de los Jardineros, aunque tenía la piel más oscura y el cabello diferente, y los ojos eran verdes y su voz más ronca. Me llevó un poco aparte y me preguntó si tenía problemas y yo me encontré explicando que por razones familiares me veía obligada a dejar la facultad. Haría cualquier clase de trabajo, dije; estaba deseando aprender. Cuando ella me preguntó por esas razones familiares, lo vomité todo: que habían secuestrado a mi padre y que mi madre no tenía dinero. Noté que mi voz se ponía temblorosa; no era todo una actuación.

Entonces me preguntó cómo se llamaba mi madre. Se lo conté y ella asintió: me dijo que me llevaría al balneario de AnooYoo como aprendiz, que podría vivir en las instalaciones y que ellos me formarían. Trabajaría con mujeres, no con hombres borrachos y violentos como solían ponerse en el Scales, por más que allí tuvieran cobertura dental; y no tendría que llevar un integral de biofilm y dejar que me tocaran hombres extraños. Sería una atmósfera sanadora, y estaría ayudando a la gente.

Esa mujer se parecía mucho a Toby, y curiosamente, el nombre escrito en su etiqueta era Tobiatha. Fue como una señal para mí, una señal de que estaría a salvo allí, que sería bien recibida y querida. Así que dije que sí.

Mordis me dio su tarjeta de todos modos, y me insistió en que si cambiaba de idea me aceptaría en el Scales en cualquier momento, sin hacer preguntas.

53

El balneario de AnooYoo se encontraba en medio de Heritage Park. Había oído hablar mucho de él, porque Adán Uno estaba muy en contra: decía que muchos animales y también árboles habían sido sacrificados para construir un pabellón a la vanidad. En ocasiones en el Día de daba un sermón entero al respecto. Pero, a pesar de ello, me sentía feliz allí. Tenían rosas que brillaban en la oscuridad, grandes mariposas rosas durante el día y hermosas polillas de kudzu por la noche, y una piscina, aunque el personal no podía usarla, y fuentes y su propio huerto de verdura ecológica. El aire era más sano allí que en medio de la ciudad, así que no tenías que ponerte tanto los conos nasales. Era como un sueño reconfortante. Me pusieron a trabajar en la lavandería, doblando sábanas y toallas, y eso me gustó porque era pacífico: todo era rosa.

En mi tercer día allí, Tobiatha me salió al paso mientras llevaba una pila de toallas limpias a una de las habitaciones y me dijo que quería hablar conmigo. Pensé que tal vez había hecho algo mal. Caminamos hasta el césped y ella me dijo que hablara en voz baja. Me explicó que se había dado cuenta de que la había reconocido en parte y ella sin duda me había reconocido a mí. Me había contratado porque había sido Jardinera y ahora que habían ¡legalizado a los Jardineros y destruido el Jardín teníamos el deber de cuidar los unos de los otros. Se daba cuenta de que estaba metida en problemas, además de no tener nada de dinero. ¿Qué pasaba?

Rompí a llorar, porque no me había enterado de lo del Jardín. Fue un impacto: tal vez tenía en mente que podía volver allí si las cosas se ponían feas de verdad. Ella me hizo sentar al lado de las fuentes: así el agua que corría ahogaría nuestras voces en caso de que hubiera micrófonos direccionales, dijo, y yo le hablé de HelthWyzer, le expliqué cómo había estado en contacto con los Jardineros a través de Amanda antes de perder el móvil y que no había vuelto a saber nada más del Jardín. No mencioné que me había enamorado de Jimmy y que me había roto el corazón, pero sí le hablé de y de que Lucerne se había desprendido de mí de ese modo tan abrupto después de que secuestraran a mi padre.

Le dije que no tenía un norte en la vida, que me sentía entumecida por dentro, como una huérfana. Ella sabía que todo eso tenía que resultar inquietante, porque también había pasado una temporada difícil cuando tenía mi edad, y le había ocurrido algo parecido respecto a su padre.

Esta nueva versión de Toby no se parecía en nada al incordio que había sido como Eva Seis. Era más serena. O quizá yo era más mayor.

Toby miró a su alrededor y bajó la voz. Me contó que había tenido que irse del Jardín del Edén en el Tejado apresuradamente y que se había hecho algunas alteraciones porque corría riesgo allí, así que tenía que tener mucho cuidado de no decirle a nadie quién era. Se había arriesgado conmigo y esperaba que pudiera confiar en mí, y yo le dije que podía hacerlo. Entonces me advirtió que Lucerne venía al balneario en ocasiones, y que tenía que saberlo y estar atenta para mantenerme alejada de su vista.

Por fin dijo que si ocurría algo —alguna crisis— y ella no estaba, tenía que saber que había reunido un jardín estilo Ararat de comida no perecedera en el almacén de AnooYoo; me dijo el código de la puerta por si alguna vez necesitaba entrar, aunque esperaba que nunca fuera necesario.

Le di las gracias, y luego le pregunté si sabía dónde estaba Amanda. Quería volver a verla, dije. Era mi única amiga verdadera. Toby dijo que a lo mejor podría encontrarla.

Después de eso no hablamos con mucha frecuencia —Toby decía que sería sospechoso aunque no sabía quién podía estar vigilando—, pero intercambiábamos algunas palabras y señas. Sentía que me estaba protegiendo como con algún tipo de campo de fuerza alienígena. Aunque, por supuesto, eso me lo estaba inventando.

Un día, cuando llevaba casi un año allí, Toby dijo que había localizado a Amanda a través de conocidos mutuos en Internet. Lo que me contó fue sorprendente, aunque no tanto cuando pensé en ello. Amanda se había convertido en una bioartista: hacía arte con animales o partes de animales que disponía en el exterior a escala gigante. Vivía cerca de la entrada oeste de Heritage Park y, si quería verla, Toby podía conseguirme un pase y que me llevaran allí en uno de los monovolúmenes rosas de AnooYoo.

Eché mis brazos al cuello de Toby y la abracé, pero ella me señaló que tuviera cuidado con eso: las chicas de la lavandería no abrazaban a una directora. Luego me dijo que no debería implicarme mucho con Amanda: Amanda tenía tendencia a ir demasiado lejos, porque no conocía los límites de su propia fuerza. Quería preguntarle qué quería decir, pero ya se estaba yendo.

El día de la visita, Toby me dijo que Amanda estaría avisada de mi llegada: pero las dos teníamos que esperar hasta que cerráramos la puerta antes de abrazarla o gritar o hacer cualquier tipo de manifestación. Me dio una canasta con productos de AnooYoo para entregar, como excusa en caso de que alguien parara el monovolumen y preguntara adónde iba. El conductor me esperaría: sólo dispondría de una hora, porque sería extraño que una chica de AnooYoo pasara demasiado tiempo en el mundo exfernal.

Dije que tal vez debería disfrazarme, y ella dijo que no, porque los guardas harían preguntas. Así que me puse mi mono rosa de AnooYoo encima del blusón de trabajo y los pantalones de algodón y salí con mi canasta, como caperucita rosa.

El monovolumen de AnooYoo me dejó delante del deteriorado edificio de Amanda como estaba planeado. Recordaba lo que me había dicho Toby. Esperé hasta que estuve dentro de la puerta, donde me estaba esperando Amanda, y las dos dijimos: «No puedo creerlo», y nos abrazamos. Pero no mucho tiempo, Amanda nunca había sido de abrazar.

Era más alta que la última vez que la había visto en carne y hueso. Estaba bronceada —pese a los protectores solares y los sombreros— de tanto trabajar al aire libre, dijo. Fuimos a la cocina, que tenía un montón de dibujos suyos colgados de las paredes y algunos huesos aquí y allá; y nos tomamos una cerveza cada una. Nunca me había gustado mucho tomar alcohol, pero la ocasión era especial.

Empezamos a hablar de los Jardineros: Adán Uno y Nuala y Mugi
el Músculo
y Philo
el Niebla
y Katuro y Rebecca. Y Zeb. Y Toby, aunque no dije que ahora era Tobiatha y que dirigía el balneario de AnooYoo. Amanda me contó por qué Toby había tenido que abandonar el Jardín. Era porque Blanco de iba tras ella. En la calle, Blanco tenía la reputación de cargarse a cualquiera que le molestara, en especial a mujeres.

—¿Por qué ella? —dije.

Amanda dijo que había oído que era por un antiguo rollo sexual: me desconcertó, porque los rollos sexuales y Toby nunca habían encajado, lo cual era el principal motivo de que los chicos la llamáramos Y comenté que quizá Toby había sido más húmeda de lo que habíamos pensado, y Amanda rio y dijo que obviamente yo todavía creía en los milagros. Pero ahora sabía por qué Toby se escondía bajo una identidad diferente.

—Recuerdas lo que solíamos decir: toc, toc, quién es. Tú y Bernice y yo —dije. Se me estaba subiendo la cerveza.

—Peli —dijo Amanda—. ¿Qué peli?

—Peligroso —dije, y las dos rompimos a reír, y parte de la cerveza me salió por la nariz.

BOOK: El Año del Diluvio
2.37Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Worry Warts by Morris Gleitzman
Outliers by Malcolm Gladwell
Cats in the Belfry by Doreen Tovey
Run the Risk by Scott Frost
The Diamond Age by Neal Stephenson
Nobody's Son by Shae Connor
Snow Blind by Richard Blanchard
Hello Darlin' by LARRY HAGMAN


readsbookonline.com Copyright 2016 - 2024