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Authors: Aurora Seldon e Isla Marín

Tags: #Erótico

Efecto Mariposa (6 page)

—Si Richie te ha hecho alguna crítica, seguramente fue constructiva. Particularmente, me encanta como te ves y como te quedan esas gafas.

Sasha arqueó las cejas, confundido.

—¿Cuáles gafas?

—Las tuyas. Hombre, te ves muy sexy con ellas en el Heaven o en el trabajo... incluso en ropa de baño, y si Richie...

—Tommy, ¿de qué demonios estás hablando? ¿Qué tienen que ver mis gafas con Richie?

—¿No discutisteis por tus gafas? ¿Por la imagen de intelectual que dabas en el Heaven?

—¿Te dijo eso? Ya veo. Y no, no discutimos por eso. —No añadió más y se acomodó las gafas mientras miraba a su interlocutor.

—Entonces, ¿por qué habéis discutido? —Tommy frunció el ceño preguntándose por qué Richie le había mentido.

—Oh... nada. —Sasha hizo un gesto quitándole importancia.

—No puede ser nada si aún estáis así de molestos y sobre todo si Richie me ha dicho eso sin ser cierto —razonó.

—Bueno... eso es cosa de Richie que cree que siempre tiene razón. Mejor olvídalo. —Pero Sasha estaba seguro de que no lo olvidaría. Cuando Tommy se lo proponía solía ser bastante inquisitivo.

—No quiero olvidarlo, al menos no mientras no lo arregléis, os quiero mucho a los dos y me duele veros así.

«Ya está. Es su vieja táctica del ‘yo sufro’. Y siempre le da resultado —se dijo Sasha con el rostro imperturbable—. Bien, allí vamos.»

—Mira, hemos hecho las paces, pero las cosas tienen que seguir su curso. Es cuestión de tiempo —explicó.

—Bueno, eso lo entiendo —concedió Tommy—. Pero hay algo que no comprendo: ¿qué fue eso tan terrible que os ha hecho enfadaros tanto?

Sasha lo miró con gesto de cansancio. Conocía la táctica: Tommy seguiría preguntando y preguntando hasta tener la respuesta. Optó por ahorrarle el esfuerzo.

—A Richie no le pareció bien que fuéramos a la cena juntos y mucho menos que bailáramos y nos besáramos delante de todos. Me echó en cara no haberme preocupado por ti.

—Pero… pero… yo quería ir. Contigo —respondió Tommy estupefacto y su rostro se ensombreció—. ¿Habéis discutido por mi culpa?

—No fue tu culpa —dijo Sasha con firmeza—. Fue a causa de las ideas de Richie. Parece ser que considera que nos extralimitamos y cree que yo lo provoqué porque me lo ha echado en cara. Claro que luego se disculpó, pero no tenía derecho a decirme todas esas cosas. En fin, supongo que cuando me vaya, pasará. No quiero darle más vueltas.

—Pero tú no me obligaste a ir, yo quise ir contigo y… sé que nos pasamos un poco —dudó al hablar, Sasha no debía sospechar las consecuencias de todo eso. Y aunque dijera que no, se sentía culpable por la discusión. No quería imaginar a qué hubiera llegado si se supiera que sus padres lo habían echado. Volvió a fruncir el ceño—. ¿Por qué no me ha dicho nada a mí?

—Eso tendrás que preguntárselo a él —replicó Sasha—. Imagino que querría «protegerte» —ironizó.

—No uses el sarcasmo conmigo. —Se sentía dolido y a la vez un poco enfadado. ¿Por qué tenía que ser la vida tan complicada? —. Richie te pidió perdón, te quiere… y también te protege. Esta situación entre vosotros no es buena. Piensa en lo que ha significado Richie en nuestras vidas…

—Lo pienso. No tienes idea cuánto lo pienso. —Sasha se sumió en un obstinado silencio. Para él, la conversación había terminado y Tommy hizo su último y desesperado esfuerzo:

—Pero Sasha… me duele veros así, tan distanciados ¿A ti no te molesta perderlo?

—Nadie ha dicho eso. Hay cosas que deben seguir su curso. Además, Richie me ayudará a instalarme en Oxford, eso es algo, ¿verdad?

—Bueno… —concedió Tommy— pero promete que intentarás arreglarlo. Os quiero mucho a los dos… no quiero ni imaginar perderos a alguno. —Tragó saliva disimuladamente. Lo último que necesitaba era que se distanciaran y tener que elegir entre ellos. Sabía perfectamente a quién elegiría, pero no quería tener que hacer una elección.

—Lo intentaré. —Sasha pidió la cuenta disimulando su enojo. Para Tommy, siempre tenía que ser él quien arreglara todo, como si fuera el responsable. Por un momento deseó estar en Oxford de una buena vez.

4

El último fin de semana de setiembre, Sasha fue a despedirse de Tommy. Al día siguiente partiría a Oxford con Richie y aunque estaba tratando de tomarse las cosas bien, seguía un poco resentido con el pelirrojo y con Tommy por presionarlo.

Quizá ese resentimiento era un mecanismo de defensa que lo preparaba para la larga separación… No quería pensar en ello. Era bastante duro tener que alejarse en esas circunstancias.

Se encaminó hacia el comedor del
college
y divisó a Tommy. Estaba en medio de un bullicioso grupo, charlando y riendo, con una chica pálida sentada muy cerca.

«Su sociedad secreta —se dijo—. Ésa debe ser Alison.»

El ruso no avanzó. Se quedó de pie junto a la puerta, observándolo interactuar. Se veía alegre y despreocupado, completamente en su ambiente.

«Pensar que no quería estudiar Literatura…»

Uno de los chicos dijo algo en el oído de Tommy y él sonrió. Acababa de hacer un comentario sobre la novela
Maurice
, de E. M. Forster y sobre la película del mismo nombre que se había estrenado en el 87. Ninguno de ellos parecía incómodo con el tema de la homosexulidad, e incluso Alison dijo en voz baja:

—Debe ser terrible tener que esconder lo que sientes.

—En esta época no hay nada que esconder, querida —dijo Kevin, sentado junto a ella.

Tommy volvió a sonreír, aunque pensaba que Kevin no tenía idea de lo que decía. Ciertamente a los Stoker les parecía algo que debía esconderse a toda costa. Entonces sintió como si lo estuvieran observando y giró la cabeza mirando alrededor. Vio a Sasha en la puerta, mirándolo. Le sonrió y le hizo un gesto con la mano para que se acercara.

—Hola, Sasha. No esperaba verte por aquí. —Le dio la mano y le hizo sitio en una silla a su lado. Mientras se sentaba, le presentó a todos sus compañeros.

Sasha saludó a los muchachos y se sentó. Esperó que la conversación siguiera su curso y cuando nadie le prestaba atención, aprovechó para decirle a Tommy en voz baja:

—Vine a despedirme.

—¿Cuándo te vas? —susurró Tommy. El momento temido había llegado y había tenido la secreta esperanza de que se retrasara.

—Mañana a primera hora.

—Oh —murmuró para añadir en un susurro casi inaudible—: Te voy a echar de menos horrores.

Sasha le oprimió la mano por debajo de la mesa.

—También yo.

Por varios minutos ninguno de los dos habló. La alegría de Tommy se había esfumado y todo lo que quería era suplicarle a Sasha que no se fuera, confesarle todo lo que había pasado y pedirle que se quedara con él.

El ruso, en medio de su tristeza, notó el modo en que Alison miraba a Tommy, como si estuviera preocupada por él. Trató de no pensar en su querido amigo. Si seguía allí, sería demasiado evidente lo que sentía por él y los demás lo notarían. Miró su reloj.

—Tengo que irme ya.

—¿Quieres que te lleve? He traído el coche y me puedo saltar la próxima clase —dijo Tommy y se ganó un pellizco por parte de Alison, a quien no le gustaba perder clases ni que las perdieran los demás.

Sasha captó el pellizco y entrecerró los ojos, evaluando a la muchacha. Tenía cierto atractivo y no se le había escapado la familiaridad que mostraba con Tommy. En ese instante la catalogó como rival.

—De acuerdo, pero no me responsabilizo si te saltas el resto de las clases del día —dijo con toda intención.

—No pasa nada. —Tommy sonrió sin percatarse del cambio de actitudes que había habido entre Alison y Sasha—. Las recuperaré mañana. —Se giró hacia Alison—. Tendremos que dejar los planes de esta tarde para mañana. —Ella hizo un mohín—. No te enfades, te resarciré… Cocinaré para tus compañeras de piso, ¿vale?

—Claro, como quieras —replicó Alison mirando a Sasha—. Ve con él, que se va mañana. Yo te tendré aquí el resto del curso.

Sasha se puso de pie y se despidió del grupo. Cuando fue el turno de Alison, le sonrió con esa expresión tan suya cuando jugaba al ajedrez. Estaba evaluando al adversario.

—Gusto de conocerte y que disfrutes de la cocina de Tommy. Es muy variable como podrás apreciar, pero siempre vuelve a sus primeros experimentos. Con el tiempo puede que te acostumbres.

5

Finalmente, Sasha se mudó a Oxford.

Llegó una mañana gris en compañía de Richie, con quien no había hablado mucho durante el trayecto. Con su ayuda se instaló en su habitación en la segunda planta de la sección destinada a los estudiantes de postgrado. Desde que había visto, meses antes, el edificio del Lincoln College, en Turl Street, se había quedado tan enamorado de su arquitectura histórica como se había enamorado de la blancura de Thot Labs. Aunque esa mañana no estaba emocionado, sino poseído de una nostalgia que tenía nombre y apellido: Thomas Stoker.

—Es increíble. Aquí se respira historia —dijo Richie—. Piensa en quiénes habrán dormido en esta habitación. Quizá el mismo John Le Carré.

—Quizá —concedió Sasha sentándose junto a la ventana abierta. Un bullicioso grupo de pregrado reía en el patio y le recordó a Tommy. No se sentía especialmente hablador.

Richie cerró el armario donde había guardado la última y comprometedora caja donde estaban los juguetes sexuales y accesorios. Se sentó sobre la cama y miró la mesita de noche, donde Sasha acababa de acomodar sus fotografías y se preguntó si el ruso seguiría conservándolas en los años siguientes.

«Quizá no conserve la mía —se dijo con un poco de amargura—. Aunque lo disimule, creo que todavía no me ha perdonado.»

—Tigre, ¿te apetece un poco de té? —preguntó finalmente dirigiéndose hacia la pequeña cocina eléctrica.

—Claro, gracias. —Pero Sasha no se encontraba en este planeta. Pensaba en su futuro en Oxford y en todo lo que había luchado para estar allí, aún a costa de separarse de Tommy.

«Tendré que arreglármelas —se dijo—. No se puede vivir del amor.»

Práctico como era se puso de pie y ayudó a Richie. Al poco rato ambos se sentaron junto a la ventana, bebiendo el té. La aromática bebida animó un poco a Sasha. El té de Richie era siempre delicioso, como lo preparaba su abuela, según decía él.

Sasha lo estudió con disimulo mientras bebían. Actuaba con normalidad, como si nada hubiera pasado, y se preguntó si sabría lo mucho que lo había decepcionado. Quizá debería perdonar y olvidar, como decía Tommy, pero de momento no podía.

Con la más perfecta cortesía inglesa, retiró las tazas y ofreció:

—¿Vamos a dar un paseo por el río? Podremos comer por allí y luego te acompañaré a la estación.

Richie se puso de pie.

—Desde luego.

Se alejaron hablando y riendo, y cualquiera que no los conociera hubiera dicho que eran los mejores amigos del mundo. Y de hecho lo serían si Sasha pudiera olvidar su resentimiento.

Capítulo 4
1

—Gracias por vuestra compra, y que os divirtáis mucho —dijo Tommy despidiendo al alegre grupo de estudiantes que había ido a Sextasis a comprar cosas para una despedida de soltero.

Richie observó cómo guardaba los accesorios y juguetes en el almacén y arreglaba los escaparates. Era el último viernes de octubre, casi a las cuatro, y Tommy había llegado de sorpresa. Se veía abatido pero se las había arreglado muy bien para atender a los estudiantes, mientras Richie asesoraba a una pareja en el uso de vibradores.

El pelirrojo no dejaba de maravillarse del modo en que Tommy podía disimular su estado de ánimo con extraños. Siempre tenía una sonrisa y una broma, y su magnetismo natural hacía que fuera difícil resitírsele. Recordó que Sasha había comentado en alguna ocasión que Tommy podría dedicarse a las relaciones públicas y estuvo plenamente de acuerdo. Mientras que Sasha era analítico, un tanto sarcástico y un estratega natural, Tommy tenía una sensibilidad innata para lograr la confianza de quienes lo rodeaban, como había ocurrido con muchos de los miembros del grupo de Randy.

—¿En qué estás pensando? —interrumpió Tommy acercándose.

—En ti y en Sasha. En cómo sois cada uno.

—¿Como el agua y el aceite? —dijo Tommy sentándose tras el mostrador y estirando sus largas piernas.

Richie rió.

—Más bien como… No sé, ¿agua y azúcar? Uno complementa al otro, según lo veo yo.

—Ajá. ¿Y tú, Richie? ¿Dónde encajas tú?

—Pues… —Richie lo meditó un momento, recordando sus conocimientos de química. No era la primera vez que lo pensaba y últimamente, después de su discusión con Sasha, lo había pensado con mayor frecuencia—. Creo que soy un catalizador entre los dos. Si calientas el agua, la mezcla se produce más rápido.

—Y tú… ¿eres el que nos contiene o el que nos calienta? —preguntó con una sonrisa pícara.

—Lo que quieras, Dragón —dijo Richie moviendo las pestañas con coquetería.

—¡Oh, por Dios, no hagas eso! —Tommy estalló en carcajadas—. Si Sasha te viera hacer eso huiría a la velocidad de la luz.

Richie se echó a reír también y cuando las risas se calmaron, observó con voz pausada:

—Pero Sasha no está aquí.

—No, no está —respondió taciturno y se hizo el silencio entre ellos durante un buen rato hasta que finalmente Tommy lo rompió—. El otro día fui al piso de Alison. Les preparé la cena, a ella y a sus compañeras de piso.

—¿Y qué tal salió? —se interesó Richie, aliviado por el cambio de tema.

—Oh, bien. Me esmeré en la cena. Les hice una ensalada de marisco, con gambas y espárragos y una deliciosa salsa especial que aprendí en el curso y luego un solomillo con salsa de naranja, que combina muy bien con la ensalada. Y de postre plátano flambeado, que es muy sencillo pero a la vez muy espectacular. Quedaron todas encantadas.

Richie sonrió.

—No me refería a eso. Tus cenas siempre son deliciosas… Quería decir qué tal salió lo de Alison. Últimamente te veo muy unido a ella.

—Bueno, me gusta, es muy dulce y me río mucho con ella. Y… —pareció un poco avergonzado—. Nos acostamos ese día por primera vez. Habíamos tonteado bastante, besos, caricias osadas, pero no habíamos llegado tan lejos. Ya sabes cómo me han educado. Una dama es una dama y como tal hay que tratarla y respetarla. Aun así, no pude quedarme a dormir allí, me sentía raro.

Richie le palmeó la espalda con afecto.

—Entiendo. —Pensó en las veces que había follado con extraños y vuelto luego a casa. Solo. Dormir junto a alguien era algo muy íntimo como para compartirlo con cualquiera—. ¿Se lo dirás a Sasha?

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