Read Diario. Una novela Online

Authors: Chuck Palahniuk

Tags: #Relato

Diario. Una novela (16 page)

BOOK: Diario. Una novela
12.9Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Va a su mesa y coge una carpeta con unas hojas de papel dentro. Escribe algo dentro de la carpeta. Mira un calendario que tiene en la pared encima de su mesa. Se mira el reloj y escribe dentro de la carpeta. El rabo de sus letras baja mucho, muy por debajo de la línea, subconsciente, impulsivo. Codicioso, hambriento, malvado, diría Ángel Delaporte.

El doctor Touchet dice:

—Así pues, ¿has cambiado algún hábito últimamente?

Y Misty le dice que sí. Que está dibujando. Por primera vez desde la facultad, Misty está dibujando y pintando un poco, acuarelas en su mayoría. En su buhardilla del hotel. En su tiempo libre. Ha colocado su caballete para poder ver por la ventana, toda la costa hasta el cabo de Waytansea. Pinta todos los días. Inventándose las cosas que pinta. Las fantasías de una chica pobre e inculta: casas grandes, bodas en iglesias, picnics en la playa.

Ayer Misty estuvo trabajando hasta que vio que había oscurecido fuera. Acababan de desaparecer cinco o seis horas. Desaparecieron como mi lavadero de Scaview. Triángulo-de-las-Bermudizadas.

Misty le dice al doctor Touchet:

—La cabeza me duele siempre, pero un poco menos cuando estoy pintando.

La mesa del médico es de metal pintado, de esas mesas de acero que se ven en las oficinas de los ingenieros o los contables. De esas con cajones que se abren con total suavidad y se cierran con un estruendo metálico. El tapete es de fieltro verde. En la pared sobre la mesa están el calendario y los viejos.

Con su calva moteada y unos pocos pelos quebradizos peinados desde una oreja hasta la otra, el doctor Touchet podría ser ingeniero. Con sus gafas redondas y gruesas de montura metálica, su grueso reloj de pulsera con su correa metálica elástica, podría ser contable. Y ahora dice:

—Fue usted a la universidad, ¿verdad?

A la facultad de bellas artes, le dice Misty. Pero no se licenció. Lo dejó. Se trasladaron aquí al morir Harrow para cuidar de la madre de Peter. Luego llegó Tabbi. Luego Misty se quedó dormida y se despertó gorda, cansada y en plena mediana edad.

El doctor no se ríe. No se le puede recriminar.

—Cuando estudió historia —dice—, ¿estudió usted a los jainistas?

No en historia del arte, le dice Misty.

Abre uno de los cajones de la mesa y saca un frasco amarillo de pastillas.

—Te lo digo muy en serio —dice—. No dejes que Tabbi se acerque a cinco metros de esto. —Abre el frasco y se echa un par de pastillas en la mano. Son cápsulas de gelatina de color claro, de esas que se abren en dos mitades. Dentro de cada una hay unos polvos verde oscuro que se desplazan por el interior de la cápsula al moverse esta.

El mensaje descascarillado en la repisa de la ventana de Tabbi: «Morirás cuando hayan acabado contigo».

El doctor Touchet sostiene el frasco delante de la cara de Misty y le dice:

—Tómate esto solamente cuando te duela. —El frasco no tiene etiqueta—. Es un compuesto de hierbas. Te ayudará a concentrarte.

Misty dice:

—¿Alguien ha muerto alguna vez del síndrome de Stendhal?

Y el médico dice:

—Sobre todo son algas verdes, un poco de corteza de sauce blanco y un poco de polen de abeja. —Vuelve a meter las cápsulas en el frasco y lo cierra. Lo deja en la camilla, al lado del muslo de ella—. Puedes seguir bebiendo —dice—. Pero con...

Misty dice:

—Siempre bebo con moderación.

El médico se vuelve hacia su mesa y dice:

—Si tú lo dices.

Putos pueblos pequeños.

Misty dice:

—¿Cómo murió el padre de Peter?

Y el doctor Touchet dice: —¿Qué te dijo Grace Wilmot?

Ella nunca mencionó el tema. Cuando tiraron las cenizas, Peter le dijo a Misty que había sido un ataque al corazón. Misty dice: —Grace me dijo que fue un tumor cerebral.

Y el doctor Touchet dice:

—Sí, eso fue. —Cierra el cajón de su mesa de acero con un estruendo metálico. Dice—: Grace me ha dicho que tienes un gran talento.

Solamente para que conste en acta, el tiempo hoy es tranquilo y soleado pero el aire está lleno de mentiras.

Misty le pregunta por esos budistas que ha mencionado.

—Los jainístas —dice.

Descuelga la blusa del interior de la puerta y se la da a Misty. Hay manchas oscuras y redondas de sudor en la tela de debajo de las mangas. El doctor Touchet se va moviendo junto a Misty y le sostiene la blusa para que ella meta los brazos dentro.

Y dice:

—Lo que quiero decir es que a veces, para un artista, el dolor crónico puede ser un don.

17 DE JULIO

Cuando estaban en la facultad, Peter decía que todo lo que uno hace es un autorretrato. Puede parecer
San Jorge y el dragón
o
El rapto de las sabinas
, pero el ángulo que uno usa, la iluminación, la composición y la técnica son todas un reflejo de ti. Incluso la razón de que eligieras esa escena es un reflejo de ti. Tú eres todos los colores y todas las pinceladas.

Peter decía:

—Lo único que puede hacer un artista es describir su propia cara.

Estás condenado a ser tú.

Esto, dice, nos deja libres para dibujar lo que queremos, ya que solamente nos estamos dibujando a nosotros mismos.

Tu caligrafía. La forma en que andas. Qué diseños eliges para la porcelana. Todo te desvela. Todo lo que haces lleva tu firma.

Todo es un autorretrato.

Todo es un diario.

Con los cincuenta dólares de Ángel Delaporte, Misty se compra un pincel para acuarela redondo de pelo de buey del número cinco. Se compra un pincel grueso de pelo de ardilla del número cuatro para pintar a la aguada. Un pincel de lengua de gato en punta del número seis de pelo de manta cibelina. Y un pincel plano y ancho para fondos del número doce.

Misty se compra una paleta para acuarelas, una bandeja redonda de aluminio con diez recipientes poco profundos, como una bandeja para hornear magdalenas. Se compra unos cuantos tubos de acuarelas de aguada. Verde chipre, verde laca viridiana, verde Vessie y verde Windsor. Compra azul de Prusia y un tubo de rojo alizarina. Compra negro laca Habana y negro marfil.

Misty compra fluido corrector blanco como la leche para tapar sus errores. Y preparación disolvente de color amarillo meado para eliminar los errores cuando la pintura está fresca. Compra goma arábiga, del color ámbar de la cerveza aguada, para evitar que los colores se mezclen sobre el papel. Y médium de granulado de color claro para darle a los colores una textura granulada.

Compra un bloc de papel para acuarelas, un papel de grano fino prensado en frío de 48x61 centímetros. El nombre comercial de ese tamaño es «royal». El papel de 58x71 se llama «elefante». Y el papel de 67x102 se llama «doble elefante». Se trata de un papel sin ácidos, de setecientos gramos el metro. Compra tableros de dibujo, lienzos estirados y pegados sobre cartón duro. Compra tableros de los tamaños «superroyal», «imperial» y «anticuario».

Lo lleva todo a la caja registradora, y la cifra a pagar pasa tanto de cincuenta dólares que tiene que usar la tarjeta de crédito.

Cuando uno siente la tentación de robar de la tienda un tubo de siena tostado, es hora de tomar una de tus pastillitas de algas verdes del doctor Touchet.

Peter decía que el trabajo del artista es convertir el caos en orden. Uno recoge detalles, busca los rasgos comunes y se pone a organizar. Uno saca sentido de datos que no lo tienen. Uno monta un rompecabezas con trozos de todo un poco. Cambia de sitio y reorganiza. Hace un collage. Un montaje. Una reunión.

Si estás trabajando, y todas las mesas de tu sección están esperando algo pero tú sigues escondida en la cocina, haciendo dibujos en trozos de papel, es hora de tomar una pastilla.

Cuando le presentas a la gente la cuenta de la cena y en el dorso está dibujado un pequeño estudio de luces y sombras... Y ni siquiera sabes a qué lugar corresponde, simplemente te ha aparecido la imagen en la cabeza... No es nada, pero te aterra la posibilidad de perder la cabeza. Entonces es hora de tomar una pastilla.

—Estos detalles inútiles —solía decir Peter—. Solamente son inútiles hasta que los interrelacionas todos.

Peter solía decir:

—Todo en sí mismo es nada.

Solamente para que conste en acta, hoy en el comedor Grace Wilmot estaba de pie con Tabbi delante de la vitrina que cubre la mayor parte de una de las paredes. Dentro de la vitrina hay bandejas de porcelana colocadas en sus soportes bajo la luz tenue. Las tazas están sobre sus platillos. Grace Wilmot los va señalando uno por uno. Y Tabbi los señala con el índice y va diciendo:

—Fitz and Floyd... Wedgwood... Noritake... Lenox...

Y Tabbi niega con la cabeza, se cruza de brazos y dice: —No, no es así. —Dice—: El diseño Oracle Grove tiene el borde de oro de catorce quilates. El Venus Grove lo tiene de veinticuatro quilates.

Tu hijita es una experta en diseños de porcelana extinguidos.

Tu hijita ahora es una adolescente.

Grace Wilmot estira el brazo y le pasa un mechón de pelo rebelde a Tabbi por detrás de la oreja, luego dice:

—Lo juro, esta niña tiene un talento natural.

Con una bandeja de almuerzos en el hombro, Misty se detiene el tiempo suficiente para preguntarle a Grace:

—¿De qué murió Harrow?

Y Grace aparta la vista de la porcelana. Con el músculo
orbicularis oculi
abriéndole mucho los ojos, dice:

—¿Por qué lo preguntas?

Misty menciona la cita con el médico. Con el doctor Touchet. Y el hecho de que Ángel Delaporte cree que la caligrafía de Peter se refiere a su relación con su padre. Todos esos detalles que no parecen querer decir nada por separado.

Y Grace dice:

—¿Te ha dado pastillas el doctor? La bandeja pesa bastante y la comida se está enfriando, pero Misty dice:

—El médico dice que Harrow tenía cáncer de hígado. Tabbi va señalando y diciendo: —Gorham... Dansk...

Y Grace sonríe.

—Claro. Cáncer de hígado —dice—. ¿Por qué me lo preguntas? —dice—. Pensé que Peter te lo había contado.

Solamente para que conste en acta, el parte meteorológico de hoy anuncia neblinas e historias claramente discordantes sobre la causa de la muerte de tu padre. Ningún dato es nada por sí solo.

Y Misty dice que no puede hablar. Tiene demasiado trabajo. Es la hora de la comida. Tal vez más tarde.

En la facultad de bellas artes, Peter solía hablar del pintor James Whistler, y contaba que Whistler había trabajado para el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos, dibujando emplazamientos costeros potenciales para faros. El problema era que Whistler no podía parar de garabatear pequeños estudios de figuras en los márgenes. Dibujaba a ancianas, bebés, mendigos, cualquier cosa que viera por la calle. Hacía su trabajo, documentaba terrenos para el gobierno, pero no podía pasar por alto todo lo demás. No podía dejar pasar nada. Hombres fumando en pipa. Niños haciendo rodar aros. Todo lo registraba en forma de garabatos en los márgenes de su trabajo oficial. Por supuesto, el gobierno lo echó por aquello.

—Y hoy día —solía decir Peter— aquellos garabatos valen millones.

Solías decir tú.

En el Comedor de Madera y Oro sirven la mantequilla en pequeñas vasijas de barro, pero ahora todas las barritas de mantequilla tienen dibujitos grabados. Diminutos estudios de figuras.

Tal vez el dibujo de un árbol o de la forma concreta en que desciende la ladera de una colma en la imaginación de Misty, de derecha a izquierda. Hay un acantilado y una cascada que cae de un cañón colgante y un pequeño barranco lleno de sombras y de rocas musgosas y de hiedras rodeando los gruesos troncos de los árboles, y para cuando se lo ha imaginado todo y lo ha dibujado en una servilleta la gente ya está yendo al rincón de los camareros para rellenarse las tazas de café. La gente da golpecitos con los tenedores en los vasos para llamarle la atención. Chasquean los dedos. Los veraneantes.

No dejan propina.

La ladera de una colina. Un arroyo en la montaña. Una caverna a la orilla de un río. Un zarcillo de hiedra. Todos estos detalles vienen a ella y Misty simplemente no los puede pasar por alto. Para cuando termina el turno de la cena, está cargada de trozos de servilletas de papel y recibos de tarjetas de crédito, cada uno con algún detalle dibujado.

En su buhardilla, reúne en un montón los trozos de papel con los dibujos de hojas y flores que no ha visto nunca. En otro montón pone las formas abstractas que se parecen a rocas y cimas de montaña en el horizonte. También hay las formas ramificadas de los árboles y los matorrales arracimados. Algo que podría ser brezo. Pájaros.

Si no entiendes algo, puedes hacer que signifique cualquier cosa.

Cuando te pasas horas sentada en un retrete, dibujando cosas sin sentido en una hoja de papel higiénico hasta que el culo está a punto de caérsete... Tómate una pastilla.

Cuando dejas por completo de ír a trabajar y te quedas encerrada en tu habitación llamando al servicio de habitaciones para todo. Y le dices a todo el mundo que estás enferma para poder quedarte levantada toda la noche y todo el día, dibujando paisajes que no has visto nunca, entonces es hora de tomarse una pastilla.

Cuando tu hija llama a tu puerta y te pide un beso de buenas noches y lo único que tú le dices que es que vaya a la cama y que tú irás al cabo de un minuto y finalmente su abuela la aparta de la puerta y tú la oyes llorar mientras se alejan por el pasillo... Tómate dos pastillas.

Cuando te encuentres la pulsera de estrás que te ha pasado por debajo de la puerta, tómate otra.

Cuando nadie parece darse cuenta de tu mala conducta sino que se limitan a sonreír y a decir «Bueno, Misty, ¿cómo va tu pintura?», es la hora de la pastilla.

Cuando los dolores de cabeza no te dejen comer. Y los pantalones se te caigan porque ya no tienes culo. Y pases delante de un espejo y no reconozcas al fantasma flaco y encorvado que ves. Y las manos solamente te dejen de temblar cuando estás cogiendo un pincel o un lápiz. Entonces tómate una pastilla. Y cuando todavía no vas por la mitad del frasco, el doctor Touchet te deja otro frasco en la recepción con tu nombre escrito.

Cuando simplemente no puedas dejar de trabajar. Cuando lo único que puedes imaginar es la finalización de este proyecto. Entonces tómate una pastilla.

Porque Peter tiene razón.

BOOK: Diario. Una novela
12.9Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Here Comes The Bride by Sadie Grubor, Monica Black
Just Like Other Daughters by Colleen Faulkner
Shana Abe by A Rose in Winter
Rough Draft by James W. Hall
Virus-72 Hours to Live by Ray Jay Perreault
In the Middle of the Night by Robert Cormier
Winter’s Awakening by Shelley Shepard Gray


readsbookonline.com Copyright 2016 - 2024