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Authors: Alvaro Ganuza

Romance Extremo (31 page)

BOOK: Romance Extremo
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-¿Qué es estupendo?- se intriga.

-Sé lo que necesitas para querer pasar tu vida conmigo.

-¿Ah sí? ¿Y qué es?

Me pongo unos vaqueros desgastados y la miro por encima del hombro.

-Es una sorpresa.- sonrío.

Ella se cruza de brazos, sexy a rabiar, y le guiño un ojo. Me cambio de camiseta, me pongo una sudadera gris y cojo una mochila para llenarla con algo de ropa.

-¿Qué haces con esa mochila?- curiosea.

-Vas a pasar el fin de semana conmigo.

-¡¿Qué?!- exclama perpleja.- No puedo hacer eso.

-Me da igual.- contesto divertido.- Pienso secuestrarte y no me importa si llamas a la policía.

Victoria se ríe nerviosa.

-Gabriel, es imposible que me vaya contigo todo el fin de semana, no tengo nada: ni ropa, ni cartera, ni documentación...

-No te hace falta.

Marcho al baño para recoger los productos de aseo y de paso lavarme los dientes. Cuando salgo, la veo sentada en la cama, expectante.

-Vamos.

-¿No piensas hacer la cama?- pregunta.

-No hay tiempo.

-¿Ni para tomar un café?

-Lo haremos de camino.

-¿Camino adónde?

-A... ya lo verás.- respondo enigmático. La cojo de la mano y tiro de ella.

Salimos del garaje en mi Giulietta y recorremos lentamente la avenida principal de Torrejón en busca de mi objetivo. Cuando doy con él, aparco el coche.

-¿Ya paramos?- se sorprende Vicky.

-Solo un momento.

Bajo del coche, lo rodeo y abro su puerta.

-Acompáñame.- digo, tendiéndole la mano.

Ella la coge sonriente y baja. Tras cerrar el coche, la rodeo entre mis brazos, la beso y me la llevo por la acera. Cuando ve el lugar al que nos dirigimos, su rostro es de confusión total y yo estallo en carcajadas.

CAPÍTULO 8

 

 

-¿Qué hacemos aquí?- pregunta cuando entramos.

-Devolverte el regalo.- susurro en su oído.

Agarrados de la mano, recorremos la tienda.

-Gabriel, no pienso dejar que me compres ropa.

-Necesitas algo para el fin de semana. Además tú tam bién me compraste a mí.

-Eso fue diferente, yo me lo podía permitir.

Me detengo a mitad de pasillo, entre la sección de lencería y la de pijamas, y me giro hacia ella con las cejas arqueadas.

-¿Insinúas que yo no puedo permitírmelo?

-Gabriel.- se pone seria y se cruza de brazos. Si supiera cómo me pone cuando hace eso...

-No insinúo que no puedes, solo que no debes. Pode mos ir a casa de mis abuelos y cogeré todo lo que necesite. Suspiro, introduzco los dedos en la cintura de sus pantalones y la atraigo hacia mí.

-Por favor.- musito tontorrón, apoyando mi frente en la suya.- Concédeme este capricho.

Después beso su nariz, paso a su mejilla, muerdo el lóbulo de su deliciosa oreja...

-Por favor.- susurro en su oído.

Victoria me agarra de la sudadera y me besa en el cuello.

-Está bien.- acepta.- Pero no te pases.

Sonrío feliz, la alzo por la cintura y doy vueltas con ella, entre los sujetadores, bragas y picardías.

-Buenos días.

Nos detenemos y miramos a la dependienta que se ha acercado a nosotros. Una mujer mayor y bien vestida que nos sonríe cordial.

-Buenos días.- devolvemos el saludo.

-¿Puedo ayudarles en algo?

-No, gracias, nosotros nos apañamos.- le digo.

-Muy bien. Si necesitan cualquier cosa, estoy en el mostrador.- dice, señalando detrás de ella.

-Gracias.- comentamos al unísono.

Nunca me ha gustado esto de ir de compras, pero con ella es diferente. Muy diferente. Me encanta ver como busca la ropa entre las perchas y por supuesto, me chifla acompañarla a los probadores. Tengo que hacer un gran esfuerzo para no colarme en el suyo y devorarla ahí mismo.

Cuarenta minutos después, salimos de la tienda cargados con menos bolsas de las que me gustaría y marchamos al coche.

-Ese vestido azul te quedaba bien, no sé por qué no lo has cogido.- le digo.

-Dijimos lo básico para un fin de semana.

Guardo las bolsas en el maletero y montamos.

-Toma.- digo tendiéndole mi móvil.- Para que llames a tus abuelos y les digas que vas a pasar el finde fuera.

Victoria lo coge y suspira.

-Y no les cuentes que estarás conmigo, por si Sorel les llama.

-Román se alterará mucho si no sabe de mí en todo el fin de semana.

-Que le jodan.- gruño.

Victoria sonríe y marca en mi Iphone.

-Abuela, soy yo, buenos días. Siento mucho lo que pasó ayer. Sí, estoy bien. Es que me enteré de una noticia que me alteró mucho.- le dice y me mira.- Sí, acabo de salir de su casa, pero escucha, me ha llamado Cayetana, mi compañera de universidad, ¿te acuerdas de ella? Bien, está en la ciudad y me ha invitado a pasar el fin de semana en la sierra. No, imagino que estarán sus padres. Pues... supongo que el domingo por la noche estaremos de vuelta.

Asiento conforme.

-No, ya tengo ropa.- sigue hablando.- Abuela, tengo que dejarte. Sí, te quiero, nos vemos el domingo, besos.

Cuelga y resopla.

-Odio mentir a mis abuelos.

-Tranquila.- la animo frotando su pierna.- Es por una buena causa. Además lo has hecho muy bien.

Sonríe y me devuelve el móvil.

-Soy hija de un narco, ¿recuerdas? Llevo la mentira en la sangre.

Niego con la cabeza y arranco el coche.

-¿Preparada para nuestro viaje?

-¿No vas a decirme adónde vamos?

-No.- sonrío.- Pero no es un viaje largo.

Suspira y se acomoda en el asiento.

-Pues vamos allá.- musita desganada.

Me carcajeo, me inclino sobre ella para besarla y ponemos rumbo a... a nuestro destino.

Las horas con Victoria pasan como segundos y un viaje de dos horas y media, es casi un suspiro. Solo paramos para estirar las piernas y tomar un café. Tras la breve parada, dejo que sea ella la que conduzca el resto del viaje y río, plenamente feliz, cuando sonríe animada y alegre por dejarla conducir mi Giulietta. Y eso que ella manejaba un Maserati.

-Mira que no tengo el carnet de conducir, ¿eh?- dice, abrochándose el cinturón.

-Tranquila, si nos paran yo respondo por ti.

-¿Vas a seguir sin decirme adónde vamos?

-Enseguida lo descubrirás. Tira.

No tengo palabras para describir lo que siento al verla conducir mi coche. Bueno sí, esposa. Esa palabra que jamás había visitado mi mente y ahora no quiere marcharse. Aunque tampoco quiero que se vaya. Mi proposición no ha sido planeada, pero nunca me reafirmaría tanto de algo que he dicho sin pensar.

-Gabriel, deja de mirarme e indícame por dónde. Vuelvo a reír y agito la cabeza para centrarme.

-Coge la próxima salida.

-¿Salamanca?- pregunta perpleja, al leer el letrero de la autopista.- ¿Vamos a Salamanca?

-Sí.- sonrío.

-Entonces, ¿es cierto que eres de ahí?

-Sí.- contesto.- Ahí nací y ahí vive mi familia. Victoria traga saliva y aprieta el volante, nerviosa.

-¿Vas a presentarme a tu familia?

-Quiero que conozcan a la mujer de mi vida. Me mira de soslayo y sonríe nerviosa.

-Les vas a encantar.- le digo, apoyando la mano en su pierna para transmitirle tranquilidad. Mis padres, mi antiguo hogar, viven en la periferia de Salamanca, en una modesta casita de dos plantas con un pequeño terreno ajardinado y un desván que es como un museo a la infancia de sus hijos. Que somos tres, yo el mediano y único varón.

-A la derecha en esta calle y hasta el fondo, ahí está la casa de mis padres.- le indico.

-Bien.

Sonrío porque a cada kilómetro que nos acercábamos, Victoria se ha tensado más. No sé si podré sacarla del coche o tendré que cortar el techo.

-Aquí, aparca donde quieras.

Lo hace detrás del Golf negro de mi cuñado. Hoy por lo visto toca comida familiar.

Victoria exhala y para el motor.

-¿Estás nerviosa?

-Un poco.- contesta, frotándose las manos en los muslos.

Me llena de vida ver que no ha vuelto a ponerse el anillo. Ya sabía yo que no le tenía mucho apego.

Me quito el cinturón de seguridad y me inclino hacia ella. La agarro del mentón para que me mire y le doy un dulce beso en los labios.

-No estés nerviosa.- musito.- Van a estar encantados contigo.

-¿Cómo me vas a presentar?

Sonrío y froto mi nariz con la suya.

-Como mi novia. ¿No quieres?

-Sí, sí quiero.

Acaricio su mejilla y vuelvo a besarla.

-Abajo.- ordeno.

Salimos del coche, estiro la espalda y observo con algo de añoranza mi casa, las casas de mis vecinos y la calle donde jugaba de crío y que termina en campo abierto. Parece que no ha pasado el tiempo.

Marchamos al maletero a coger la mochila y optamos por guardar también dentro, la poca ropa que se ha comprado Victoria. Debo apretar un poco para logarlo.

-¡Vas a arrugarla!- exclama apartándome.

Me carcajeo y dejo que sea ella la que organice todo.

-¿Y qué diremos cuando nos pregunten cómo nos conocimos?- pregunta nerviosa mientras cierra la mochila.

Le quito el petate de las manos, cierro el maletero y la acorralo contra él. Me acerco para besarla y me elevo a los cielos cuando ella rodea mi cuello, hunde los dedos entre el pelo de mi nuca y se entrega al acto con pasión.

-Joder, nena.- jadeo junto a su boca.- Otro beso así y seré tu esclavo de por vida.

Ella se ríe y me muerde el cuello.

-Gabriel, ¡contéstame!- exclama picajosa.- ¿Qué diremos cuando pregunten cosas de pareja?

-Diremos la verdad, que yo estaba de misión en Valencia y te conocí cuando cabalgabas cual diosa amazona a lomos de Júpiter.

-¿La verdad?- se asusta.

La cojo de la mano y tiro de ella hacia la entrada.

-¿Cómo vamos a decir la verdad?

-Tranquila, no diremos los temas escabrosos. Mis hermanas son cotillas, pero se cortan cuando escuchan que estaba de misión.

-¿Hermanas?- se aterra todavía más.

Río, me giro hacia ella y la rodeo entre mis brazos.

-Dos.- le informo.- Teresa es la mayor y Paula la menor. De críos me hacían la vida imposible.

Victoria sonríe, le doy un pico rápido y llamo al timbre.

-Teresa está casada con Jorge, el dueño de ese Golf.la informo mientras señalo con la cabeza.- Tienen un niño de tres añitos, Jorgito, Gito para la familia.

-¿Eres tío?- se asombra.

-Sí.- le sonrío.- Paula es la... rebelde de la familia, por así decirlo, te caerá bien.

-¿Insinúas que soy rebelde?

-Sí.- contesto entre risas mientras timbro de nuevo.- Y eso me encanta.

Vuelvo a besarla justo en el momento en que la puerta se abre.

-¡Cariño!- grita mamá al verme.

Suelto a Victoria (de mala gana, que conste) y abrazo a mi madre (con muchas ganas, que conste también).

Mi madre es la típica ama de casa a la que le encanta estar rodeada por su familia y cuidarla como la joya que es para ella. Es de estatura media, de complexión media y aunque ronde los 55 años, aparenta muchos menos gracias a la rebelde Paula que se encarga de modernizarla en ropa y peinados. Desde hace años lleva el pelo cortito y en un tono morrón rojizo. Tiene los ojos castaños, igual que mis hermanas. Yo heredé los míos de papá.

-¡¿Por qué no has avisado que venías, mangurrian?!

-Hola, mamá.- sonrío achuchándola.

Cuando nos separamos, retrocedo y agarro a Vicky de la cintura.

-Mamá, ésta es Victoria, mi novia. Vicks, te presento a mi madre, Teresa.

-¡Y no la de Calcuta!- bromea mamá.

Ambas ríen y se saludan con dos besos.

-Encantada de conocerte.- le dice Victoria.

-Lo mismo digo, bonita. Pasad pasad, ¿habéis comido? Estábamos a punto de hacerlo.

-No, mamá, y estamos hambrientos.

-Sentimos ser tan oportunos.- murmura Victoria.

-No te preocupes, cielo.- dice mi madre mientras cierra la puerta.- Donde comen siete comen nueve, enseguida os hacemos sitio.

-Además mi madre siempre hace comida para un regimiento.- me mofo.

-¡Y bien que lo agradeces, mangurrian!

-Es cierto, come como una lima.- le da mi chica la razón.

Dejo la mochila con la ropa en la entrada y seguimos a mi madre por el pasillo en dirección al comedor.

-¡Mirad quién se ha presentado por sorpresa!- anuncia mamá.- ¡Y acompañado!

Victoria y yo hacemos acto de presencia y un inmenso barullo estalla en la mesa.

-Hola, familia.

-Buenas tardes, que aproveche.- saluda Vicky, estrujándome la mano, nerviosa.

Paula es la primera en saltar de la silla y correr a abrazarme. Después saluda eufórica a mi pareja. La siguiente es Teresa. Mis dos hermanas son clavadas, 26 y 31 años respectivamente, ambas espigadas y de pelo liso castaño.

La diferencia es que Paula viste ceñida y provocativa mientras que Teresa lo hace más holgada o con “ropa de mamá” como lo denomina Paula para picarla.

Jorge, mi cuñado, 33 tacos, tan alto como yo, delgado aunque con algo de barriga cervecera, moreno de ojos negros y trabaja como ingeniero técnico en una industria metalúrgica de la ciudad. Industria en la que mi hermana, su esposa desde hace cinco años, es administrativa.

Jorgito, Gito, es la alegría de la casa, por el que todos babeamos y es clavado a su padre.

-¡Tito Gabi!- grita corriendo hacia mí.

Me agacho y lo aúpo.

-¡Hola, colega! ¿Cómo está mi sobrino favorito?- pregunto y beso su rechoncho moflete.

-Bien.

Me giro hacia Victoria con mi sobrino en brazos y veo que sonríe con un brillo especial en la mirada.

-Mira Gito, esta chica es Victoria, mi novia. ¿A que es guapa?

-Sí.

-Tú sí que eres guapo.- responde Victoria acariciando su mejilla.

-¿Le das un beso?- pregunto a Gito.

Le acerco a mi chica, la besa en la mejilla y después se oculta vergonzoso en mi cuello, provocando risotadas en todos nosotros.

Dejo al peque de la familia en el suelo para que corra hacia su padre y saludo a Carlos, “Charlie”, novio de mi hermanita Paula. Llevan poco tiempo saliendo y solo le he visto en un par de ocasiones, pero desde que sabe que soy policía, me mira con respeto y algo de nerviosismo. ¡Ni que lo que fuera a detener! Aunque más le vale que no haga daño a mi hermana.

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