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Authors: Gesualdo Bufalino

Qui Pro Quo

 

Una excursión dominical a los terrenos de la novela policíaca: es todo lo que ha pretendido concederse Gesualdo Bufalino; uno de los más grandes escritores italianos contemporáneos, ha escrito esta novela como personalísimo homenaje a Agatha Christie.

Una obra que conjuga gustosamente la pasión con la extravagancia, el espíritu consecuente con las fantasías de lo imaginario. Páginas a utilizar como juguete, por tanto, pero donde se advierte a veces un extravío. Como cuando se ven los espejos de un parque de atracciones multiplicarse y contradecirse las máscaras de la razón.

Narra un misterio: la muerte de un editor, por delito o infortunio, en su casa de vacaciones. Se sigue de ahí una investigación que pone en jaque a todos los invitados y que la propia víctima, a través de póstumas revelaciones, parece querer dirigir en primera persona. Hasta que su secretaria, una solterona de pocas gracias y muchas virtudes, resuelve o cree resolver el caso.

Gesualdo Bufalino

Qui Pro Quo

ePUB v1.0

gercachifo
30.05.12

Título original:
Qui Pro Quo

Gesualdo Bufalino,

© Gruppo Editoriale Fabbri, Bompiani, Sonzogno, Etas S.p.A.

Milán, 1991.

Traducción: Joaquín Jordá

Ilustración: «La flecha de Zenón», René Magritte, 1964

© EDITORIAL ANAGRAMA, S.A., 1992 Pedró de la Creu, 58 -08034

Barcelona ISBN: 84-339-1173-2

Depósito Legal: B. 19805-1992

Printed in Spain

Libergraf, S.A., Constitució, 19,08014 Barcelona

Editor original: gercachifo (v1.0)

ePub base v2.0

Personajes

Medardo Aquila
------- editor

Cipriana Maymone
------- su mujer

Esther Scamporrino, alias Agatha Sotheby
----- su secretaria, yo narrador

Ghigo Maymone
------ su cuñado y socio

Apollonio Belmondo
----- abogado

Matilde Garro
---- su mujer

Lietta
----------- hija de Matilde y de su primer marido

Lidia Orioli
------ directora editorial

Gianni, (¿Giacomo?) Orioli
---- hijo de Lidia

Amos Soddu
------- escultor y pintor

Dafne Duval
--------- grabadora y pintora

Don Giuliano Místico
------- sacerdote apóstata, escritor.

Massimiliano Curro
------ comisario de policía

«Baile Selassie»
---- criado de color

Casabene
---- un cabo primera de carabinerosz

Esquilo
-- un busto

Un guardaespaldas no identificado Criados, periodistas, fotógrafos, curiosos

I. PAISAJE MARINO CON FIGURAS

La idea de que el curso de la Historia, como creía Pascal, pueda depender de las proporciones de una nariz suele hacer arrugar la nariz a los historiadores.

Se equivocan. Ya que, no digo el Destino del Mundo, que me importa poquísimo, sino mi destino personal habría sido completamente distinto si una emergencia de lo más banal, la caries de un premolar, no me hubiera llevado una mañana a la sala de espera del doctor Conciapelli, donde, impulsada por la angustia de la espera a buscar distracción entre los anuncios del
Messaggero,
la oferta de un puesto de secretaria en la Editorial Medardo Aquila asociados, calle Cleopatra, 16, Roma, me entusiasmó.

Yo, digámoslo inmediatamente, me he diplomado en el DAMS; y sé de teatro y cine, de jazz y de música clásica, de semiología ... Soy (presumo de ser) inteligente, lista, tengo facilidad de palabra y sentido del humor. Guapa no soy. Más bien fea, feúcha, feíta, como prefiráis. Poseo, además, una reputación de frígida que para la aspirante a un empleo puede revelarse como la carta vencedora, si el jefe está casado y quien decide la admisión es la mujer. Así que, en Cuestión de pocas horas, me vi elegida; después, en cuestión de pocos meses, ascendida a obligada, vacaciones incluidas, a consumirse con el cuaderno de notas y estilográfica en mano en la legendaria residencia de verano del
boss,
es decir la Villa, o mejor las Villas, conocidas en Venecia como «Las Descontentas».

Una estajanovista accidental, por decirlo de algún modo. Como para preocupar al sindicato. Pero también un golpe de fortuna para una solterona sin oficio ni beneficio, de treinta y ocho años, resignada a desgranar su tiempo, una menstruación tras otra, regalándose en agosto apenas una semana de Adriático, en sofocantes pensiones, con la habitual duda de si y cuánto exponer la pálida piel a los estragos del sol y al desprecio de los jóvenes ...

Ninguna angustia de esa clase, en esta ocasión; en todo caso, debajo de mi sombrilla, un gesto de tímida envidia, observando a las invitadas de turno, en su mayoría de ofensiva belleza, bajar al mar y pasar delante de mí, flemáticas como fieras de circo. Yo me acurrucaba aún más en la garita del albornoz, oponiendo como protección a sus
topless
despiadados una cauta indolencia.

¿Qué otra cosa habría podido hacer en semejante condición de subalterna, de extraña? Por no decir que en mi libro de cuentas las incomodidades sumaban cero comparadas con las muchas comodidades: unas vacaciones, como se dice hoy, de alto
standing;
un trabajo agradable y bien pagado, en estrecho trato continuo con el jefe; la libertad de sonreír a la vista de sus batas malayas re camadas con dragones negros, de sus camisetas hawaianas, de sus
shorts
californianos; la esperanza, fortísima, de colarle un día u otro mi querido cartapacio (título provisional:
Qui pro qua),
una historia de anamorfosis y metamorfosis que arrastraba conmigo desde hacía años y que llevaba en el bolso como munición, esperando el momento de cargarla en el fusil y dispararla ... Sí, porque yo escribo, y escribo novelas policíacas. Todas hasta ahora inéditas, y destinadas al polvo, salvo la que tenéis ante los ojos, en la cual aparezco en primera persona con el apodo que me pusieron los colegas de la redacción en cuanto me conocieron: no sé si más malvados ellos que me lo colocaron u orgullosa yo de llevarlo. Y ojalá se me hubiera pegado la estricta elegancia de sus mayúsculas, A-G-A-T-H-A, en lugar de reblandecerse, aquí en las «Descontentas», en el cariñoso Agatina, cada vez que uno de los huéspedes me llamaba para pedirme un número de teléfono, el horario de un tren, una película antigua que buscar en la videoteca ... Ni que decir tiene que un huésped varón (las mujeres no se dignaban, ni siquiera me veían), sin que ello me indujera a la confidencia, pues yo he venido a parar a este mundo por azar y mi regla siempre ha sido no querer salir nunca del desfiladero de mi clase ...

Por los lugares y la estación, en cambio, sentía más simpatía. Despachado el correo y las restantes tareas, por riscos, olas, pájaros, nubes, viento, tenía tiempo para dar y vender. Jamás me cansaba del espectáculo de las Villas, extensa miscelánea de por lo menos tres estilos: el magrebí, el capriota, el «casa sobre la cascada», con pequeñas infiltraciones de neoclásico más o menos sudista ... Una pintoresca aglomeración que había ido creciendo abusivamente por el acantilado público de acuerdo con la suerte del editor y la volubilidad de sus gustos.

Así que la Villa inicial se había convertido en las Villas, finalmente casi en el
"Village»,
tan numerosas y pulverizadas eran sus proliferaciones. Al igual que algunos barrios satélites que dilatan una periferia, pero que no poseen el esqueleto ni la carne de una verdadera ciudad.

Sin embargo, fueran villa, villas o
village,
tal como se me aparecieron desde el helicóptero privado la primera vez que me trajo a ellas, las "Descontentas» exhibían bajo su espectacular apariencia un sardónico y espurio diseño.

—Se me parecen —admitió Aquila sin volverse desde el asiento del piloto ... , y yo me acordé de un rumor, oído recientemente en la Feria de Frankfurt, según el cual el complejo reproducía por expresa intención del cliente sus facciones esenciales: la explanada de aterrizaje simulaba la frente y la calva humana; las dos piscinas en forma de almendras las mongoloides pupilas; los jirones de luz en el follaje de las siemprevivas las aureolas de alopecia en la oscuridad de la perilla; la serie de los
cottages
de una blancura inexorable el claustro de los dientes abierto habitualmente a la mueca ...

Tuve que esforzarme, eso sí, pero al final conseguí con los fragmentos dispersos componer un
identikit
humanoide, una especie de gran cráneo lunar, que no era una máscara tranquilizadora. ¿Tenían razón los chismes de Frankfurt? ¿Realmente la arquitectura era aquí, quería ser, un desahogo y revelación privados? Quién sabe si sincero o mentiroso, si para bien o para mal... Demasiado esfuerzo para mis dioptrías, aunque ayudadas por unos prismáticos de marina, por lo que dejé para más tarde las comprobaciones.

Sin imaginar cuán rápidamente casos ricos en escándalo y sangre, pero sobre todo en extravagancia, se producirían entre aquellas paredes...

Observando a las invitadas de turno, en su mayoría de ofensiva belleza ...

(Robert Boissart-N.imphaeum)

Mientras tanto miraba a mi alrededor. Veía surgir las Villitas alineadas sobre distintos promontorios rocosos, unidas por unos puentecillos de los cuales, a fin de proteger de la arena candente los pies más delicados, descendían unos peldaños de cemento gris hasta sumirse en el litoral. Hacia la mitad de estas escaleras, en una dependencia aparte, mi alojamiento: excavado originariamente en la pared del espolón con funciones de cámara de aire, del siroco en este caso, convertido después en morada para
single
y en agradable observatorio. Una auténtica garita de centinela, como descubrí inmediatamente, a medio camino entre el bosquecillo de pinos de Alepo, consagrado a las lecturas matutinas del
boss,
y el belvedere de arriba. Era, este último, una explanada con balaustrada en forma de herradura que caía a pico sobre un bosque-jardín, adornada alrededor por siete bustos de antiguos, como demostraban los nombres, en enormes caracteres griegos: Cleobulo, Pitaco, Biante, Esquilo, Misón, Quilón, Salón ...

Desde allí la vista, abriéndose a lo lejos, abarcaba una buena parte de mar y de cielo, además de los diferentes cuerpos de habitación, cada uno de ellos con su peculiar deformidad: paredes transversales, puertas falsas o asimétricas, ventanas cruelmente estrábicas, que se habían abierto sobre el más dulce panorama del mundo sólo con que el arquitecto hubiera inclinado de otra forma los marcos. Seis resultaban ser estos edificios, dos sobre cada colina, iguales en consistencia pero distintos en estilo, de planta única todos, a excepción de uno, con dos pisos independientes, como para conceder recíproca libertad a los dos amos, los cónyuges Aquila ... Mucho más numerosos los servicios y los
loisirs,
que se prolongaban tierra adentro hasta rozar casi la autopista y el rumor del mundo, defendidos apenas por un seto de palmeras enanas. Ejemplo, ellos también, de incontinencia mental, siendo casi siempre arrancados de su destino originario y ubicados en los sitios menos imaginables: un almacén de artículos náuticos convertido en secador para después del baño; una fábrica frigorífica, surgida en el pasado en apoyo de la industria local pesquera y mantenida con vida, costosamente, para conservar las provisiones de reserva de la comunidad; una capilla votiva degradada a lavandería; un quiosco de moderna factura, lugar destinado a conversaciones y juegos, promovido a comedor; finalmente un gran
solarium
levantado a las espaldas del belvedere, pero tan sesgado como para impedir la vista de los bustos y el vago horizonte más allá. En cuanto a las dos piscinas, adornadas con mosaicos al estilo tardorromano de la Villa del Casale, con chicas en biquini y monstruos llenos de escamas, estaban inmersas en el bosque en medio de tantos obstáculos que resultaban prácticamente inservibles.

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