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Authors: Eduardo Galeano

Tags: #Histórico, Relato

Memoria del fuego II (12 page)

Ésta había sido la primera colonia de España en América. Aquí había tenido el imperio su primera audiencia, su primera catedral, su primera universidad; desde aquí habían partido las huestes de la conquista hacia Cuba y Puerto Rico. Tal nacimiento anunciaba glorioso destino, pero Santo Domingo fue devastada hace dos siglos. El gobernador Antonio de Osorio convirtió esta colonia en humo.

Día y noche trabajó Osorio achicharrando la tierra pecadora, y palmo a palmo quemó casas y fortalezas y embarcaciones, molinos y chiqueros y corrales y campos de labranza, y todo lo regó con sal, y con sus manos ahorcó a quien osó resistir. En el crepitar de las llamas resonaban las trompetas del Juicio Final. Al cabo de un año y medio de continua quemazón, el incendiador se alzó sobre la isla por él arrasada y recibió del rey de España dos mil ducados en pago de su trabajo de redención por el fuego.

El gobernador Osorio, veterano de las guerras de Flandes, había purificado estos suelos. Había empezado quemando las ciudades del norte, porque por esa costa entraban los piratas ingleses y holandeses trayendo Biblias de la secta de
Lutero
y difundiendo la costumbre hereje de comer carne en Viernes Santo. Había empezado por el norte; y después ya no pudo parar.

(216)

1795
-
Quito
Espejo

Pasó por la historia cortando y creando.

Escribió las más afiladas palabras contra el régimen colonial y sus métodos de educación,
una educación de esclavos
, y destripó el ampuloso estilo de los retóricos de Quito. Clavó sus diatribas en puertas de iglesias y esquinas principales, para que se multiplicaran después, de boca en boca,
porque escribiendo de anónimo podía muy bien quitar la máscara a los falsos sabios y hacer que parecieran en el traje de su verdadera y natural ignorancia.

Predicó el gobierno de América por los nacidos en ella. Propuso que el grito de independencia resonara, a la vez, en todos los virreinatos y audiencias, y que se unieran las colonias, para hacerse patrias, bajo gobiernos democráticos y republicanos.

Era hijo de indio. Recibió al nacer el nombre de Chusig, que significa
lechuza.
Para tener título de médico, decidió llamarse Francisco Javier Eugenio de Santa Cruz y Espejo, nombre que suena a linaje largo, y así pudo practicar y difundir sus descubrimientos contra la viruela y otras pestes.

Fundó, dirigió y escribió de cabo a rabo
Primicias de la Cultura
, el primer periódico de Quito. Fue director de la biblioteca pública. Jamás le pagaron el sueldo.

Acusado de crímenes contra el rey y contra Dios, Espejo fue encerrado en celda inmunda. Allí murió, de cárcel; y con el último aliento suplicó el perdón de sus acreedores.

La ciudad de Quito no registra en el libro de gentes principales el fin de este precursor de la independencia hispanoamericana, que ha sido el más brillante de sus hijos.

(17 y 249)

Así se burlaba Espejo de la oratoria de estos tiempos

Despido las auras volátiles del aliento; pierdo las pulsáticas oscilaciones de la vida, cuando oigo estas fulgurosas incomprensibilidades de los retóricos conceptos. ¡Qué deliciosa fruición no es oír a los cisnes canoros de la oradora condonante palabra, gorgoreando con gutural sonoridad, trinar endechas en sus dulces sílabas! ¡Qué intervalos sápidos de gloriado contento no percibe el alma a los ecos armoniosos de sus fatídicas descripciones!

(17)

1795 - Montego Bay
Instrumentos de guerra

Bien merecido tienen su prestigio los perros cubanos. Con ellos los franceses han cazado a muchos negros fugitivos en las montañas de Haití y unos pocos perros cubanos han bastado para derrotar a los indios misquitos, que habían aniquilado tres regimientos españoles en las costas de Nicaragua.

Los terratenientes ingleses de Jamaica envían a Cuba al coronel William Dawes Quarrell, en busca de perros. Así lo exigen, dice la asamblea, la seguridad de la isla y las vidas de sus habitantes. Los perros son instrumentos de guerra. ¿Acaso los asiáticos no emplean elefantes en sus batallas? Las más civilizadas y pulidas naciones de Europa, razonan los plantadores ingleses, persiguen a caballo a la infantería enemiga. ¿Por qué no rastrear con perros las guaridas de los esclavos cimarrones, siendo los negros más salvajes que los perros?

El coronel Quarrell consigue en Cuba lo que busca, gracias a los buenos oficios de doña María Ignacia de Contreras y Jústiz, marquesa de San Felipe y Santiago, condesa del Castillo y dueña y señora del Bejucal. Hombres y perros embarcan a bordo de la goleta
Mercury.

Brumas del crepúsculo en la bahía de Montego. Las fieras llegan a Jamaica. Se vacían en un santiamén las calles, se cierran las puertas a cal y canto. Cuarenta rancheadores cubanos forman fila a la luz de las antorchas. Cada uno lleva tres perros enormes, atados a la cintura por tirantes cadenas.

(86 y 240)

1795 - La Habana
¿Imaginó el rebelde de Galilea que sería mayoral de esclavos?

En las plantaciones cubanas de azúcar, los esclavos no sufren desamparo. El amo los redime por el trabajo y les abrevia la estancia en este valle de lágrimas; y los frailes los salvan del infierno. La Iglesia recibe el cinco por ciento de la producción de azúcar por enseñar a los esclavos que Dios los ha hecho esclavos, que esclavo es el cuerpo pero libre el alma, que el alma pura es como el azúcar blanca, limpiada de raspadura en el purgatorio, y que Jesucristo es el gran mayoral que vigila, apunta méritos, castiga y recompensa.

A veces Jesucristo no sólo es el mayoral, sino el amo en persona. El conde de Casa Bayona lavó los pies de doce negros, una noche de Jueves Santo, y los sentó a su mesa y compartió con ellos su cena. Los esclavos le expresaron su gratitud incendiándole el ingenio, y hubo doce cabezas clavadas, ante los campos de caña, en hilera de lanzas.

(222)

1796 - Ouro Preto
El Aleijadinho

El Aleijadinho, el
Tullidito
, creador de plenitudes, talla con el muñón. Es de una fealdad espeluznante el escultor de las más altas hermosuras en la región minera del Brasil. Por no servir a señor tan horroroso, quiso suicidarse uno de los esclavos que compró. La enfermedad, lepra o sífilis o misteriosa maldición, lo va devorando a mordiscones. Por cada pedazo de carne que la enfermedad le arranca, él entrega al mundo nuevas maravillas de madera o piedra.

En Congonhas do Campo lo están esperando. ¿Podrá llegar hasta allí? ¿Le quedarán fuerzas para tallar los doce profetas y alzarlos contra el cielo azulísimo? ¿Bailarán su atormentada danza de animales heridos los profetas anunciadores del amor y de la cólera de Dios?

Nadie cree que le quede vida para tanto. Los esclavos lo cargan por las calles de Ouro Preto, siempre escondido bajo la capucha, y le atan el cincel al resto de la mano. Sólo ellos ven los despojos de su cara y de su cuerpo. Sólo ellos se arriman a este esperpento. Antonio Francisco Lisboa, el Aleijadinho, se va rompiendo; y ningún niño sueña que lo pega con saliva.

(29 y 118)

1796
-
Mariana
Ataíde

Manuel da Costa Ataíde aplica oro y colores a las figuras que el Aleijadinho talla en madera. Y es pintor de fama propia. En las iglesias, Ataíde crea cielos de esta tierra: usando tintas de flores y plantas pinta a la Virgen con la cara de María do Carmo, mujer aquí nacida, madona morena de la que brotan el sol y las estrellas, y pinta angelitos músicos y cantores con párpados y labios bien carnosos, pelo motudo y ojos de asombro o picardía: los ángeles mulatos son sus hijos y la Virgen la madre de sus hijos.

En la iglesia de San Francisco, en Mariana, tiene rasgos africanos el santo del pueblo de Asís que convertía a los lobos en corderos. Viven junto a él las santas blancas, con pelo de verdad y caras de locas.

(123)

1796
-
San Salvador de Bahía
Noche y nieve

La amante mulata ofrece fiesta sexual y la esposa blanca, prestigio social. Para alcanzar esposa blanca, el mulato necesita blanquearse. Si tiene mucho dinero, compra algún documento que borra el estigma de la abuela esclava y le permite llevar espada y sombrero, botines de piel y parasol de seda. También se hace pintar un retrato que los nietos podrán lucir sin rubor en la sala. Al Brasil han llegado artistas capaces de dar cara europea a cualquier modelo de los trópicos. Marcos dorados, en forma de óvalo, rodean el rostro del patriarca, hombre de piel rosada y lacios cabellos y mirada grave y vigilante.

(65 y 119)

1796
-
Caracas
Se compra piel blanca

La corona española ya no considera vil el linaje indio; la sangre negra, en cambio,
oscurece los nacimientos
por muchas generaciones. Los mulatos ricos pueden comprar certificados de blancura pagando quinientas monedas de plata.

Por quitarle el borrón que le aflige en extremo
, el rey declara blanco a Diego Mejías Bejarano, mulato de Caracas,
para que su calidad triste e inferior no le sea óbice al uso, trato, alternativa y vestido con los demás sujetos.

En Caracas, sólo los blancos pueden escuchar misa en la catedral y arrodillarse sobre alfombras en cualquier iglesia.
Mantuanos se llaman los que mandan
, porque la mantilla es privilegio de las blancas damas. Ningún mulato puede ser sacerdote ni doctor.

Mejías Bejarano ha pagado las quinientas monedas, pero las autoridades locales se niegan a obedecer. Un tío de Simón Bolívar y los demás
mantuanos
del Cabildo declaran que la cédula real es espantosa a los vecinos y
naturales de América
. El Cabildo pregunta al rey:
¿Cómo es posible que los vecinos y naturales blancos de esta provincia admitan a su lado a un mulato descendiente de sus propios esclavos, o de los esclavos de sus padres?

(174 y 225)

1796 - San Mateo
Simón Rodríguez

Orejas de ratón, nariz de borbón, boca de buzón. Una borla roja cuelga, en hilachas, del gorro que tapa la temprana calva. Los anteojos, calzados por encima de las cejas, rara vez ayudan a los ojos azules, ávidos y voladores. Simón Carreño, Rodríguez por nombre elegido, deambula predicando rarezas.

Sostiene este lector de Rousseau que las escuelas deberían abrirse al pueblo, a las gentes de sangre mezclada; que niñas y niños tendrían que compartir las aulas y que más útil al país sería crear albañiles, herreros y carpinteros que caballeros y frailes.

Simón el maestro y Simón el alumno. Veinticinco años tiene Simón Rodríguez y trece Simón Bolívar, el huérfano más rico de Venezuela, heredero de mansiones y plantaciones, dueño de mil esclavos negros.

Lejos de Caracas, el preceptor inicia al muchacho en los secretos del universo y le habla de libertad, igualdad, fraternidad; le descubre la dura vida de los esclavos que trabajan para él y le cuenta que la nomeolvides también se llama
myosotis palustris.
Le muestra cómo nace el potrillo del vientre de la yegua y cómo cumplen sus ciclos el cacao y el café. Bolívar se hace nadador, caminador y jinete; aprende a sembrar, a construir una silla y a nombrar las estrellas del cielo de Aragua. Maestro y alumno atraviesan Venezuela, acampando donde sea, y conocen juntos la tierra que los hizo. A la luz de un farol, leen y discuten
Robinsón Crusoe
y las
Vidas
de Plutarco.

(64, 116 y 298)

1797 - La Guaira
El compás y la escuadra

Por fuga del maestro, se interrumpe la educación de Bolívar. Simón Rodríguez, sospechoso de conspiración contra el rey, pasa a llamarse Simón Robinsón. Desde el puerto de La Guaira, navega hacia Jamaica, hacia el exilio.

Los conjurados querían una América independiente y republicana, sin tributo indígena ni esclavitud negra, libre del rey y del papa, donde las gentes de todas las razas serían hermanas en la razón y en Jesucristo.

Masones criollos, de la logia que Francisco de Miranda ha fundado en Londres, encabezaban el movimiento. Se acusa también a tres masones españoles, desterrados en Caracas, y se dice que en la conspiración había franceses sabios en revoluciones y guillotinas. Los allanamientos descubrieron más libros prohibidos que armas peligrosas.

En la plaza mayor de Caracas, descuartizan a España. A José María de España, jefe de la conjura.

(191 y 298)

1799
-
Londres
Miranda

Hace casi treinta años que Francisco de Miranda salió de Venezuela. En España fue guerrero victorioso. Se hizo masón en Cádiz y se lanzó a recorrer Europa en busca de armas y dinero para la independencia de América. Sobre alfombra mágica ha viajado de corte en corte, llevando por todo equipaje una flauta, un falso título de conde y muchas cartas de presentación. Ha comido con reyes y ha dormido con reinas. En Francia, la revolución lo hizo general. El pueblo de París lo aclamó por héroe, pero Robespierre lo condenó por traidor; y por salvar la cabeza, Miranda volvió a Londres. Atravesó el canal de la Mancha con pasaporte falso, peluca y lentes de sol.

El jefe del gobierno inglés, William Pitt, lo recibe en su despacho. Hace llamar al general Abercromby y conversan los tres, mientras andan a gatas sobre inmensos mapas desplegados en el suelo:

MIRANDA
(hablando en inglés)
.— Quede claro que todo esto se hace por la independencia y libertad de aquellas provincias, sin lo cual…
(Mirando al techo, concluye la frase en castellano)…
sería una infamia.

ABERCROMBY
(asintiendo con la cabeza)
.—Independencia y libertad.

MIRANDA.
—Necesito cuatro mil hombres y seis buques de guerra.
(Señala el mapa con el dedo).
Comenzaríamos atacando Caracas y…

PITT.
—No lo toméis a mal, pero os hablaré francamente. Antes prefiero el opresivo gobierno de España que el abominable sistema de la Francia.

MIRANDA
(cierra los ojos y susurra en castellano)
.—El enemigo de mi enemigo es mi amigo. El enemigo de mi enemigo es mi amigo. El enemigo…

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