—Del instituto Abbey —dijo Josh, contento de poder retirar su mano de entre las de la señora—. Está a unos seis kilómetros de aquí, en el centro.
—En bici se llega enseguida —sonrió Tamsyn al tiempo que le guiñaba un ojo a Josh.
—Es un buen instituto, ¿verdad? —preguntó el señor Zanelli.
—Sí, está muy bien —respondió Josh de inme-diato—. Los estudiantes son majos, y hasta algunos profesores. Tiene clubes y esas cosas, como el Club de Informática. ¡Y el nuevo edificio de Tecnología es una pasada!
El señor y la señora Zanelli no pudieron reprimir una sonrisa.
—Está claro que os gusta.
—Sí, bueno —dijo Josh—. Como no hay forma de librarse de ir al instituto pues... el Abbey ya está bien.
Los padres de Rob se miraron el uno al otro con aire meditabundo.
—Rob —dijo el señor Zanelli—, después de que Josh y Tamsyn llamen a sus casas para decir dónde están, ¿por qué no les enseñas tu equipo informático? Tu habitación está toda revuelta pero, por suerte, nuestro amigo Hicks ha dejado el ordenador intacto.
El padre de Rob estaba en lo cierto. Cuando el muchacho entró con cuidado en la habitación vio que Hicks lo había tocado todo menos el ordenador.
—¡Uau! —exclamó Josh antes de soltar un silbi-do—. ¿Todo esto es tuyo?
Rob asintió pero esbozó una sonrisa forzada.
—Es para recompensarme porque no puedo ir al instituto —afirmó con voz queda—. Por lo menos, con esto e Internet puedo conocer a otros chicos.
—Como nosotros —dijo Tamsyn.
—El instituto Abbey parece un buen sitio. —Rob la miró.
—Sí —reconoció Tamsyn—. ¡Casi no hay nin¬gún muermo! ¡Hasta el señor Findlay tiene su gra¬cia...! Vamos, eso creo.
Rob levantó las manos y sonrió al recordar el pri-mer mensaje por correo electrónico que había envia¬do a Tamsyn, en el que le preguntaba si el Abbey era tan muermo como el nombre.
—De acuerdo, de acuerdo, lo siento. Era una broma.
—Ya lo sé —aseguró Tamsyn—. Es que entonces no sabía qué eran los emoticonos.
—¡Pero ahora sí! —exclamó Josh—. La verdad es que nunca podremos olvidarlos, ¿verdad? Pero ¿por qué enviaste el mensaje así? ¿Por qué no escri¬biste lo que querías decirnos?
—No tenía tiempo —explicó Rob—. Además, no quería que Elaine lo viera. —Miró primero a Tamsyn y luego a Josh—. ¡Habéis hecho un buen trabajo des-cifrando el mensaje!
—El mérito no es sólo nuestro —afirmó Tam¬syn—. Tom, Lauren y Mitch también han colaborado.
—¡Un equipo de detectives internacional! —ex-clamó Josh.
—Es más un caso de detectives de Internet —dijo Tamsyn sonriendo.
Poco después, Josh se levantó y dijo:
—Rob, me tengo que ir. Ya sabes, los deberes y esas cosas. Pero... —dedicó una especie de caricia al ordenador de Rob—, ¿puedo volver otro día?
—¿Podemos volver otro día? —Tamsyn sonrió porque sabía a qué se refería su amigo.
Rob les abrió camino en dirección al vestíbulo.
—-Por supuesto, venid cuando queráis. Y no os olvidéis de comprobar vuestro correo electrónico, ¿eh? ¡Encontraréis unos cuantos mensajes más del misterioso ZMASTER!
Cuando llegaron a la puerta de entrada, el señor y la señora Zanelli se unieron a ellos.
—Rob —empezó a decir su padre—, tu madre y yo hemos estado hablando.
—Sobre un nuevo profesor —prosiguió la señora Zanelli.
Rob levantó la mirada.
—¿Qué nuevo profesor?
—Que antes de intentar encontrar a otro profe¬sor particular —dijo el señor Zanelli esbozando una sonrisa—, tal vez deberíamos hablar con el director del instituto Abbey.
—¿Te refieres a que...? —empezó a decir Rob.
—¡Claro que se refiere a eso! —exclamó Josh—. Señor Zanelli, señora Zanelli, sería maravilloso. Quie¬ro decir que, por lo menos si va al Abbey, sabrá que está seguro.
—Josh tiene razón —afirmó Tamsyn encantada—. No perderemos a Rob de vista.
Rob la miró muy seriamente.
—Oye, que no soy un inútil. No puedo andar, eso es todo.
Tamsyn le devolvió la mirada y no se calló. Josh se preparó para la invectiva.
—¡Yo no he dicho que seas un inútil! —No pudo disimular su sonrisa—. ¡No vamos a perderte de vis¬ta hasta que nos ayudes a escribir el informe sobre Internet para el señor Findlay!
Manor House
Miércoles, 29 de octubre, 18.05 horas
Rob escribió emocionado, pulsando una tecla de-trás de otra como un rayo.
Rob llevó el cursor hasta el botón ENVIAR. Pero, pensándoselo bien, volvió al final del mensaje donde había escrito su nombre y, antes de enviarlo, añadió cuatro caracteres:
:-))
Así es como se sentía.
[1] «Ojo» en inglés (
eye
) se pronuncia [ai] y la vocal «i» M pronuncia igual.
(N. de la T.)
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