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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Ciencia Ficción

Las seis piedras sagradas (54 page)

Colgado con desesperación, miró los ojos de Navaja…

…y vio que el fanático japonés no había acabado. Navaja miró rabioso a Jack mientras comenzaba a desabrochar la hebilla central de su arnés.

—Oh, no irás… —dijo Jack.

Iba.

¡Iba a dejarlos caer a ambos al abismo!

—De todas formas, vamos a morir —gritó Navaja—. ¡Qué más da morir juntos ahora!

Con estas últimas palabras, consiguió soltar la hebilla en el mismo momento en que Jack hacía un último intento levantándose sobre el cuerpo de Navaja para alcanzar con el brazo extendido la punta de la pirámide. En el preciso instante en que la hebilla se soltó y ambos caían juntos, metió el pilar en su rendija en la punta de la pirámide y después cayó, con Navaja pero sin tener ya el pilar, apartándose de la cúspide de la pirámide, observando cómo se hacía cada vez más y más pequeño mientras las paredes verticales del abismo se cerraban a su alrededor.

Y así fue cómo Jack West Jr. y el fanático llamado Navaja cayeron al abismo debajo de la pirámide invertida del segundo vértice de la Máquina, un abismo que, por lo que sabían, llegaba hasta el mismo centro de la Tierra.

Mientras las dos diminutas figuras desaparecían en el oscuro abismo debajo de la pirámide, el misterioso mecanismo de la gran estructura cobró vida sonora y espectacularmente.

Primero se oyó un amenazador redoble, luego un ensordecedor trueno que sacudió toda la gigantesca caverna. A continuación, un deslumbrante rayo de luz como un láser salió de la punta de la pirámide para hundirse en el abismo, antes de que, un minuto más tarde, volviese a ser absorbido en el pico de la pirámide.

Silencio.

La combinación del antiguo espectáculo y la caída de Navaja y Jack fue interpretada por los diversos testigos de diferentes maneras.

Lobo.

En un primer momento se había visto asombrado por la reaparición de Jack, pero se recuperó de inmediato y, una vez acabado el espectáculo de luz, envió a Estoque para que recogiera el pilar cargado de la pirámide y conseguir así la recompensa, el secreto del movimiento perpetuo.

Una vez recuperado el pilar y en sus manos, Lobo abandonó la ciudad subterránea.

Alguien le preguntó qué debían hacer con el chico, Alby, y él hizo un gesto despectivo.

—Dejadlo aquí —ordenó antes de salir con sus hombres y dejar a Alby solo en lo alto del zigurat en medio de la ciudad.

Tiburón y los gemelos.

Permanecían inmóviles en el tejado de la torre desde la que había saltado Jack unos momentos antes.

Tiburón observaba la escena en un intento por comprender lo que acababa de ocurrir.

Los gemelos estaban boquiabiertos.
Horus,
que había estado posado en el hombro de Lachlan, voló hacia el abismo.

—Lo ha hecho… —susurró Lachlan—. El muy condenado lo ha hecho. Ha colocado el pilar en su sitio.

Julius sacudió la cabeza.

—Ese tipo es increíble, es SuperJack.

—Ya lo puedes asegurar —afirmó Tiburón mirando en derredor.

Ninguno de ellos había visto a Alby a través del laberinto de edificios.

—En marcha, caballeros —dijo Wickham—. No podemos quedarnos aquí. Debemos volver al túnel de entrada antes de que los amiguetes de Lobo envíen un destructor para cerrarlo. Vamos.

Regresaron al
Indian Raider.

—¿Qué pasa con
Horus?
—preguntó Lachlan.

—El destino del pájaro está con Jack —respondió Wickham con voz grave—. Siempre ha sido así.

Alby.

Solo en lo alto del zigurat en medio del vasto espacio subterráneo, abandonado por sus captores y con la oscuridad cerrándose a su alrededor a medida que se apagaban las bengalas, sintió el más profundo sentimiento de soledad.

La visión de Jack West desapareciendo de la vista lo había conmovido hasta el tuétano; hasta el momento Jack le había parecido indestructible, incapaz de morir, pero ahora había desaparecido, tragado por el inmenso abismo, muerto.

Con este pensamiento, un terror helado sacudió el cuerpo del muchacho. Ahora comprendía que estaba destinado a morir allí, en esa enorme y oscura caverna, solo.

De pie en lo alto del antiguo zigurat, rodeado por las tinieblas, con el casco de Jack en sus manos, rompió a llorar suavemente.

El Mago, Zoe, Monstruo del Cielo y Lily.

Habían visto lo ocurrido en el monitor del videoteléfono.

Primero lo habían visto desde la cámara en el casco de Jack y, luego, a través de la cámara que llevaba Lachlan, observaron con horror las ultradiminutas figuras de Jack y Navaja que caían desde la cúspide de la inmensa pirámide hacia el abismo, antes de desaparecer de la vista.

—¡Papá! —gritó Lily al tiempo que saltaba hacia la pantalla—. ¡No, no, no!

—Jack… —Las lágrimas aparecieron en los ojos de Zoe.

—Cazador… —susurró el Mago.

Monstruo del Cielo señaló la pantalla.

—¡Mirad, ha colocado el pilar antes de caer! ¡Lo ha hecho! ¡El muy cabrón lo ha conseguido!

Pero entonces sonó una sirena de alarma en la cabina y Monstruo del Cielo fue a ver de qué se trataba.

—¡Zoe! ¡Mago! —llamó—. Hay un avión sudafricano acercándose. ¡Un F-15! ¡Tenemos que salir de aquí de inmediato!

A pesar de las lágrimas, Zoe y el Mago corrieron a ocupar los puestos de las ametralladoras en las alas, y dejaron a Lily mirando el monitor —sola, helada, atónita—, sollozando con estremecedoras sacudidas y buscando alguna señal, cualquiera, de que su padre estaba vivo, pero sabiendo en el fondo de su corazón que era imposible.

—Oh, papá… —repitió—. Papá…

Entonces, el
Halicarnaso
aumentó la potencia y despegaron, volando esta vez hacia el norte, lejos de Sudáfrica, huyendo de nuevo, inseguros y desconcertados con el conocimiento de que ahora, sin ninguna sombra de duda, se enfrentaban a los restantes desafíos de su misión: la colocación de los cuatro últimos pilares en marzo de 2008, solos, sin Jack West Jr.

AGRADECIMIENTOS

Escribir una novela puede ser una experiencia bastante solitaria: te pasas meses solo delante de un teclado, perdido en el mundo que has creado. Pero resulta que a mí eso me parece enormemente divertido, y es por eso por lo que creo que el de escritor es el mejor trabajo del mundo.

Sin embargo, cuando decides escribir un libro con antiguos caracteres chinos y lenguaje militar japonés, necesitas pedir ayuda, y es aquí donde debo dar las gracias a tantas personas que me ayudaron a lo largo del camino.

Como siempre, mi esposa Natalie es la primera en leer mis escritos, y sus comentarios todavía siguen siendo perspicaces y amables. Después de haber leído todos los borradores de mis libros más todos mis guiones es una experta lectora de manuscritos.

A mi buen amigo John Schrooten, quien (de nuevo) leyó esta obra mientras estaba sentado en el M. A. Noble Stand del SCG mientras esperaba que comenzase el partido de críquet. El partido comenzó y él siguió leyendo, lo que fue una muy buena señal. Un gran amigo, un muy buen tipo.

En cuanto al soporte técnico, estoy en deuda con Patrick Pow por conseguir antiguas escrituras de China, y con Irene Kay por ponerme en contacto con él.

Por la ayuda con el idioma chino, le doy las gracias a Stephanie Pow. De la misma manera, dado que no sé japonés, le doy las gracias a Troy McMullen (así como a su esposa y a su cuñada) por su ayuda.

Leí muchos libros mientras buscaba documentación para
Las seis piedras sagradas,
desde obras sobre el espacio y los campos de punto cero a obras más esotéricas sobre Stonehenge y otros antiguos lugares. Me gustaría hacer una mención especial, primero, de las obras de Graham Hancock, que, sencillamente, me encantan y recomendaría de todo corazón a cualquiera que quiera ver la historia mundial desde un punto de vista nada convencional y, segundo, a una verdadera joyita llamada
Stonehenge
de Robin Heath. Fue en este libro donde vi por primera vez la teoría que conecta Stonehenge con la Gran Pirámide a través de una serie de triángulos rectángulos.

También quiero hacerles llegar mi más sincero agradecimiento a Peter y Lorna Grzonkowski por sus generosas donaciones a la Bullant Charity Challenge. Los gemelos de la novela, Lachlan y Julius Adamson, llevan los nombres de sus sobrinos.

De la misma manera, Paul y Lenore Robertson, dos partidarios desde siempre de mis obras y otra pareja que han hecho una extraordinaria labor por la beneficencia con sus donaciones no sólo para una, sino para dos ASX-Reuters Charity Dinners. Paul, espero que no te importe que te haya convertido en el traidor y vil agente de la CIA.

En último lugar quiero darle las gracias a The WAGS, un fantástico grupo de tipos con los que juego demasiados partidos de golf los miércoles por la tarde por sus generosas donaciones en nombre de Steve Oakes, el jefe de esa variopinta pandilla. A cambio de sus generosas donaciones para la caridad pública, he nombrado un personaje al principio de este libro con el nombre de Oakes y de inmediato lo he acribillado a tiros. Como dicen los chicos, a nadie le gusta ver eso, pero éstos son los peligros de tener un personaje que lleve tu nombre en un libro de Matthew Reilly.

A todos los demás, familia y amigos, como siempre, gracias por vuestro continuo aliento.

Matthew Reilly

Sydney, Australia

Septiembre de 2007

BIBLIOGRAFÍA

Nunca he incluido antes una bibliografía en cualquiera de mis libros, pero en esta novela me pareció apropiado, puesto que toca muchos campos de estudio diferentes (desde el Antiguo Egipto, China, el tráfico de esclavos africanos, el espacio y los campos punto cero a la talla y la historia de los diamantes). Como autor de ficción, tengo que ser aprendiz de todo, maestro de nada. Admito que no soy un experto en astronomía o astrofísica pero intento leer todo lo que puedo para que mis personajes lo sean.

No he separado esta bibliografía en fuentes principales y secundarias; algunas quizá me han aportado información sobre un único punto de la novela, pero eso no las hace menos válidas; después de todo, no por eso son menos importantes. Tampoco están ordenadas por su importancia. Sólo están aquí para que los lectores que puedan tener interés en algunos aspectos del libro puedan ampliarlos.

Fuentes

Deidre Chetham,
Before the Deluge: The Vanishing World of the Yangtze's Three Gorges, Nueva York, Palgrave Macmillan,
2002.

Peter Hessler,
River Town: Two Years on the Yangtze, NuevaYork, Harper Collins,
2001.

Duncan Steel,
Rogue Asteroids and Doomsday Comets, Nueva York, John Wiley & Sons,
1995.

Dava Sobel,
Los planetas, Barcelona, Anagrama,
2006.

Stephen W.Hawking,
Brevísima historia del tiempo, Barcelona, Crítica,
2005.

Gordon Thomas,
Mossad, la historia secreta, Barcelona, Ediciones B,
2005.

Bill Bryson,
Una breve historia de casi todo,
Barcelona, RBA, 2010.

Robin Heath,
Stonehenge,
Glastonbury, Wooden Books, 2000.

John North,
Stonehenge: A New Interpretation of
Prehistoric Man and the Cosmos, Nueva York, The Free Press, 1996.

Robert Guest,
The Shackled Continent,
Londres, Macmillan, 2004.

Adam Hochschild,
El fantasma del rey Leopoldo,
Barcelona, Península, 2007.

Hugh Thomas,
La trata de esclavos: historia del tráfico de seres humanos de 1440 a 1870,
Barcelona, Editorial Planeta, 1998.

Giles Milton,
White Gold: The Extraordinary Story of
Thomas Pellow and North Africas One Million European Slaves, Londres, Hodder & Stoughton, 2004.

Peter Watson,
A Terrible Beauty,
Londres, Weidenfeld & Nicholson, 2000.

Las setenta maravillas del Mundo Antiguo,
editado por Chris Scarre, Barcelona, Art Blume, 2008.
The World's Last Mysteries,
Reader's Digest, Sydney, Reader's Digest Services, 1978.

Ian Balfour,
Famous Diamonds,
Londres, William Collins & Sons, 1987.

Robert Bauval,
La cámara secreta: en busca de los orígenes del antiguo Egipto,
Madrid, Anaya, 2001.

Graham Hancock,
Underworld,
Londres, Michael Joseph/Penguin, 2002.

Símbolo y señal: en busca del arca de la alianza perdida,
Barcelona, Editorial Planeta, 1993.

Las huellas de los dioses,
Barcelona, Ediciones B, 1999.

Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln,
The Holy Blood and the Holy Grail,
Londres, Jonathan Cape, 1982; Londres, Century, 2005.

Michael Baigent y Richard Leigh,
The Elixir and the Stone,
Londres, Random House, 1997.

Peter Marshall,
La piedra filosofal: un viaje en busca de secretos de la alquimia,
Barcelona, Grijalbo, 2001.

Christopher Knight y Robert Lomas,
Uriel's Machine,
Londres, Century, 1999.

Lynn Picknett y Clive Prince,
The Stargate Conspiracy,
Londres, Little, Brown & Co., 1999.

Manly P. Hall,
Las enseñanzas secretas de todos los tiempos,
Barcelona, Ediciones Martínez Roca, 2011.

Craig Unger,
Los Bush y los Saud: la relación secreta entre las dos dinastías más poderosas del mundo,
Barcelona, Ediciones del Bronce, 2004.

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