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Authors: Esopo

Tags: #Cuentos, #Relatos

Las fábulas de Esopo (15 page)

304 - Los monos bailarines.

Un Príncipe tenía algunos monos entrenados para bailar.

Siendo naturalmente grandes imitadores de las acciones de los hombres, ellos demostraron ser unos alumnos apropiados, y cuando los vestían con su ropa y máscaras, ellos bailaban tan bien como cualquiera de los cortesanos.

El espectáculo a menudo era repetido con grandes aplausos, hasta que en una ocasión a un cortesano se le ocurrió una travesura, y tomó de su bolsillo un puñado de nueces y los lanzó sobre ellos.

Los monos a la vista de las nueces olvidaron su baile y se pusieron a actuar como en efecto ellos eran, monos en vez de actores.

Quitándose sus máscaras y rompiendo sus trajes, lucharon el uno contra el otro por las nueces.

El espectáculo del baile llegó así a un final entre la risa y la burla del auditorio.

Si usted quiere cambiar la naturaleza de un ser, primero piense en todas las circunstancias posibles y diversas que podría encontrar.

305 - La montaña por dar a luz.

Una montaña estuvo enormemente agitada una vez.

Ruidos y gemidos fuertes fueron oídos, y muchedumbres de personas vinieron de todas partes para ver que era lo que ocurría.

Mientras ellos estaban a la expectativa, pensando que habría una calamidad terrible, lo que de pronto salió fue un ratón.

No siempre mucho ruido indica una gran acción.

306 - El cuervo y el cisne.

Un cuervo vio un Cisne y deseó obtener para él ese mismo plumaje hermoso.

Y al suponer que el color blanco espléndido del Cisne provenía de su diario lavado en el agua en la cual él nadaba, el cuervo dejó los altares de la vecindad donde él llevó su vida, y tomó su nueva residencia en los lagos y lagunas. Pero a pesar de limpiar sus plumas tan a menudo como él podía, no pudo cambiarles su color.

Y tan ocupado estaba en su deseo, que por no salir en busca del alimento, falleció.

El cambio del hábito no puede cambiar la Naturaleza que se trae.

307 - El caballo de guerra.

Un caballo de guerra, al que se le presentaban las enfermedades de los mayores de edad, fue enviado para trabajar en una granja en vez de salir para luchar.

Pero cuándo lo obligaron para transportar la hierba en vez de servir con las guerras, él lamentó su cambio de fortuna y trajo a la memoria su antiguo estado, diciendo:

—¡Ay agricultor!, en efecto yo iba a las campañas antes, y yo era alistado elegantemente, y un hombre iba a cepillarme; y ahora no puedo entender lo que me pasó para que me trajeran a la granja en lugar de a la batalla.

—No sigas, —le dijo el agricultor—, soñando con lo que fueron tiempos anteriores, ya que es parte común de todos los mortales sostener los altibajos de fortuna.

Es mejor encarar el presente con sinceridad, que sentir dolor por la ausencia del pasado.

308 - El vientre y los miembros.

Los miembros del cuerpo se rebelaron contra el vientre, y le dijeron:

—¿Por qué deberíamos estar permanentemente contratados en conseguir sus deseos, mientras usted toma su descanso, y se divierte en lujo y autoindulgencia?

Los miembros realizaron su resolución y negaron su ayuda al vientre.

Entonces el cuerpo entero rápidamente se debilitó, y las manos, pies, boca, ojos, y todos los demás, cuando ya fue demasiado tarde, se arrepintieron de su locura.

En cada organización todos sus miembros deben realizar la función para la que ellos fueron puestos.

309 - El buey y la rana.

Un buey que llegó a beber a una charca donde había un grupo de ranas jóvenes, pisó y aplastó a una de ellas matándola.

Cuando llegó la madre y notó la ausencia de una de sus hijas, preguntó a sus hermanas qué había pasado con ella.

"Está muerta, madre querida; ya que ahora mismo una bestia muy enorme con cuatro grandes patas vino a la charca y la aplastó de muerte con su talón hendido."

La madre, hinchándose al máximo, preguntó:

—¿Si la bestia fuera tan grande como este tamaño?

—Para, madre, de hincharte, —dijo una hija—, y no te enojes; ya que puedo asegurarte que más pronto te reventarás que imitar con éxito la inmensidad de aquel monstruo.

Cuando uno es maltratado, es mejor escuchar el consejo prudente que actuar incorrectamente por el deseo de venganza.

310 - El león moribundo.

Un león, desgastado con los años e impotente ante su enfermedad, yace en la tierra a punto de muerte.

Un jabalí se precipitó sobre él, y vengó con un golpe de sus colmillos una herida mucho tiempo atrás recibida.

Poco después el toro con sus cuernos lo corneó como a un enemigo.

Cuando el asno vio que la bestia enorme podría ser atacada impunemente, él lo pateó en su frente con sus talones.

El león, que expiraba dijo:

—He tolerado de mala gana los insultos de los valientes, pero ser obligado a soportar tal tratamiento de ti, que eres una desgracia de la Naturaleza, es en efecto sufrir una doble muerte.

Nada molesta más a los poderosos que ser humillados por los débiles.

311 - Los viajeros en la costa.

Algunos viajeros, que viajaban a lo largo de la costa del mar, subieron a la cumbre de un alto acantilado, y dirigiendo su mirada hacia el mar, vieron en la distancia lo que ellos pensaron era un barco grande.

Ellos esperaron con la esperanza de que aquello entrara a la bahía, pero a medida que el objeto se acercaba a la costa, supusieron que más bien se trataba de una pequeña barca.

Cuando sin embargo, el objeto alcanzó la playa, descubrieron que sólo era un haz grande de leña y palos, y uno de ellos dijo a sus compañeros,

—Hemos esperado inútilmente, pues después de todo no hay nada para ver sino una carga de madera.

Nuestras meras ilusiones y anticipaciones de la vida, son más grandes que las realidades.

312 - El herrero y su perro.

Un herrero tenía un pequeño perro, que era un gran favorito para su amo, y su compañero constante.

Mientras él martilleaba sus metales el perro permanecía dormido; pero cuando, por otra parte, el herrero iba a la comida y comenzaba a comer, el perro se despertaba y meneaba su cola, como pidiendo una parte de su comida.

Su amo un día, fingiendo estar enojado y golpeándolo suavemente con su palo, le dijo:

—¡Usted pequeño holgazán desgraciado! ¿qué le haré? Mientras martillo en el yunque, usted duerme en la estera; y cuando comienzo a comer después de mi trabajo duro, usted se despierta y menea su cola pidiendo el alimento. ¿No sabe usted que el trabajo es la fuente de cada bendición, y que ninguno, sólo aquellos que trabajan tienen derecho a comer?

Quien no trabaja, no come.

313 - El asno y su sombra.

Un viajero alquiló un Asno para llevarle a un lugar distante.

Estando el día sumamente caliente, y el sol brillando con fuerza, el viajero se paró para descansar, y buscó refugio del calor bajo la sombra del asno.

Como esto solamente permitía protección para una persona, tanto el viajero como el dueño del asno reclamaron dicha sombra, y una disputa violenta se levantó entre ellos en cuanto a decidir cuál de los dos tenía el derecho.

El dueño mantuvo que él había alquilado sólo al asno, y no a él con su sombra.

El viajero afirmó que él, con el alquiler del asno, había alquilado su sombra también.

La pelea progresó de palabras a golpes, y mientras los hombres lucharon, el asno galopó lejos.

El egoísta siempre termina sin nada.

314 - El asno y sus amos.

Un asno, perteneciente a un vendedor de hierbas que le daba muy poco alimento y demasiado trabajo, le hizo una petición a Zeus para ser liberado de su servicio presente y ser pasado a otro amo.

Zeus, después de advertirle que se arrepentiría de su petición, hizo que fuera vendido a un fabricante de azulejos.

Poco después, encontrando que él tenía cargas más pesadas para llevar y trabajo más difícil en este nuevo campo, él solicitó otro cambio de amo.

Zeus, diciéndole que esta sería la última vez que él podría conceder su petición, ordenó ser vendido a un curtidor.

El asno encontró que había caído en peores manos, pues al notar la ocupación de su maestro, dijo, lamentándose:

—Habría sido mejor para mí para haber sido privado de comida, o haber sido abusado por el otro de mis antiguos amos, que haber sido comprado por mi dueño presente, que después de muerto secará mi piel y así le seguiré siendo útil aunque ya, yo no esté presente.

Las cosas buenas se aprecian más cuando se han ido.

315 - El roble y las cañas.

Un roble muy grande, pero con raíces muy pobres, fue desarraigado por el viento y lanzado a través de una corriente.

El cayó entre algunas cañas, a las cuales así se dirigió:

—Me pregunto como ustedes, que son tan ligeras y débiles, no han sido completamente aplastadas por estos fuertes vientos.

Ellas contestaron:

—Sin tener buenas raíces, usted lucha y compite contra el viento, y por consiguiente es derribado; mientras que por el contrario, nosotras nos doblegamos ante el menor soplo de aire, y por lo tanto permanecemos intactas, y nos salvamos.

Para no sufrir privaciones delante de los actos arbitrarios del poderoso, hay dos opciones: colaborar con él, o prepararse con mucha fortaleza y razones para afrontarlo sin ser derribado.

316 - El jabalí y la zorra.

Un Jabalí estaba de pie bajo un árbol frotando sus colmillos contra el tronco.

Una zorra que pasaba por allí le preguntó por qué él afilaba sus dientes cuando no había ningún peligro inminente de amenaza de cazador o de sabueso.

Él contestó:

—Lo hago deliberadamente; ya que así nunca tendría que afilar mis armas justo en el momento que debería usarlas.

Es siempre necesario estar listo para encarar los problemas, y no esperar a que ellos se presenten para apenas empezar a prepararse.

317 - El pajarero, la perdiz y el gallo.

Un pajarero estaba a punto de sentarse para una comida de hierbas. La trampa para aves estaba completamente vacía, pues no había agarrado nada, y pensó en matar una perdiz de varios colores, que él había domado para usarla de señuelo.

El ave suplicaba seriamente por su vida:

—¿Qué haría usted sin mí cuándo extiende sus redes? ¿Quién le piaría para dormirlo, o quién llamaría al grupo de aves para que lleguen?

El pajarero le salvó su vida, y determinó elegir a un joven gallo fino que de improviso llegó.

Pero el gallo protestó en tonos lastimosos:

—¿Si usted me mata, quién le anunciará la llegada del alba? ¿Quién le despertará para ir a sus tareas diarias o quién le dirá cuándo es el momento para visitar la trampa de aves por la mañana?

Él contestó:

—Lo que usted dice es verdadero. Usted es una ave de capital importancia en la narración del transcurso del tiempo de cada día. Pero mi amigo y yo debemos tener nuestras comidas.

La necesidad no siempre acepta razones.

318 - El mono y los pescadores.

Un mono sentado sobre la rama de un árbol alto vio a algunos pescadores echar sus redes en un río, y atentamente miro sus actuaciones.

Los pescadores al ratito dejaron la pesca, y fueron a su casa por la comida dejando sus redes sobre el banco.

El mono, que es el más imitativo de los animales, bajó de la rama y procuró hacer cuanto ellos habían hecho.

Tomó la red y la lanzó en el río, pero se enredó entre las mallas, cayó al agua y empezó a ahogarse.

Con su último aliento él se dijo:

—Lo tengo correctamente merecido; ¿con qué fin tenía yo, que nunca había manejado una red, intentar agarrar un pescado?

Es siempre mejor aprender y practicar bien, antes de proceder.

319 - El luchador y la pulga.

Una pulga estaba colocada sobre el pie desnudo de un luchador y lo mordía, haciendo al hombre llamar en voz alta a Hércules para que le ayudara.

Cuando la pulga por segunda vez saltó sobre su pie y lo mordió, él gimió y dijo:

—¡Oh Hércules! ¿Si usted no me ayuda contra una pulga, cómo puedo esperar su ayuda contra mayores antagonistas?

Si no recibimos la ayuda en las pequeñas necesidades, no perdamos la esperanza de recibirla en las grandes necesidades.

320 - El ratón y el toro.

Un toro fue mordido por un ratón, y enfadado por la herida, intentó capturarlo.

Pero el ratón alcanzó su seguridad en su agujero.

Aunque el toro cavó en las paredes con sus cuernos, se cansó antes de que pudiera alcanzar al ratón, y poniéndose de cuclillas, se quedó durmiento fuera del agujero.

El ratón se asomó, se arrastró furtivamente hacia su flanco, y mordiéndolo otra vez, se retiró de nuevo a su agujero.

El toro se levantó, y no sabiendo que hacer, quedó tristemente perplejo.

Entonces el ratón dijo:

—Los grandes no siempre prevalecen. Hay momentos cuando los pequeños y humildes son los más fuertes para hacer sus actuaciones.

Nunca desprecies el valor de los pequeños.

321 - La liebre y el perro corredores.

Un perro perseguía afanosamente a una liebre, pero al cabo de una larga carrera, se dio por vencido. Un pastor que lo vio parar, se mofaba de él diciéndole:

—Esa pequeñita es la mejor corredora de los dos.

Pero el perro replicó:

—Es que tú no ves la diferencia entre nosotros. Yo sólo corría por algo para la cena, pero ella corría por su vida.

Un mayor interés da motivo para un mayor esfuerzo.

322 - El caballero calvo.

Un caballero calvo, quien usaba una peluca, salió un día a cazar. De pronto un golpe de viento voló su sombrero y su peluca, lo que provocó un estallido de risas entre sus acompañantes.

Pero él, parando su caballo y con gran buen humor, se sumó al gozo diciendo:

—¡Qué maravilla es que cabellos que no eran míos me abandonaran, cuando ellos también ya habían hecho lo mismo con el hombre en el cual crecieron!

Buena decisión es tomar con serenidad lo que ya sucedió y que ya no se puede evitar.

323 - El toro, la leona y el cazador.

Un toro encontró a un pequeño león dormido y lo corneó hasta la muerte con sus cuernos. La leona subió, y amargamente lamentó la muerte de su cachorro. Un cazador de jabalís, viendo su angustia, estuvo de pie a una distancia y le dijo:

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