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Authors: Orson Scott Card

Tags: #Ciencia ficción

Hijos de la mente (11 page)

BOOK: Hijos de la mente
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—No te conjuró porque el Peter de verdad fuera tan importante en su infancia. Te conjuró porque eres el juez, el que condena. Eso es lo que Peter le enseñó cuando era niño. Tú mismo me lo dijiste al hablar de tus recuerdos. Peter burlándose de él, diciéndole que era indigno, inútil, estúpido, cobarde. Tú lo haces ahora. Contemplas su vida y lo llamas xenocida, fracasado. Por algún motivo él necesita esto, necesita tener alguien que le maldiga.

—Bueno, qué suerte entonces que yo esté por aquí para despreciarlo —dijo Peter.

—Pero también necesita desesperadamente alguien que le perdone, que tenga piedad de él, que interprete todas sus acciones como buenas intenciones. Valentine no está allí porque él la ame… tiene a la verdadera Valentine para eso. Tiene a su esposa. Necesita que tu hermana exista para que pueda perdonarlo.

—¿Y si yo dejo de odiar a Ender, ya no me necesitará y desapareceré?

—Si Ender deja de odiarse a sí mismo, entonces no necesitará que seas malo y será más fácil tratar contigo.

—Sí, bueno, no es tan fácil llevarse bien con alguien que está analizando constantemente a una persona que nunca ha conocido y dando sermones a la persona que sí conoce.

—Espero conseguir que te sientas mal —dijo Wang-mu—. Es justo, ¿no?

—Creo que Jane nos trajo aquí porque las costumbres locales reflejan quiénes somos. Aunque soy una marioneta, encuentro algún perverso placer en la vida. Mientras que tú… puedes volver cualquier cosa gris sólo hablando del tema.

Wang-mu reprimió las lágrimas y se concentró en la comida.

—¿Qué te pasa? —dijo Peter.

Ella le ignoró, masticó lentamente, encontrando el núcleo intacto de sí misma que disfrutaba de la comida.

—¿No sientes nada?

Ella tragó, lo miró.

—Ya echo de menos a la señorita Han Fei-tzu y apenas hace dos días que me fui. —Sonrió débilmente—. He conocido a un hombre lleno de gracia y sabiduría. Me encontró interesante. Me siento muy cómoda aburriéndote.

Peter inmediatamente hizo como si se arrojara agua a la cara.

—Estoy ardiendo, me pica, oh, no puedo soportarlo. ¡Malvada! ¡Tienes el aliento de un dragón! ¡Los hombres mueren a causa de tus palabras!

—Sólo las marionetas que manotean colgadas de sus cuerdas —dijo Wang-mu.

—Mejor colgar de las cuerdas que estar atado con ellas.

—Oh, los dioses deben de amarme para haberme dejado en compañía de un hombre tan hábil con las palabras.

—Mientras que a mí los dioses me han dejado en compañía de una mujer sin pechos.

Ella se obligó a fingir que se lo tomaba a broma.

—Pequeñitos, según dijiste.

De repente, la sonrisa desapareció de la cara de Peter.

—Lo siento —dijo—. Te he herido.

—No lo creo. Te lo diré más tarde, después de una buena noche de sueño.

—Creía que estábamos bromeando —dijo Peter—. Intercambiando insultos.

—Lo estábamos —respondió Wang-mu—. Pero yo me los tomo en serio.

Peter dio un respingo.

—Entonces yo también me siento herido.

—Tú no sabes cómo herir. Sólo te estás burlando de mí. Peter apartó el plato y se levantó.

—Nos veremos en el apartamento. ¿Crees que sabrás encontrar el camino?

—¿Te importa?

—Menos mal que no tengo alma —dijo Peter—. Eso es lo único que te impide devorarla.

—Si alguna vez tuviera tu alma en la boca, la escupiría.

—Descansa un poco. Para el trabajo que tenemos por delante, necesito una mente, no una pelea.

Salió del restaurante. La ropa le sentaba mal. La gente se lo quedó mirando. Era un hombre demasiado digno y fuerte para vestir de manera tan chillona. Wang-mu vio de inmediato que eso le avergonzaba.

También vio que se movía rápidamente porque sabía que aquella ropa era un error. Sin duda haría que Jane le encargara algo con lo que pareciera más mayor, más maduro, algo más a tono con su necesidad de honor.

Mientras que yo necesito algo que me haga desaparecer. O mejor todavía, ropa que me permita salir volando de aquí, en una sola noche, volar al Exterior y luego al Interior, a casa de Han Fei-tzu, donde puedo mirar a los ojos sin ver piedad ni desprecio. Ni dolor. Pues hay dolor en los ojos de Peter, y no ha estado bien por mi parte decir que no sentía ninguno. Al valorar tanto mi propio dolor he cometido el error de creer que eso me daba derecho a infligirle más. Si le pido disculpas, se burlará de mí por eso.

Pero prefiero que se burle de mí por hacer una cosa buena que ser respetada sabiendo que he hecho algo mal. ¿Es un principio que me enseñó Han Fei-tzu? No. Nací con eso. Como decía mi madre, demasiado orgullo, demasiado orgullo.

Sin embargo, cuando regresó al apartamento, Peter estaba dormido; agotada, ella pospuso sus disculpas y durmió también. Ambos se despertaron durante la noche, pero no al mismo tiempo; y por la mañana, el resquemor de la pelea de la noche anterior se había apagado. Tenían trabajo que hacer, y para ella era más importante comprender lo que iban a intentar que cerrar una brecha entre ellos que parecía, a la luz de la mañana, una discusión nimia entre amigos cansados.

—El hombre que Jane ha elegido para que lo visitemos es un filósofo.

—¿Como yo? —dijo Wang-mu, agudamente consciente de su nueva identidad falsa.

—Eso es lo que quería discutir contigo. Hay dos tipos de filósofos en Viento Divino. Aimaina Hikari, el hombre al que vamos a conocer, es un filósofo analítico. No estás preparada para enfrentarte a él. Así que eres del otro tipo: gnómica y mántica, tendente a soltar frases que sorprenden a los demás por su aparente irrelevancia.

—¿Es necesario que mis frases supuestamente profundas sólo parezcan irrelevantes?

—No tienes que preocuparte por eso. Los filósofos gnómicos dependen unos de otros para conectar sus irrelevancias con el mundo real. Por eso cualquiera puede fingir serlo.

Wang-mu sintió que su ira se elevaba como el mercurio de un termómetro.

—Qué amable por tu parte al elegirme esa profesión.

—No te ofendas —dijo Peter—. Jane y yo tuvimos que recurrir a algún papel que pudieras interpretar en este planeta concreto y que no revelara que eres una nativa de Sendero sin educación. Tienes que entender que en Viento Divino no se permite a ningún niño crecer siendo un ignorante sin remisión, como sucede con los servidores de Sendero.

Wang-mu no siguió discutiendo. ¿Qué sentido tendría? Si uno tenía que decir, en una discusión, «¡Soy inteligente! ¡Sé cosas!», entonces también podía dejar de discutir. De hecho, se le ocurrió que esa idea era exactamente una de las frases gnómicas de las que hablaba Peter. Así lo dijo.

—No, no, no me refiero a epigramas —corrigió Peter—. Son demasiado analíticos. Me refiero a cosas verdaderamente extrañas. Por ejemplo, podrías haber dicho: «El pájaro carpintero ataca el árbol para llegar al insecto», y entonces yo tendría que haberme puesto a pensar cómo encaja eso con nuestra situación. ¿Soy yo el pájaro carpintero? ¿El árbol? ¿El insecto? Ésa es la gracia del asunto.

—Me parece que acabas de demostrar que eres el más gnómico de los dos.

Peter puso los ojos en blanco y se acercó a la puerta.

—Peter —dijo ella, sin moverse del sitio.

Él se volvió.

—¿No te sería de más ayuda si supiera por qué vamos a conocer a ese hombre, y quién es?

Peter se encogió de hombros.

—Supongo. Aunque sabemos que Aimaina Hikari no es la persona, ni siquiera una de las personas que estamos buscando.

—Dime entonces a quién buscamos.

—Buscamos el centro de poder de los Cien Mundos. —¿Entonces por qué estamos aquí, en vez de en el Congreso Estelar?

—El Congreso Estelar es una farsa. Los delegados son actores. Los guiones se escriben en otra parte.

—Aquí.

—La facción del Congreso que se está saliendo con la suya con la Flota Lusitania no es la que ama la guerra. Ese grupo se alegra de todo el asunto, desde luego, ya que siempre creen en la brutalidad para sofocar las insurrecciones y todo eso, pero nunca habrían podido conseguir los votos para enviar la flota sin un grupo bisagra que está muy influenciado por una escuela de filósofos de Viento Divino.

—¿De la cual Aimaina Hikari es el líder?

—Es más sutil que eso. En realidad es un filósofo solitario que no pertenece a ninguna escuela concreta. Pero representa una especie de pureza del pensamiento japonés que le convierte en algo así como una conciencia para los filósofos que influyen en el grupo bisagra del Congreso.

—¿Cuántas fichas de dominó crees que puedes poner en fila para que se derriben unas a otras?

—No, eso no es lo bastante gnómico. Sigue siendo demasiado analítico.

—Todavía no estoy interpretando mi papel. ¿Cuáles son las ideas que ese grupo bisagra saca de esta escuela filosófica?

Peter suspiró y se sentó… en una silla, por supuesto. Wang-mu lo hizo en el suelo y pensó: «Así es como le gusta verse a un hombre europeo, con la cabeza más alta que los demás, enseñando a una mujer asiática. Pero desde mi perspectiva, se ha desconectado de la tierra. Escucharé sus palabras, pero sabiendo que es cosa mía hacer que lleguen a un lugar vivo.»

—El grupo bisagra nunca usaría la fuerza masiva contra lo que en realidad es una disputa menor con una colonia diminuta. El asunto empezó, como sabes, cuando dos xenólogos, Miro Ribeíra y Ouanda Mucumbi, fueron capturados enseñando agricultura a los pequeninos de Lusitania. Esto constituía una interferencia cultural, y se les ordenó salir del planeta para ser juzgados. Naturalmente, con las viejas naves relativistas que viajaban a la velocidad de la luz, sacarlos del planeta significaba que cuando volvieran, si lo hacían, todos aquellos a quienes conocían serían viejos o estarían muertos. Así que ése era un modo de tratarlos brutalmente duro y equivalía a prejuzgarlos. El Congreso esperaba quizá protestas por parte del gobierno de Lusitania, pero se encontró con un desafío abierto y el corte de las comunicaciones ansible. Los tipos duros del Congreso empezaron inmediatamente a moverse para enviar un contingente de tropas y tomar el control de Lusitania. Pero no tuvieron los votos, hasta…

—Hasta que resucitaron el espectro del virus de la descolada.

—Exactamente. El grupo que se oponía totalmente al uso de la fuerza sacó a colación la descolada como motivo para no enviar las tropas… porque en esa época cualquier infectado por el virus tenía que quedarse en Lusitania y seguir tomando un inhibidor que impedía que la descolada destruyera tu cuerpo desde dentro. Por primera vez, el peligro de la descolada fue ampliamente conocido, y el grupo bisagra surgió, constituido por aquellos a quienes sorprendía que Lusitania no hubiera sido puesta antes en cuarentena. ¿Qué podía ser más peligroso que un virus semi-inteligente y de rápida propagación en manos de los rebeldes? El grupo estaba formado casi en su totalidad por delegados fuertemente influenciados por la Escuela Necesaria de Viento Divino.

Wang-mu asintió.

—¿Y qué enseñan los necesarios?

—Que uno vive en paz y armonía con su entorno, sin perturbar nada, soportando con paciencia las afecciones leves e incluso las serias. No obstante, cuando surge una auténtica amenaza para la supervivencia, hay que actuar con brutal eficacia. La máxima es: Actúa sólo cuando sea necesario, y entonces hazlo a la mayor velocidad y con toda la fueza. Si los militaristas querían un contingente de tropas, los delegados influidos por los necesarios insistieron en enviar una flota armada con el Artefacto de Disrupción Molecular, que destruiría la amenaza del virus de la descolada de una vez por todas. Hay una clara ironía en todo esto, ¿no crees?

—No la veo.

—Oh, todo encaja a la perfección. Ender Wiggin usó el Pequeño Doctor para exterminar el mundo natal de los insectores. Ahora va a ser utilizado por segunda vez… ¡contra el mundo donde él vive! Más aún: el primer filósofo necesario, Ooka, citaba al propio Ender como máximo ejemplo de sus ideas. Mientras los insectores fueron considerados una amenaza peligrosa para la supervivencia de la humanidad, la única respuesta apropiada era la total erradicación del enemigo. Nada de medias tintas. Por supuesto, resultó que los insectores no eran una amenaza después de todo, como el propio Ender escribió en su libro La Reina Colmena, pero Ooka defendió el error porque la verdad se desconocía en el momento en que los superiores de Ender lanzaron a éste contra el enemigo. Lo que Ooka dijo fue: «Nunca intercambies puñetazos con el enemigo.» Su idea era que nunca hay que intentar golpear a nadie, pero que si te ves obligado a hacerlo debes golpear una sola vez con tanta fuerza que tu enemigo no pueda jamás contraatacar.

—Así que usó a Ender como ejemplo de…

—Eso es. Las acciones del propio Ender están siendo empleadas para justificar otro ataque contra una especie inofensiva.

—La descolada no era inofensiva.

—No —dijo Peter—. Pero Ender y Ela encontraron otro modo, ¿no? Descargaron un golpe contra la propia descolada. Pero no hay manera de convencer al Congreso de que retire la flota. Como Jane interfirió las comunicaciones ansible entre el Congreso y la flota, creen que se enfrentan a una conspiración de grandes proporciones. Cualquier argumento que presentemos será tomado como una campaña de desinformación. Además, ¿quién se creería el rebuscado relato del primer viaje al Exterior en el que Ela creó la antidescolada, Miro se recreó a sí mismo y Ender nos hizo a mi querida hermana y a mí?

—Así que los necesarios del Congreso…

—No se autodenominan así. Pero su influencia es muy fuerte. Mi opinión y la de Jane es que si podemos hacer que algún necesario destacado se declare en contra de la Flota Lusitania… alegando motivos convincentes, por supuesto, la unanimidad de la mayoría pro-flota del Congreso se romperá. Es una mayoría débil: hay muchísima gente horrorizada por un uso tan devastador de la fuerza contra un mundo colonial, y otros que están aún más aterrorizados ante la idea de que el Congreso destruya a los pequeninos, la primera especie inteligente encontrada desde la destrucción de los insectores. Les encantaría detener la flota, o en el peor de los casos usarla para imponer una cuarentena permanente.

—¿Por qué no nos reunimos entonces con un necesario?

—¿Por qué iban a escucharnos? Si nos identificamos como partidarios de la causa Lusitania, nos encarcelarían e interrogarían. Y si no lo hacemos, ¿quién se tomará en serio nuestras ideas?

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