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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Ciencia-ficción, novela

En caída libre (15 page)

—Sí —dijo Leo—. Piensa en Andy. ¿Quién va a protegerlo si tú no estás aquí? No hoy, sino la semana próxima, el año próximo…

Claire se separó de Silver y le gritó con furia:

—¡Ni siquiera me van a permitir verlo! Me sacaron de la guardería…

Leo la asió por las manos superiores.

—¿Quién? ¿Quién te sacó?

—El señor Van Atta…

—Claro, debería haberlo sabido. Claire, escúchame. La respuesta adecuada para Bruce no es el suicidio, sino el asesinato.

—¿De veras? —dijo Silver, con marcado interés. Incluso Claire salió de su estado profundo de desdicha para mirar a Leo directamente a los ojos por primera vez.

—Bueno… Tal vez no literalmente. Pero no puedes permitir que ese maldito bastardo te destruya. Mirad, todos nosotros somos inteligentes, ¿no es así? Vosotras sois inteligentes. Yo también, en mi época, supe resolver un problema o dos. Tenemos que encontrar una manera de salir de todo este embrollo, si lo intentamos. No estás sola, Claire. Vamos a colaborar. Yo voy a ayudarte.

—Pero usted es un hombre de la compañía, un terrestre. ¿Cómo podría…?

—GalacTech no es Dios, Claire. No tienes por qué sacrificar a tu primogénito por la compañía. GalacTech, como cualquier otra compañía, es sólo una manera para que la gente se organice para hacer un trabajo que es demasiado grande para una sola persona. No es Dios, ni siquiera una persona, por suerte. No tiene una voluntad libre de la que responder. Es sólo un grupo de gente que trabaja. Bruce es sólo Bruce. Tiene que haber una manera de no pasar por él.

—¿Se refiere a pasar por encima de él? —preguntó Silver, pensativa—. ¿Tal vez hablarle a esa vicepresidente que estuvo aquí la semana pasada?

Leo hizo una pausa.

—Bueno… Tal vez no a Apmad. Pero he estado pensando… Durante tres días, no he pensado en otra cosa que en cómo hacer explotar toda esta maldita organización. Pero tenéis que esperar, hasta que tenga tiempo de trabajar… Claire, ¿podrás aguantar? ¿Puedes hacerlo? —Le sujetó las manos con más firmeza.

Ella meneó la cabeza, como si dudara.

—Duele tanto…

—Tienes que hacerlo. Mira, escucha. No hay nada que pueda hacer aquí en Rodeo, en esta burbuja con reglamentaciones tan particulares. Si fuera un gobierno planetario regular, juro que me empeñaría hasta las pestañas y os compraría a cada uno de vosotros un billete para salir de aquí. Pero si se tratara de un gobierno regular, eso no sería necesario. GalacTech tiene el monopolio sobre las plazas en las naves de Salto, se viaje en una nave de la compañía o no. De manera que tendremos que esperar una oportunidad.

»Pero dentro de poco tiempo, apenas unos meses, los primeros cuadrúmanos saldrán de Rodeo en la primera asignación real de trabajo. Trabajarán y pasarán por jurisdicciones verdaderamente planetarias. Gobiernos demasiado grandes y poderosos, con los que ni compañías como GalacTech se meterían. Estoy seguro… muy seguro de que si tomo los caminos apropiados —no el planeta de Apmad, por supuesto, pero digamos la Tierra—. La Tierra, de lejos, es la mejor opción. Yo allí soy un ciudadano. Podría iniciar una acción legal y declararos personas legales. Probablemente pierda mi empleo y los costos van a consumirme, pero es posible. No es exactamente el trabajo que tenía en mente… pero, con el transcurso del tiempo, podréis liberaros de GalacTech.

—Es demasiado tiempo… —suspiró Claire.

—No, no, el retraso es nuestro aliado. Los pequeños crecen día a día. Para cuando comience el proceso legal, todos estaréis listos. Iréis como un grupo, encontraréis un empleo… Incluso GalacTech no sería un patrón tan malo, si fuerais ciudadanos y empleados regulares, con todas las protecciones legales. Tal vez, incluso el Sindicato Espacial os adoptaría, aunque eso restringiría… Bueno, no estoy seguro. Si no creen que representáis una amenaza, se puede pensar en algo. Pero tenéis que esperar. Ser pacientes. ¿Me lo prometéis?

Silver volvió a respirar cuando Claire asintió. Llevó a Claire hasta el botiquín de primeros auxilios fijado en la pared, para aplicar antisépticos y vendajes plásticos en los dedos cortados y sacarla sangre de su rostro lastimado.

—Muy bien, muy bien. Así está mejor.

Mientras tanto, Leo volvió a colocar el control en su posición original y luego se acercó a las dos muchachas.

—¿Ahora te sientes mejor? —Se dirigió a Silver—. ¿Estará bien?

Silver no pudo evitar fruncir el ceño.

—Estará bien como todos nosotros… ¡No es justo! —exclamó—. Éste es mi hogar, pero empiezo a sentir que es una botella de oxígeno a punto de estallar. Todo el mundo está alterado, todos los cuadrúmanos, por lo que les sucedió a Claire y a Tony. Nunca había vuelto a pasar nada desde que Jamie murió en ese accidente terrible de una de las naves de propulsión. Pero esto… esto ha sido deliberado. Si fueron capaces de hacerle eso a Tony, que es tan bueno, ¿qué pasa… conmigo, por ejemplo? ¿Con cualquiera de nosotros? ¿Qué es lo que va a pasar ahora?

—No lo sé —dijo Leo, apesadumbrado—. Pero estoy seguro que el idilio ha terminado. Esto es sólo el comienzo.

—Pero, ¿qué haremos? ¿Qué podemos hacer?

—Bueno… en principio no tener miedo. Y no desesperarse. Sobre todo eso, no desesperarse…

Las puertas en el otro extremo del módulo se abrieron y se oyó la voz del supervisor de Hidroponía.

—¿Chicas? Por fin recibimos la remesa de semillas. ¿Está ya listo ese tubo de cultivo?

Leo se dio media vuelta por última vez antes de escabullirse a toda velocidad. Le estrechó la mano a cada una de las muchachas.

—Es un dicho muy antiguo, pero sé que es cierto, a partir de mi experiencia personal. La suerte favorece a las mentes preparadas. Así que sed fuertes… ya hablaremos…

Pasó junto al supervisor de Hidroponía, con un

elaborado bostezo que parecía casual, como si sólo se hubiera detenido un momento para ver el trabajo que se estaba realizando.

A Silver se le contrajo el estómago cuando miró a Claire. Claire lloriqueó y se puso a trabajar de inmediato en el tubo de cultivo, escondiendo su rostro del supervisor. Silver se estremeció de alivio. Por ahora todo andaba bien.

Esa tensión fue lentamente reemplazada por algo que no era familiar, que quemaba, que la llenaba de miedo.
¿Cómo se atreven a hacerle esto a Claire, a ella, a todos nosotros? No tienen derecho. Ningún derecho. Ninguno
.

La furia le hacía estallar la cabeza, pero eso era mejor que el miedo creciente. Había casi una especie de regocijo en esa furia. Silver inclinó la cabeza para esconder su expresión ceñuda del supervisor.

La asistente de alimentación, una chica cuadrúmana de unos trece años, entregó a Leo la bandeja del almuerzo a través de la ventana de servicio, sin su sonrisa de costumbre. Cuando Leo sonrió y dijo «Gracias», la muchacha respondió con un gesto mecánico y se alejó rápidamente. Leo se preguntaba de qué manera distorsionada habría llegado a sus oídos la historia del desastre de Tony y Claire de la semana anterior. No era porque los hechos reales no fueran penosos de por sí. Todo el Hábitat parecía estar sumergido en una atmósfera de desesperación.

Leo se sentía un poco hastiado de los cuadrúmanos y de sus eternos problemas. Se alejó de un grupo de alumnos, que estaban almorzando cerca de la ventana, aunque ellos le hicieran señas para que se acercara. En cambio, flotó por el módulo hasta que vio un espacio vacío y puso su bandeja junto a las piernas de alguien. Cuando Leo se dio cuenta de que esas piernas pertenecían al capitán de k nave, Durrance, era demasiado tarde para retirarse.

Pero el saludo de Durrance no tuvo ninguna animosidad. Evidentemente, a diferencia de muchos otros que Leo podía nombrar, no consideraba que el ingeniero fuera el responsable del fiasco espectacular de su alumno Tony. Leo enganchó los pies en las trabas y así le quedaron las manos libres para atacar la comida. Le devolvió el saludo y bebió el café caliente. No había café suficiente en todo el universo que pudiera solucionar sus dilemas.

Durrance, aparentemente, estaba de humor para una conversación amable.

—¿Va a tomar pronto su permiso?

—Pronto… —En una semana, aproximadamente, pensó Leo. El tiempo se le iba de las manos, como todas las cosas que lo circundaban allí.

—¿Cómo es Rodeo?

—Pesado. —Durrance se metió en la boca una especie de pastel de verdura.

—Ah. —Leo miró a su alrededor—. ¿Ti está con usted?

Durrance soltó una carcajada.

—No es probable. Está abajo, en el hielo. Está apelando. —Hizo un gesto y levantó las cejas, como para que el segundo sentido de su frase fuera evidente—. No es lo correcto, desde mi punto de vista. Yo tuve una sanción en mi registro por culpa de ese maldito estúpido. Si hubiera sido la primera vez que se metía en problemas, tal vez podría haber evitado ser sancionado. Pero ahora no creo que tenga posibilidades. Su Van Atta quiere cubrir las puertas del Hábitat con su pellejo.

—En primer lugar, no es mi Van Atta protestó Leo vigorosamente—. Si lo fuera, lo cambiaría por un perro…

—… Y mataría al perro —concluyó Durrance. Su boca esbozó una sonrisa—. Van Atta. Eso estaría bien. Si el rumor que oí es cierto, tal vez no le quede mucho tiempo para pavonearse.

—¿Cómo? —Leo agudizó los oídos, esperanzado.

—Ayer estuve hablando con el piloto de la nave de Salto que hace el transporte semanal de personal de Orient IV. Acababa de terminar su permiso mensual allí. Escuche esto. Asegura que la embajada Betan está probando un mecanismo de gravedad artificial.

—¿Qué? ¿Cómo…?

—Por lo que yo sé, lo traen desde el espacio de un agujero de gusano. Apuesto a que Beta Colony está detrás de todo esto, esperando dar el golpe inicial en el mercado y recuperar sus costos de I + D. Aparentemente, sus militares hace un par de años que lo mantienen en secreto. Pronto empezarán a ponerlo en práctica. GalacTech y todos los demás tendrán que hacer grandes esfuerzos por alcanzarlos. Cualquier otro proyecto I + D en la compañía tendrá que despedirse de sus presupuestos durante un par de años. Ya verá.

—Dios mío —dijo Leo, mientras echaba una mirada a todo el módulo de la cafetería, llena de cuadrúmanos—. Dios…

Durrance se rascó el mentón.

—Si fuera cierto, ¿tiene alguna idea de lo que va a pasarle a la industria de transportes espaciales? Los pilotos de Salto arguyen que los betanos recibirán el maldito mecanismo dentro de dos meses, procedente de la Colonia Beta. No habrá límite de aceleración, sólo costos de combustible. Probablemente no afectará los bultos de carga, por la misma razón, pero revolucionará el mercado de los transportes de pasajeros. Se corre la noticia que afectará el índice de intercambio entre corrientes planetarias y el transporte militar, donde no importa lo que se gaste en combustible. Puede apostar a que va a afectar la política interplanetaria. Será un juego nuevo para todos.

Durrance terminó de comer lo que quedaba en su bandeja.

—Malditos sean los colonos. La vieja y noble GalacTech, con base en la Tierra, otra vez tambaleándose. Ya sabe, hay veces en las que emigraría al otro extremo del nexo del agujero de gusano. Pero mi esposa tiene familia en la Tierra, así que supongo que nunca podremos…

Leo seguía sujetándose a las bandas, mientras Durrance continuaba. Después de un momento, tragó el pedazo de concentrado que tenía en la boca. No encontró una manera mejor de deshacerse de él.

—¿Tiene noción de lo que esto significará para los cuadrúmanos?

Durrance pestañeó.

—No mucho, seguramente. Seguirá habiendo muchos trabajos para hacer en caída libre.

—Acabará con sus condiciones de superioridad respecto a los trabajadores ordinarios. Eso es lo que pasará. Eran las licencias médicas en los planetas lo que encarecía los costos de personal. Elimínelas y no habrá otra elección. ¿Esa cosa puede producir gravedad artificial en una estación espacial?

—Si la pudieron montar a una nave, la pueden poner en una estación —opinó Durrance—. Sin embargo, no se trata del movimiento perpetuo —previno—. Consume energía como una loca —dijo el piloto de Salto—. Va a costar bastante.

—No tanto, y seguramente, con el transcurso del tiempo, irán encontrando mejoras en el diseño que lo harán más eficaz. Oh, Dios.

Esta posibilidad no iba a beneficiar a los cuadrúmanos. Esta posibilidad no favorecía a nadie. Maldito, maldito tiempo. Dentro de diez años, por qué no dentro de un año, podría haber sido su salvación. Aquí, ahora, podría ser… ¿una sentencia de muerte? Leo desenganchó los pies de las trabas y se apresuró a salir por las puertas del módulo.

—¿Va a dejar su bandeja aquí? —preguntó Durrance—. ¿Puedo comerme su postre?

Leo asintió con impaciencia, sacudiendo una mano mientras se alejaba.

Una mirada al rostro afligido y hostil de Van Atta, cuando Leo entró en la oficina, sirvió para confirmar la historia de Durrance.

—¿Has oído esos rumores sobre la gravedad artificial? —preguntó, de todas maneras. Todavía tenía esperanzas de que Van Atta lo negara, que le dijera que era un fraude…

Pero éste lo miró con profunda irritación.

—¿Cómo diablos te has enterado?

—No es asunto tuyo. ¿Es cierto?

—Oh, sí que es asunto mío. Quiero que se mantenga en secreto el mayor tiempo posible.

Entonces, era cierto. A Leo se le contrajo el corazón.

—¿Por qué? ¿Cuánto tiempo hace que lo sabes?

Van Atta tocó los bordes de un montón de hojas de plástico, impresos de ordenador y comunicados, magnetizados a su escritorio.

—Tres días.

—Entonces, es oficial.

—Sí, muy oficial. —Van Atta hizo un gesto de disgusto—. Recibí la comunicación de las Oficinas Centrales de Distrito de GalacTech en Orient IV. Apmad aparentemente se enteró de las noticias camino de su casa y tomó una de sus famosas decisiones.

Volvió a tocar los papeles y frunció el ceño.

—No hay nada más que hacer. ¿Sabes lo que llegó ayer a continuación de esta noticia? La Estación Kline ha cancelado el contrato con GalacTech. Era la primera estación a donde íbamos a enviar a los cuadrúmanos. Pagaron la multa sin decir una palabra. La Estación Kline fue hacia Beta Colony y deben de haberlo averiguado hace varias semanas o meses. Llegaron a un acuerdo con un contratista betano que, según suponemos, está trabajando a precios inferiores a los nuestros. El Proyecto Cay está arruinado. No podemos hacer nada, salvo ocultar todo esto e irnos de aquí lo más rápidamente posible. Cuanto antes, mejor. ¡Maldición! De manera que ahora estoy asociado a un proyecto perdedor. Voy a terminar oliendo a pérdida.

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