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Authors: D.E. Stevenson

Tags: #Relato

El libro de la señorita Buncle

 

«Barbara Buncle y sus vecinos derrochan encanto, y son los compañeros ideales incluso para el más lluvioso fin de semana»
(The Scotsman).

Una novela deliciosa, ligera, cómica, ingeniosa y un poco malvada, un libro dentro de un libro, de la mano de una autora totalmente inédita en España. Y un argumento sencillo pero de enredos: Barbara Buncle, una joven soltera que vive en un pequeño pueblo inglés, decide escribir una novela para aumentar sus ingresos. Como se considera una persona sin imaginación se dedica a contar la vida de sus vecinos bajo un nombre falso. El libro se publica y cuando comienza a circular por el pueblo los vecinos se ven reflejados y traman una venganza sobre quien ellos creen autor de la novela.

D.E. Stevenson

El libro de la señorita Buncle

ePUB v1.0

Dirdam
16.08.12

Título original:
Miss Buncle’s Book

Dorothy Emily Stevenson, 1934

Traducción: Concha Cardeñoso Sáenz de Miera

Editorial: Alba Editorial, S.L.U. (Rara avis), 2012

ISBN: 9788484287247

Editor original: Dirdam (v1.0
)

ePub base v2.0

Nota de la editorial española

El libro de la señorita Buncle
se publicó por primera vez en 1934 en Londres (Herbert Jenkins Ltd).

Hemos traducido o adaptado los nombres de las casas, pero no los topónimos ni los nombres propios de los personajes. Sin embargo, estos últimos tienen significado dentro del texto y la autora juega con ellos. Por ejemplo, el pueblo de Silverstream («arroyo de plata») se convierte, en el libro que escribe la protagonista, la señorita Buncle, en Copperfield («campo de cobre»); la señora Goldsmith (es un apellido que existe, pero también significa «orfebre») es la señora Silver («plata»); la señora Dick se convierte en la señora Turpin; la señora Greensleeves («mangas verdes») es en Copperfield la señora Coates (homófono de
coats,
«abrigos»). La señorita King («rey») y la señorita Pretty («bonita») se transforman respectivamente en Early (de
earl,
que significa «conde», más la terminación en
—y,
que convierte el apellido en «temprano») y Darling («querida»); los Snowdon (
snow
significa «nieve») son los Nevis; los Walker («caminante») son los Rider («jinete»); los Carter («carretero») son los Farmer («granjero»)…

Introducción de la autora

Escribir un libro es una aventura —una de las más agradables de este mundo— pero, antes de empezar, son imprescindibles tres cosas: primera, una buena idea; segunda, un grupo de gente interesante que encandile al lector; tercera, el equipamiento mental necesario para llevar la historia adelante.

La idea para
El libro de la señorita Buncle
me llegó sentada en el autobús. La señora que tenía al lado le dijo a su amiga: «Todos lo saben todo sobre todos en el pueblo». Palabras inofensivas, puede, pero fueron pronunciadas de forma amenazadora —con furia concentrada— más como si el hablante hubiera preferido verter aceite hirviendo sobre sus vecinos que inmortalizarles con la imprenta. En ese momento repentino nació La señorita Buncle.

Una historia acerca de una mujer que lo sabía todo sobre todos los demás habitantes de su pueblo y escribía un libro: sí, era una buena idea —pero podría llevarse más lejos. Una historia acerca de una mujer que escribió un libro acerca de una mujer que escribió un libro acerca de una mujer que escribió un libro… y así,
ad infinitum.

Maravilloso, a duras penas pude esperar hasta llegar a casa y comenzar.

A medianoche aún estaba escribiendo enloquecida. Los personajes brotaban y decían «Estoy aquí, introdúceme». No era una petición, era una orden que yo me veia forzada a obedecer. Una vez “dentro” tomaban el control sobre la cosa entera y actuaban como querían. A veces me hacían reír tanto con sus ocurrencias que me impedían seguir escribiendo, pero a pesar de ello acabé la historia en un tiempo récord.

El libro de la señorita Buncle
fue un éxito sorprendente (los críticos lo elogiaron clamorosamente y llegaban sacos de cartas de los fans). Se vendió como los proverbiales ‘churros calientes’ —y continuó vendiéndose. Y aún se vende en todos los países angloparlantes del mundo, y ha sido traducido a varias lenguas europeas. Todos parecían querer a Barbara, y todos pedían “más de Basbara, por favor”.

«Miss Buncle Married» fue la respuesta a esos requerimientos insistentes. Tardé mucho más tiempo en escribirlo y requirió mayor esfuerzo mental, pero las criticas percibidas lo alabaron como mejor historia y afirmaban que provocaba más satisfacción y más risas entre dientes. Estoy de acuerdo.

En los dos libros, además de la parte divertida, puede observarse el desenvolvimiento del personaje de Barbara. Es la amabilidad personificada y, aunque no siempre acierta con sus intentos de ayudar a sus amigos y guiar sus vidas, no puede evitar entrometerse. Al final de la saga continua siendo la misma Barbara —“una boba celestial”— pero más madura y suavizada y más humana en apariencia. Un extraño tipo de conocimiento se ha desarrollado en la mujer, y una certeza para tener en cuenta en la vida: «Qué espantoso sería que las personas no aprendieran de sus errores a ser mejores y más sabias».

D.E.S.

Capítulo 1
Los panecillos del desayuno

U
na magnífica mañana de verano el sol asomó la nariz entre las colinas y dirigió su mirada al valle de Silverstream. En realidad, a esa hora tan temprana no había mucho que ver, más que las vacas de la granja de los Doce Árboles en los prados de la orilla del río, que iniciaban lentamente el regreso a los establos para que las ordeñaran. Eran todavía sombras muy oscuras, raras y desgarbadas, como dibujos de monstruos prehistóricos que pisaran la hierba exuberante. La granja empezaba a despertarse, una espiral de humo ascendía lentamente por la chimenea de la cocina.

En el pueblo de Silverstream, situado en el valle, más abajo, la primera que se levantaba era la panadera, porque tenía que hacer los panecillos del desayuno y meterlos a cocer en el horno. La señora Goldsmith atendía personalmente todos los quehaceres de la panadería y se enorgullecía de la puntualidad de las entregas. Iba afanosamente de un lado a otro, despertando a sus hijas sin grandes contemplaciones, amasando la masa de los panecillos u ordenando que se atizara el fuego de los hornos, y siempre pendiente de la llegada de Tommy Hobday, que se encargaba del reparto por las casas del pueblo antes de ir al colegio.

Últimamente el muchacho había llegado con retraso un par de veces y la panadera había advertido a su madre que, si volvía a llegar tarde, se vería obligada a cambiar de repartidor. No creía que Tommy fuera a reincidir, pero, de ser así, no le quedaría más remedio que buscar a otro, porque era muy importante que los panecillos salieran a su debido tiempo. Uno de sus mejores clientes, el coronel Weatherhead (retirado), desayunaba temprano. Vivía cerca del puente, en una casa de piedra gris que se llamaba la Casa del Puente, justo enfrente de Mi Refugio, la de la señora Bold. La señora Bold era viuda. Nada la obligaba a levantarse de la cama por la mañana y, de todas formas, como era muy sensata, desayunaba tarde. Con vistas al reparto, no era nada práctico que dos vecinos tan cercanos quisieran los panecillos a horas tan distintas. Por otra parte, en el extremo opuesto del pueblo vivía el vicario. Era muy bisoño y tenía la manía de celebrar los oficios tempranito los días dedicados a los santos; pero no solo los de los normales, los que conocía todo el mundo, sino los de los más rebuscados, de quienes nadie en todo el pueblo había oído hablar jamás; por eso nunca se sabía cuándo madrugaba el señor vicario. En los tiempos del señor Dunn, la vicaría remoloneaba tranquilamente hasta que llegaba el repartidor, pero ahora, en vez de ser la última casa de la lista de Tommy, había sido necesario cambiarla a los primeros puestos. Era una verdadera incomodidad, porque en esa parte del pueblo, en la que descansaba pacíficamente la antigua iglesia gris del siglo XVI entre las lápidas del cementerio, todos los demás vecinos desayunaban tarde y, por lo tanto, no había inconveniente en dejarlos para el final del recorrido. Por ejemplo, la señorita Buncle, que vivía en la Casita de Tanglewood, desayunaba a las nueve en punto, y tanto la anciana señora Carter como los Bulmer se levantaban tarde.

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