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Authors: Lian Hearn

Tags: #Aventura, Fantastico

El lamento de la Garza (21 page)

Takeo y Kaede estaban solos. La luz que iluminaba las flores y los arbustos empezaba a desvanecerse. Alrededor de los estanques y los riachuelos, algunos iris tardíos emitían un último destello. El cielo y el mar se fundían bajo la bruma del atardecer. En las inmediaciones de la bahía, las hogueras y las lámparas empezaron a encenderse una a una, salpicando la oscuridad. Kaede permaneció en silencio mientras ayudaba a su esposo a quitarse la ropa.

—Muto Kenji ha muerto —anunció.

Kaede cogió agua del estanque con un cubo de bambú y empezó a lavar a su marido. Éste vio cómo las lágrimas se le agolpaban a su mujer en los ojos y luego le caían en torrente por las mejillas. El tacto de las manos de Kaede resultaba tranquilizador y al mismo tiempo, casi insoportable. Takeo sentía que el cuerpo entero le dolía y anhelaba que ella le acogiera entre sus brazos y le apretara con fuerza. Pero antes tenía que hablar con Shizuka.

—Es una pérdida terrible —se lamentó Kaede—. ¿Cómo ocurrió? ¿La enfermedad acabó con él?

Takeo se escuchó decir a sí mismo:

—Parece lo más probable. Estaba de viaje, al otro lado de la frontera. No hay detalles sobre su muerte. Taku cabalgó hasta Hofu para comunicarme la noticia.

No se demoró en el agua caliente como le habría gustado, sino que salió en seguida y se vistió a toda prisa.

—Tengo que hablar con Shizuka a solas —le dijo a Kaede.

—¿Acaso me ocultas algún secreto?

—Son asuntos de la Tribu. Kenji era el maestro de la familia Muto. Shizuka tiene que elegir al sucesor, y la cuestión no puede discutirse ante personas ajenas.

Se dio cuenta de que su esposa se sentía molesta, que deseaba permanecer junto a él.

—Hay muchos temas que quiero comentar contigo —añadió con objeto de aplacarla—. Más tarde estaremos solos tú y yo. Tengo que hablarte de Sunaomi. Además, vino a visitarme el hijo del señor Fujiwara...

—Muy bien, señor Takeo. Ordenaré que te preparen algo de comer —interrumpió ella, e inmediatamente se marchó.

Cuando Takeo llegó al salón principal de la residencia, Shizuka ya le esperaba. Sin ningún saludo preliminar, le dijo:

—Sin duda te imaginas por qué estoy aquí. He venido a informarte de la muerte de tu tío. Taku acudió a Hofu a darme la noticia y pensé que debías enterarte de inmediato.

—Un suceso así resulta triste —repuso Shizuka con tono formal—, pero no inesperado. Te doy las gracias por tu consideración, y por honrar a mi tío de esta manera.

—Ya sabes lo importante que Kenji ha sido para mí. No tenemos su cadáver; pero le rendiremos homenaje con una ceremonia aquí o en Yamagata, donde a ti te parezca más conveniente.

—Entonces, no ha muerto en Inuyama —repuso Shizuka con lentitud—. Pero residía allí, ¿no es verdad?

Nadie conocía la misión de Kenji, salvo Taku y el propio Takeo. Ahora éste lamentaba no haber hablado antes con su prima sobre el asunto.

—Acércate —le dijo—. Debo decirte todo lo que sé, porque afecta a la Tribu.

Antes de que pudiera obedecerle, llegó una criada con la bandeja del té. Shizuka lo preparó y lo sirvió. Mientras Takeo bebía la infusión, ella se levantó, paseó la mirada rápidamente por la sala, abrió las puertas de los armarios y luego salió a la veranda y miró por debajo del entarimado.

Regresó junto a su primo y se sentó frente a él, rodilla con rodilla.

—¿Escuchas la respiración de alguien?

Takeo aguzó el oído.

—No; da la impresión de que estamos solos.

—Tus hijas se han convertido en auténticas expertas a la hora de escuchar a hurtadillas, y son capaces de esconderse en los espacios más inverosímiles.

—Gracias por recordármelo. No quiero que las niñas nos escuchen, ni tampoco Kaede. Le dije que Kenji murió de su enfermedad pulmonar, que había atravesado la frontera del Este en busca de tratamiento.

—¿Cuál es la verdad?

—Fue a negociar con los Kikuta. Después del episodio en Inuyama pensamos que podríamos utilizar a los hijos de Gosaburo para presionarles a declarar una tregua —exhaló un suspiro, y continuó—: Kenji quería ver a su nieto, el hijo de Yuki. Lo único que Taku sabe es que murió en la aldea de los Kikuta, donde Akio y el muchacho llevan ocultos varios años.

—Takeo, deberías contarle a Kaede todo sobre...

Él no le permitió continuar.

—Te informo de esto porque concierne a la familia Muto, de la cual tú eres ahora el miembro principal. No hay necesidad de que Kaede, ni nadie ajeno a la Tribu, lo sepa.

—Mejor será que se lo digas tú antes de que se entere por otra persona —advirtió Shizuka.

—Lo he mantenido en secreto durante tanto tiempo, que ahora me siento incapaz de contárselo. Todo eso pertenece al pasado; ahora el chico es hijo de Akio, y Shigeko recibirá mi herencia. Mientras tanto, está la cuestión de la familia Muto y la Tribu. Kenji y Taku trabajaban mano a mano. La sabiduría y las dotes de Kenji eran incomparables. Taku cuenta con excelentes poderes, pero estarás de acuerdo en que adolece de una cierta inestabilidad; me pregunto si tiene la edad suficiente como para dirigir la Tribu. Zenko es tu hijo mayor, el heredero directo de Kenji. No es mi intención insultarle o enojarle, pero tampoco deseo darle ningún pretexto para... —Takeo se detuvo en seco.

—¿Para qué? —le apremió Shizuka.

—Bueno, ya sabes lo mucho que se parece a su padre. Me preocupan sus intenciones. No voy a consentir que nos conduzca a otra guerra civil —pronunció Takeo con intensidad. Luego, dedicó una sonrisa a Shizuka y prosiguió con voz risueña—: De modo que he hecho disposiciones para que los hijos de Zenko pasen una temporada con nosotros. Pensé que te gustaría ver a tus nietos.

—Ya he visto a Sunaomi —respondió Shizuka—. En efecto, me alegra muchísimo. ¿Va a venir Chikara también?

—Tu marido lo traerá en barco, junto con una criatura asombrosa que dicen que es un
kirin —
respondió Takeo.

—¡Ah! Ishida ha vuelto; me alegro de oírlo. Para serte sincera, Takeo, me contentaría con seguir mi vida tranquila como acompañante de Kaede y de tus hijas, como esposa de mi querido doctor... Pero me da la impresión de que vas a hacerme otra clase de encargos.

—Sigues tan perspicaz como de costumbre. Quiero que te conviertas en cabeza de la familia Muto. Taku trabajará a tu lado, como hizo con Kenji; Zenko, desde luego, deberá someterse a tu autoridad.

—Al cabeza de familia siempre se le ha llamado "el maestro" —le recordó Shizuka—. Nunca ha existido una mujer "maestro". "Maestra" tiene un significado diferente —añadió.

—Pueden llamarte, sencillamente, "líder"; o bien lo que a ti te plazca. Sentará un magnífico precedente. Tengo la intención de introducir esta práctica también en los distritos locales: empezaremos por el País Medio y nos extenderemos hasta el Este y el Oeste. Ya existen muchas zonas donde una serie de mujeres de talento y valía sustituyen a sus maridos. Serán reconocidas y se les otorgará la misma autoridad que a los hombres.

—De modo que fortalecerás el país desde las raíces, y esas mujeres serán el apoyo de tu hija.

—Si ella es la única mujer gobernante, tendrá que comportarse como un hombre; si otras mujeres ocupan puestos de poder, puede que presenciemos cambios por todo el territorio de los Tres Países.

—¡Sigues siendo un visionario, querido primo! —exclamó Shizuka, esbozando una sonrisa en contra de su voluntad.

—Entonces, ¿harás lo que te pido?

—Sí, en parte porque mi tío dejó entrever que ése era su deseo. Asumiré el cargo al menos hasta que Taku madure y Zenko recobre el juicio. Creo que acabará haciéndolo, Takeo, y te agradezco mucho la manera en que le tratas. Pero sea cual fuere el resultado, los Muto permanecerán fieles a ti y a tu familia —hizo una reverencia formal—. Señor Otori, como cabeza principal de la familia, en este momento te juro nuestra lealtad.

—Conozco lo que ya has hecho por el señor Shigeru y por los Otori en general. Mi deuda para contigo es inmensa —repuso Takeo, emocionado.

—Me alegro de que tengamos esta oportunidad de conversar a solas —prosiguió ella—, ya que también tenemos que hablar de las gemelas. Yo confiaba en consultar a mi tío acerca de un suceso que ha ocurrido hace poco; quizá tú sepas cómo afrontarlo.

Le explicó el episodio con el gato: cómo el animal se había quedado dormido y nunca se despertó.

—Sabía que Maya tenía ese poder —añadió Shizuka—, pues había dado varias muestras de ello en la primavera; en un par de ocasiones yo misma me quedé adormilada cuando me miró. Pero los Muto no sabemos gran cosa sobre el sueño de los Kikuta, aunque es un asunto al que se le asocian muchas supersticiones.

—Es como una medicina muy potente —explicó Takeo—. Una pequeña cantidad es beneficiosa, pero una dosis demasiado elevada puede provocar la muerte. Las personas sucumben por culpa de su propia debilidad, su falta de autocontrol. En Matsue me enseñaron a evitar que ese poder me afectase; allí aprendí que los Kikuta nunca miran a los niños de su familia directamente, pues a una edad temprana carecen de defensas. Imagino que un gato joven puede resultar igual de indefenso. Nunca lo he probado con gatos; sólo con perros adultos.

—¿Acaso no has oído hablar de la transmisión entre los muertos y la persona que los ha hecho dormir?

Ante la pregunta, Takeo sintió un hormigueo de malestar en la nuca. Había empezado a llover de nuevo y el tamborileo sobre el tejado sonaba con más fuerza.

—Por lo general, no es el sueño de los Kikuta lo que mata —replicó Takeo con voz pausada—. Sólo se utiliza para incapacitar; la muerte siempre debe llegar por otros medios.

—¿Es eso lo que te enseñaron?

—¿Por qué me lo preguntas?

—Me preocupa Maya; da la impresión de estar poseída. Ya ha ocurrido otras veces entre los Muto, ¿lo sabías? Al propio Kenji le llamaban "el Zorro" cuando era joven; decían que el espíritu de un zorro le había poseído —incluso que había tomado a una hembra de zorro como primera esposa—. Pero aparte de mi tío, no conozco ninguna otra transformación reciente. Se diría que Maya hubiera absorbido el espíritu del gato. A todos los niños les gustan los animales y los imitan, pero con el paso de los años abandonan la costumbre. En el caso de tu hija, es al contrario. No puedo hablarle a Kaede sobre el asunto; Shigeko ya sospecha que algo va mal. ¡Cuánto me alegro de que hayas regresado!

Takeo asintió con la cabeza, profundamente perturbado por la noticia.

—No parece que tus nietos hayan heredado los poderes de la Tribu —observó.

—No; y me alegro, la verdad. Mejor que sean guerreros, como su padre. Kenji solía decir que los poderes desaparecerían con el paso de dos generaciones. Tal vez en las gemelas estemos viendo el último vestigio de llama antes de que la lámpara se apague.

"A veces, las llamas finales pueden arrojar sombras grotescas", recapacitó Takeo.

* * *

Nadie les molestó durante la conversación. En todo momento Takeo aguzó el oído por si escuchaba una respiración, el ligero chasquido de una articulación en movimiento o el suave paso que desvelaría a un oyente furtivo, ya se tratara de sus propias hijas o de un espía; pero lo único que percibía era la caída de la lluvia, el rugido de los truenos distantes y el refluir de la marea.

Sin embargo, una vez que hubieron terminado y Takeo se dirigía caminando a la habitación de Kaede, oyó delante de sí un sonido asombroso, una especie de gruñido mitad humano y mitad animal. Luego se escuchó una voz infantil que lanzaba alaridos de miedo y el sonido de pisadas. Al dar la vuelta a la esquina, se topó con Sunaomi.

—¡Tío! Discúlpame —el niño soltaba risitas nerviosas, presa de la emoción—. ¡El tigre va a alcanzarme!

Takeo se fijó entonces en las sombras proyectadas sobre el biombo de papel. Durante unos segundos, vio con claridad una silueta humana y, tras ella, otra con orejas aplastadas, garras afiladas y larga cola. Al momento, las gemelas doblaron la esquina a toda velocidad, emitiendo gruñidos. Se detuvieron en seco al verle.

—¡Padre!

—¡Ella es el tigre! —vociferó Sunaomi.

Miki observó el semblante de Takeo, dio un tirón de la manga de Maya y dijo:

—Sólo estábamos jugando.

—Sois demasiado mayores para esta clase de juegos —amonestó él, ocultando su preocupación—. Ésa no es manera de dar la bienvenida a vuestro padre. Esperaba encontraros convertidas en unas mujercitas.

Como de costumbre, el desagrado de Takeo fue para las niñas como un jarro de agua fría.

—Lo sentimos —se disculpó Miki.

—Perdónanos, Padre —suplicó Maya, ya sin rastro del tigre en su voz.

—También fue culpa mía —añadió Sunaomi—. Debería haberme dado cuenta de que, después de todo, sólo son niñas.

—Veo que tengo que hablar seriamente con vosotras dos. ¿Dónde está vuestra madre?

—Te está esperando. Dijo que a lo mejor nos permitirías cenar con vosotros —susurró Miki con voz asustada.

—Bueno, supongo que tenemos que dar la bienvenida a Sunaomi. Podéis cenar con nosotros; pero nada de convertirse en tigres, ¿entendido?

—Se supone que la gente se lanza a los tigres para servirles de alimento —comentó Maya mientras los tres caminaban acompañando a Takeo—. Shigeko nos contó la historia. —La gemela no pudo resistir susurrarle a su primo:— Y lo que más les gusta a las fieras son los niños de tu edad.

Pero Sunaomi se había tomado en serio la reprimenda de su tío e hizo caso omiso del comentario.

Takeo tenía la intención de hablar con las gemelas aquella misma noche, pero para cuando hubieron terminado de cenar la fatiga le vencía; además, anhelaba quedarse a solas con Kaede. Las niñas mantuvieron un comportamiento impecable durante toda la comida, se mostraron amables con su primo y exquisitamente educadas con sus padres y su hermana mayor. Takeo se percató de que ambas eran excelentes actrices, y se preguntó si tales dotes serían suficientes para llevar a término un matrimonio convencional; por ejemplo, con el propio Sunaomi. ¿Y si no necesitaran casarse, sino emplear sus poderes en el seno de la Tribu, tal vez como sucesoras de Shizuka en el futuro? No cabía duda de que Shizuka había tenido más libertad a la hora de tomar sus propias decisiones que cualquier otra mujer que Takeo hubiera conocido, y sus acciones habían cambiado el curso de la historia de los Tres Países. Además, había tenido tantas relaciones con hombres como había deseado y, de ahora en adelante, como cabeza de la Tribu, contaría con más poder que ninguna otra mujer, con la excepción de Kaede.

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