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Authors: Mats Strandberg,Sara B. Elfgren

Tags: #Intriga, #Infantil y juvenil

El círculo (38 page)

—Hola, preciosa —le dice sonriendo.

—¿Quién es? —pregunta Jonte aún con la suspicacia resonándole en la voz.

—Tranquilo, está conmigo —dice Jari—. Anna-Karin, este es Jonte, el que ha organizado la fiesta.

Jari sostiene en la mano una botella transparente con un líquido marrón y le sonríe.

—Mejor que la cerveza —dice con gesto triunfal.

—Llévate a esa mierda de tía y esa mierda de bebida a otra parte —ordena Jonte con desprecio.

—Oye… —dice Jari amenazándolo y dando un paso al frente.

—No pasa nada —se apresura a decir Anna-Karin—. Ven, Jari.

—Jonte puede ser un poco raro a veces —asegura Jari. Los ruidos de la fiesta aumentan a medida que suben la escalera—. Tiene el cerebro fumado, ¿lo pillas? ¿Fumado?

Suelta una risa ronca y le ofrece la botella. Anna-Karin se detiene y la coge agradecida. Lo más probable es que Vanessa y Linnéa sigan allí arriba.

Toma un trago y por poco le da un ataque. Es como si tuviera la boca llena de napalm ardiendo, pero se obliga a tragar. Sigue quemándole mientras le baja por el esófago. Le dan arcadas varias veces y espera que Jari no se dé cuenta.

—Buen material, ¿no? —pregunta Jari sonriendo.

—Um.

Da otro trago. Esta vez resulta más fácil, como si el primero le hubiera anestesiado toda la boca y la garganta. Empina la botella una vez más, deja que el líquido le siga corriendo por la garganta.

—Oye, tómatelo con calma —se ríe Jari.

Y solo por eso, naturalmente, Anna-Karin da un trago más antes de devolverle la botella.

Cuando abren la puerta del sótano se dan de cara con los acordes estridentes de guitarras de rock.

Minoo sueña con Ofelia. Ofelia, que es Rebecka. Está ahogándose y ella trata de salvarla. Se sumerge en el arroyo. Es de una profundidad que sorprende y tiene que luchar contra la corriente para mantenerse de pie. Intenta agarrarse al vestido blanco que se mueve ondulante en el agua, alrededor de Rebecka. Pero se le escapa de entre los dedos, no consigue aferrarse a él. Rebecka la mira con ojos tristes, como si estuviera apenada por Minoo.

Minoo… Minoo, tienes que despertarte ya.

Minoo protesta en el estado de semivigilia en que se encuentra. No ha terminado de soñar. Tiene que coger a Rebecka.

Despiértate.

Abre los ojos y mira desconcertada la habitación. Poco a poco se le habitúan los ojos a la oscuridad. Las formas del dormitorio, que tan familiares le son, se perfilan con matices de gris y negro. Se esfuerza por recordar qué la ha despertado, pero le cuesta concentrarse.

Minoo…

El corazón le da un vuelco. Es una voz que no es una voz. Es como si la tuviera dentro de la cabeza, disfrazada de uno de sus propios pensamientos. Es suave y agradable, y le infunde un miedo espantoso.

Se incorpora en la cama. Tantea en busca de la lámpara de la mesita de noche, da con el cable y aprieta el interruptor.

Mira a su alrededor con el corazón bombeándole, bum, bum, bum, en el pecho. Es tanto su miedo que se siente como un animal. Solo le quedan los instintos. Apenas se atreve a respirar. Si emite el menor sonido algo terrible la encontrará.

La lámpara de la mesita parpadea de pronto.

Levántate.

El cuerpo de Minoo obedece, se levanta de la cama, empieza a caminar hacia la puerta.

Y comprende que ese algo terrible está dentro de ella.

Cuando llega al pasillo, ve la puerta del cuarto de baño abierta de par en par. Alcanza a oír el ruido del agua que corre. De una bañera que se llena. Paso a paso va acercándose a la puerta abierta.

Nada de dolor,
susurra la voz.
Nada de dolor, te lo prometo.

Los pies de Minoo entran sigilosamente en el cuarto de baño y la puerta se cierra silenciosa a su espalda.

40

Jari conduce a Anna-Karin a una de las habitaciones más pequeñas del piso de arriba. Hay cojines esparcidos por el suelo y, en el centro, una mesa de ping-pong. Dos chicas sacan un cubito de hielo del vaso y se lo pasan la una a la otra dándose un beso. Es evidente que exageran para que las vean los chicos que están sentados en los cojines.

Anna-Karin apoya los codos en la mesa. Todo el mundo se tambalea de un lado a otro, como si estuvieran en alta mar. Si centra la vista en un punto al frente, no se siente tan mareada.

—¿Cómo estás? —pregunta Jari.

Jari, tan bueno y considerado. Con esos ojos tan bonitos. El encantamiento de Anna-Karin no puede ser la razón de que la mire de ese modo. Tiene que gustarle de verdad. Está segura.

—Estoy de puta madre —dice Anna-Karin.

Tiene la lengua como anestesiada. Tartamudeante y medio dormida, como si no pudiera seguir el ritmo. Y siente tal peso en la cabeza que le cuesta mantenerla derecha. Pero es verdad lo que dice. Está de puta madre. Está con Jari. El chico de sus sueños.

—No me he vuelto así solo porque lleve toda la vida siendo gorda y fea. Mi madre tiene la culpa. Estoy segura, joder. Me ha convertido en un ser completamente antichicos. Ella nunca…

En ese punto, Anna-Karin se ve obligada a tragarse una bocanada de vómito que le sube espumeante por la garganta antes de continuar. Carraspea y mira a su alrededor para abarcar también con la vista a los chicos que están sentados en los cojines.

—Nunca me ha dicho nada bueno de vosotros. O sea, no de vosotros en concreto, pero ya sabéis a qué me refiero. O sea, de los tíos. ¿Lo entendéis? —Anna-Karin no sabe si está a punto de reír o llorar. Todo es tan divertido y tan triste al mismo tiempo… Y todo le da vueltas—. Pero sois tan de puta madre. Lo sabéis, ¿verdad? Me alegro tanto de que existáis. Joder, está bien que haya tíos. Tíos, tíos, tíos. ¡Más tíos!

Ella misma puede oírse, totalmente ida de la cabeza. Siempre creyó que la gente borracha no se entera de lo ida que parece. Ahora sabe que cuando estás borracho
no te importa
que parezca que estás ido de la cabeza. No le importa lo más mínimo. Ni eso ni ninguna otra cosa. Es como pesar mil kilos menos.

—¿No deberías darle un poco de agua? —oye que le dicen a Jari.

¿Por qué hablan de ella como si no estuviera allí?

Anna-Karin bordea la mesa de ping-pong tambaleándose en dirección a Jari. Invierte todas sus fuerzas en conservar el control sobre él. Seguramente a los demás no les cae bien. Pero y qué. Jari es lo único importante.

—¿A quién quieres tú? —pregunta Anna-Karin mirándolo.

—A ti, por supuesto —responde Jari sin pestañear.

Anna-Karin da unos pasos hacia él, tropieza y cae directamente en sus brazos. Se da un golpe en la frente con su entrecejo, pero ella apenas lo nota. Le echa los brazos al cuello y abre la boca.

Al principio Jari la besa despacio. Ella trata de mantener el equilibrio apoyándose en él mientras piensa en la cantidad de palabras que riman con lo que están haciendo en ese momento. ¿Olisquearse, toquetearse, comerse… arañarse? ¿Agarrarse? Y luego deja de pensar por completo. Lo único que existe son sus bocas. Su lengua en la boca de él. La lengua de él en su boca. Le lame el labio y él deja escapar un gemido. Sus dientes se entrechocan un par de veces. Anna-Karin se siente cada vez más osada. No entiende cómo se atreve a chuparle la lengua de ese modo. Recorre su cuerpo con las manos y las mete por debajo del jersey. Es delgado. Nota los músculos. Tiene la piel caliente. Un vello suave bajo el ombligo. Los dedos de Anna-Karin se mueven por sus vaqueros. Él vuelve a gemir.

—¡Pero joder! —chilla una chica—. ¿No podéis iros a follar a otro sitio?

Anna-Karin y Jari abren los ojos al mismo tiempo y miran a su alrededor como desorientados.

Jari no aparta ni la vista ni los brazos de ella mientras le dice:

—No me explico qué me está haciendo esta tía.

Anna-Karin humedece los labios como ha visto que hacen las chicas de las películas porno que ha estado viendo a escondidas. Cae en la cuenta de que seguramente también está tragándose un poco de la saliva de Jari, porque tiene la boca llena y, por alguna razón, la idea no le resulta repugnante. De hecho, no le resulta nada repugnante.

Anna-Karin se acerca y le susurra a Jari al oído:

—Vamos a buscar un sitio donde hacerlo. Quiero hacerlo ahora mismo.

Jari asiente y le da un beso fugaz en la boca. Solo con eso Anna-Karin siente impulsos eléctricos por todo el cuerpo. Quiere más. Ahora mismo.

Vuelven al centro de la fiesta. Se queda atónita al ver otra vez a toda aquella gente. Anna-Karin trata de conseguir que se aparten, pero apenas puede mantenerse en pie.

Deja que Jari vaya delante y abra paso para los dos.

—¿Al piso de arriba? —le pregunta a gritos por encima del hombro.

Anna-Karin asiente, pero entonces ve a Vanessa y a Linnéa acercarse indignadas. Qué absurdo. Le suelta la mano a Jari.

—Ve tú delante y mira si hay alguna habitación libre, yo te espero aquí —le dice.

Se cruza de brazos y las espera. Esta vez no piensa echar a correr.

El agua sale con fuerza del grifo de la bañera. Lo único que Minoo puede hacer es mirar mientras la superficie del agua asciende lentamente. El vapor ha empañado el espejo y el pijama se le pega ligeramente al cuerpo.

Minoo está ahí, en algún lugar dentro de sí misma, y quiere salir. Se encuentra atrapada en su propio cuerpo, encerrada detrás de su propio rostro. Oye que echan la llave de la puerta del cuarto de baño a su espalda. Se oye un clic. Ella trata de gritar pero el grito no llega a las cuerdas vocales.

Todos los detalles del cuarto de baño se evidencian con una claridad cristalina. Es capaz de percibir cada hilo de la esponjosa alfombra del cuarto de baño que tiene bajo sus pies. Cada estría del agua que sale del grifo. El cemento gris oscuro que une los azulejos.

¡Déjame en paz!
, grita en su interior.
¡Déjame ir!

No puedo.

Lo más aterrador es que la voz suene tan amable, tan agradable.

El grifo de la bañera se cierra. Minoo contempla la superficie del agua, donde flotan unas motas de polvo. Ve caer del grifo las últimas gotas.

Llaman a la puerta.

—¿Minoo? —dice su madre.

Suena adormilada. Minoo se la imagina al otro lado de la puerta, a menos de un metro de distancia, envuelta en su vieja bata de color rojo oscuro.

¡Mamá!
, piensa Minoo.
¡Mamá, ayúdame!

—Me he despertado, no podía conciliar el sueño y he pensado darme un baño caliente. Perdona si os he despertado —se oye decir Minoo.

—De acuerdo. Pero ten cuidado de no quedarte dormida en el agua —le dice su madre antes de marcharse.

Minoo da unos pasos al frente. El calor que sube de la bañera le da en la cara.

Pronto habrá pasado todo. No quieres seguir aquí. No tienes ni idea de lo que te espera en este mundo. Todo irá a peor. Mucho, mucho peor. Y todo para nada. Es absurdo luchar. Tú, con lo que te gusta la lógica, ya has llegado a esa conclusión, ¿verdad? No podéis vencer.

Minoo mete un pie en la bañera. El agua está muy caliente pero no llega a quemar. Mete el otro pie. Las perneras del pijama se le pegan a las pantorrillas. Le suplica a esa presencia extraña que la deje libre. Se lo ruega.

Todo ese sufrimiento, Minoo, es solo el principio. Créeme. Esto es más fácil.

El agua va envolviéndole el cuerpo mientras Minoo se sumerge en la bañera. Se le llena de aire la chaqueta del pijama, que se hincha como un globo, y ella lucha por mantener la cabeza por encima de la superficie del agua.

Por un instante puede ver lo que la retiene, una especie de humo negro que la rodea. Concentra toda su fuerza de voluntad en dispersarlo y enseguida parece que el humo se aligera un poco.

Minoo recupera el control sobre sus manos. Se agarra convulsamente al borde de la bañera. Le tiemblan los brazos por el esfuerzo.

Suéltate, Minoo.

Vuelve a perder la fuerza en los dedos. Se le estiran y se sueltan del borde de la bañera. Se hunde. El agua caliente le cubre la cara.

No tiene ningún sentido oponer resistencia.

Si su madre se ha vuelto a dormir, puede que ni ella ni su padre vayan al cuarto de baño e intenten abrir la puerta hasta la mañana siguiente. ¿Estará ya abierta la cerradura o tendrán que forzarla? ¿Tendrá Minoo bajo el agua los ojos abiertos, mirando sin ver?

La fuerza oscura tira de ella hacia abajo hasta que da con la nuca en el fondo de la bañera.

Perdón.

—Venga, ven que te acompañamos a casa —le propone Linnéa.

—Ni hablar —dice Anna-Karin.

El humo de tabaco se extiende como una neblina mezclado con otro de olor más dulzón. Anna-Karin se da cuenta de que puede que lo de beberse un vaso de agua no sea tan mala idea.

Nota un codazo en la espalda y se tambalea un poco. Por un momento cree que va a perder el equilibrio pero consigue mantenerlo moviendo los brazos.

—Mierda, ni siquiera puede mantenerse de pie —dice Vanessa.

—¡Oye, que me han empujado! —protesta Anna-Karin.

La ira que se le enciende por dentro le despeja el cerebro. Ahora lo entiende. Para Vanessa debe de ser un rollazo no seguir siendo el centro de atención todo el tiempo. Y que ahora Jari quiera a Anna-Karin y no a ella.

—No pienso ir a ninguna parte. Vosotras podéis iros si queréis.

—Yo creo que ya has tenido bastantes aventuras por hoy —dice Linnéa.

—Pienso quedarme aquí toda la noche —asegura Anna-Karin—, y voy a perder la virginidad con Jari.

Vanessa se queda literalmente boquiabierta. Anna-Karin no ha visto nunca a nadie quedarse tan estupefacto.

—O sea, que piensas violarlo —dice Linnéa.

—Para nada —responde Anna-Karin.

—Si te acuestas con él en contra de su voluntad será violación.

—Todas sabemos que nunca lo haría voluntariamente —añade Vanessa.

—¡Pero si eso es lo único que quieren los tíos! —grita Anna-Karin—. ¿Qué tío dice que no a eso, eh?

—Anna-Karin —dice Vanessa en tono decidido—. Sé que eres muy inexperta, pero esas cosas no funcionan así. Jari es un ser humano. No alguien a quien puedas utilizar. ¿A ti te gustaría que un chico te hiciera algo así?

—No es lo mismo. Y Jari me quiere de verdad, aunque no lo creáis.

—Estás sobrepasando todos los límites —dice Linnéa.

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