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Authors: Charlaine Harris

De muerto en peor

 

La comunidad sobrenatural de Bon Temps, Luisiana, se está recuperando de dos duros golpes: el desastre natural del huracán Katrina y los acontecimientos de la cumbre vampírica el mes anterior en la norteña ciudad de Rhodes. Sookie Stackhouse está a salvo, aunque un poco aturdida, deseosa de que todo vuelva a la normalidad. Pero la normalidad no termina de llegar. Demasiados vampiros —algunos amigos, otros no— han sido asesinados o heridos y su novio tigre, Quinn, está en el grupo de los desaparecidos.

Las cosas están cambiando, les guste o no a los cambiantes y a los vampiros de su rincón de Luisiana. Y Sookie, amiga del grupo y con un vínculo de sangre con Eric Northman, líder de la comunidad vampira local, se ve en el meollo de cambios.

En las subsiguientes batallas, Sookie ha de enfrentarse al peligro, la muerte y, una vez más, a la traición de alguien a quien quiere. Y justo cuando todo el pelaje ha terminado de volar por los aires y toda la sangre fría ha acabado de fluir, su mundo se verá alterado para siempre...

Charlaine Harris

De muerto en peor

Saga Sookie Stackhouse 8

ePUB v1.1

Percas
01.09.11

Aun sin poder caminar ni ver tan bien como antes,

mi madre, Jean Harris, sigue siendo la persona

más completa que he conocido en mi vida. Ha sido

el baluarte de mi existencia, los cimientos sobre

los que me creé y la mejor madre que haya

podido tener una mujer.

Agradecimientos

Una reverencia para Anastasia Luettecke, una perfeccionista que me aportó todo el latín de Octavia. Y gracias a Murv Sellars por actuar de intermediaría. Como siempre, tengo una gran deuda y quiero mostrar todo mi agradecimiento hacia Toni L. P. Kelner y Dana Cameron por sus valiosos comentarios y por su precioso tiempo. Mi única e incomparable acolita, Debi Murray, me ayudó con sus conocimientos enciclopédicos del universo de Sookie. El grupo de entusiastas lectores conocido con el nombre de «Charlaine's Charlatans» me dio moral y apoyo (moral), y espero que este libro les sirva a modo de recompensa.

Si esto fuera
El señor de los anillos
y yo tuviera un elegante acento británico como Cate Blanchett, podría contarte los antecedentes de los acontecimientos de aquel otoño en un tono auténtico de suspense. Y te morirías de ganas de escuchar el resto.

Pero lo que sucedió en mi pequeño rincón del noroeste de Luisiana no fue una historia épica. La guerra de vampiros fue algo más al estilo de un golpe de estado en un pequeño país y la guerra de los cambiantes fue una especie de trifulca fronteriza. Incluso en los anales de la América sobrenatural —que imagino deben de existir por alguna parte—, no fueron más que capítulos menores..., siempre y cuando uno no estuviera implicado en los golpes de estado y en las trifulcas.

Porque, en ese caso, pasaban a ser condenadamente importantes.

Y todo fue por culpa del Katrina, el desastre que no hizo más que dejar a su paso dolor, desgracias y cambios permanentes.

Antes del huracán Katrina, Luisiana poseía una próspera comunidad de vampiros. De hecho, la población de vampiros de Nueva Orleans había aumentado, convirtiendo la ciudad en un lugar al que se debía acudir si uno quería ver vampiros; algo que hacían muchos norteamericanos. Los clubes de jazz de los no muertos, donde actuaban músicos a los que nadie había visto tocar en público desde hacía décadas, eran un gancho increíble. Clubes de
striptease
de vampiros, vampiros clarividentes, actos sexuales vampíricos...; lugares secretos y no tan secretos donde poder ser mordido y tener un orgasmo allí mismo: en el sur de Luisiana había de todo.

Pero en la parte norte del estado no había tantas cosas. Yo vivo en esa zona, en una pequeña ciudad llamada Bon Temps. Pero incluso allí, donde los vampiros son relativamente escasos, los no muertos estaban realizando importantes avances económicos y sociales.

En conjunto, los negocios de vampiros en el estado del Pelícano marchaban viento en popa. Pero entonces llegó la muerte del rey de Arkansas mientras su esposa, la reina de Luisiana, se divertía con él poco después de su boda. Y como el cadáver se desintegró y todos los testigos —excepto yo— eran seres sobrenaturales, la ley humana lo pasó por alto. Pero los demás vampiros prestaron atención al caso y la reina, Sophie-Anne Leclerq, se encontró en una posición legal muy insegura. Entonces llegó el Katrina, que asoló las bases económicas del imperio de Sophie-Anne. Y encima, cuando la reina empezaba a recuperarse de todos estos desastres, se produjo otro. Sophie-Anne y algunos de sus más fieles seguidores —entre los que estaba yo, Sookie Stackhouse, telépata y humana— nos vimos sorprendidos por una terrible explosión en Rhodes que produjo la destrucción del hotel para vampiros llamado Pyramid of Gizeh. Una facción disidente de la Hermandad del Sol reclamó la autoría del atentado y, pese a que los líderes de esa «iglesia» contraria a los vampiros censuraron el odioso crimen, todo el mundo sabía que a la Hermandad le traía sin cuidado el destino de los que habían resultado gravemente heridos por la explosión y mucho menos el de los vampiros muertos (ahora ya muertos del todo) o el de los humanos que trabajaban para ellos.

Sophie-Anne había perdido las piernas, a varios miembros de su séquito y a su compañero del alma. Su abogado medio diablo, el señor Cataliades, le había salvado la vida. Pero su recuperación iba a ser muy lenta y se encontraba en una situación de enorme vulnerabilidad.

¿Qué papel desempeñaba yo en todo esto?

Había ayudado a salvar vidas después del derrumbamiento de la pirámide y me aterraba pensar que me encontraba en el radar de gente que podía quererme a su servicio y utilizar mis dotes telepáticos para satisfacer sus objetivos. Había objetivos buenos, y no me importaría echar una mano de vez en cuando a los servicios de rescate, pero quería seguir viviendo mi vida. Había sobrevivido; como también lo había hecho mi novio, Quinn, y los vampiros que más me importaban. En lo referente a los problemas de Sophie-Anne, las consecuencias políticas del atentado y el hecho de que grupos sobrenaturales estuvieran dando vueltas al debilitado estado de Luisiana como hienas en torno a una gacela moribunda..., había decidido no pensar en ello.

Tenía otras cosas en la cabeza, asuntos personales. No estoy acostumbrada a pensar mucho más allá de mañana; es mi única excusa. Pero no sólo no estaba pensando en la situación de los vampiros, sino que tampoco me di cuenta de otra circunstancia sobrenatural sobre la que no había reflexionado y que resultó ser crucial para mi futuro.

Cerca de Bon Temps, en Shreveport, hay una manada de licántropos cuyas filas están repletas de hombres y mujeres de la base aérea de Barksdale. El año pasado, la manada de lobos había quedado claramente dividida en dos facciones. Y yo había aprendido en Historia de América lo que había dicho Abraham Lincoln, citando la Biblia, sobre casas divididas.

Suponer que esas dos situaciones se solucionarían solas, no prever que su resolución acabaría implicándome..., la verdad, había sido una cuestión de ceguera incomprensible. Pero soy telépata, no vidente. Para mí, la mente de los vampiros es un relajante espacio en blanco. Leer la mente de los hombres lobo es complicado, aunque no imposible. Es la única excusa que me libra de no haberme dado cuenta de los problemas que se estaban gestando a mi alrededor.

¿Y qué era lo que mantenía mi cabeza tan ocupada? Pues las bodas... y mi novio, que estaba en paradero desconocido.

Capítulo 1

Estaba poniendo en orden las botellas de licor sobre la mesa plegable que había detrás de la barra portátil cuando entró corriendo Halleigh Robinson, toda sofocada y con su rostro, habitualmente dulce, bañado de lágrimas. Me llamó la atención de inmediato, pues iba a casarse en menos de una hora e iba todavía vestida con pantalones vaqueros y camiseta.

—¡Sookie! —dijo, rodeando la barra para agarrarme del brazo—. Tienes que ayudarme.

Ya la había ayudado vistiéndome con mi ropa de camarera en lugar del bonito vestido que pensaba ponerme.

—Claro —dije, imaginándome que Halleigh quería que le preparara alguna bebida especial..., aunque si hubiera escuchado sus pensamientos sabría ya que no me quería precisamente para eso. Pero como me apetecía estar de buen humor, había puesto en marcha mis mejores escudos protectores. Ser telépata no es divertido, sobre todo si estás metida en una ceremonia de alta tensión como es una doble boda. Esperaba ser invitada, no camarera. Pero el camarero del catering había sufrido un accidente de coche cuando venía de Shreveport y Sam, que había sido despedido cuando E(E)E insistió en utilizar su propio camarero, tuvo que ser contratado rápidamente de nuevo.

Yo estaba un poco frustrada por tener que verme en el lado profesional de la barra, pero no me había quedado otro remedio que hacerle un favor a la novia en un día tan especial como aquél.

—¿Qué puedo hacer por ti? —le pregunté.

—Necesito que seas mi dama de honor —respondió.

—¿Qué?

—Tiffany se ha desmayado después de que el señor Cumberland hiciera la primera tanda de fotografías. Va camino del hospital.

Faltaba una hora para la boda y el fotógrafo había decidido ir adelantando las fotografías de grupo. Las damas de honor y los padrinos ya estaban acicalados. Halleigh debería estar ya ataviada con sus galas de boda pero iba aún en vaqueros y con rulos, sin maquillar y con la cara llena de lágrimas.

¿Quién habría sido capaz de negarse?

—Tienes la talla adecuada —dijo—. Y seguramente a Tiffany tendrán que operarla de apendicitis. ¿Puedes probarte el vestido?

Miré de reojo a Sam, mi jefe.

Sam me sonrió y movió afirmativamente la cabeza.

—Adelante, Sook. Oficialmente no abrimos el negocio hasta después de la boda.

De modo que entré con Halleigh en Belle Rive, la mansión de los Bellefleur, recientemente restaurada para que recuperara el esplendor que mostraba antes de la Guerra de Secesión. Los suelos de madera estaban resplandecientes, los dorados del arpa que había junto a la escalera relucían, la cubertería del enorme aparador del comedor brillaba. Por todas partes revoloteaban criados con chaquetas blancas en las que estaba grabado el logo de E(E)E con elaborada caligrafía negra. Extreme(ly Elegant) Events se había convertido en la empresa más importante de catering de lujo de Estados Unidos. Sentí una punzada en el corazón cuando vi el logotipo, pues mi chico, el que había desaparecido, trabajaba para la división sobrenatural de E(E)E. No dispuse de mucho tiempo para sentir aquel dolor, pues Halleigh me arrastró escaleras arriba de un modo inexorable.

La primera habitación de la planta superior estaba llena de jovencitas vestidas de dorado alborotando en torno a la futura cuñada de Halleigh, Portia Bellefleur. Halleigh pasó corriendo por delante de aquella puerta para entrar en la segunda habitación a la izquierda. También estaba llena de mujeres jóvenes, pero éstas iban vestidas con gasa de color azul noche. Reinaba el caos y la ropa de calle de las damas de honor estaba amontonada por todas partes. Junto a una de las paredes había un puesto de maquillaje y peluquería atendido por una mujer de aire estoico vestida con un blusón rosa, rulos en mano.

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