Read Betibú Online

Authors: Claudia Piñeiro

Tags: #Humor, Policíaco

Betibú (15 page)

Veinte minutos después llegan Rodrigo y sus amigos, que finalmente eran cinco, y diez minutos después que ellos las empanadas. Nurit está condimentando las ensaladas y le pide a Carmen que vaya a recibir el pedido: Sacá plata de mi billetera que está sobre el microondas. El caniche toy se mete en la cocina y va directo a frotarse en las piernas de Nurit. ¿Alguien se puede ocupar de este animal?, dice ella mientras intenta deshacerse del perro pero Juan, su novia y la hermana de su novia toman sol como lagartos y nadie le responde. Carmen regresa con las empanadas y le dice: ¿No serán poco dos docenas para tanta gente saludable? ¡Me olvidé de llamar para agregar más!, ¿Alzheimer o desborde? Desborde, amiga, tranquila, le contesta Carmen. Nurit toma el teléfono y llama, pide que le manden cuatro docenas. ¿Cuánto?, ¿una hora y media de espera?, se queja al teléfono. Bueno, haga lo que pueda, dice y corta con un poco más de malhumor. Por suerte el chico de Policiales aún no llega, dice, en el momento en que suena el teléfono otra vez. Ella deja la ensalada, atiende, escucha lo que le dicen y luego responde: Sí, que pase.

CAPÍTULO 13

Jaime Brena y el pibe de Policiales esperan en una larga cola detrás de la barrera que dice «Visitas». Nurit Iscar ya autorizó su ingreso, uno de los guardias les revisó el baúl para ir ganando tiempo y les indicó en un mapa del barrio el camino para llegar a la casa que visitan. Pero falta que pasen por la barrera, muestren sus documentos y les saquen una foto. Y hay como seis autos delante de ellos, así que tienen, por lo menos, para quince minutos más. La novia del pibe de Policiales se quedó en el primer semáforo rojo que los detuvo cuando iban camino a la casa de Jaime Brena. Pretendía pasar por su casa a buscar una bikini y su novio ya le había dicho, reiteradas veces, que era tarde, que los estaban esperando y que no iba a la casa de Nurit Iscar de picnic sino por trabajo. Pero ¿qué voy a hacer todo el día en una quinta mientras vos trabajás si no puedo tomar sol?, dijo la chica cuando estaban detenidos en una esquina, mientras la luz del semáforo pasaba de rojo a verde. Tenés razón, contestó el pibe de Policiales, se bajó del auto, lo rodeó, abrió la puerta del acompañante, la ayudó a salir y le dijo: Mejor no vengas. La chica se quedó atónita. Nunca nadie me hizo un desplante así, se quejó mientras el pibe le daba la mano para ayudarla a salir. Siempre hay una primera vez, le dijo él, se subió al auto y se fue. A Jaime Brena no le asombró que el pibe de Policiales llegara solo porque nunca se enteró de que su novia vendría con ellos, pero sí la cara tensa, el ceño fruncido y el intento fallido del pibe de que pareciera que todo estaba en orden. ¿Pasa algo?, le preguntó. Problemas domésticos, contestó el pibe de Policiales y ya no tocaron el tema.

En el viaje a lo largo de la Panamericana hablaron de fútbol, del diario, del retiro voluntario en el que probablemente Jaime Brena se anotará, de José de Zer, de Karina Vives —¿me parece a mí o la chica te calienta?, le preguntó Brena; el pibe se hizo el tonto y apenas contestó: es una linda chica pero muy antipática, a lo que Brena dijo: hay que saberla llevar—, de Pedro Chazarreta, de Lorenzo Rinaldi y de Nurit Iscar. El tráfico de ese sábado al mediodía era intenso y Brena le tuvo que pedir al pibe que no frenara tan pegado al auto de adelante si no quería que le vomitara el tapizado. Bajaron de la Panamericana dos puentes antes del que correspondía a la salida de La Maravillosa, les costó más de un intento retomar la autopista y salir en el correcto, pero finalmente lo lograron. Pensar que hay gente que hace este viaje todo los días, dijo el pibe, están locos. No los subestimes, pertenecer tiene sus privilegios, como diría American Express, le contestó Brena.

Por fin es el turno de ellos, documento, foto, registro, seguro del auto, baúl otra vez —«pero si ya lo miraron», «ah, disculpe»— y entran en La Maravillosa. Jaime Brena, de inmediato, reconoce el camino, esa calle bordeada por árboles a un lado y al otro, donde las ramas más altas se tocan en las copas formando un túnel verde por el que se filtra el sol del mediodía. De eso se acordaba bien, de ese túnel verde. Brena baja la ventanilla y se desabrocha el cinturón de seguridad. Carga sus pulmones de aire. ¿Conocías este lugar?, le pregunta al pibe. No, éste no, le contesta. Yo hace más de un año que no entro, pero está todo igual que cuando vine a entrevistar a Chazarreta. O parece todo igual; de hecho, ya no está él. En aquel entonces seguía implicado en la causa por la muerte de su esposa. Desde la primera pregunta me quiso manipular, intentó que la entrevista se convirtiera en una gacetilla de prensa a su favor. Un tipo difícil, frío, calculador, calmo y muy inteligente. ¿Y vos qué pensás?, le pregunta el pibe. ¿De aquella muerte? Sí. Que la mató él o que la mandó matar; o por lo menos que el tipo sabía quién la mató y por qué, pero definitivamente él era responsable de esa muerte. El pibe de Policiales frena y deja pasar a una madre y a su hija que quieren cruzar la calle subidas arriba de rollers que no dominan ninguna de las dos. ¿Sabés qué le dijo Chazarreta al operador del servicio de ambulancias al que llamó después de descubrir a su mujer muerta? No, dice el pibe. Está grabado, yo escuché la cinta, dijo: Por favor, vengan urgente al lote 23 de La Maravillosa, mi mujer venía caminando distraída, se patinó por la humedad del piso, se llevó una puerta de vidrio por delante, se cortó el cuello y está desangrándose. ¿Podés creer? Una frase demasiado larga y elaborada para alguien que tendría que estar en estado de shock, dice el pibe. Y una frase con la que pretende llevar al otro a concluir lo que él quería que concluyera: que todo fue un lamentable accidente, explica Brena. Además, a menos que hubiera tocado el cadáver, y él en sus primeras declaraciones dijo que no lo hizo sino hasta que llegaron los médicos, no podía saber que el corte era en el cuello porque su mujer estaba boca abajo. ¿Y por qué lo sobreseyeron, entonces? Nunca lo voy a terminar de entender. El fallo dice que las pruebas no eran «concluyentes», y yo sólo con esto que te conté lo condenaría. Pero claro, yo no soy juez.

Un carro a batería que marcha delante de ellos hace que el pibe de Policiales tenga que bajar la velocidad. En el carro va una pareja que lleva detrás dos bolsas con palos de golf, los del hombre un poco más altos que los de la mujer. Uno de los palos de la mujer tiene puesto en la punta una especie de funda corta que representa la cabeza orejuda de un perro de peluche. Brena los mira y dice: Hay otra vida, ¿no? Hay otra vida, sí, hay muchas otras vidas, le contesta el pibe, el asunto es estar viviendo la que uno quiere vivir. Así es, confirma Brena, se lo queda observando un instante y luego agrega: Al final, no eras tan pelotudo vos. El pibe de Policiales lo mira exagerando su sorpresa por el comentario, Brena se ríe. Es un chiste, pibe, no sos pelotudo, te falta calle nomás, y hablando de eso, ¿querés seguir con tu entrenamiento? Sí, estoy listo para pasar a la nueva lección, ya sé todo de José de Zer, de Fuerte Apache y de sus ovnis. ¿De quién me ocupo ahora? De Enrique Sdrech, a Enrique Sdrech lo tenés que conocer. Sí, vi algún informe viejo que cada tanto pasan en la televisión. Un informe no alcanza para conocer a Sdrech, tenés que investigar más, por ejemplo, tenés que saber que le balearon la casa con una Itaka en el 92, ¿o lo sabías? No. Bueno, conseguite un libro de él: Giubileo, un caso abierto. ¿Te acordás del caso Giubileo, no? Más o menos, dice el pibe para no reconocer que no tiene ni idea de qué le habla. Más o menos, repite Brena, mi Dios, una médica que desapareció de la faz de la Tierra sin dejar rastro en el 85. ¿Cuántos años tenías vos en el 85? No había nacido, contesta el pibe. Que lo parió, dice Brena, que lo parió, y se queda mirando un rato por la ventana. No habías nacido, repite con la vista perdida en el campo de golf que aparece a su derecha. Y luego sigue: La doctora Giubileo desapareció en la Colonia Montes de Oca, un neuropsiquiátrico también conocido como Open Door, donde después se supo que traficaban órganos y usaban a los pacientes de cobayos para probar drogas nuevas. En fin, una trágica historia más, no resuelta. A Sdrech este caso lo obsesionaba. Y todos los casos no resueltos: Oriel Briant, Jimena Hernández, Norma Mirta Penjerek. Muchas mujeres para las que no hubo justicia. Era un apasionado. Y un gran lector. ¿Sabés qué aprendí de él? Que las notas policiales no se arman como las de otras secciones, nunca se pone en el copete un dato jugoso, una revelación, eso se deja para el final, como si fuera un cuento.

Tres chicos en bicicleta ocupan toda la calle y no se muestran dispuestos a correrse. El pibe de Policiales espera, no se atreve a tocarles bocina; no parece que eso, tocar bocina, sea un código del lugar. Me da la sensación de que creen que son dueños de la calle, dice el pibe. Son dueños de la calle, o lo van a ser, corrige Brena. Uno de los chicos se va hacia la banquina y se cae, los otros se corren a un costado para ayudarlo, el pibe de Policiales aprovecha el hueco que dejan y los pasa. ¿Se habrá lastimado?, pregunta el pibe. Problema de la madre, contesta Brena. Hacen una o dos cuadras más en silencio y luego el pibe de Policiales se atreve a preguntar: ¿Y a vos qué te obsesiona, Brena? Jaime Brena lo mira sin saber si entendió bien la pregunta. Como Sdrech, como De Zer, vos también debés tener algo que te obsesiona en tantos años de carrera. ¿A mí qué me obsesiona?, ya no sé, hace muchos años me quería parecer a Rodolfo Walsh, ¿sabés?, él era mi modelo, no sé si mi obsesión pero sí mi modelo. Después entendí que no me daba el piné para querer ser como él. Ni a mí ni a nadie, hoy en este país no hay quien se pueda parecer a Rodolfo Walsh. ¿Por qué? Porque Walsh, antes que periodista, antes que escritor, antes que ninguna otra cosa, era un revolucionario, y el periodismo ya nada tiene que ver con la revolución. Nos aburguesamos, pibe. Sacamos panza, con ciertas limitaciones hacemos lo que nos piden, cobramos un sueldo a fin de mes, zafamos como podemos. Y hay algunos caraduras que se las dan de arriesgados porque critican al Presidente o a los medios. O al Presidente y a los medios. ¿Walsh habrá tenido miedo? Yo, en su lugar, habría tenido. Hoy, popes del periodismo o «intelectuales» entre comillas hablan con suficiencia desde sus escritorios, muchas veces instalados en sus casas o donde están de vacaciones. Y se creen importantes porque son «formadores de opinión». Pero el asunto es cómo formás esa opinión, qué valores respetás y qué escrúpulos tenés. Muchos de ellos dan como verdades irrefutables lo que no es más que su propia opinión. O la de otros para los que ellos trabajan. Cuando un periodista se aparta de la información para dar su opinión, sólo es honesto si aclara qué está haciendo. Se puede opinar, pero no se puede pasar opinión por información. La ideología burguesa pretende pasar como natural o normal los intereses de clase. ¿Me fui al carajo, pibe? No, no, le contesta el pibe de Policiales. Jaime Brena sigue: Mierda, nada comparable con escribirle una carta a la Junta Militar y saber que al día siguiente van a venir por vos. Eso era Rodolfo Walsh. ¿Quién sería la Junta, hoy? ¿El Presidente o los grupos de poder que te pagan el sueldo? Ninguno de los dos. Si no estás de acuerdo con la línea editorial del diario para el que trabajás, ¿qué tenés que hacer?, ¿escribir en su misma línea o renunciar?, ¿hay margen para una tercera opción? No sé. El que responde con convicción a estas preguntas, miente. Somos todos demasiado maricones para parecernos a Walsh, pibe. Pero no me hagas caso, tomalo como la sanata de un viejo, tu generación no se hace estos planteamientos. Si cuando desapareció la doctora Giubileo, vos ni habías nacido. Increíble, pibe. Vos tratá de ser un buen periodista de Policiales, salí a la calle y escribí bien, que se entienda, que tenga garra, que atrape. Y sin faltas de ortografía, que eso, hoy por hoy, ya es mucho pedir.

El auto del pibe está frente a la casa de Nurit Iscar. El sonido a reggaeton que llega desde el parque los desconcierta. El chico sube al camino de grava con dudas. ¿Estás seguro de que es acá?, le pregunta Brena. El pibe mira otra vez el mapa y chequea la dirección que escribieron en la guardia: Calandria 675. Entonces es acá, confirma Brena, mirala a Betibú qué moderna para elegir música. Estacionan, bajan del auto, el pibe toca el timbre. ¿Sabés cómo arrancaría esta nota Enrique Sdrech, pibe?, así: «Acá estamos, parapetados en el country club La Maravillosa, más precisamente en la casa de la escritora Nurit Iscar». Le encantaba la palabra parapetados a Sdrech.

Un caniche toy sale a recibirlos. Brena lo mira con desprecio: Este perro no se parece en nada al que imagino para mí.

CAPÍTULO 14

Las presentaciones, las empanadas —después de que llegó la segunda tanda— y la sobremesa transcurren dentro de lo esperable. Con el prematuro anuncio del comisario Venturini de que Jaime Brena vendría a la casa, nadie se sorprende al verlo llegar junto con el pibe de Policiales. Sin embargo, aunque Carmen Terrada se emociona cuando lo tiene frente a frente, es incapaz de decir más que: Hola, mucho gusto. A Nurit Iscar le resulta algo incómodo tanta gente y la mezcla de humanidades diversas que se terminó conformando en su casa —o en la casa que ocupa—, pero trata de manejarlo con naturalidad y aplomo. A pesar de que el aplomo nunca haya sido su virtud más destacada. Se arma un sector joven en la pileta y sus alrededores, y un sector mayor en la galería, a la sombra. Yo no sé cómo estos chicos resisten tanto calor sobre sus cabezas, dice Brena y se acomoda el pelo que le queda pasándose la mano por la suya como si fuera un peine. Nurit lo mira, lo recordaba con más pelo. ¿Cuánto tiempo pasó?, se pregunta. No se refiere al tiempo que pasó desde que vio a Jaime Brena por última vez —pocos días antes—, ni desde que ella dejó de ir al diario con regularidad cuando terminó su relación con Rinaldi —hace más de tres años—. Cuánto tiempo pasó desde que ellos, Nurit, Brena, Paula, Carmen, tenían la edad que hoy tienen sus hijos y podían permanecer al sol sin preocuparse por tener que ponerse en traje de baño frente a los demás, ni por el calor, ni por el cáncer de piel. Cuánto tiempo hacia atrás y cuánto tiempo hacia adelante, las dos opciones la perturban. Por eso, Nurit prefiere no pensar en ninguna de las dos direcciones. Pero dejar de pensar no siempre es una acción voluntaria y al rato se encuentra otra vez preguntándose cómo habrá sido la vida de Jaime Brena cuando ella tenía la edad de sus hijos, treinta y pico de años atrás. Aunque preferiría no recordarlo, Nurit Iscar sabe que saltó con sus amigas de aquel entonces en el Obelisco el día en que la Argentina salió campeona del mundial de fútbol, en 1978. ¿Qué habrá hecho Jaime Brena ese día? Le parece haber leído en alguna parte que él militaba en aquella época. Carmen Terrada también, por eso se tuvo que ir un tiempo. Qué distintos los veinte años que les tocaron vivir a ellos de los que les tocan vivir a sus hijos. Si tuviera que elegir, ella, Nurit Iscar, ¿con qué final de la adolescencia y de la ilusión se quedaría? No lo sabe, no quiere ser ingenua, ni políticamente correcta, sólo quiere hacerse la pregunta, aunque no esté segura de la respuesta. Aunque no quiera estar segura de la respuesta. El pibe de Policiales, por su edad, podría ubicarse con el grupo joven, pero por afinidad laboral se instala en la galería. El caniche toy prefiere la sombra, pero Nurit es terminante con su hijo: Sacame este bicho de encima, y el perro termina encerrado en el lavadero bajo protesta de la novia de Juan.

Other books

Lifelong Affair by Carole Mortimer
Alexander (Vol. 3) (Alexander Trilogy) by Valerio Massimo Manfredi
Emily Greenwood by A Little Night Mischief
Catering to the CEO by Chase, Samantha
Caught by Lisa Moore
A Captain's Duty by Richard Phillips


readsbookonline.com Copyright 2016 - 2024