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Authors: Jens Lapidus

Tags: #Policíaca, Novela negra

Una vida de lujo (46 page)

BOOK: Una vida de lujo
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Habían aumentado el nivel de seguridad, como sucedió después del primer ataque a su padre. Todas las cámaras de vigilancia y alarmas estaban operativas. La habitación de seguridad estaba activada. Patrik estaba en casa las veinticuatro horas del día. El conflicto con Stefanovic no solo se veía venir; ya era un hecho. Solo Dios sabía qué intentaría hacer ese traidor.

Thomas y Milad habían hecho el repaso habitual de la casa en busca de micrófonos. Habían colocado sus teléfonos en la cocina y habían sacado las baterías. Habían llegado en diferentes coches y habían aparcado en diferentes lugares. Querían evitar que los vecinos u otras personas comenzaran a hacerse preguntas. La gente de la zona sabía qué le había pasado a Radovan; no querían mancillar su bonita urbanización de chalés. Querían seguir disfrutando de la mentira de Näsbypark.

Natalie había pensado en la posibilidad de invitarles a tomar un whisky, igual que su padre siempre hacía. Pero había cambiado de idea. Una
nueva era
. Ella debía imprimir su propio sello en esto. Y no le gustaba el whisky, así que ¿por qué todo el mundo iba a tener que tomarlo? Les dijo que tomaran lo que quisieran del minibar.

Bogdan se tomó un
gin-tonic
poco cargado.

Thomas eligió cerveza.

Milad quería una Coca-Cola.

Göran quería tomar whisky. Johnnie Walker Blue Label; el mismo que su padre siempre solía ofrecerles.

Los hombres tenían una expresión seria. Al mismo tiempo, había un ambiente de expectación en el aire. Natalie creía saber por qué. Querían que ella organizara este asunto.

Ella pensó en el día en que su padre le había invitado a tomar un whisky en la biblioteca delante de algunos de ellos. Fue su señal: Natalie cuenta con mi confianza plena, y también contará con la vuestra.

Le había dicho a su madre que se quedara en la sala de televisión o en la cocina. Era un poco raro tener que darle órdenes, especialmente teniendo en cuenta cómo había sido el ambiente entre ellas últimamente. Pero no había otras alternativas, no podía tenerla entrando y saliendo de la biblioteca en medio de la reunión.

Natalie y los hombres charlaron un rato mientras ella les llenaba las copas. Después se sentó en la butaca otra vez.

—Estoy agradecida, no podría estar más contenta. —Habló en sueco, no en serbio. Más que nada para que Thomas comprendiera, pero también: tenía ideas nuevas. Luego continuó—: Ya sabéis que echo en falta a mi padre todos los días. Sabéis que he luchado con el dolor desde que ocurrió. Lo habéis respetado. Me habéis apoyado. Pero también sabéis que hay gente que ha manejado esta situación de manera opuesta.

Los cuatro hombres asintieron con la cabeza. Natalie hizo una pausa. Los miró a todos.

Göran llevaba su atuendo de chándal habitual. Tenía la cabeza ligeramente inclinada hacia arriba. No de una manera insolente, sino más bien porque estaba prestando atención a sus palabras.

Bogdan vestía un jersey rojo con el logotipo de Ralph Lauren del jugador de polo montado a caballo en formato gigante sobre el pecho. Bogdan movía la cabeza todo el tiempo cuando Natalie hablaba, asintiendo lentamente: aceptaba lo que estaba diciendo.

Thomas iba ataviado con una camisa y un par de vaqueros y Milad con vaqueros y una sudadera con capucha, con un dibujo tribal. Los dos escuchaban con atención.

—En primer lugar —dijo Natalie—, he sacado material de la investigación preliminar de la policía. La pasma ha analizado fragmentos del atentado, cartuchos y materiales similares del intento de asesinato en el garaje, y han llegado a la conclusión de que se trata de una granada específica, un tipo concreto de carga plástica y balas de una pistola concreta. Después hemos contactado con Gabriel Hanna, ya sabéis quién es. Él dice que sabe de dónde vienen los artefactos. Ve una conexión.

Hizo otra pausa. Comprobó el interés de los hombres.

—Según Hanna, la granada, la carga plástica y el arma proceden del pub Black & White Inn. Él sabe que han tenido una carga de este tipo de granadas, que han tenido ese tipo de carga plástica a su disposición, y que les llegó una partida de pistolas rusas a principios del año.

Un «Ajá» inundó la biblioteca. Todo el mundo conocía el Black & White Inn. El pub era una institución en los bajos fondos. Un mercado para cualquier cosa. Göran se lo había explicado a Natalie: Black & White Inn, la mejor tienda para ir de compras si te interesaba la autodefensa o querías hacer daño serio a alguien. Pero el asunto no era el hecho de que conocieran el Black & White Inn. El asunto era que el pub era propiedad, al cincuenta por ciento, de la testamentaría de Radovan. Y lo peor de todo: era Stefanovic el que llevaba el sitio en la práctica incluso cuando el
Kum
vivía.

La conexión: Stefanovic-el Black & White Inn-la venta de las armas con las que habían matado a su padre. La conexión: Stefanovic trataba de impedir que Natalie hurgase en la investigación preliminar. La conexión: Stefanovic quería tomar el mando del imperio de su padre.

Aun así: había una circunstancia que contradecía el protagonismo de Stefanovic en el asesinato: él mismo estaba en el BMW cuando lo volaron. Podría haberla palmado con bastante facilidad.

Entonces, ¿quién estaba detrás?

Natalie repasó los demás datos que había sacado de la investigación preliminar de la policía. El procedimiento, tanto en el intento de asesinato como en el atentado final, señalaba que se trataba de alguien con un pasado militar, un profesional. El autor del crimen había utilizado una granada de la antigua Yugoslavia. Y Stefanovic no había soltado ni un pedo en el interrogatorio.

Los hombres escuchaban en silencio. La información no les resultaba sorprendente. Que pudiera ser alguien de la patria con un pasado militar era algo esperado. Pero que hubiera una conexión con el Black & White Inn no se lo esperaban.

Natalie continuó analizando la situación. No solo el asesinato; quería hacerse una idea global de todo. JW se negaba a pasarle toda la información y todo el control. El Beogradska Banka daba problemas. Alguien tenía que haber cantado a las autoridades, no podía ser una casualidad. El Servicio de Ejecución Judicial estaba tras la testamentaría con exigencias de impuestos, devoluciones y amenazas de embargos. No obtenía beneficios de aquellos negocios que seguían funcionando a nombre de Radovan, a excepción de aquellos que estaban manejados por Göran y Bogdan.

Los hombres comentaban las cosas que ella decía. Aportaban más datos. Querían saber qué había que hacer para resolver la situación.

Natalie dio instrucciones a Bogdan de viajar a Zúrich y hablar con el banco de allí, tratar de abrir las últimas reservas, la caja de seguridad de las empresas de su padre. Le dio una autorización, esperando que funcionara. No mencionó que el dinero en efectivo del que disponían en casa se agotaría en el plazo de un mes.

Recordaba una ocasión en la que le habían dejado acompañarles en un viaje hasta allí. Había sido unos ocho años atrás, era una niña por aquel entonces. Diferentes llaves, códigos, recepcionistas que sonreían y hablaban un mal inglés. Cantidad de cajas. Su padre había abierto la suya, la había sacado y se la había llevado a una habitación privada. Natalie había tenido que esperar fuera.

También dijo a Bogdan que contactara con aquellos servicios de guardarropa con los que solía trabajar para comunicarles que solo se efectuarían los pagos a él o a alguno de sus chicos. Ordenó a Göran que pasara el mismo mensaje a los camioneros que traían el alcohol y los cigarrillos ilegales del extranjero. A partir de ahora solo harían las entregas a Göran y a la gente autorizada por Göran. Pidió a Milad que recuperase el control sobre los traficantes de anfetaminas y los contactos del mundo de los objetos robados.

Reconquistaría lo que le pertenecía. Estaba calculado: Stefanovic lo tomaría como una provocación abierta. Conclusión: iba a haber una guerra de verdad.

Había que prepararse.

Estuvieron hablando del tema durante un rato. Tenían que procurar que todos sus partidarios estuvieran atentos. Que llevasen chalecos antibalas, armas, que nunca estuviesen solos. Todos los trabajos, aunque solo fuera vender un par de gramos, se realizarían en grupo. Sobre todo: Natalie nunca debía estar sola.

Por último: sacó la historia de Cherkasova. Los otros se retorcieron en sus asientos.

Ella quiso ser clara.

—Ya he entendido lo que estaba haciendo mi padre. No tenéis por qué sentiros avergonzados. No le juzgo, aunque bien es cierto que no me encanta tener que oír esas cosas, precisamente. Él era mi padre. Eso es suficiente para mí.

Göran tomó el relevo.

—He indagado un poco más en aquello. Resulta que el político ese, Svelander, es miembro de una comisión del Báltico. He hablado con gente. Tu padre estaba metido en eso, eso sí que lo he podido comprobar.

—¿Metido de qué manera? —preguntó Natalie.

—Todavía no lo sé exactamente. Pero Stefanovic ha dado instrucciones a esa, ehm…, no sé cómo llamarla, esa prostituta, de grabar a Svelander. El tipo tiene influencia sobre la concesión de derechos de construcciones en el Báltico. Y los rusos están construyendo un gaseoducto en el fondo del mar. Así que Stefanovic cree poder presionar al vejete con las grabaciones de esa mujer.

Natalie inspeccionó a los hombres otra vez: la determinación en sus ojos, las cabezas ligeramente inclinadas, los murmullos. Lo pillaban, se daban cuenta, lo captaban; no se trataba de los asuntos de siempre. Esto era algo de otra liga. Evidentemente. Y Stefanovic trataba de hacerlo él solito. Sin que la hija del
Kum
pudiera recoger su parte. Pedazo de cabrón.

—Esto tiene relación con los rusos —dijo Göran—; tu padre les ayudó utilizando a esa chica, la Cherkasova. Es posible que les ayudara de otras maneras también. Y ahora es Stefanovic el que lleva el carro solo. No está bien.

—¿Y dónde entra este JW? —preguntó Natalie—. Hemos visto a Stefanovic quedar con él.

Göran la miró a los ojos. Él sabía que ellos se habían reunido. Ella no sabía qué opinaba sobre ello.

—No tengo ni idea —contestó él—. Pero sé que diseña sistemas para blanquear dinero. Él y Bladman tienen que estar de nuestro lado. Y ahora que estamos en guerra abierta contra Stefanovic no pueden seguir escondiendo la cabeza como los avestruces. Tienen que elegir bando.

Finalizaron la reunión. Los hombres parecían contentos, a pesar de todas las preguntas. Por fin, ella se había hecho cargo de la situación. Por fin les había dado unas directrices.

Pese a todo, tenía la sensación de que solo dependía de sí misma. Ella vivía en dos mundos distintos. Los hombres la escuchaban. Aun así, estaba sola.

Sola con su dolor.

Sola con la responsabilidad.

Sola con su odio.

Pasaron los días. Dejó los estudios de Derecho. Trabajó frenéticamente. Ahora la vida real tenía prioridad. Llamaba a Göran, a Bogdan y a Thomas varias veces al día. Le devolvían las llamadas, desde diferentes números de teléfono o a través del Skype; eran unos fascistas de la seguridad. Ella apreciaba que ellos le enseñaran lo mismo. Hablaba, enviaba faxes, correos electrónicos a American Express, SEB, Handelsbanken: al menos salvó algo. Trató de hacer entender al Beogradska Banka que Bogdan era su representante, y nadie más. Leyó la investigación preliminar de la policía. Investigó sobre el Black & White Inn, sobre todo a través de Thomas y Göran, pero también a través de Mischa Bladman, que accedió a sacar la contabilidad y otros documentos. Estudió todo lo que pudo encontrar sobre el político que se acostaba con la Cherkasova, sobre las concesiones en el Báltico, sobre los otros tipos que contrataban los servicios de Melissa. Dio vueltas por la ciudad, pasando por los restaurantes, los bares, los pubs y los clubes que deberían recibir la visita de Bogdan o alguno de sus hombres para poner sus servicios de guardarropa bajo su protección. Probó sus estrategias para traer anfetaminas, diluir la droga, colocar laboratorios en Suecia en lugar de tenerlos en los países bálticos. Eran cosas nuevas para ella; Milad se lo enseñó desde el principio. Elaboró estrategias para enfrentarse a Stefanovic; solo era cuestión de tiempo que las cosas se pusieran feas y empezara a actuar. Una cosa estaba clara: ella —ellos— necesitaban dinero. Sin pasta no podían llevar adelante ese proyecto. Sin pasta no iban a poder aguantar una guerra contra el traidor.

Se despertaba a las seis de la mañana todos los días. Se iba a la cama después de la una todas las noches. Tomaba ocho tazas de café todos los días, además de, al menos, tres latas de Red Bull; bebía valeriana por las noches para poder dormir. Tomaba huevos duros y tomates. Perdió peso. Le dijo a Viktor que se mantuviera alejado. Ella ya le llamaría: «Cuando esté mejor».

Se metía en el chat de Facebook esporádicamente. Le escribió a Lollo que estaba demasiado depre para salir.

Mischa Bladman no se dio por aludido. Aceptó sentarse con Natalie para explicarle las características generales de las empresas de su padre. Seis de las empresas estaban en bancarrota. Algunas estaban en
stand-by
. Quedaban cuatro. Kranjic Holding AB, Rivningsspecialisterna i Nälsta AB, Clara’s Kök & Bar, Teck Toe AB. Un número de empresas había sido controlado por su padre de diferentes maneras sin que él figurase como propietario oficial; Bladman estaba visiblemente nervioso, no quería hablar de estructuras de acciones ahora mismo. No sabía sobre qué grano del culo sentarse. Mischa Bladman nunca lo dijo claramente, pero Natalie se dio cuenta; hasta ahora había recibido instrucciones de Stefanovic.

Encargó un chaleco antibalas a medida. Göran contrató a un par de gorilas que la acompañaban siempre, Adam y Sascha. Algunas noches dormía en hoteles. Miraban debajo de su coche, siempre la sentaban lo más lejos posible de las ventanas, nunca le dejaban entrar la primera en ningún sitio. Estudió la investigación preliminar por vigésima vez. Tenía que haber algo allí. Estuvo pensando en informar a la policía de que sabía de dónde provenían las armas. Se reunió con el abogado y con otro asesor fiscal. Fue al puerto de Frihamnen y echó un vistazo al muelle y a cómo entraban los ferris de Tallin. ¿Podrían quizás tirar bolsas de anfetaminas desde los barcos? Tomaba seis latas de Coca-Cola al día, tomaba pastillas de ginseng todas las mañanas y Citodon a partir de las cinco de la tarde todos los días para aliviar el dolor de cabeza.

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