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Authors: James Redfield

Tags: #Autoayuda, Aventuras, Filosofía

La décima revelación

 

En esta apasionante continuación de Las nueve revelaciones, emprenderemos un viaje hacia nuevas dimensiones, recordaremos experiencias del pasado y de los siglos pretéritos, el instante anterior a la concepción y nuestro propio nacimiento, el tránsito de la muerte y revisaremos en imágenes la propia vida. Y de regreso a la Tierra, veremos el miedo al futuro, y lucharemos por superarlos a través de la intuición, la sincronicidad y la visualización. Al alcanzar la Décima Revelación, nuestra memoria abarcará una compresión global de la historia humana y de la especial misión que todos compartimos para llevar a la humanidad hacia la meta deseada. Y nos preguntaremos con renovado interés acerca de los interrogantes eternos: ¿Por qué estamos aquí? ¿Cuál es nuestro cometido? ¿Hacia dónde vamos? Con palabras que encuentran eco en nuestras más profundas intuiciones e iluminan tanto nuestro mundo interior como el exterior, este libro nos ofrece una visión única, reveladora, y sobre todo optimista de la espiritualidad humana.

La Décima Revelación se presenta no sólo como continuación de la aventura narrada en aquellas páginas, sino como su culminación.

Quien conoce la Décima Revelación conseguirá una comprensión global de la historia del hombre y de la misión que todos compartimos para conducir a la humanidad a su realización.

En esta novela, que ha vendido más de dos y medio millones de ejemplares en todo el mundo, Redfield prosigue la aventura en los montes Apalaches, al norte de América. Charlene (quien puso al autor tras la pista del manuscrito donde están las otras nueve revelaciones) ha desaparecido. En la búsqueda, el lector acompaña al protagonista por bosques sagrados y cascadas majestuosas, el marco incomparable para el misterio que va a ser develado.

Poco a poco se abren las puertas a otros ámbitos, a los recuerdos perdidos de vidas y experiencias pasadas, al instante anterior a nuestra concepción, al vislumbre de nuestro nacimiento, al tránsito de la muerte y a la revisión de la existencia que todos enfrentaremos…

Todo para arribar a la dimensión, pictórica de amor, donde el conocimiento del destino humano es preservado: la de la vida nueva. A través de la intuición, la sincronicidad y la visualización superaremos el miedo al futuro y el resto de los temores imaginables, porque lo que está en juego es la misión especial que todos tenemos que compartir en estos momentos: el renacimiento espiritual de la humanidad.

James Redfield

La décima revelación

En busca de la luz interior

ePUB v1.0

Pishu
19.09.12

Título original:
The Tenth Insight: Holding the Vision (Celestine Prophecy, #2)

James Redfield, 1996.

Traducción: Cristina Sardoy

Fotografía de la portada: Tony Stone Images

Retoque portada: Pishu

Editor original: Pishu (v1.0)

ePub base v2.0

Para mi mujer e inspiración Salle Merrill Redfield

Agradecimientos

Mi más profundo agradecimiento a todos los que participaron de alguna manera en este libro, sobre todo a Joann Davis, de Warner Books, por su incesante consejo y a Albert Gaulden por su oportuno asesoramiento. Y, por supuesto, a mis amigos de las Blue Ridge Mountains, que mantienen siempre encendido el fuego de un refugio seguro.

Nota del autor

Esta segunda parte es, al igual que La Novena Revelación, una parábola de aventura, un intento por ilustrar la transformación espiritual continua que está produciéndose en nuestro tiempo. Mi esperanza con los dos libros fue transmitir lo que yo llamaría un cuadro de consenso, un retrato vívido de las percepciones, sentimientos y fenómenos nuevos que vienen a definir la vida cuando estamos a punto de entrar en el tercer milenio.

Nuestro principal error es, en mi opinión, pensar que la espiritualidad humana ya está comprendida y establecida. Si algo nos dice la historia, es precisamente que la cultura y el conocimiento humano evolucionan de manera constante. Sólo las opiniones individuales son fijas y dogmáticas. La verdad es más dinámica y la gran alegría de la vida radica en que nos dejemos llevar, en que encontremos la verdad especial que nos corresponde reconocer y, luego, observemos la sincronicidad con la cual la verdad evoluciona y adquiere una forma más clara, justo cuando hace falta para hacer impacto en la vida de alguien.

Juntos, estamos yendo a alguna parte; cada generación construye sobre los logros de la anterior, destinada a un fin que apenas podemos recordar vagamente. Todos estamos en el proceso de despertar y abrirnos a quiénes somos en realidad y qué venimos a hacer, lo cual constituye en general una tarea sumamente difícil.

No obstante, estoy convencido de que si integramos siempre lo mejor de las tradiciones que encontramos antes que nosotros y tenemos presente el proceso, cada desafío a lo largo del camino, cada irritación interpersonal puede superarse con un sentido de destino y de milagro.

No quiero minimizar los enormes problemas que todavía enfrenta la humanidad, sino sólo sugerir que cada uno de nosotros, a su modo, está involucrado en su solución. Si nos mantenemos atentos y reconocemos el gran misterio que ese esta vida, veremos que hemos sido colocados en el lugar indicado, exactamente en la posición correcta… para cambiar el mundo.

J.R.

Primavera, 1996

… Miré, y observé,

se abrió una puerta en el cielo:

y la primera voz que oí fue… una trompeta

que dijo: “Ven aquí y te mostraré

cosas que habrá en lo sucesivo”.

Y, de inmediato, yo estaba en el espíritu,

y observé un trono instalado en el cielo…

Y había un arco iris que rodeaba el trono

había cuatro y veinte asientos. Y en los asientos

vi cuatro y veinte ancianos sentados, vestidos de blanco…

Y vi un nuevo Cielo y una nueva Tierra:

pues el viejo Cielo y la vieja Tierra habían muerto…

REVELACIÓN

Las imágenes del camino

Frente a mis ojos se extendía el valle de los Apalaches, de una belleza asombrosa, con sus diez u once kilómetros de largo y ocho de ancho. A lo largo del valle corría un riacho meandroso que serpenteaba entre trechos de praderas abiertas y bosques densos y coloridos: bosques viejos, con árboles de varios metros de alto.

Observé el rudimentario mapa que tenía en mis manos. En el valle todo coincidía exactamente con el dibujo: el cordón empinado donde yo estaba parado, el camino que bajaba, la descripción del paisaje y el río, los pies de los montes a lo lejos. Ése tenía que ser el lugar que Charlene había bosquejado en la nota hallada en su oficina. ¿Por qué lo había hecho? ¿Y por qué había desaparecido de repente?

Ya había pasado un mes desde la última vez que Charlene se había comunicado con sus socios de la empresa de investigaciones donde trabajaba y, cuando Frank Carter, su compañero de oficina, pensó en llamarme, ya estaba muy alarmado.

—Tiene sus excentricidades, pero nunca había desaparecido durante tanto tiempo —dijo—, y de ningún modo teniendo reuniones ya fijadas con clientes de mucho tiempo. Algo anda mal.

—¿Cómo se le ocurrió llamarme? —pregunté. Me respondió describiendo parte de una carta, hallada en la oficina de Charlene, que yo le había enviado unos meses antes en la que hacía una crónica de mis experiencias en Perú. Me dijo que, al lado, había una nota garabateada con mi nombre y mi número de teléfono.

—Estoy llamando a todas las personas que tienen alguna relación con ella —agregó—. Hasta el momento, nadie parece saber nada. A juzgar por la carta, usted es amigo de Charlene. Esperaba que supiera algo de ella.

—Lo lamento —le dije—. Hace cuatro meses que no hablo con ella.

Mientras lo decía, me parecía mentira que hubiera pasado tanto tiempo. Al recibir mi carta, Charlene me había llamado por teléfono y había dejado un mensaje en el contestador en el que me hablaba de su entusiasmo respecto de las Revelaciones y me comentaba la rapidez con que parecía estar difundiéndose su conocimiento. Recordé que había escuchado el mensaje de Charlene varias veces, pero que había dilatado mi llamado, pensando que me comunicaría más tarde, tal vez al día siguiente o el otro, cuando me sintiera dispuesto a hablar. En aquel momento sabía que hablar con ella me forzaría a recordar y explicar los detalles del Manuscrito y me decía a mí mismo que necesitaba más tiempo para pensar, para digerir lo que había ocurrido.

La verdad era, obviamente, que algunas partes de la profecía todavía se me escapaban. Sin duda había retenido la capacidad para conectarme con una energía espiritual interior, un gran consuelo para mí teniendo en cuenta que con Marjorie todo había terminado y ahora pasaba muchísimo tiempo solo. Y era más consciente que nunca de pensamientos intuitivos y los sueños y la luminosidad de una habitación o un paisaje. Sin embargo, al mismo tiempo, la naturaleza esporádica de las coincidencias había pasado a ser un problema.

Me cargaba de energía, por ejemplo, discernía la cuestión más importante de mi vida, y en general tenía un presentimiento claro respecto de qué hacer o adónde ir para buscar la respuesta; no obstante, después de hacer algo relacionado con la situación eran muchísimas las veces en que no ocurría nada importante. No encontraba ningún mensaje, ninguna coincidencia.

Esto sucedía sobre todo cuando la intuición tenía que ver con buscar a alguien que ya conocía en alguna medida, un viejo conocido quizás, o alguien con quien trabajaba en forma rutinaria. De vez en cuando esa persona y yo encontrábamos algún punto de interés nuevo, pero con igual frecuencia mi iniciativa, pese a mis esfuerzos por enviar energía, era totalmente rechazada o, peor aún, empezaba de una manera estimulante sólo para desviarse, descontrolarse y al fin morir en medio de un torrente de irritaciones y emociones inesperadas.

Durante el proceso, esa incapacidad no me había amargado, pero me di cuenta de que algo me faltaba cuando quería vivir las Revelaciones a largo plazo. En Perú yo procedía siguiendo un impulso y actuaba a menudo con una especie de fe nacida de la desesperación. Al regresar a casa y enfrentar de nuevo mi medio habitual, rodeado muchas veces de escépticos manifiestos, sentía que perdía la expectativa entusiasta o la firme creencia de que mis corazonadas realmente me conducían a alguna parte. En apariencia había olvidado alguna parte vital del conocimiento… o tal vez aún no la había descubierto.

—No sé muy bien qué hacer —había señalado el socio de Charlene—. Ella tiene una hermana, creo que en Nueva York. ¿Usted no sabe cómo contactarla? O tal vez conozca a alguien que sepa dónde está.

—Lo lamento, pero no lo sé —dije—. En realidad, Charlene y yo estamos reviviendo una vieja amistad. No recuerdo ningún pariente y no sé qué amigos tiene ahora.

—Bueno, creo que voy a hacer la denuncia a la policía, salvo que usted tenga alguna idea mejor.

—No, creo que eso sería lo más prudente. ¿Hay algún otro indicio?

—Sólo una especie de dibujo que podría ser la descripción de un lugar. No lo sé con exactitud.

Más tarde me envió por fax toda la nota que había encontrado en la oficina de Charlene, incluido el boceto rudimentario de líneas cruzadas y números con marcas vagas en los márgenes. Y, sentado en mi estudio, comparando el dibujo con los números de ruta en un atlas del sur, descubrí la que en apariencia podía ser la localización real. A partir de ese momento empecé a experimentar una imagen vívida de Charlene en mi mente, la misma imagen que había percibido en Perú cuando me hablaron de la existencia de la Décima Revelación. ¿Su desaparición estaba conectada de alguna manera con el Manuscrito?

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