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Authors: Anne McCaffrey

La búsqueda del dragón (48 page)

BOOK: La búsqueda del dragón
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Lessa jugueteó con los restos del pastel en su plato. Las mujeres de Manora se habían superado a sí mismas: las aves habían sido rellenadas con frutas fermentadas, y el resultado fue una atenuación del sabor silvestre que solía tener el wherry. El pan estaba en su justo punto de cocción. Las hierbas frescas debían proceder del continente Meridional. Lessa tomó nota mentalmente de que debía advertir a Manora contra las incursiones al Sur. No quería provocar un incidente con T'kul. Tal vez las había recogido N'ton en el curso de sus expediciones en busca de lombrices. A Lessa le había gustado siempre el joven caballero bronce. Ahora que le conocía mejor...

Se preguntó qué estarían haciendo F'lar y él. Habían abandonado la mesa y se habían marchado a las Habitaciones. Estos últimos días siempre estaban allí, pensó Lessa, molesta. Estarían limpiando las aberturas de las lombrices... ¿Podía marcharse ella, también? No, tenía que quedarse aquí. Sería una imperdonable falta de cortesía que el caudillo y la Dama del Weyr se ausentaran en tan fausta ocasión. Y la gente no tardaría en despedirse.

¿Qué harían con respecto al joven Jaxom? Lessa miró a su alrededor y localizó fácilmente a Jaxom por el blanco pellejo de su dragón en el grupo de cadetes que habían llevado a sus animales junto al lago. El animal tenía encanto, desde luego, pero, ¿tendría futuro? ¿Y por qué Jaxom? Lessa se alegraba de que Lytol se hubiera emborrachado esta noche, aunque esto no haría las cosas más fáciles de soportar para el ex dragonero a la mañana siguiente. Tal vez deberían retener a la pareja aquí hasta que el animal muriera. La opinión general era la de que Ruth no maduraría.

Al otro extremo de la larga mesa se encontraban Larad, Señor de Telgar, Sifer de Bitra, Raid del Fuerte de Benden y Asgenar de Lemos con Dama Famira (que se ruborizaba continuamente). La pareja del Fuerte de Lemos había traído sus lagartos de fuego —afortunadamente un pardo y un verde—, los cuales habían sido objeto del mayor interés para Larad, que tenía un par de huevos endureciéndose en su hogar, y de disimulada observación por parte del viejo Raid y de Sifer de Bitra, que también tenían huevos de la última nidada traída por F'nor. Ninguno de estos dos últimos estaba completamente seguro del experimento de los lagartos de fuego, pero habían observado toda la noche a la pareja de Lemos. Sifer, finalmente, se había deshelado lo suficiente como para preguntar cómo había que cuidarlos. ¿Influiría esto en sus opiniones en el caso de Jaxom y su Ruth?

¡Por el Huevo, no era posible que quisieran romper el equilibrio territorial debido a que Jaxom había Impresionado a un pequeño dragón que no tenía ninguna probabilidad de sobrevivir a una Caída de Hebras! ¿Cómo podría abreviarse honoríficamente el nombre de Jaxom? ¿J'om, J'xom? La mayoría de las mujeres de los Weyrs escogían para sus hijos nombres que pudieran contraerse fácilmente... De pronto, Lessa sonrió al darse cuenta de que se estaba preocupando por la abreviación de un nombre, un detalle trivial en aquel dilema. No, Jaxom debía permanecer en el Fuerte de Ruatha. Lessa no había objetado los derechos al Fuerte de Ruatha de Jaxom, hijo de Gemma, porque era hijo de Gemma y tenía al menos una pequeña cantidad de Sangre ruathana. Desde luego, se opondría a que el Fuerte pasara a manos de otro Linaje. Lástima que Lytol no tuviera hijos. No, Jaxom debía permanecer como Señor del Fuerte en Ruatha. No había que sacar las cosas de quicio. El pequeño animal no sobreviviría. Su tamaño no era normal, y su color —¿quién había oído hablar nunca de un dragón blanco?— indicaba la existencia de otras anormalidades. Manora había mencionado aquel niño de piel muy blanca y ojos sonrosados del Fuerte de Nerath que no había podido soportar la luz del día. ¿Un dragón nocturno?

Evidentemente Ruth no alcanzaría nunca un tamaño normal; recién nacido, no era mucho mayor que un lagarto de fuego.

Ramoth gruñó desde las alturas, inquieta por los pensamientos de su jinete, y Lessa le envió un centenar de disculpas.

—No estoy pensando en ti, querida —le dijo Lessa—. Tú has puesto más huevos de reina que cualquiera de las otras tres. Y la mayor de sus crías no supera a la más pequeña de las tuyas, cariño.

Ruth se desarrollará
, dijo Ramoth.

Mnementh canturreó desde el saledizo, y Lessa alzó la mirada hacia los dos dragones cuyos ojos resplandecían en las sombras encima del Cuenco iluminado por las lámparas.

¿Sabían los dragones algo que ella ignoraba? A menudo lo parecía aquellos días, pero ¿cómo era posible? Ellos no se preocupaban nunca por el mañana, ni por el ayer, viviendo el presente Lo cual no era un mal sistema de vida, pensó Lessa, con un poco de envidia. Sus ojos inquietos se posaron sobre la mancha blanca de Ruth ¿Por qué se habían Impresionado aquellos dos? ¿No tenía ella ya suficientes quebraderos de cabeza?

—¿Por qué tendría que importarme? ¿Por qué? —preguntó Lytol súbitamente, en voz alta y belicosa.

El Arpista levantó hacia él una mirada bobalicona

—Eso es lo que digo yo. ¿Por qué habría de importarte?

—Quiero al muchacho. Le quiero más que si fuera carne de mi carne y sangre de mi sangre. Y he demostrado que le quiero. Y he demostrado que me preocupo por él. Ruatha es próspera. Tan próspera como cuando la gobernaba el Linaje ruathano. He remediado todos los daños que causó Fox. Y no lo he hecho por mí. Mi vida está acabada. Lo he sido todo. He sido dragonero. Oh, Larth, mi hermoso Larth... He sido tejedor, de modo que conozco el Artesanado. Y ahora conozco los Fuertes también. Lo conozco todo. Sé cómo hay que cuidar a un enano blanco. ¿Por qué debería el muchacho renunciar a su dragón? Por la Primera Cáscara, nadie lo quiso. Nadie quiso Impresionarlo. Es especial, lo digo yo. ¡Especial!

—Un momento, Señor Lytol —dijo Raid de Benden levantándose desde su extremo de la mesa y encarándose con Lytol—. El muchacho Impresionó a un dragón. Eso significa que tiene que quedarse en el Weyr.

—Ruth no es un dragón normal —dijo Lytol, en un tono y una actitud que distaban mucho de ser los de un borracho

—¿No es un dragón normal? —La expresión de Raid revelaba su impresión ante semejante blasfemia.

—Nunca ha existido un dragón blanco —dijo Lytol pontificalmente, irguiéndose en toda su estatura. No era mucho más alto que el Señor del Fuerte de Benden, pero en aquel momento lo pareció—. ¡Nunca! —Creyó que el hecho exigía un brindis, pero descubrió que su copa estaba vacía Logró verter vino con notable destreza para un hombre totalmente ebrio. El Arpista se apresuró a empuñar su copa para que se la llenaran, pero tropezó con dificultades para mantenerla quieta bajo el chorro de vino.

—Nunca existió un dragón blanco —canturreó el Arpista, tocando con su copa la de Lytol.

—Es posible que no viva —añadió Lytol, bebiendo un largo sorbo.

—¡Es posible!

—En consecuencia —y Lytol respiró a fondo—, el muchacho debe permanecer en su Fuerte. En el Fuerte de Ruatha.

—¡Sin duda de ninguna clase! —Robinton mantuvo su copa en alto, más o menos desafiando a Raid a que le contradijera.

Raid le dirigió una larga e inescrutable mirada.

—Tiene que quedarse en el Weyr —dijo finalmente, aunque con menos decisión que antes.

—No, tiene que regresar al Fuerte de Ruatha —dijo Lytol, aferrándose con fuerza al borde de la mesa para mantenerse erguido—. Cuando el dragón muera, el muchacho tiene que estar donde las obligaciones y responsabilidad le den un motivo para asirse a la vida. ¡Lo sé!

Raid no pudo contestar a aquello, pero manifestó su desaprobación con un gesto. Lessa contuvo la respiración y empezó a «influenciar’ un poco sobre el anciano Señor del Fuerte.

—Sé cómo ayudar al muchacho —continuó Lytol, volviendo a hundirse lentamente en su silla—. Sé lo que es mejor para él. Sé lo que es perder un dragón. La diferencia en este caso es que nosotros sabemos que los días de Ruth están contados.

—Están contados —repitió el Arpista, y apoyó súbitamente su cabeza sobre la mesa. Lytol se inclinó hacia el hombre, curiosamente, casi paternalmente. Se echó hacia atrás, sobresaltado, cuando el Arpista empezó a roncar.

—¡Hey, no te duermas! Tenemos que terminar esta botella. —Al ver que Robinton no contestaba, Lytol se encogió de hombros y vació su propia copa. Luego pareció derrumbarse lentamente hasta que su cabeza estuvo también sobre la mesa, con sus ronquidos llenando las pausas entre los de Robinton.

Raid miró a la pareja con visible disgusto.

—El vino hace decir muchas cosas —comento Larad del Fuerte de Telgar, mientras Raid volvía a sentarse.

Lessa «influyó» rápidamente sobre Larad. No podía ser tan insensible como Raid. Pero al ver que agitaba la cabeza Lessa desistió y volvió su atención hacia Sifer. Si podía lograr que dos de ellos se mostraran de acuerdo...

—El dragón y su jinete pertenecen al Weyr —dijo Raid—. No puede cambiarse lo que es natural para el hombre y el animal.

—Bueno, consideremos a esos lagartos de fuego —empezó Sifer, señalando a los dos que estaban al otro lado de la mesa frente a él, en los brazos del Señor y la Dama del Fuerte de Lemos—. Son una especie de dragones, después de todo.

Raid soltó una especie de bufido.

—Hoy hemos tenido ocasión de ver lo que ocurre cuando se pretende cambiar el curso natural de las cosas. Esa muchacha, como quiera que se llame, perdió a su reina. Bueno incluso el lagarto le advirtió que no debía Impresionar a otra. Los animales saben más de lo que nos creemos. Pensad en los años que han transcurrido sin que la gente lograra capturarlos.

—Ahora son capturados por nidadas enteras —le interrumpió Sifer—. Me parecen unos animalitos deliciosos. Y debo admitir que espero con impaciencia que los míos eclosionen.

Aquella discusión le recordó a Lessa al viejo R'gul y a S'lel, sus primeros «profesores» en el Weyr, contradiciéndose a sí mismos interminablemente mientras se empeñaban en enseñarle todo lo que ella debía saber para convertirse en una Dama del Weyr. F'lar había terminado con aquello

—El muchacho tiene que quedarse aquí con ese dragón.

—El muchacho en cuestión es el Señor de un Fuerte, Raid —le recordó Larad de Telgar—. Y si algo no necesitamos es discutir por el Señorío de un Fuerte. Sería distinto si Lytol tuviera descendencia masculina, o al menos fuera padre adoptivo de algún candidato prometedor. No, Jaxom tiene que continuar siendo Señor del Fuerte de Ruatha —y el Señor de Telgar recorrió el Cuenco con la vista en busca del muchacho. Sus ojos se encontraron con los de Lessa, y Larad sonrió con ausente cortesía.

—No estoy de acuerdo —dijo Raid, agitando enfáticamente la cabeza—. Va contra todas las costumbres.

—Algunas costumbres necesitan un cambio urgente —dijo Larad, frunciendo el ceño.

—Me pregunto qué es lo que desea hacer el muchacho —intervino Asgenar con su calma habitual, mirando a Larad.

El Señor de Telgar estalló en una ruidosa carcajada.

—No compliques las cosas, hermano. Somos nosotros los que hemos de decidir lo que ha de hacer, le guste o no le guste.

—Habría que consultar al muchacho —insistió Asgenar, endureciendo el tono de su voz. Su mirada se deslizó de Larad a los dos Señores de los Fuertes más ancianos—. Vi su rostro cuando salía de la Sala de Eclosión. Se daba cuenta de lo que había hecho. Estaba tan pálido como el pequeño dragón. —Asgenar hizo un gesto con la cabeza, señalando a Lytol—. Sí, Jaxom es muy consciente de lo que ha hecho.

Raid estalló.

—A los jóvenes no se les consulta nada. ¡Se les dice lo que tienen que hacer!

Asgenar se volvió hacia su dama, tocando ligeramente su hombro y rogándole con una sonrisa que fuera en busca del joven Jaxom. Ella se puso en pie y fue a cumplir el encargo, atenta al equilibrio de su soñoliento lagarto verde.

—Recientemente he descubierto que uno se entera de muchas cosas consultando a la gente —dijo Asgenar, contemplando con una extraña sonrisa en el rostro cómo se alejaba su esposa.

—¡A la gente sí, pero no a los niños! —exclamó Raid, sin disimular la rabia que le embargaba.

Lessa «atacó» contra él. Sería mucho más susceptible en aquel estado de ánimo.

—¿Por qué no se limitó a tomar al animal? —preguntó el Señor del Fuerte Benden en tono irritado, mientras observaba cómo se acercaban la Dama del Fuerte Lemos, el joven Señor de Ruatha y el recién nacido dragón blanco, Ruth.

—Yo diría que estableció la relación adecuada —respondió Asgenar—. Hubiera sido más fácil y más rápido tomar en brazos al animalito, pero no más juicioso. Incluso un dragón tan pequeño tiene dignidad.

Raid de Benden gruñó, sin que Lessa supiera si lo hacía asintiendo o manifestando su desacuerdo. Después de gruñir, empezó a rascarse la parte posterior de la cabeza con una mano, de modo que Lessa dejó de «empujar».

El aleteo de unos dragones disponiéndose a tomar tierra llamó su atención. Volviéndose, vio brillar el pellejo de un bronce en la oscuridad junto a la nueva entrada a las Habitaciones.

Lioth ha traído al Maestro Agricultor
, le dijo Ramoth a su Jinete.

Lessa no pudo imaginar por qué era necesario Andemon, ni por qué le había traído N'ton. El Artesanado del Maestro Agricultor tenía ahora su propio animal. Lessa empezó a levantarse.

—¿Te das cuenta de los problemas que has provocado jovencito? —estaba preguntando Raid con voz severa.

Lessa giró en redondo, luchando entre dos curiosidades. Jaxom no carecía de defensores en Asgenar y Larad. Pero Lessa se preguntaba cómo contestaría el muchacho a Raid.

Jaxom permanecía muy erguido, con la barbilla alzada y los ojos brillantes. Ruth apretaba la cabeza contra el muslo del muchacho, como si el dragoncillo se diera cuenta de que estaban siendo sometidos a juicio.

—Sí, mi buen Señor Raid, me doy perfecta cuenta de las consecuencias de mis actos, y de que ahora podría plantearse un grave problema de cara a otros Señores de Fuertes. —Sin ofrecer disculpas ni sugerir arrepentimiento Jaxom le recordaba a Raid de un modo indirecto que, a pesar de sus pocos años, él también era Señor de un Fuerte.

El viejo Raid se sentó más erguido, echando los hombros hacia atrás, como si...

Lessa dio un paso más allá de su silla.

——No lo hagas... —el susurro fue tan suave que al principio Lessa pensó que se había equivocado. Luego vio al Arpista que la miraba con ojos tan incisivos como si estuviera completamente sobrio. Y Robinton, el simulador, probablemente lo estaba, ya que no era la primera vez que representaba aquella comedia.

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