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Authors: Megan McDonald

Tags: #Infantil y juvenil

Judy Moody Adivina El Futuro (6 page)

—Atención, todos. Quiero presentaros a una amiga especial, la señora Tater. Como ya sabéis, es escritora y artista y ha venido hoy desde Nueva York para hablarnos del libro que acaba de publicar, titulado
Las ceras no se comen
.

Todos aplaudieron. ¡La Dama de las Ceras parecía una cera! Llevaba un jersey amarillo limón y una falda estampada. Tenía el pelo corto y rizado a lo chico, y se había puesto una cinta alrededor de la cabeza. Hasta los pendientes eran ceras. ¡Lo mejor de todo era que en las botas se había dado una cera naranja!

La señora Tater enseñó el libro donde se contaba cómo se hacían las ceras. Dijo que era un libro de no ficción.


No ficción
es lo contrario de
ficción
>. Significa verdadero.

La señora Tater era no vieja (joven). No fea (guapa). No aburrida (interesante). Contó que la primera cera se había hecho hacía cien años, que la fórmula secreta de las ceras era: color, polvo y cera.

Luego encendió una vela y mezcló las gotas de cera con polvo rojo para demostrarlo.

—Es como mezclar la harina para hacer un pastel —les explicó.

La señora Tater les dijo que una vez había conocido a un tipo famoso llamado el Capitán Canguro en un museo de ceras de Nueva York.

Además habló de la máquina comedora de ceras, que localizaba las ceras rotas o con defectos y las echaba fuera.

Una vez la señora Tater puso nombre a una cera.

—¿Cómo la llamó? —preguntaron todos.

—Luna de Calabaza —y mostró una cera naranja que le hacía juego con las botas—. El señor Todd me ayudó a buscar el nombre —tenía una sonrisa de Noche Clara—. Hay algunos nombres nuevos de ceras como Mandarina Atómica, Banana Mama o Berenjena.

¡Así que Berenjena era un color! ¡Tenía razón Stink!

—¿Hay alguna cera Calabacín? —preguntó Judy.

—No, pero es una buena idea. Aunque mi favorito de todos es el Púrpura Real.

—¡CURIOSO! —exclamó Judy. ¡Púrpura Real! Eso en el anillo del humor era
Encantado de la vida
.

—El favorito del señor Todd es el Bermellón.

—Es decir, rojo —aclaró el señor Todd.

¡Rojo! Judy dio un respingo y aguzó las orejas todo lo que pudo.

—¡No debemos olvidamos del Macarrones con Queso! —la señora Tater levantó una cera de color queso—. ¡Parece que se puede comer! Pero de eso se ocupa la máquina comedora de ceras.

Toda la clase soltó una carcajada.

—Ahora os toca a vosotros. ¿A quién se le ocurre un buen nombre para una cera?

—¡Marrón Guante de Béisbol! —respondió Frank.

—¡Rosa Cerdito! —exclamó Jessica Finch.

—Barro —sugirió Brad.

—¡Azul Melancolía! —dijo Judy.

Cuando acabaron, la señora Tater les dejó que hicieran preguntas.

—¿Cuánto se tarda en hacer una cera? —preguntó Jessica Finch.

—Unos quince minutos.

—¿Cuánto se tarda en escribir un libro? —preguntó Rocky.

—Más que lo otro. Me costó casi un año.

—¿Quién inventó las ceras? ¿George Washington? —preguntó Frank.

—La primera cera la idearon unos tipos llamados Binney y Smith. Era negra. La esposa de Binney, Alice, era profesora como el señor Todd. Fue quien inventó el nombre de Crayola.

—¿Más preguntas? —era el señor Todd.

Judy agitó la mano en alto.

—Tengo un comentario, no una pregunta.

—¿Sí? —dijo la señora Tater.

—Es usted muy no aburrida.

—Gracias. Es un gran cumplido.

Todos aplaudieron a la Dama de las Ceras cuando acabó la charla.

—Atención, todos —dijo el señor Todd—. La señora Tater nos ha traído ceras de regalo. Poneos en fila y os las iré dando. Luego podéis volver a vuestro sitio a dibujar.

Judy se puso en la fila para recoger la cera. Entonces lo vio. ¡La vela! Toda la cera de la vela que había prendido la señora Tater se había derretido por un solo lado: el izquierdo.

¡Pero espera! Si el señor Todd estaba enamorado la cera se habría derretido por el lado derecho. El lado izquierdo significaba que estaba enamorada una mujer.

Judy observó con atención a la Dama de las Ceras. El señor Todd le dio una cera bermellón y ella le sonrió como si se hubiera convertido en un apuesto príncipe o yo qué sé.

¡O yo qué sé! ¡Claro! ¡Por supuesto! ¡La señora Tater estaba enamorada! Las gotas de cera lo demostraban. Judy se lo notó en la mirada. Y Tater empezaba por T, como había adivinado la semilla de manzana.

¡Al fin, ella, Judy Moody, había hecho una adivinación de no ficción! ¡El señor Todd y la Dama de las Ceras estaban enamorados! Había un
bermellón
de razones.

Púrpura Real

Judy Moody tenía ganas de contárselo a todo el mundo, así que se lo dijo a Frank, a Rocky, Stink y a todo el autobús. Se lo contó a sus padres cuando volvió a casa, e incluso llamó a Jessica Finch. Anunció al mundo entero su mejor adivinación del futuro de no ficción:

—Madame M adivina… ¡tachán!… que el señor Todd y la Dama de las Ceras están enamorados.

* * *

A la mañana siguiente, el colegio era un hervidero con esa noticia. ¿De verdad? ¿Sí? ¿Había adivinado Judy Moody de una vez el futuro? ¿Cómo lo había sabido? ¿Habría que preguntarle al señor Todd?

Esa mañana los de Tercero parecían palomitas saltando en la sartén.

—¿Qué os pasa esta mañana que no paráis quietos? —dijo el señor Todd.

—Hay algo que queremos preguntarle —contestó Judy. Añadió tres mordiscos más al lápiz.

—Sí, sí, sí —la apoyaron todos.

—Pues antes de que me preguntéis, tengo una noticia importante que daros.

Es un secreto, pero creo que ya es hora de contároslo.

Chas
.
Chas
. Judy mascaba la goma de borrar del lápiz.

—¿Os acordáis de la señora Tater, la escritora que conocisteis ayer?

¡Judy estuvo a punto de ahogarse con la goma de borrar del lápiz! Todos contuvieron el aliento. Las palomitas dejaron de saltar.

—Espero que os gustara su charla y que hayáis aprendido algo sobre cómo se hacen las ceras y los libros.

Chas
.
Chas
.
Chas
.

—Ya os dije que la señora Tater es una amiga especial. Y me alegro de que la hayáis conocido, porque ella y yo estamos comprometidos. ¡Vamos a casarnos! Y estáis todos invitados a la boda.

—¿Boda?

—¡Mmm, pastel!

—¿Puedo ir?

—¿Seguirá siendo nuestro profesor?

Surgían preguntas y más preguntas.

—¿Tendrán muchas ceras en su casa? —preguntó Jessica Finch.

—¿Sus hijos serán los Tater-Todd? —rió Frank.

Judy tampoco paraba de reír.

—¡LO SABÍA!

Saltó del asiento. La goma de borrar mordida de su lápiz fue a parar a la otra punta de la clase. Casi se puso a bailar en el pasillo entre los pupitres.

—¡Judy Moody lo había adivinado! —chilló Frank Pearl—. ¡Tenía razón!

—¡Ayer ya lo sabía! —dijo Rocky—. Nos lo contó en el autobús.

—¡A mí me llamó por teléfono! —dijo Jessica Finch.

Todos señalaban a Judy.

—¡Sí! ¡Nos lo contó! ¡Lo sabía! ¡Lo había adivinado!

—¿Es verdad, Judy? —preguntó el señor Todd.

—Es no ficción —contestó Judy.

—¿Cómo lo has sabido? Creíamos que era un secreto bien guardado.

Judy recordó todas las formas por las que se había enterado. El anillo del humor que se había puesto rojo, la semilla de la manzana, la cera de la vela… Pero, sobre todo, la sonrisa de oreja a oreja del señor Todd a la señora Tater. Y la mirada de ella cuando les enseñó la cera Luna de Calabaza.

Podía decir que había sido el anillo del humor o sus PSE. Podía decir que ella, Madame M, de Moody, adivinaba el futuro. Como Jeane Dixon, famosa adivina americana, pero sin recurrir a huevos. Aunque Judy se dio cuenta de que hay cosas que se saben sin más, con el corazón. No tienen explicación.

—Es un secreto cómo lo he sabido —dijo.

Por fin Judy Moody había adivinado el futuro.

Al llegar a casa fue derecha a su cuarto, abrió la caja donde guardaba los dientes de leche y sacó el anillo del humor. Se lo puso en el dedo, cerró los ojos y contuvo el aliento. Contó hasta ocho, su número favorito. Pensó en cosas de color púrpura y abrió los ojos.

¡Negro! El anillo del humor estaba negro como el carbón que dejan los Reyes. Negro como un borrón de tinta caído por descuido. Negro como el mal humor. ¿Cómo podía estar negro si ella estaba encantada de la vida? ¡No, espera! El anillo del humor había empezado a cambiar de color. Sí. Ante sus propios ojos. ¡Se estaba poniendo púrpura! ¡Púrpura Real!

El señor Todd había dicho que el futuro depende de cada uno. A partir de ese momento, Judy iba a decidir su futuro; no había mejor momento para empezar que el presente.

Sacó un lápiz (no Gruñón) y escribió en el cuaderno de no deberes estas palabras de no ficción.

Planes de Judy Moody para el futuro

Ser una Doctora médica

Conseguir que Stink no me moleste

Vestirme para una boda

Quizá escribir un libro (¡no sobre ceras!)

Escribir bien tortilla y zigzag

Alejarme de la Antártida

Pintar mi cuarto de Púrpura Real

El futuro estaba esperándola ahí fuera. Y había otra cosa de la que Judy estaba absolutamente convencida: vendrían otros muchos cambios de humor.

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